El Laudo Arbitral y sus antecedentes.

Por: Carlos Danilo Morales Miller.   (Email: carlosdanilomorales@gmail.com)

A fines de marzo de 1903, casi dos meses después de que los gobiernos de Horacio Vásquez y de Theodore Roosevelt suscribieron el Protocolo para el pago de la deuda que la República Dominicana tenía pendiente con la compañía norteamericana San Domingo Improvement Co., el Presidente Vásquez fue derrocado por un rápido golpe que se conoció como la Revolución de los Presos y asumió la Presidencia de la República Dominicana el General Alejandro Woss y Gil.

Acto seguido, el Encargado de Negocios de Estados Unidos, William F. Powell, se hizo presente y reclamó al nuevo Gobierno el reconocimiento del referido Protocolo que aceptaba o admitía a los Estados Unidos como representante de la compañía norteamericana. El Presidente Woss y Gil planteó al señor Powell que ese instrumento había sido firmado por un gobierno de facto y que carecía de validez porque, además, no había sido sancionado por el Congreso Nacional.

En la ocasión, el Encargado de Negocios suplicó al Presidente Woss y Gil el reconocimiento de su Gobierno al referido Protocolo con la observación de que los Estados Unidos podían romper relaciones con la República Dominicana y consecuentemente pasar a vías de hechos, que era lo mismo decir que ocuparían el país militarmente.

Ante tan menuda “sugerencia” el Presidente Woss y Gil se apresuró a reconocer el acuerdo firmado el 31 de enero y, para cumplir con el mandato de dicho Protocolo, que establecía la designación de un árbitro para representar a la República Dominicana en un Tribunal Arbitral que determinaría todo lo concerniente al pago de la deuda, cuyas decisiones serían inapelables, nombró para esos fines al entonces Canciller de la República, el escritor y abogado Manuel de Jesús Galván (autor de la celebrada obra literaria dominicana “Enriquillo”).

Como el Protocolo de enero establecía que cada gobierno designaría un árbitro y un tercero sería elegido de mutuo acuerdo, a más tardar dos meses después de su firma, pero que luego de ese plazo el tercer árbitro debería ser escogido por el Gobierno dominicano de entre los jueces la Corte de Apelación de los Estados Unidos, y como ya el plazo había vencido, también correspondió a Woss y Gil la elección de ese otro árbitro.

Las deliberaciones de los árbitros se extendió desde el 12 de noviembre de 1903 hasta el 14 de julio de 1904, fecha en que fue emitida la sentencia de los árbitros en los siguientes términos:

Texto del Laudo: 

                                              LAUDO ARBITRAL DE 1904                                                                (Adoptado en virtud del Protocolo de 1903, y para los fines previstos en dicho Protocolo)

POR CUANTO, por el Protocolo de Arreglo entre la República Dominicana y los Estados Unidos de América, concluido en la Ciudad de Santo Domingo el 31 de enero de 1903, fue convenido que el Gobierno Dominicano pagaría al Gobierno de los Estados Unidos la suma de cuatro millones quinientos mil dólares $4,500,000) en oro americano, como completa indemnización por la renuncia que The San Domingo Improvement Company of New York, The San Domingo Finance Company of New York, The Company of the Central Dominican Railway y el Banco Nacional de Santo Domingo hacen de todos sus derechos, propiedades e intereses, y como completo arreglo de todas las cuentas, reclamaciones, y diferencias pendientes entre el Gobierno Dominicano y las dichas Compañías; y que los términos en los cuales la indemnización convenida debería ser pagada, seria referida a una Comisión de tres Árbitros, uno nombrado por el Presidente de la República Dominicana otro por el Presidente de los Estados Unidos, y el tercero por el Presidente de la República Dominicana y el Presidente de los Estados Unidos conjuntamente, o, en caso de omitir hacerlo, por el Presidente de la República Dominicana escogiéndolo de entre determinados miembros de la Suprema Corte de los Estados Unidos, o de la Corte de Circuito de Apelaciones de los Estados Unidos;

POR CUANTO, con el objeto de llevar a cabo dicho Protocolo, fueron nombrados los Árbitros abajo firmados en la forma siguiente:

Por el Presidente de la República Dominicana, Don Manuel de J. Galván;

Por el Presidente de los Estados Unidos, John G. Carlisle;

y como tercer Arbitro, por nombramiento del Presidente de la República Dominicana, George Gray, uno de los Jueces designados entre los de la Corte de Circuito de Apelaciones de los Estados Unidos;

POR CUANTO, dichos Árbitros, debidamente constituidos con arreglo al mencionado Protocolo, en Comisión de Arbitraje, han recibido y estudiado los casos, contra-casos y argumentos presentados por las partes contratantes, por intermedio de sus respectivos Agentes y Abogados;

La Comisión de Arbitraje juzga y falla por el presente Laudo los términos en los cuales la antes mencionada indemnización deberá ser pagada, y los plazos, términos y condiciones en los cuales las antedichas Compañías deberán ceder todos sus derechos, propiedades e intereses, mencionados en el Artículo V de dicho Protocolo, y se retirarán de la República Dominicana, constituyendo así un completo arreglo de todas las cuentas, reclamaciones y diferencias entre el Gobierno Dominicano y dichas Compañías.

ARTÍCULO 1° – (TIEMPO DE LA ENTREGA DE LAS PROPIEDADES).-

a) Dentro de noventa días, a contar de la fecha de este Laudo todos los derechos e intereses que dichas Compañías tienen en el Banco Nacional de Santo Domingo, consistentes en seis mil trescientos treinta y ocho (6,338) acciones del capital del referido Banco, a cambio de lo cual el Gobierno Dominicano dará a las compañías un acto de completa liberación, por y a nombre del Banco, de toda reclamación contra ellas –

b) Cuando el Gobierno Dominicano haya pagado al de los Estados Unidos un millón quinientos mil pesos (($1,500,000) del capital de la deuda principal, dichas Compañías entregarán al Gobierno Dominicano todas las acciones de The Company of the Central Dominican Railway, las cuales representarán, incluirán y llevarán en sí todos los derechos e intereses en el mencionado ferrocarril a que se hace referencia en el párrafo 1° del artículo V del Protocolo, y simultáneamente traspasarán al Gobierno Dominicano la completa posesión del ferrocarril, el cual deberá estar libre de todas clases de deudas contraídas por dichas compañías y deberá estar por lo menos en tan buena condición material como en la actualidad, salvo el deterioro proveniente de uso, accidente, fuerza mayor, disturbios públicos, o enemigo extranjero –

El costo de restaurar el ferrocarril de daños ocurridos entre tanto, por cualquiera de dichas causas, se imputará, primero, a los beneficios netos del año, y todo exceso de dicho costo será pagado por el Gobierno Dominicano de su Tesorería, de la misma manera que se describe en el Artículo 4to.

Si el pago de un millón quinientos mil pesos (1,500,000) o cualquiera parte de esta suma, fuere hecho por el Gobierno en una forma distinta de las entregas mensuales que más adelante se proveen, dichas entregas mensuales continuarán como se ha dispuesto en este Laudo.

c) Cuando lo principal de la deuda de cuatro millones quinientos mil pesos ($4,500,000) sea reducido a dos millones setenta y seis mil seiscientos treinta y cinco pesos ($2,076,635), entonces comenzará la entrega de los bonos de la República Dominicana mencionados en el párrafo 3ro, del Artículo V, del Protocolo, hasta el monto de ochocientas treinta mil seiscientas cincuenta y cuatro libras esterlinas (£830,654). Los bonos que deberán ser entregados no incluirán ninguno de los de las trescientas cincuenta y un mil cuatrocientas libras esterlinas (£ 351,400) de Unifíed Scrip que las Compañías han admitido ser propiedad de la República Domi­nicana y ofrecieron entregar al Gobierno Dominicano bajo las disposiciones del Artículo 6° del contrato de 18 de abril de 1900; y las dichas trescientas cincuenta y un mil cuatrocientas libras esterlinas (£ 351,400) en Unified Scrip serán entregadas al Gobierno Dominicano dentro de treinta días a contar de la fecha de este Laudo.

Respecto de la entrega de bonos por valor de ochocientas treinta mil seiscientas cincuenta y cuatro libras esterlinas (£830,654) además de la de trescientas cincuenta y un mil cuatrocientas libras esterlinas (£351,400), que se ha admitido ser propiedad de la República Dominicana, se entiende que las Compañías garantizan que no existen más de un millón ciento cuarenta y ocho mil seiscientas libras esterlinas (£ 1,148,600) de obligaciones de 4% incluyendo en esta suma los French American Reclamation Consols (contrasellados o sin contrasellar), los Unifíed Scrip, y los bonos de 4% comprendidos en las ochocientas treinta mil seiscientos cincuenta y cuatro libras esterlinas (£ 830,654) de bonos que deben ser entregados en cumplimiento de este Laudo, y, que, si se presentaren en lo adelante, para ser conver­tidos, otros bonos de las emisiones de 1888, 1890 o 1893, las Compañías serán responsables de ellos, protegiendo así al Gobierno Dominicano.

La entrega de los bonos por dichas Compañías al Gobierno Dominicano se hará por entregas mensuales a prorrata de los pagos hechos a los Estados Unidos sobre la suma principal, de modo que por cada quinientos pesos ($500) de la expresada suma principal que la República pagare se le entregará en cambio bonos por valor de mil pesos ($1,000), o sea de doscientas libras esterlinas (£200).

ARTÍCULO 2°  (TIPO DE INTERÉS)

La suma principal de cuatro millones cuatrocientos ochenta y un mil doscientos cincuenta pesos ($4,481,250) y cualquier otro balance de dicha suma que deba ser pagado por el Gobierno Dominicano al de los Estados Unidos, ganarán, a contar de la fecha de este Laudo, un interés de cuatro por ciento anual.

Todos los pagos deberán ser aplicados primero al pago de los intereses vencidos.

ARTÍCULO 3o.   (MONTO DE LOS PAGOS MENSUALES)

La suma principal y sus intereses serán pagaderos en entregas mensuales de treinta y siete mil quinientos pesos ($37,500), cada una, durante los primeros dos años, y de cuarenta y un mil seiscientos sesenta y seis pesos sesenta y seis centavos ($41,666.66) en lo adelante, pagaderos al Agente Financiero de los Estados Unidos, el día primero de cada mes, comenzando en septiembre de mil novecientos cuatro (1904), y dichos pagos se harán en oro o moneda corriente de los Estados Unidos, o en giros que merezcan la aceptación de dicho agente financiero. En el primer caso, el costo de transporte hasta New York, y en el segundo, al descuento de dichos giros y los costos incidentales de su cobro, serán agregados al monto de la entrega mensual.

Los beneficios netos de la explotación del ferrocarril, hasta su entrega conforme al Artículo 1o de este Laudo, durante cada año, empezando desde el día 1o. de julio de 1904, y de conformidad con las cuentas que rinda anualmente su director general, serán y constituirán un abono adicional que se dedicará también al pago de la deuda principal.

ARTÍCULO  4°   (GARANTÍA Y FORMA DE RECAUDACIÓN)

Garantía: Dicha deuda, sus intereses y los pagos mensuales aplicables a ella determinados en este Laudo, serán garantizados en la forma siguiente: Los proventos aduaneros y los derechos de puerto de los Puertos y Aduanas de Puerta Plata, Sánchez, Samaná y Montecristi, y de todos los demás Puertos y Aduanas que ahora existan o se establezcan en la costa o en el interior, al Norte de los dieciocho grados, cuarenta y cinco minutos de latitud Norte, y al Este la línea fronteriza de Haití, quedan por el presente Laudo afectados y destinados como garantía del pago de dicha deuda y sus intereses.

Los derechos de aduana y de puerto existentes no podrán ser reducidos en ningún caso, ni en favor de ninguna persona, en más de un veinte por ciento sin el consentimiento del Gobierno de los Estados Unido, mientras no estén completamente pagados la dicha deuda y sus intereses.

La deuda de referencia y sus intereses constituirán una primera hipoteca sobre el Ferrocarril Central Dominicano, conforme ha sido dispuesto por este Laudo.

Forma de Recaudación: Los Estados Unidos nombrarán un Agente Financiero, el cual establecerá una oficina en la República Dominicana. En caso de que en cualquier mes dejare de recibir la entrega correspondiente, dicho Agente Financiero tendrá pleno poder y completa autoridad, por sí mismo o por medio de las personas que nombrare a este efecto, para tomar inmediatamente posesión de la Aduana de Puerto Plata en primer lugar, encargarse de la recaudación de los derechos aduaneros y de puerto en dicho puerto; y, a ese efecto fijará y determinará esos derechos aduaneros y de puerto y perseguirá su cobro, pues poseerá y ejercerá todos los poderes que son inminentes en el Interventor de Aduanas, en el Administrador de Hacienda y en todos los demás empleados autorizados por la ley, para participar en las funciones de determinar los derechos, recaudarlos y perseguir su pago.

Dicho Agente Financiero tendrá poder de nombrar, de tiempo en tiempo, empleados subalternos.

Los derechos de Aduana y de puerto serán pagados directamente a él o a las personas que él nombre, por los importadores, exportadores y demás personas obligadas a dichos derechos, debiendo éstas hacerlo en efectivo o en pagarés a la orden de dicho Agente Financiero o a la de sus representantes; y ese pago, y solo dicho pago, liberará los efectos y descargará a los importadores, exportadores y demás personas obligadas, de la obligación de pago de los referidos derechos de Aduana y Puerto.

El Gobierno Dominicano podrá nombrar los empleados que crea conveniente, con el objeto de inspeccionar la recaudación de los derechos.

De las sumas recaudadas por el Agente Financiero o por sus representantes, dicho

Agente pagará en el orden siguiente:

(a)Los gastos de recaudación

(b)Los apartados especiales siguientes:

PUERTO DE PUERTO PLATA:

Concesión de muelle;

Concesión de uno por ciento tonelada de carga; Derechos Personales;

Antigua deuda extranjera, uno y medio (1½) por ciento de derechos de importación;

Colón, medio (½) por ciento de importación y exportación.

PUERTO DE SAMANÁ:

Concesión de muelle;

Antigua deuda extranjera, uno y medio (1½) por ciento de derechos de importación;

Colón, medio (½) por ciento de derechos de importación y exportación.

PUERTO DE SÁNCHEZ:

Concesión de muelle;

Concesión de Ferrocarril de Samaná-Santiago, siete (7) por ciento de derechos de importación; Concesión Ramal del Ferrocarril a Macorís, dos (2) por ciento entradas de aduanas.

Antigua deuda extranjera, uno y medio (1½) por ciento de derechos de importación;

Colón, medio (½) por ciento de derechos de importación.

PUERTO DE MONTECRISTI:

Concesión Canalización del río Yaque;

Gobernación; Antigua deuda extranjera, uno y medio (1½) por ciento de derechos de importación; Colón, medio (½) por ciento de derechos de importación.

c) Las sumas debidas bajo este Laudo.

d) Deuda Flotante Interior y Deuda Flotante Vicini, 5% cada una.

El exceso que resultare después de los mencionados pagos deberá ser entregado por el dicho Agente Financiero al Ministro de Hacienda del Gobierno Dominicano reconocido por el de los Estados Unidos en aquel momento, o a su orden. Y dicho Agente Financiero dará cuenta mensualmente de sus recaudaciones y desembolsos al Ministro de Hacienda antedicho. El Agente Financiero no podrá ser, por ningún concepto, obstaculizado en el libre ejercicio de sus deberes bajo este Laudo.

En caso de que las sumas recaudadas en Puerto Plata resultaren, en cualquier tiempo, insuficientes para el pago de las cantidades debidas conforme a este instrumento, o en caso de cualquier otra necesidad manifiesta, o si el Gobierno Dominicano así lo pidiere, el Agente financiero o sus representantes tendrán y ejercerán en Sánchez, Samaná y Montecristi en cualquiera o en todas las aduanas comprendidas dentro de los límites territoriales fijados por este mismo instrumento, todos los derechos y poderes de que están investidos por este Laudo, respecto del puerto de Puerto Plata.

El ejercicio de estas funciones por el Agente Financiero continuará hasta que hayan transcurrido seis meses después que todas las sumas atrasadas hayan sido satisfechas; y más aún, hasta que el Gobierno Dominicano pida la restauración del Status quo ante; pero dicho Agente Financiero y sus representantes volverán a tomar posesión de dichas Aduanas y reasumirán el ejercicio de todas sus funciones y poderes, como anteriormente se ha determinado, en cualquier tiempo en que el Gobierno Dominicano incurra nuevamente en falta de pago.

Con el fin de que la capacidad de la República Dominicana para efectuar los pagos requeridos por este Laudo no pueda ser debilitada en lo sucesivo, el Agente Financiero aquí mencionado actuará como Consejero Financiero del Gobierno Dominicano en todos los asuntos que puedan afectar su capacidad de pagar lo deter­minado en este Laudo.

ARTICULO 5o

En el mes de enero de cada año el Gobierno Dominicano hará, de acuerdo con el mencionado Agente Financiero, un Estado General de las entradas fiscales de la República durante el año precedente –

ARTICULO 6o

Los sueldos, gastos de viaje y otros gastos del Agente Financiero y de sus representantes serán pagados por el Gobierno Dominicano en entregas, mensuales, de la misma manera y con las mismas garantías que las entregas mensuales de la deuda provistas aquí en el Artículo 4°.

ARTÍCULO 7o

A más de las entregas mensuales de treinta y siete mil quinientos pesos ($37,500) provistas en el Artículo 3°, también se entregará al Agente Financiero, durante el mes de agosto de mil novecientos cuatro, una suma suficiente para pagar la mitad de la compensación de los Árbitros y la mitad de todos los gastos de este arbitraje, que la República Dominicana está obligada a pagar, en cumplimiento del Artículo VIII del Protocolo, y cuyo monto será certificado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América al Gobierno Dominicano.

En caso de falta de pago de dichas sumas o de cualquier parte de ellas, durante el dicho mes de Agosto, el Agente Financiero tendrá y ejercerá, para su recaudación, los mismos poderes que le han sido conferidos en este Laudo para el caso de falta de pago de las entregas mensuales dedicadas a la amortización de la deuda principal y sus intereses.

Este LAUDO ha sido dado en Washington, hoy, catorce de julio de mil novecientos cuatro.

En TESTIMONIO de lo cual hemos puesto nuestras firmas y fijado nuestros sellos.

                                                                                           (HAY UN SELLO)

                                                                                                         Geo. Gray,                                                                                                                                                    President

                                                                                            (HAY UN SELLO)

                                                                                            Manuel de J Galván

                                                                                             (HAY UN SELLO)

                                                                                                  John G. Carlisle

Fin del texto del Laudo Arbitral.

Nota: El cumplimiento de los términos correspondientes al fallo de los árbitros, en un Laudo, se considera obligatorio por las partes envueltas. Sin embargo, dichos términos deben ser aceptados mediante la firma de los Presidentes de ambos países mediante una Convención, así como ser conocidos y aprobados por ambos congresos para poder aplicarse.

Desarrollo de las Comunicaciones, en la República Dominicana, durante el Gobierno de Carlos F. Morales Languasco.(noviembre 1903-enero 1906)

Fuente: Copiado textualmente de la página web del Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL).

Teléfono Urbano de la ciudad de Santo Domingo y otras ciudades

En 1904 se realizó la interconexión entre la Capital del país con el Cibao partiendo de la línea de la citada ciudad, prolongándose hasta Puerto Plata con estaciones en La Vega, Moca y Santiago. Más tarde se extendieron otras líneas Santiago-Montecristi, Santiago-San Francisco de Macorís, El Seybo-Higuey, etc.

El 14 de junio de 1904 aconteció un hito importante cuando Carlos F. Morales Languasco, a la sazón Presidente Provisional de la República, mediante Resolución 442, declaró “Obra de Utilidad Pública” la del teléfono urbano de la Capital del país.

El 29 de junio de 1904 se une San Pedro de Macorís con La Romana. El Presidente Morales Languasco, mediante resolución Núm. 4446 del 30 de septiembre de 1904, declara de utilidad pública la obra del Teléfono Urbano de San Pedro de Macorís.

El 10 de febrero de 1905 el Presidente de la República decretaba, mediante Resolución Núm. 4522, continuar la línea telefónica desde la común de Guerra hasta el distrito de San Francisco de Macorís, cruzando por Bayaguana, Monte Plata, Cevicos y Cotuí.

Primeras Escuelas de Telefonía

El Presidente Morales Languasco viendo la necesidad de aumentar el personal técnico requerido y que el Gobierno debía atender a esa exigencia de servicio público decidió crear, el 6 de mayo de 1905, una Escuela Telefónica en Azua y otra en Santiago de los Caballeros. Posteriormente, en el año 1911 dado el avance técnico que iba experimentando el sistema telefónico surgió la necesidad de preparar un personal idóneo, por lo que se planteó la conveniencia de crear una escuela telegráfica y telefónica.

Interconexión de las Principales Ciudades

El 4 de abril de 1905 el Presidente de la República, mediante Resolución Núm. 4549, dispuso “unir por medio de líneas telefónicas a las cabeceras de las provincias-comunes: Azua-San José de Ocoa, Santiago-Valverde, El Seybo-Hato Mayor y La Vega-Bonao respectivamente, y la cabecera del Distrito de Barahona con la común de Neyba.

El 19 de abril de 1905 se inaugura la línea telefónica de Bayaguana a Monte Planta uniendo las líneas del Sur de la República con las del Cibao.

El 1 de mayo de 1905 se informa la inauguración de la línea telefónica del Cantón de Pimentel a Cotuí.

El 5 de mayo de 1905 el Presidente de la República dispone, mediante Resolución Núm. 4559, “unir la población de Bayaguana con la de Sabana de la Mar” por medio de una línea telefónica.

El 21 de junio de 1905 el Poder Ejecutivo resolvió unir la población de las Matas de Farfán con las de Comendador por medio de una línea telefónica.

El 1 de julio de 1905, mediante Resolución Núm. 4587, decidió unir Montecristi, Guayubín, Sabaneta y San José de las Matas.

El 26 de septiembre, mediante Resolución Núm. 4616, se dispuso tender una línea telefónica entre las poblaciones de Villa Riva y el Cantón de Pimentel permitiendo unir las ciudades de Samaná, Sánchez y Matanzas.

Escapada por la Vida

Traducción del original en inglés: A Fligth for Life).

En enero de 1906 el ex Presidente de la República Dominicana, Carlos F. Morales Languasco, narró al periodista E. H. F. Dottin, de la revista The Wide World Magazine, los acontecimientos que culminaron con su derrocamiento, luego de llegar exiliado a Puerto Rico.

A continuación ponemos a la consideración del lector la versión en español del referido artículo narrado por don Carlos Morales, Ex presidente de la República de Santo Domingo, cubierto por el periodista E. H. F. Dottin, B. A. (Traducción de: Carlos Danilo Morales Miller).

Esta narración inusual ha sido escrita exclusivamente para «The Wide World Magazine». En ella el ex presidente Morales cuenta la historia gráfica de los acontecimientos que sucedieron a su derrocamiento como cabeza de la turbulenta República de Santo Domingo. Durante semanas perseguido como fugitivo, herido y casi muerto de hambre, mientras que sus vengativos adversarios lo buscaban por todas partes. La narración da una idea vívida de la inestabilidad de los gobiernos centroamericanos.

ESCAPADA POR LA VIDA.

Se necesitan pocas palabras para comprender los emocionantes sucesos que tuvieron lugar en Santo Domingo al cierre de 1905 y en la primera parte de 1906.

El presidente Morales fue, en su juventud, un sacerdote romano. Como muchos prelados de antaño tenía una gran pasión militar y una mayor inclinación por la política que por las actividades eclesiásticas. Poseído de un carácter muy enérgico y una disposición de emprendedor más que ordinaria no tardó en atraer la atención especial del terrible Heureaux, que durante veinte años gobernó Santo Domingo con mano de hierro. Esta era una prominencia peligrosa, y se hizo mucho más peligrosa después de que su hermano, el general Agustín Morales, muriera en un vano intento de sacar de la Presidencia a Heureaux. Como resultado, el padre Morales fue desterrado de la República.

El asesinato de Heureaux por el general Ramón Cáceres, en el verano de 1899 y la posterior elección de don Juan Isidro Jimenes a la Presidencia, ofreció a Morales la oportunidad de regresar a Santo Domingo, donde fue elegido prontamente representante al Congreso Nacional. Poco después se enamoró de una hija de uno de los anteriores gobernadores de su provincia y renunciando a su lealtad a Roma, casó con ella. Este paso causó su excomunión, pero le dejó libre para seguir una carrera política, que él prefirió a su vocación anterior.

El presidente Jimenes ocupó el cargo durante dos años, la mitad del período para el cual había sido elegido, y finalmente fue exiliado por la traición del general Horacio Vásquez, su vicepresidente, que tomó la posición suprema por la fuerza de las armas.

Don Carlos Morales, Ex Presidente de la República Dominicana Puerto Rico, enero de 1906.

Morales siguió a Jimenes al exilio, pero su segundo período de expatriación fue de corta duración. Nueve meses después Morales se unió al ejército insurgente y ayudó a sacar al usurpador Vásquez del país. Fue Gobernador de la provincia de Puerto Plata, y pocos meses más tarde -después de una sangrienta lucha en la que encabezó con mucho atrevimiento- llevó a su ejército victorioso a la capital y ocupó la Presidencia.

Como recompensa por la importante ayuda que le brindó, en su lucha por el poder, el presidente Morales convirtió al general Cáceres en su vicepresidente, y dos años después este oficial le pago sacando a Morales de la Presidencia y asumiendo las riendas del Gobierno que aún posee.

El siguiente relato de sus sufrimientos, después de este hecho y antes de llegar a un lugar seguro, fue relatado al escritor por el ex Presidente Morales en la isla americana de Puerto Rico.

Mi única aspiración al convertirme en Presidente de Santo Domingo en 1904 era levantar a mi país del caos económico y político al cual ha sido lanzado por anteriores líderes déspotas, cuya única intención fue enriquecerse a sí mismos y a sus satélites, para la ruina y degradación de la nación. A pesar de la degradación, las numerosas y a veces insuperables barreras que obstruían mi camino yo seguí hacia adelante con fuerza. Mis primeros esfuerzos fueron coronados con el éxito, y había empezado a confiar que el cambio repentino del látigo destructivo y violento de la República, que había sido desde su fundación, había terminado. La paz reinaba por todo el país, pero su condición económica, aunque mejoraba, estaba lejos de ser esperanzadora. Una deuda de muchos millones nos hundía, y los acreedores eran muy enérgicos en sus exigencias para llegar a un arreglo. Esta emergencia fue provisionalmente lograda gracias a un compromiso con el gobierno de los Estados Unidos, el cual se hizo responsable de nuestra deuda, recibiendo a cambio, una garantía, la administración de nuestras aduanas.  Estas medidas aliviaron la situación de manera inmediata, pero eran necesarios mayores esfuerzos para asegurar la paz del país y levantar las disminuidas condiciones de nuestros recursos agrícolas.

Un estudio cuidadoso sugería una negociación de paz con los Estados Unidos, el cual cubriría las necesidades del país a cambio de las más grandes ventajas posibles en nuestro comercio. (Nota: Se refiere al Proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad. 1904)

La preparación de esta negociación de paz – una de sus cláusulas incluidas preveía que, en caso de revuelta y bajo el requerimiento especial del Presidente de San Domingo, los Estados Unidos deberían enviar tropas para ayudar en mantener el orden- me dejó expuesto para ser atacado por mis enemigos en un punto vital. Los campesinos de Santo Domingo son, en gran medida, iletrados, mientras que, en los de estratos bajos de la sociedad son extremadamente crédulos; ambos son excesivamente celosos de la independencia de su país, por tanto, estos dos elementos eran fácilmente manejados por los políticos intrigantes, quienes se aprovechaban de las circunstancias existentes para hacer circular el rumor alarmante de que yo negociaba la venta del país a los Estados Unidos. Absurdo como era este rumor, aun así, muchos lo creyeron y por un tiempo esto cambió las corrientes del sentimiento popular en mi contra, y permitió a mi Vice-Presidente y a sus aliados madurar sus planes para derrocarme. Hubo dos o tres intentos para asesinarme, y mientras el tiempo se acercaba para someter la negociación de paz ante el Congreso de los Estados Unidos mi posición se hacía más arriesgada. Mi asesinato era abiertamente discutido en lugares públicos y, rodeado como yo estaba por enemigos secretos, viví, por así decirlo, en un círculo de muerte. Al menos un navío de guerra estaba siempre de guardia en cada uno de los puertos marítimos de la República a los fines de proteger las aduanas en caso de ser necesario y para velar en caso de contrabando, lo que hasta el momento se hacía en gran medida. Un día, a fines noviembre de 1905 dos de estos navíos de guerra estacionados en la costa en la ciudad de Santo Domingo, comenzaron a maniobrar, para trasbordar hombres y armas de una embarcación a la otra. Unos que otros, observando esta maniobra, y sin duda instigados por mis enemigos con el rumor ya esparcido de que para salir de la situación crítica en que me encontraba yo había buscado ayuda de los americanos, y que los buques de guerra que estaban en el puerto se aprestaban a desembarcar tropas con fines de ayudarme. Toques de cornetas y redobles de tambores sonaron al grito de: !ármense, ármense, viene el invasor! corrió de boca en boca, mientras los ciudadanos de todas las edades tomaron rápidamente las armas que podían tener a mano y corrieron hacia el fuerte, las tropas regulares estaban ya armadas. La fortaleza cubría la rada y desde allí se podían ver con claridad, botes llenos de marines armados, equipados como para un ataque, los cuales se veían navegar de un buque al otro. Muchos miraban de manera feroz y murmuraban maldiciones dirigidas a los barcos y a sus tripulantes, mientras las armas de la fortaleza eran manipuladas y se entregaban municiones, mientras los hombres se movían apresuradamente hacia los puntos asignados para el conflicto que se avecinaba. En esta coyuntura el General Luís Tejera, el gobernador de la ciudad, seleccionando cincuenta hombres y ordenando al comandante de la fortaleza que no tomara ninguna acción hasta tanto se recibieran sus instrucciones, corrió espada en mano hacia el palacio. Yo estaba esa mañana reunido a puertas cerradas con el Ministro americano y el General Cáceres, el Vicepresidente, y estaba muy ignorante de lo que pasaba en la ciudad. De repente un soldado corrió al Despacho y anunció que el General Tejera había entrado al palacio de una manera desapegada a las normas, con gritos y juramentos demandó ser llevado a mi presencia para que yo le explicara la actitud hostil de los navíos norteamericanos en la bahía. Yo conocía bien a Tejera, y entendí que su intención era provocar una disputa que culminara con mi asesinato. Entendí que la situación era grave, y que mi vida podía depender de la calmada y rápida acción que tomara en aquel momento. Tomé una rápida decisión, yo dejaría pasar a Tejera, y ante el primer gesto de insubordinación o irrespeto le dispararía a matar para imponer mi autoridad a sus seguidores, y dominar la situación.

El fracaso significaba la muerte, pero la inacción sería igualmente fatal. Eché un vistazo a mis compañeros. El rostro del ministro americano tenía una mirada de profunda ansiedad. El vicepresidente Cáceres se había levantado y estaba apoyado en el brazo de su silla, con la cabeza ligeramente inclinada en meditación y una expresión de indecisión en su rostro.

Mi Edecán, un hombre de fuerte contextura y en la flor de la vida, se encontraba a pocos pasos de distancia, tranquilamente, esperando mis órdenes. Yo lo conocía bien y estaba seguro de que podía confiar en su lealtad y valor. Saqué mi revólver y lo puse sobre la mesa frente a mí; luego, dirigiéndome al Edecán, le dije: Reciba al general Tejera, pero no permita que ninguno de sus seguidores lo acompañe. El hombre saludó y se retiró.

Al oír esta orden, el general Cáceres tomó una decisión repentina. Exculpándose, se apresuró a retirarse y me quedé solo con el Ministro americano. Esperé unos minutos y, como Tejera no apareció, llamé a mi edecán, quien me informó que Tejera, acompañado por el general Cáceres, se había retirado con sus hombres. Lo que pasó entre Cáceres y Tejera nunca lo supe, pero éste se retiró sin verme, y la alarma de la ciudad se calmó tan rápidamente como había surgido.

Desde hacía algún tiempo yo estaba al tanto de la debilidad de mi posición, y estos sucesos solo me demostraron qué tan desamparado estaba. Los deliberados malentendidos que se hicieron sobre mis acciones me dolían y me mortificaban, pero aún no me alteraban la determinación para perseguir el camino que había trazado. Después de que el pánico creado por las inofensivas maniobras de los navíos norteamericanos se había calmado, mi situación se tornaba cada vez más precaria, hasta que finalmente quedé reducido a una condición un poco mejor que la de un prisionero en mi propio palacio. Había tratado de gobernar constitucionalmente, pero al fin me había convertido en la víctima de las facciones despóticas que me rodeaban. Continuar mucho más tiempo bajo tales circunstancias significaba exponerme a cierto peligro. Sólo me quedaba un camino para salir de la dificultad, escapar de la capital, reunir a mis partidarios y regresar con un ejército lo bastante fuerte como para hacer cumplir la ley y el orden.

De los muchos generales que anteriormente me habían apoyado todavía quedaban unos cuantos en quienes yo podía confiar, a uno de éstos comuniqué mis planes, ordenándole que procediera de inmediato a Jaina, un pueblo situado a pocas leguas de la capital. Allí debía llevar las fuerzas que pudiera reunir con la mayor prontitud posible y notificarme cuando hubiese terminado sus preparativos, para poder reunirme con él.

En la mañana del 24 de diciembre recibí la noticia del general de que había reunido doscientos hombres y que estaba acampado en las afueras de Jaina, donde me pidió que me uniera a él lo antes posible. Decidí hacerlo aquella misma noche, e hice los arreglos necesarios para salir secretamente de la ciudad, porque sabía que si lo descubrían significaba una muerte instantánea.

A las siete de la noche, después de darle una emotiva despedida a mi esposa e hijos, salí con un fiel seguidor al lugar donde un carruaje esperaba para llevarme una parte del camino. Una noche mejor para mi escapada no podría haber sido escogida. Aunque era temprano estaba intensamente oscuro. Enormes bancos de nubes negras se arremolinaban desde el sur, ocultando las estrellas, mientras un viento frío gemía tristemente entre los árboles. Las luces eléctricas que iluminaban las calles a intervalos brillaban con un resplandor amarillo en la pesada atmósfera y, mientras mostraban objetos en su radio lo suficientemente brillantes, intensificaban la oscuridad entre los círculos de luz. Estos espacios oscuros -los rincones de las calles y las viejas ruinas- eran puntos particularmente peligrosos para mí, porque es en esos lugares donde acechan los asesinos que atacan a sus víctimas cuando menos se lo esperan. Nuestras sombras y las de los pocos caminantes que vimos asumían las formas más fantásticas ante la luz agitada, parecían a veces acercarse, otras en retroceso y a veces danzando en las esquinas como si fueran a saltar; Y, alerta como estábamos para un ataque repentino, más de una vez nuestras manos instintivamente buscaron las cachas de nuestros revólveres.

Sin embargo, tuvimos la suerte de llegar a nuestro carruaje sin percances, y los caballos nos llevaron fuera de la ciudad a paso rápido. El viaje a Jaina no tuvo novedad, pero mi desilusión y sorpresa fue mayor cuando, en lugar de los doscientos hombres que esperaba encontrar armados, unos cuantos oficiales y 14 jóvenes con revólveres fueron toda la tropa que me dieron la bienvenida. De todas formas, la suerte estaba echada y toda retractación estaba desestimada; Mi única preocupación era tomar las medidas necesarias para resguardar nuestra seguridad, antes de que comenzara la persecución que naturalmente seguiría luego de que se descubriera mi escapada. Entonces yo no sabía que apenas había dejado la ciudad por no más de una hora, cuando se detectó mi salida una brigada de tropas fue enviada a perseguirme.El general intentó explicar la ausencia de las tropas que yo había esperado encontrar diciendo que los hombres habían prometido reunirse esa noche y que sin duda empezarían a llegar en cualquier momento. Yo tome mi posición bajo un pequeño techo en el lugar donde los hombres eran esperados para reunirse y luego de colocar los centinelas necesarios procedí a llevar a cabo un consejo de guerra con los oficiales presentes y dejar saber mis planes para la campaña que nos esperaba próximamente, no fue hasta las 3:00 A.M. que tome una decisión y se la deje saber a los oficiales. Hasta el momento ninguno de los hombres esperados había llegado y nos recostamos para aprovechar algunas horas reposando antes de empezar ese día que ya tenía señales de ser uno de los más controvertidos de mi vida. No había ningún mueble en la cabaña. La mayoría de mis acompañantes se sentaron en yaguas, la parte dura inferior del tallo de las hojas de la palma real, que habían sido convertidas en sofás. Uno de ellos me proporcionó una hamaca que estaba atada de la viga del centro de la casucha. Hacía mucho frío, con una pesada niebla que surgía del río cercano. Incómodos como estábamos, hubiese sido la mayor imprudencia encender una fogata, pero a pesar de la incomodidad no pasó mucho tiempo para que nuestros compañeros se hubiesen quedado dormidos, e incluso los que vivían su primera experiencia sucumbieron ante el cansancio. Yo debo haber dormido por poco más de una hora cuando fui despertado por una profunda voz que me llamaba “Alerta, allá, alerta; el enemigo está sobre nosotros”, de un salto llegué a su lado, estaba parado en la puerta de la casucha. “Que pasa?” pregunté, mientras me abrochaba mi revolver. “Hay una gran fuerza avanzando hacia nosotros y explorando según se acercan” reportó el centinela.“No serán ésos algunos de los amigos que estamos esperando?”.“Eso no es posible, ya que ellos llegan de la ciudad y nuestra gente llegaría de la dirección opuesta. Además, ellos son demasiados, y sus movimientos muy cautos, no hay la más mínima duda que ellos son tropas del gobierno que han sabido en la ciudad que nosotros hemos acampado en este lugar”. Yo acompañé al centinela a un lugar, como a cien yardas de distancia de la casucha, que estaba completamente escondido a la vista por el denso follaje. La posición en la que estábamos era levemente más elevada que el terreno circundante, así logramos ver varias millas en la dirección de donde avanzaban las tropas. Una fuerte brisa había surgido dispersando la niebla y aunque el sol aún no había salido, había suficiente luz para distinguir objetos a una distancia considerable.

Mirando en la dirección indicada por el centinela vi un destacamento de unos cincuenta hombres a una distancia de no más de trescientos metros. Habían piqueteado sus caballos y, dividiéndose en dos grupos, tomaron diferentes direcciones preparándose para ascender la pequeña loma boscosa donde estaba nuestra cabaña. Podía distinguir sus uniformes, que mostraban que eran regulares, y sus movimientos eran tan precisos y cautelosos que ya no podía dudar de que habían recibido información correcta sobre nuestra ubicación y se preparaban para tomarnos por sorpresa.

No había un momento que perder. Debemos ejecutar un retiro precipitado, o ser atrapados en un fuego cruzado antes de que hubieran pasado algunos minutos. Por desgracia, la única ruta que nos quedaba abierta nos llevó a la pendiente de una cadena de colinas cubiertas de una espesa maleza que, sin embargo, no era lo suficientemente alta en algunos lugares para ocultarnos completamente, y era muy probable que nos vieran antes de llegar a los bosques.

Instruí a mis compañeros para separarnos en grupos de dos y de tres, para encontrarnos, debiendo reunirnos antes de la granja de un amigo español que estaba como a tres millas de distancia y avanzamos a un paso rápido con la esperanza de escapar para no ser detectados por el enemigo. Habría sido una locura haber intentado una resistencia, ya que el enemigo nos superaba en número casi de cuatro a uno, y estaban bien equipados con rifles Mauser, mientras que nosotros sólo estábamos armados con revólveres.

Mis compañeros eran, el centinela que había dado la alarma y un guía que iba delante de nosotros. Habíamos caminado durante unos diez minutos, agachados entre los matorrales que no eran lo suficientemente altos para cubrirnos, cuando oí un grito fuerte, inmediatamente seguido por una tormenta de balas de Mauser, que silbaba alrededor de nosotros amenazadoramente. Estábamos cruzando la parte más expuesta de la colina en ese momento, y, mirando en la dirección de los disparos, vi un grupo de ocho o diez soldados que venían a la carga, en dirección a nosotros, a unos cien metros de distancia. Eran conducidos por un joven oficial, que, en su afán de alcanzarnos, había superado a sus hombres unos pocos metros.

«¡Qué malvado tirador!» Exclamó mi compañero, el centinela, con desprecio. Lentamente levanto el pesado revolver Smith & Wesson que llevaba y sin importarle convertirse en un blanco fácil para los perseguidores, tomó la decisión de apuntar y disparar.

El disparo fue excelente; El oficial se fue hacia delante y cayó en un montón de tierra. Los soldados se detuvieron por un momento para ayudarle, y salimos a nuestra mejor velocidad, aprovechando al máximo la momentánea distracción. Sin embargo, el respiro fue breve porque, aunque los perseguidores nos habían perdido de vista, mantuvieron un fuego aleatorio mientras continuaban en la persecución.

De repente el guía hizo un giro hacia la izquierda y desapareció como si la tierra se lo hubiera tragado, y de inmediato tuve que agarrarme de unos arbustos para evitar irme de cabeza por un barranco. – ¡Por aquí, por aquí! -exclamó-. Apoyado sobre el borde del precipicio vi que descendía rápidamente con la ayuda de raíces y arbustos. Cualquier vacilación de mi parte acerca de seguirlo fue acortada por una lluvia de balas disparadas al azar, una de las cuales cortó una rama delgada que estaba agarrando.

Aunque era un hombre pesado, me balanceé sobre el borde del acantilado y comencé a descender rápidamente. Las enredaderas me rodeaban con gran profusión, como las cuerdas de una enorme nave, mientras unos treinta metros más abajo corría el río Jaina. Los matojos y las raíces, aunque se balanceaban cediendo un poco a mi peso, me aguantaban bien, y yo había descendido los primeros metros con perfecta facilidad cuando, agarrando un arbusto tan malo, evidentemente aflojado por el peso del guía, se desprendió de las raíces, desde una altura de más de veinte pies cayendo hacia abajo hasta el suelo.

Aunque medio aturdido, no me sentí herido; el suelo blando atenuó mi caída. Arrastrándome intenté levantarme y seguir a mis compañeros, los cuales habían llegado a la base del acantilado con seguridad y ahora estaban a una corta distancia. Sin embargo, apenas había sacado los pies, mi pierna parecía ceder debajo de mí y me hundía impotente en la tierra. Un segundo intento resultó igualmente infructuoso; ya no podía soportar, al principio pensé que una de las balas perdidas me había herido, pero no había sangrado, así que llegué a la conclusión que debí haberme torcido la pierna en la caída. Viendo que no me levanté, mis compañeros se apresuraron a devolverse a ver lo que ocurría y ayudarme si fuera necesario pero, aunque me pusieron de pie, me era imposible dar un paso.

Ahora mi posición era peligrosa en extremo. El enemigo estaba a corta distancia y estaría sobre nosotros en unos minutos. ¿Qué había que hacer? Permanecer donde estábamos era la muerte segura, y no había lugar donde pudiéramos ocultarnos. Cruzar el río era imposible, pues no había bote y el paso estaba más abajo. Incluso si hubiese habido un barco disponible, un intento de ganar el lado opuesto nos habría expuesto a la detección instantánea, y habría sido fácil para nuestros perseguidores, que estaban en la parte superior del acantilado, agarrarnos.

Despertamos de nuestra momentánea inacción por pasos precipitados. “El enemigo está sobre nosotros, muchachos -exclamé- sálvense”. No hay razón para que ustedes compartan mi destino. No pueden hacer nada para salvarme. ¡Aléjense, aléjense!

Me senté agarrando mi revólver, pero mis compañeros no se movieron.

¿Están locos? Los mando a que me dejen -dije-.Aún no, señor Presidente -dijo el centinela con frialdad-. “No somos cobardes, y yo, por mi parte, no voy a ceder.»

No tuvimos tiempo para hablar más. Una docena de hombres vinieron corriendo hacia nosotros. El centinela levantó su revólver para disparar, pero, tan pronto la bajamos, al siguiente momento estábamos rodeados por todo el cuerpo de mis compañeros, que se encontraron en su intento de alcanzar el paso del río y cruzar hacia la orilla opuesta.

Estaban acompañados por el General Enrique Jiménez, que se dirigía a nuestra cita cuando se encontró con mis compañeros huyendo. Aunque sólo era un joven de veinticinco años, Jiménez ya había ganado un gran prestigio y, por consiguiente, fue muy bien recibido por nuestro grupo.

Al llegar al lugar donde me encontraba indefenso, estaban todos muy desconcertados por mi accidente, pero no hubo tiempo que perder en lamentaciones infructuosas, pues el enemigo estaba en nuestra persecución y sólo había sido desconcertado hasta ahora debido a su desconocimiento del lugar. Un par de los más fuertes del grupo formaron una silla con sus brazos, en la que me sentaron, y salimos a un ritmo rápido con la esperanza de alcanzar el cruce del río antes de que nuestros enemigos nos alcanzaran.

Habíamos avanzado poca distancia cuando uno de los jóvenes, de nombre Pedro Pupilo, que conocía bien el terreno, señaló un lugar seguro donde podíamos escondernos hasta que nuestros perseguidores se hubieran alejado.

Como ya he dicho, el frente del acantilado estaba cubierto de arbustos, y en algunos lugares una gruesa enredadera que lo cubría con una cortina impenetrable de follaje verde. Pupilo se acercó a uno de estos lugares donde la vegetación era más exuberante y, separando cuidadosamente los arbustos y la enredadera, cerró una abertura que se extendía a cierta distancia hasta la base del acantilado. En esta cueva nos apresuramos y, reemplazando cuidadosamente el follaje, nos agachamos para esperar a ver qué ocurría.

Nuestros perseguidores se habían cansado de desperdiciar sus municiones, porque los disparos habían cesado y reinaba un profundo silencio sobre nosotros, roto sólo por el suave chirrido del agua que goteaba desde el techo de la cueva.

Pronto pequeños grupos de nuestros enemigos empezaron a pasar por nuestro escondite; llegaron tan cerca que pudimos oír claramente sus exclamaciones de disgusto por nuestra fuga, y sus amenazas o lo que harían con nosotros cuando nos atraparan. De su conversación también nos enteramos de que el comandante de las tropas enviadas a aprehendernos era un delegado al Congreso Nacional, con el nombre de Rubirosa, que encabezaba una fuerza de más de doscientos hombres, estaba acampado en la carretera entre la capital y Jaina, y había enviado pequeños destacamentos en todas direcciones para que nos buscaran.

Como Rubirosa era un líder cruel, los hombres temían la recepción que les esperaba al regresar con su capitán herido para informar que habíamos logrado escapar.

Poco a poco los grupos de búsqueda se alejaron cada vez más y, al fin, después de habernos asegurado de que el enemigo había abandonado la vecindad, nos dirigimos a la finca de un amigo español, donde esperábamos encontrar refugio y ayuda. Cuando llegamos cerca del lugar, dije a mi fiel Pupilo -de cuyo coraje y discreción podía confiar- para avisar al español de nuestra proximidad y pedirle su hospitalidad.

También despaché a los pocos oficiales que estaban conmigo para que pudieran llevar a cabo las instrucciones que les había dado anteriormente. Enrique Jiménez, sin embargo, se negó a dejarme hasta que yo hubiera llegado a un lugar seguro, y mantuvimos a los restantes diez o doce jóvenes con nosotros como escolta. Mi pierna lesionada estaba muy hinchada y el dolor era intenso.

El menor movimiento de la extremidad me producía un dolor insoportable. Hacia el mediodía volvió Pupilo. La esposa del español nos envió comida, pero lamentó no haber podido recibirnos en su casa, el general Rubirosa había arrestado aquella mañana a su esposo bajo el cargo de ayudarnos en nuestra fuga y lo había enviado prisionero a la ciudad. Temía, añadió, que el lugar estuviera vigilado. Esta desagradable noticia nos hizo volver a las montañas esa misma noche y esperar allí a que las cosas evolucionaran.Esa noche, al salir, observamos un gran incendio a pocos kilómetros de distancia, en dirección a la residencia de nuestro amigo el español. El general Rubirosa, sospechando que nos habíamos refugiado allí, no sólo había prendido fuego a la morada, sino también a los campos adyacentes, con la esperanza de destruirnos como ratas en sus madrigueras. Nos habíamos salvado milagrosamente de una muerte terrible.

Después de este acontecimiento nuestra vida fue un largo período de sufrimiento. La persecución hacia nosotros se mantuvo con tal celo que pronto se hizo extremadamente peligroso dormir dos noches en el mismo lugar.

En unos momentos estábamos casi muertos de hambre y en otros muertos de sed. Llegué a estar tan desamparado como un niño, y era movido de un lugar a otro con la mayor dificultad por mis fieles compañeros y la más terrible angustia para mí. Si nuestra condición no hubiera sido de discapacidad nunca hubiera llegado a ser tan desesperada, pues entonces hubiera sido fácil llegar a un lugar seguro, y hubiera podido hacer mi campaña contra mis enemigos.

Como nosotros éramos prófugos indefensos luchando por la vida, con nuestra propia existencia prácticamente dependiente de la osadía y los recursos de nuestro guía, Pupilo, fue él quien nos suministró comida cada vez que la pudo conseguir, y también fue él quien organizó el cambio de escondite cada día y nos trajo las noticias que podía recoger de la gente del campo de donde obtuvo provisiones.

Así supimos que el general Demetrio Rodríguez se había levantado en armas y, desde Monte Cristi, había enviado destacamentos para atacar Santiago, San Pedro de Macorís y Samaná, mientras él mismo atacaba Puerto Plata con la esperanza de salvarme. Durante poco tiempo la esperanza se levantó en nuestro interior, sólo para rodar por el suelo por la noticia de la muerte del general Rodríguez en Puerto Plata y la derrota total de sus tropas.

Después de tales ocurrencias nuestra persecución continuó aún con mayor vigor; el círculo de la muerte parecía cerrarse sobre nosotros, y en más de una ocasión el enemigo llegó tan cerca que pudimos escuchar sus conversaciones.

Fueron momentos de angustia, de hambre, de sed, de gran dolor corporal y de aflicción mental, y me quedé indefenso, escondido entre la hierba y los arbustos, esperando por momentos ser detectado, descubierto y asesinado por una soldadesca feroz y despiadada al acompañamiento de burlas y humillaciones. Yo podía oír de manera clara sus burdas bromas en cuanto a mi probable condición y lugar de ocultamiento y escuchar su risa salvaje sobre las groseras burlas, hechas sobre mí, por algunos de sus miembros. En lo más profundo de mi desesperación, más de una vez me propuse derribar al más cercano de mis enemigos desde mi lugar de ocultamiento, y al menos morir peleando, pero por un esfuerzo supremo vencí ese deseo loco y me quedé quieto hasta que mis perseguidores siguieron su camino. Ahora sentía que mi causa era desesperada, y determiné que ya no iba a poner en peligro la vida de mis camaradas inútilmente. También decidí hacer un último intento por salvarme.

Después de catorce días de haber sido reducido a esta miserable condición, despedí a los compañeros que permanecían conmigo. Al principio se negaron a abandonarme, y fue sólo después de haberles explicado que la única esperanza de salvar nuestras vidas dependía de nuestra separación, ellos obedecieron a regañadientes mi mandato de regresar a sus hogares.

Al General Enrique Jiménez fue al único que le permití permanecer, ya que se negó firmemente a dejarme en cualquier circunstancia, afirmando muy bien que sus servicios eran indiscutibles para mí. Como mis otros camaradas tenían un significado político irrelevante y residían en la capital, decidí que mi fiel Pupilo debía tratar de obtener una entrevista con el Cónsul Americano, cuya residencia en el País se hallaba a poca distancia de la ciudad, informarle de mi desesperada condición, y pedirle que negociara con el general Cáceres mi regreso. Ésta era una misión extremadamente difícil, que le planteé con reservas al fiel compañero; pero lo aceptó con placer, orgulloso de la confianza que puse en su coraje y discreción.

Cuando llegó la hora de la despedida, después de un cálido abrazo, tal como sólo puede ser dado por hombres que se honran y se estiman mutuamente en extremo y que se separan con poca esperanza de volver a reunirse, mis compañeros se desgarraron.

Jiménez y yo los miramos desaparecer en el crepúsculo, y cuando las sombras profundas de la noche y los árboles intermedios finalmente los ocultaron de la vista, apenas pude suprimir un suspiro por los individuos valientes, que probablemente iban camino de la muerte. Cuando nada más se podía ver de ellos Jiménez me tomó en su espalda, y en la angustia total de la mente y del cuerpo fui llevado humildemente a mi cueva la misma que me había brindado refugio en el día fatal que me lastimé la pierna. Allí descansamos en nuestras «yaguas» esperando el regreso de Pupilo, demasiado triste y reflexivo para hablar.

Una noche de cansancio fue seguida por un día triste e interminable, pero Pupilo no apareció, y como la segunda noche después de su partida se desvaneció lentamente, tumbamos en vano nuestros oídos para captar el sonido de bienvenida de los pasos de nuestro guía.

El día siguiente amaneció brillante y hermoso. Un rayo de sol que penetraba a través del grueso enrejado de hojas que cortaron en la boca de nuestra cueva jugaba alegremente en el suelo rocoso, como una burla a nuestra condición desesperada. Pupilo no había vuelto, y nosotros habíamos estado sin provisiones desde el día anterior. Pensábamos que había habido alguna desgracia grave, de lo contrario no tardaría tanto.

Por fin, Jiménez decidió ir en busca de comida y, despojándose de su abrigo, botas y calcetines para parecerse lo más posible a un campesino pobre, se dispuso a abandonar la cueva. Antes de que pudiera hacerlo, sin embargo, nos sorprendió una descarga de mosquetes a no gran distancia. Nos mirábamos consternados. ¿Cuál podría ser la causa de los disparos? Escuchamos sin aliento un sonido más y, después de algunos minutos de suspenso, las notas claras de un clarín resonaron en el aire en la quietud de la mañana. Era la orden de marchar. No cabía duda: había un destacamento de tropas en las cercanías de nuestro retiro, y alguien acababa de ser ejecutado. ¿Podría haber sido Pupilo?

Nuestra ansiedad sobrepasaba nuestro miedo al peligro, y Jiménez se acercó cautelosamente para averiguar, si era posible, la causa del disparo y buscar comida.

Pudo enterarse de las noticias de un soldado desprevenido, que sólo se había alegrado de «mojar su silbato» con un chorro de «aguardiente» (una especie de ron) de calabaza campesina. De él, Jiménez se enteró, horrorizado, de que el pobre Pupilo había sido ejecutado aquella mañana. Pupilo cumplió plenamente con su misión, pero cuando regresaba la noche anterior había sido capturado cuando estaba muy cerca de nuestro escondite. Desarmado y privado de su pequeña bolsa de víveres, caminó junto a los dos soldados que lo habían detenido. Así vigilado, caminó tranquilamente una corta distancia; entonces, con la esperanza de escaparse en la oscuridad, de repente saltó sobre uno de los soldados y, arrancándole el mosquete, lo derribó. Por desgracia, antes de que pudiera repetir el golpe, él mismo fue derribado por el otro soldado, atado firmemente, y llevado ante la cruel Rubirosa.

En el examen que siguió a su captura Pupilo reconoció ante el General Rubirosa que él era mi guía y sabía dónde estaba, pero no daría más información. Rubirosa le ofreció una gran recompensa por divulgar el lugar donde me ocultaba, pero Pupilo se rio con desprecio, respondiendo que era pobre e ignorante, pero no traidor. Cuando los sobornos y las amenazas no lograron obtener de él la información deseada, a Pupilo se le dijo que se le permitiría hasta las siete de la mañana siguiente para revelar mi escondite. Si cumplía, recibiría una gran recompensa, pero si no lo hacía lo fusilarían a esa hora. Estaba amarrado por un pie y colocado bajo una fuerte vigilancia.

A la hora señalada de la mañana, Pupilo volvió a ser llevado ante Rubirosa, quien repitió su pregunta sobre dónde yo estaba, pero Pupilo se negó a responder. Entonces, con rabia, el general ordenó que lo sacaran y lo fusilaran. Encogiéndose de hombros, Pupilo respondió: General, al fusilarme, sólo librará al país de un campesino pobre que no perjudicará a la República, pero la muerte de don Carlos privaría al país de un hombre de gran valor.»

“¡Fuera con él!» -gritó Rubirosa, furioso. – ¡Cuando lleve a su Don Carlos, le enviaré a hacerle compañía en el Hades! ¡Pobre, leal Pupilo! Lo colocaron en una tumba debajo de los árboles enormes.

¡Que su sangre y la de los héroes rediman nuestro país caído!

Después de este triste acontecimiento decidí hacer un esfuerzo para llegar a la residencia del Ministro estadounidense. Junto a mí, disfrazado de campesino, montado en una desgraciada mula llena de plátanos, y con Jiménez caminando a mi lado, partimos por la tarde dos días después y, tras escapar a muchos peligros, llegamos a la residencia del Ministro con seguridad. Las cosas pronto fueron arregladas.

Presenté mi renuncia al Congreso Nacional; fue inmediatamente aceptada, y el General Cáceres fue nombrado Presidente en mi lugar. Al día siguiente me fui a Puerto Rico en la cañonera estadounidense Dubuque.

A mi llegada a San Juan fui recibido por los funcionarios americanos con los honores correspondientes a mi rango, y se me hizo objeto de cada cortesía y atención. Me llevaron inmediatamente al hospital naval donde se trató mi pierna rota. Al principio temí que perdiera la extremidad, y estoy en deuda con la habilidad de los médicos navales por haberla preservado. Mi más sincero agradecimiento no sería más que una leve expresión de mi gratitud a los caballeros que representan al gobierno norteamericano en esta isla y a los fieles amigos que tan galantemente se mantuvieron a mi lado en los oscuros días de mi caída.

Fin de la narración.

Recibí este importante reportaje del amigo Eduardo Dottin, Médico residente en Europa, quien es sobrino-nieto del Periodista E. H. F. Dottin que lo escribió.

Para ver la versión original en inglés del relato que el ex Presidente Morales Languasco hizo al Periodista E. H. F. Dottin, periodista de la revista The Wide World Magazine, al llegar exiliado a Puerto Rico tras su reciente derrocamiento en enero de 1906, haga un click en el enlace que aparece abajo (en azul) con el título de  «A Flight for Live».

A Fligth for Live

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Carlos Danilo Morales Miller  (Email: carlosdanilomorales@gmail.com)

Acta de Constitución del Primer Gobierno Provisional de Carlos F. Morales Languasco.

Acta de Constitución, en Puerto Plata, del Gobierno Provisional de Morales Languasco al iniciarse la Revolución de la Unión.  (Documento: AGN. Ministerio de lo Interior y Policía. Libro No. 95.)

Decretos y Resoluciones del Gobierno Provisional en 1903.

En la ciudad de San Felipe de Puerto Plata a los veinte y cinco días del mes de octubre de mil novecientos tres, a las diez de la mañana y previa convocatoria del general Carlos Felipe Morales Languasco, jefe de la Revolución que, en la tarde de ayer, se inició por él en esta ciudad, desconoció la autoridad del gobierno inmoral del presidente Alejandro Woss y Gil, se reunieron en la Gobernación los siguientes ciudadanos, firmantes del manifiesto de la Revolución, constituidos ad-hoc en Junta Revolucionaria, a saber: general Carlos Ginebra, general Eliseo Cabrera, general Pablo Parreño, general Rufo Reyes, general Carlos Reynoso, general José A. Pérez, general Miguel E. Alfau, Pedro Vicente Vanegas, Armando Negrete, Juan Vicente Flores, Eladio Victoria, Carlos Nouel, Manuel de J. Matthiew, Jorge de Lemos, Antonio Morales L., el mismo general Carlos F. Morales L., y otros ciudadanos tales como el presbítero José Ramón Franco y Pablo López. El general Carlos F. Morales L. hizo uso de la palabra y dijo que habiéndose consumado el pronunciamiento de la ciudad e iniciado por él la Revolución contra el expresado gobierno del general Woss y Gil, consideraba como un deber, depositar en el seno de la Junta la facultad de que hizo uso para dar principio al movimiento, que daba por terminado fue sometido, y que dejaba así a la Junta en libertad de proceder como mejor tuviese a bien. Después de algunos momentos de deliberación, convinieron todos los presentes por unanimidad, que el expresado general Morales L. continuara al frente de la Revolución y se constituyese bajo su presidencia un gobierno provisional, por ser esta la manera más eficaz de dirigir a buen término los intereses del movimiento. El general Morales L. declaró que aceptaba el encargo y dio las gracias por la confianza que en él se depositaba: y después de expresar que en prueba de la buena fe, armonía y concordia que debían existir entre los dos partidos, jimenistas y horacistas, unidos en el patriótico propósito de llevar a cabo la revolución principiada, era preciso que formasen el Gobierno igual número de individuos de una y otra agrupación política, pasó a constituirlo, siendo designados y escogidos: para ministro de lo Interior y Policía, el ciudadano general Carlos Reinoso; para ministro de Relaciones Exteriores, el ciudadano Miguel E. Alfau; para Ministro de Justicia e Instrucción Pública, el ciudadano Enrique Jimenes; para ministro de Hacienda y Comercio, el ciudadano Enrique Pou; para ministro de Guerra y Marina, el ciudadano, general Eliseo Cabrera; para ministro de Fomento y Obras Públicas, el ciudadano Eladio Victoria; y, para ministro de Correos y Telégrafos, el ciudadano, general Carlos Ginebra. Estando ausente el ciudadano Enrique Jimenes, fue hasta su llegada encargado del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública el ciudadano general Rufo Reyes. Acto continuo se pasó a verificar los nombramientos siguientes: para gobernador civil y militar del Distrito de Puerto Plata, el general Jesús Mª Céspedes; y adjunto a la Gobernación el general José Eugenio Villanueva; como el general Céspedes estaba ausente en la Sección de Sosúa de este Distrito y debía permanecer allí desempeñando una importante misión militar, se acordó oficiar en seguida al General Villanueva, también ausente, para que viniese inmediatamente a hacerse cargo de la Gobernación, con el carácter de interino. Para adjunto a la Comandancia de Armas de la Plaza de Puerto Plata desempeñada por el ciudadano general Francisco Efré, fue nombrado el ciudadano Armando Negrete; para administrador de Hacienda interino al ciudadano Antonio Morales L; para Interventor de la Aduana de este Puerto, el ciudadano José Obino Menard con carácter de interino; para comandante interino de este puerto el general Pablo Parreño; los demás destinos del Distrito, con alguna ligera modificación, quedarán a cargo de los mismos ciudadanos que hasta la fecha venían desempeñándolos. También estaban presentes en la reunión como firmantes del Manifiesto y miembros de la extinguida Junta Revolucionaria los ciudadanos Tomás de Frías y Enrique Pou, ministro de Hacienda y Comercio. Acto continuo mandó el presidente del Gobierno Provisional general Carlos F. Morales L. se retirasen de la sala los que no formaban parte de él porque se debía celebrar una entrevista secreta con el ex interventor de la Aduana de Puerto Plata, ciudadano Luis E. Ricart que, para ese efecto, había sido bajado de la Fortaleza, donde se hallaba en calidad de preso desde la noche anterior. No se llegó a ninguna resolución en esa entrevista. En fe de todo lo que antecede se levanta la presente acta, que firman el general Morales a quien la Junta Revolucionara revistió con el carácter de Jefe Supremo de la Revolución y los Ministros que con él componen el Gobierno.

                                                 Morales Languasco

Eladio Victoria        Enrique Pou        Carlos Ginebra

Doy fe: el Secretario Ad hoc.

Juan Vicente Flores

(Libro: Documentos del gobierno de Carlos F. Morales Languasco. 1903-1906, Pág. 43.)

Sobre el libro: “Documentos del Gobierno de Carlos F. Morales Languasco; 1903-1906”

RÉPLICAS ACLARATORIAS Y NOTAS PUNTUALES sobre el libro: “Documentos del Gobierno de Carlos F. Morales Languasco; 1903-1906”

Notas de: Carlos Danilo Morales Miller

Nota: El libro que nos ocupa se encuentra disponible en la Web en el siguiente enlace:

http://www.agn.gov.do/sites/default/files/libros/pdfs/Vol.%20253_Documentos_del_gobierno_de_Carlos_F_Morales_Languasco_1903-1906.pdf

Email: Carlosdanilomorales@gmail.com

Introducción.

Es importante señalar, en beneficio del lector con poco o ningún conocimiento sobre historia dominicana, que al Presidente Carlos Felipe Morales Languasco le correspondió desempeñar la Presidencia de la República Dominicana en uno de los períodos más difíciles de su historia. Su ascenso a la Presidencia ocurrió por una coyuntura de excepción mediante la cuál logró concitar el apoyo de dos partidos antagónicos cuyos líderes eran muy reconocidos, dos caudillos que habían capitalizado el favor popular luego de caer la dictadura de Ulises Heureaux (a) Lilís; eran Juan Isidro Jimenes y Horacio Vásquez.

Como es normal, con los caudillos, éstos tienen seguidores apasionados en toda la sociedad, entre los que se cuentan personas comunes, profesionales, comerciantes, y como es natural, intelectuales entre los que se encuentran quienes escriben la historia contemporánea, con matices muchas veces marcados por el interés o las pasiones políticas que, además, influyen posteriormente en quienes fundamentan sus estudios en lo que escribieron aquéllos. Esas pasiones se manifiestan, por lo general, al escribir sus versiones sobre los hechos con inclinaciones, muy destempladas, de restar importancia a algunos episodios que realmente la tienen, y en otros casos a magnificar aspectos irrelevantes movidos por nexos políticos, familiares, de amistad, de agradecimiento, o de otra índole.

En la primera parte del libro que vamos a comentar, el compilador presenta, a modo de introducción, comentarios y juicios de valor muy prejuiciados, divorciados en gran parte de los documentos que publica, los que deberían constituir el soporte fundamental de su trabajo; sus comentarios reflejan aparentes influencias de los tradicionales mitos axiomáticos que sobre Morales Languasco han sido sostenidos por algunos historiógrafos, principalmente por Benjamín Sumner Welles en La Viña de Naboth, tratado del que el Compilador transcribe los textos relativos al Protocolo de enero de 1903 y de su apéndice, el Laudo Arbitral de julio de 1904, y no se sabe con qué intención titula: “Gobierno de Morales y el de los Estados Unidos firman Laudo Arbitral”.

La Viña de Naboth, como confiesa su autor en la bibliografía, es la historia contada por el ex Presidente Horacio Vásquez y escrita por Welles, cuando dice:

“Me es imposible expresar la extensión de mi obligación de agradecimiento a su Excelencia, el General Horacio Vásquez, Presidente de la República Dominicana, por su ayuda personal, facilitándome información detallada de su participación en la historia de su país durante los últimos 40 años, en que le ha tocado un papel tan importante. Me ha concedido generosamente su tiempo y su atención, aunque se ha esforzado en refrenarse de modo que su información no tenga el colorido del interés personal, cuando habla de hombres y sucesos que han actuado como él en dirigir los destinos de la República en los últimos años del siglo XIX y en los primeros años de este siglo XX. La importancia de su ayuda, repito, es tan grande que no es susceptible de ser exagerada”. (Benjamín Sumner Welles; La Viña de Naboth, Tomo II, Pág.469).

Es necesario señalar que el ex presidente Horacio Vásquez y Morales Languasco siempre fueron adversarios y las narraciones de Vásquez plasmadas por Welles en La Viña de Naboth, tratado que ha sido tradicionalmente fuente importante de información e influencia en el criterio de muchos historiógrafos dominicanos, ha constituido el principal escollo para que, en la historia dominicana, se haga una justa valoración del ex Presidente Morales Languasco.

Carlos F. Morales Languasco ocupó la Presidencia de la República por un período relativamente breve de dos años y dos meses; ocho meses como Presidente Provisional y un año y medio como Presidente Constitucional. Las pasiones políticas de la época estaban polarizadas en torno a los dos principales caudillos, Juan Isidro Jimenes y Horacio Vásquez, por lo que resulta razonable que las acciones de Morales, que no era uno de esos dos caudillos que generaban euforia, fueran comentadas de manera desfavorable en un medio altamente politizado y que los historiógrafos de la época lo proyectaran de manera negativa, aunque éste hiciera lo mejor dentro de las circunstancias imperantes y de las soluciones posibles.

Según lo que dice Welles en la Viña de Naboth, y repite algún que otro autor, desde el inicio de la revolución de La Unión, debido al fácil triunfo, Morales había decidido apoyarse en el partido contrario dando preferencia a los horacistas; de los siete ministros del gabinete tres (3) eran jimenistas: Manuel Arturo Machado, Miguel Andrés Pichardo y Enrique Jimenes; así como muchos otros gobernadores en las provincias. Es un contrasentido mayúsculo decir que desde el principio Morales tenía planes para apoyarse en el partido contrario; ¿con qué base podía alguien decidir apoyarse en un partido que no dirigía o controlaba y que, por tanto, no tenía ningún poder de decisión?

Sobre el Presidente Morales Languasco, decían sus adversarios que recibía el apoyo de los norteamericanos, que esa ayuda había estado presente en el movimiento de “La Unión” que lo llevó a la presidencia, en la guerra de La Desunión cuando los jimenistas se levantaron en armas porque Morales aceptó la candidatura presidencial que le ofrecieron los horacistas, luego de que los jimenistas lanzaran su candidatura, sin tomar en cuenta a Morales que era el Presidente Provisional. Pero resulta que La Unión se inició el 25 de octubre de 1903, Morales asumió oficialmente la Presidencia el 25 de noviembre, La Desunión comenzó el 15 diciembre del mismo año luego de que los jimenistas conocieran que Morales había aceptado encabezar la candidatura ofrecida por los horacistas, mientras que el Gobierno de Morales fue reconocido por el de los Estados Unidos el 19 de enero de 1904.

Algunos historiógrafos dominicanos han recurrido al vicio de hacer conjeturas sobre el apoyo norteamericano al Gobierno del Presidente Morales Languasco, sin citar las unidades militares que intervinieron en tales acciones. Los militares norteamericanos participaron en combate en una sola ocasión en ese período, que fue el 11 de febrero de 1904 en el bombardeo a Villa Duarte por los buques de guerra Newark y Columbia, cuando además despacharon lanchas de desembarco que, al llegar a tierra, ametrallaron el caserío en respuesta a la muerte del maquinista del crucero “Yankee”, de apellido Johnston y por el tiroteo a un barco mercante norteamericano de la compañía Clyde, ambos casos realizados por revolucionarios contrarios a Morales que trataban de sitiar la Capital. Otro acto que se realizó a bordo del mismo barco de guerra Newark, fue en ocasión de que el General Desiderio Arias entregara la aduana de Montecristi, en febrero de 1905, al almirante norteamericano Charles D. Sigsbee, Comandante de la Escuadra del Caribe, en virtud de lo que estipulaba el Laudo Arbitral de 1904, que no fue motivo de combate ni de otro tipo de acción militar. Ninguno de estos dos episodios se produjo en respaldo al Gobierno de Morales. (Ver La República Dominicana; Ramón Marrero Aristy; Págs. 300 y 301).

También lo han acusado de haber entregado antojadizamente las aduanas a los norteamericanos, sin reparar en el largo proceso de la deuda externa que entonces agobiaba a la República Dominicana, como consecuencia de los empréstitos de Hartmont, los de Westendorp y los de la San Domingo Improvement (estas dos últimas compañías manejaban las aduanas dominicanas mediante una caja receptora llamada “La Regie”). El país se encontraba en total bancarrota al terminar la dictadura de Ulises Heureaux, a fines del año 1899.

Aunque en 1901 el Presidente Juan Isidro Jimenes logró un arreglo de pago muy beneficioso con los tenedores de bonos europeos y con la San Domingo Improvement Co., que incluía una sustancial rebaja de la deuda y el retiro definitivo del país de dicha compañía. Este acuerdo no fue posible debido a la irracional oposición de los horacistas (seguidores del Vicepresidente Vásquez) en el Senado, por simple revanchismo político.

En abril de 1902 el Vicepresidente Vásquez derrocó al Presidente Jimenes y nueve meses después firmó con los Estados Unidos un acuerdo sumamente comprometedor para la soberanía nacional como fue el Protocolo de enero de 1903, acuerdo del que se habla poco o se minimiza su real magnitud, que en su primer artículo establecía que: “el Gobierno Dominicano le pagará al Gobierno de los Estados Unidos la suma de cuatro millones quinientos mil dólares ($4,500,000.00) oro americano”; que además ordenaba la creación de un Tribunal Arbitral compuesto por dos jueces norteamericanos y uno dominicano; Por eso el Laudo Arbitral dice en su encabezado: “Laudo Arbitral de 1904 adoptado en virtud del Protocolo de 1903, y para los fines previstos en dicho Protocolo”.

Omitiendo, o restándole importancia a éstos acuerdos y culpando a Morales de las consecuencias que generaron, se ha ido creando un mito de mentiras en la historia dominicana, cumpliéndose la máxima que dice que “Una mentira repetida, muchas veces, se convierte en verdad”.

Luego de que el Presidente Vásquez fuera derrocado el 23 de marzo de 1903 por el General Alejandro Woss y Gil, de antigua filiación lilisista, mediante un rápido golpe que llamaron “La Revolución de los Presos”, el Ministro  William F. Powell, Encargado de Negocios norteamericano le reclamó al nuevo Presidente el reconocimiento del Protocolo firmado por Vásquez, de tal manera, que éste no tuvo más alternativa que reconocerlo y nombrar de inmediato los árbitros para conformar el Tribunal Arbitral, como establecía el citado Protocolo.

Cuando el 25 de octubre de 1903 se pronunció en Puerto Plata la revolución de La Unión, encabezada por Morales Languasco, con el apoyo de horacistas y jimenistas mientras sus principales líderes se encontraban en el exilio, éste había anunciado que el propósito de ese movimiento era llevar nuevamente a la Presidencia de la República a su líder el ex Presidente Juan Isidro Jimenes, lo que posteriormente, antes de que concluyera el sitio puesto a la Capital por los revolucionarios, fue objeto de una fuerte oposición por el General Ramón Cáceres, quien había regresado de Cuba donde se hallaba exiliado.

Toda esa madeja de inconvenientes políticos y compromisos financieros internacionales con los Estados Unidos y con otras potencias europeas, fue lo que encontró y tuvo que enfrentar el Presidente Morales Languasco, con todas sus consecuencias, al asumir la Presidencia de la República.

Notas puntuales sobre el libro.

Este libro, presentado en fecha 27 de octubre de 2015 en la II Feria del Libro del Ministerio de Cultura, contiene 288 documentos que, según el compilador, corresponden al Gobierno de Carlos F. Morales Languasco; dice que se encuentran en libros de Resoluciones, en archivos de correspondencias de diferentes ministerios de ese período gubernativo, y señala que hubo de recurrir a esas fuentes porque sólo con la correspondencia presidencial no le permitía presentar una visión general y más bien creaba confusión e incoherencias.

Cuando asistí al acto en que se puso en circulación el citado libro, pensé que podría resultar interesante porque, supuse, alguien se había interesado en estudiar de manera objetiva y sin apasionamiento los acontecimientos ocurridos en la República Dominicana a principios del Siglo XX, relativos al Gobierno de Morales Languasco. Albergué la esperanza de que se hiciera algún trabajo con un criterio diferente, a sabiendas de que los hechos relativos al Presidente Morales Languasco han sido planteados por muchos historiógrafos de manera axiomática, y por lo general fuera de contexto, porque si esos estudios se hacen dentro del contexto que corresponde, evaluados con honestidad y objetividad, dentro del marco de las circunstancias imperantes, las conclusiones deben ser diferentes como mostraremos en los comentarios aclaratorios que haremos más adelante.

 Pero ¿es precisamente confusión e incoherencia lo que pretendía evitar el Compilador? Porque confusión es lo que produce la lectura de sus comentarios, en la introducción, cuando lo confrontamos con los documentos compilados, porque no concuerdan y los mismos documentos que presenta lo desmienten.

 El Compilador tuvo la mejor oportunidad de corregir, sobre la base de los documentos compilados, lo que otros han planteado fuera de contexto y siguió haciendo lo mismo.

Contradicciones, conjeturas, y circunloquios.

Me parece deplorable que una institución como el Archivo General de la Nación auspiciara un trabajo con argumentos inéditos tan ligeros sobre historia dominicana, en el que no se refuerzan los planteamientos con una sola cita de algún autor respetable, como si pretendiera re-escribir la historia a su manera, con raras fabulaciones y conjeturas, como podrá apreciar el lector en sus enunciados.

Lo que se percibe es una mezcla de ingenuidad y desconocimiento de esa parte de la historia a que se refiere. No sólo se advierte una carencia total de apoyo de una base documental sólida, que debían ser los propios documentos compilados, ya que sus conceptos están divorciados por completo de los documentos que presenta, sino que, en ocasiones, sus propios argumentos se contradicen.

Como en este caso que, por un lado plantea, que el Presidente Morales no resolvía nada, al encabezar varios documentos con el número 56, y refiere:

“Correspondencia con gobernadores y generales muestra inacción, personalismo y evasión de responsabilidades del Gobierno”. (Pág. 107)

Y Otro, el No. 71, que dice:

“Presidente Morales sigue posponiendo compromisos con sus funcionarios y amigos” (Pág. 125)

Y, por otro lado, en sus comentarios dice:

“A la luz del tiempo presente y con los documentos disponibles es difícil saber qué pasaba por su mente. Todo quería resolverlo él, o al menos, no tenía Secretarios en cada ramo que pudiera encargarse de todos esos asuntos que le consumían gran parte del tiempo, pues por el número de correspondencias firmadas en un solo día, se puede deducir que malgastaba gran parte de su tiempo en esas ocupaciones que lo distraían de los problemas fundamentales que vivía el país. Si se analiza la correspondencia particular incluida en este texto, se llega a la conclusión obligada de que lo hacía por desconfianza al funcionario encargado de esa cartera o ramo administrativo del Estado. No se encuentra otra explicación para estar respondiendo nimiedades, detallitos que cualquier funcionario medio podía asumir, sin menoscabo de su autoridad e imagen como gobernante”. (Pág. 34)

Además, sugiere que los ministros respondieran la correspondencia particular del Presidente, lo que hubiera generado una doble tramitación; del Presidente a los ministros, con las instrucciones correspondientes, y de éstos a los destinatarios, toda vez que mensajes tan simples se dictan de manera rutinaria en tiempo muy breve.

 En ocasiones el Compilador entra en circunloquios o discordancias como, por ejemplo, cuando dice:

“El estilo de Morales comunicarse con los demás haciendo alusión constante a los valores de la moralidad y la honradez, no lo hacía diferente de los demás presidentes que le habían precedido, en el sentido de que el país tenía sus gobernadores provinciales, pero además tenía uno o más delegados y delegados especiales, que recorrían una determinada región. Por un lado, burocracia excesiva, y por otro se presume falta de confianza en sus propios funcionarios. Estos delegados consumían buena partida del presupuesto que bien podía solucionar en parte las estrecheces de los gobernadores” (¿?).  (Pág. 33).

Un ejemplo más, entre otros, es cuando dice:

“Hay que insistir en que Morales tenía un discurso fascinante. Expresaba esas ideas de moralidad y patriotismo con una pasión extraordinaria a la vez que extraña. Un discurso que como se ve, en el fondo, chocaba con la práctica cotidiana de la política vernácula. Muchas veces tenía que llamar la atención a sus Gobernadores y Delegados, como se aprecia en los documentos No. 53 y 58, en torno a los nombramientos de personal, otorgamiento de privilegios o racionamiento inadecuado a personas a quienes él consideraba «ineptos, holgazanes y bochinchosos» (¿?). (Pág. 29).

En fin, es un trabajo con tan limitadas condiciones analíticas y conceptos tan etéreos que no dejan de comprometer a otras personas de prestancia que en la actualidad tienen la responsabilidad de velar por el mejor prestigio de esa institución pública de resguardo documental que auspicia su publicación, como es el Archivo General de la Nación.

Dudas sobre el origen de la Revolución de la Unión.

 De entrada, al referirse al primer documento, el Compilador confunde el destinatario de una comunicación y expresa conceptos erróneos haciendo conjeturas sobre la razón de un documento dirigido por Morales Languasco, entonces Gobernador de Puerto Plata, al Ministro de Interior y Policía (no al Presidente Woss y Gil), cuando dice:

“Apenas nueve días antes de la revolución que desconoce al gobierno de Woss y Gil, Morales, quien era Gobernador de Puerto Plata, le envió una comunicación a éste. En la misma, le informó el seguimiento que el espionaje dominicano le daba a un exiliado que sería ministro de su Gobierno, como lo fue Federico Velásquez. Además, le sugería el cambio del código de comunicaciones que habían venido utilizando. Esta comunicación deja muchas dudas sobre si el movimiento iniciado en Puerto Plata que depuso a Woss y Gil, tuvo previa planificación o si fue una improvisación, porque sugiere un cambio de opinión muy brusco o un acto de oportunismo, como se puede apreciar en el documento No. 1 de la presente recopilación”. (Pág. 41)

Nota: Como puede observarse en el documento a que se refiere, se trata de la remisión, en fecha 15 de octubre de 1903, de una comunicación ordinaria que, en el ejercicio de sus funciones, el Gobernador de Puerto Plata remite al superior inmediato, el Ministro de Interior y Policía, no al Presidente Woss y Gil, como refiere el Compilador, que da cuenta de la presencia de Federico Velásquez en Islas Turcas.

Como era tradición, y mayormente en esa época, Puerto Plata era la principal fuente de abastecimiento del comercio de Islas Turcas, por su cercanía, y el movimiento de goletas con mercancía entre ambos lugares era muy fluido. Es obvio que las noticias de lo que ocurría en una de las partes, con cierta facilidad se conocieran de inmediato en la otra, no solamente en el sector oficial.

El Compilador hace la conjetura de que, entonces, Morales Languasco tenía vínculos estrechos con Federico Velázquez, que era un exiliado político, porque posteriormente, más de ocho meses después, fue designado Ministro de Hacienda en su Gobierno. Pero parece que olvida que tan solo un año y medio antes los horacistas habían sacado del Gobierno a los jimenistas (26 de abril de 1902), incluido Morales Languasco, y que éste tuvo que irse al destierro y combatir el Gobierno de Vásquez, del que era ministro Velásquez, en la campaña de los siete meses.

Los contactos que hizo Morales Languasco para organizar la revolución de La Unión no fueron con Vásquez, con Cáceres o con Velásquez, sino con jimenistas y horacistas que estaban en el país, con el objetivo expreso y convenido de llevar a la Presidencia de la República a Juan Isidro Jimenes.

Al 15 de octubre de 1903, Vásquez, Cáceres y Velásquez tenían casi siete (7) meses que habían salido exiliados hacia Cuba luego de la revolución de Los Presos (23 de marzo de 1903), gracias a lo cuál pudo retornar Morales al país, que no tenía ningún tipo de vínculo o contacto con ellos.

Luego de iniciar la Revolución de La Unión, los inconvenientes respecto a los planes iniciales de Morales surgieron durante el sitio a la Capital por los revolucionarios, al llegar Cáceres de Cuba y oponerse de manera tajante a que se le entregara a Jimenes la Presidencia de la República de manera pura y simple.

Luego que ocurrió la guerra de La Desunión, que duró seis meses, y posteriormente a las elecciones en que triunfó la fórmula horacista, en circunstancias muy diferentes y con la balanza totalmente inclinada hacia ese sector, se produjo la designación de Federico Velásquez en el Ministerio de Hacienda, a fines de junio de 1904.

 Otro planteamiento que el Compilador hace con una simpleza que se presta a confusión es el siguiente:

“Una vez en la presidencia convocó a elecciones de manera precipitada, pues no había la estabilidad necesaria para su realización y la realidad se encargó de hacerle ver la imposibilidad de su ejecución. Sin embargo, meses más tarde, efectuaba las votaciones, como un patrón establecido a través de nuestra historia, se legitimó al presidente en ejercicio y líder del movimiento revolucionario”. (pág. 28).

Nota: Como ya hemos citado, desde el inicio de la revolución Morales Languasco había manifestado en Puerto Plata que el propósito del movimiento que encabezaba era llevar a la Presidencia de la República a Juan Isidro Jimenes, pero luego surgieron los inconvenientes que hemos explicado anteriormente sobre la oposición horacista que impidió que ese propósito se materializara.

El Presidente Morales había asumido el Gobierno Provisional, de manera oficial, el 25 de noviembre de 1903 y el 8 de diciembre (dos semanas después) estaba emitiendo un Decreto que fijaba las elecciones para mediados de enero de 1904; el propio Morales no estaba supuesto a ser candidato presidencial pues, aunque los coordinaba, no tenía dominio pleno de ninguno de los dos bandos. Si lo hizo precipitadamente fue porque se vio impedido, por la oposición de los horacistas de realizar su propósito inicial de entregar la Presidencia a Jimenes.

Para tener una idea de las posibilidades de conciliación que pudo haber entre Jimenes y Cáceres basta con leer algunos párrafos de la carta que Ramón Cáceres le envió al ex Presidente Jimenes luego de que los jimenistas iniciaran la guerra de La Desunión.  Decía así:

(Ver: La Viña de Naboth; Benjamín Sumner Welles, pág. 77 Tomo II)

“Todos los esfuerzos fueron en vano, aunque aceptamos como presidente a uno de sus más íntimos amigos, a un hombre capaz de ofrecernos garantías definitivas; los sórdidos intereses que siempre han gobernado sus acciones políticas, tanto en Santo Domingo como en Haití, fueron obstáculos insuperables que ni el bienestar público ni nuestros elevados propósitos por salvar al país pudieron vencer.

“Cuando usted comenzó la revolución no nos dejó otro camino que el de defender al Gobierno y al orden público. Usted es el único individuo responsable de todas las desgracias que puedan ocurrir como consecuencia de esta guerra desastrosa y traicionera…

“Usted lo ha querido así, y así será; y de ese modo el país, de una vez por todas, lo apoyará a usted y a los que lo rodean, partidarios del desorden, de las conspiraciones, del robo de los fondos públicos; o nos apoyará a nosotros… los únicos que en verdad deseamos el bienestar de esta desgraciada tierra…

“Nuestros caminos están bien definidos.

“Basta por el momento. Sé perfectamente que estoy condenado a muerte por usted y sus amigos; y por tanto, le advierto que usted lo está por mis amigos, y por mí mismo en persona…

  1.                                                 Cáceres

Nota: Es obvio que Cáceres hubiera aceptado que ambos bandos (jimenistas y horacistas) se unieran para formalizar un Gobierno Constitucional presidido por quien había organizado el movimiento que hizo posible alcanzar la Presidencia de la República, cuando en su carta dice:

“Todos los esfuerzos fueron en vano, aunque aceptamos como presidente a uno de sus más íntimos amigos, a un hombre capaz de ofrecernos garantías definitivas”.

Tampoco es cierto que convocar a elecciones dos semanas después de asumir el poder fue lo que imposibilitó que éstas se realizaran, la causa fue el levantamiento en armas de los jimenistas que, como vemos, fue el motivo fundamental y hubiera tenido el mismo efecto dos o tres meses después. Es obvio que si Morales Languasco hubiera tenido la intención de quedarse más tiempo en la Presidencia hubiera aplazado las elecciones por dos o tres meses por cualquier razón válida, como sugiere el Compilador, aunque eso le acarreara problemas. (Ver: LA REPÚBLICA DOMINCANA: Ramón Marrero Aristy.- Pág. 294)

Otro comentario inexacto respecto a las medidas de corte económico tomadas por el Presidente Morales, al inicio de su gestión gubernativa, es el que dice:

“Entre sus primeras medidas de corte económico, el día 9 de noviembre de 1903, mediante un drástico decreto, Morales redujo en un 50% los sueldos de todos los servidores públicos. Una medida extrema que seguro causó mayores disgustos ya que los sueldos no eran siquiera elevados, sino más bien simbólicos”. (Pág.25)

Nota: No es cierto que ese “drástico decreto”, que se adecuaba a las precarias condiciones económicas del Gobierno, creara mayores disgustos; muchos querían ser designados, aunque fuera en esas condiciones. Además, es incierto que entonces los sueldos eran simbólicos, un ministro ganaba 340 pesos mensuales que, para la época, no era nada simbólico. Luego de la aplicación de la medida citada se redujo a 170 pesos mensuales. Además, debió señalar que esa medida también afectaba el sueldo del propio Presidente de la República. (Ver: Resumen de Historia Patria; Bernardo Pichardo, pág. 282).

Composición del Gobierno Provisional de Morales L.

A menudo el Compilador expone comentarios con argumentos raros sobre aspectos elementales del tema, sin señalar los documentos que, en su verdadero contexto, debieran constituir los fundamentos que avalen sus afirmaciones, además de que, como sólo se conoce el documento que presenta, casi siempre se desconoce la razón de la contraparte que lo motiva.

Un ejemplo entre muchos es el que mostramos a continuación sobre el origen de la revolución de La Unión, cuando señala:

“Examinando cuidadosamente la correspondencia del presidente Morales con sus funcionarios en el interior del país, puede darse cuenta que la mayoría de sus funcionarios civiles y militares en algún momento, procedía del lilisismo. De modo, que Morales hizo su propia revolución, pero con insumos ajenos, sin lograr más que el cargo de Presidente, pues el poder lo tenían y ejercían en gran parte, los partidarios de los otros dos caudillos que poseían una estructura política más o menos definida, reconocida y aceptada por la mayoría del pueblo que dividía sus simpatías entre ambos. Sin embargo, en esos momentos de transición, cuando se había decapitado una tiranía, la militancia de los más prestantes ex gobiernistas en gran parte se dividió. En cierto modo, parece que Morales en el fondo contaba con ellos para su fallido proyecto, pues la fusión deseada entre jimenistas y horacistas en esos momentos era inviable”. (pág. 24).

Nota. ¿De qué estamos hablando? Los funcionarios procedentes del lilisismo eran mayormente los del Gobierno de Woss y Gil, quien era miembro prominente de esa facción política (había sido Vicepresidente y Presidente títere de Lilís); pudo haber uno que otro funcionario lilisista en el Gobierno de Morales, pero la procedencia lilisista del Gobierno de Woss y Gil fue lo que motivó a jimenistas y a horacistas a unirse contra ellos, Morales era un connotado anti lilisista, igual que su hermano Agustín, caído en Montecristi en la expedición del Fanita, precisamente contra Lilís.

Pero el Compilador hace una extraña conexión con militantes lilisistas “en esos momentos de transición, cuando se había decapitado una tiranía”, dice en referencia al fin de la tiranía de Lilís (julio de1899) y le parece que Morales contaba con esa militancia lilisista para “su fallido proyecto”, a fines de 1903.

Desde la decapitación de la dictadura, hasta que Morales asumiera la Presidencia, habían transcurrido cuatro años y medio en los que hubo cuatro gobiernos, y cualquier lilisista que formara parte del Gobierno de Morales era porque ya había sido asimilado por el horacismo o por el jimenismo, como es el caso de Miguel Andrés Pichardo, de Emiliano Tejera y de otros. (Ver: LA REPÚBLICA DOMINCANA: Ramón Marrero Aristy. Pág. 294)

 

Guerra de La Desunión (bolos y coludos).

Este es un aspecto interesante que el Compilador debió exponer con detalles para explicar la evolución del proceso, desde el triunfo de la revolución de La Unión hasta la conformación del Gobierno Constitucional, que expone de manera muy simple y por demás errónea, aparentemente influido por autores que tienen el vicio de plantear hechos históricos de manera axiomática y caprichosa. Dice:

“El presidente Morales ganó una batalla al encabezar una revolución triunfante, pero la perdió al instante, al tener que ceder su autoridad a los representantes de uno de los bandos en pugna y con el cual él no tenía vínculos previos. Eso disgustó inmediatamente al otro bando, al que sí él había pertenecido, el cual inició inmediatamente, un movimiento revolucionario, que espaciado y en diferentes frentes se mantuvo activo a lo largo del resto de su ejercicio gubernamental”. (Pág. 27)

Pero, aclaramos nosotros en tiempo de réplica: La revolución de La Unión fue coordinada por Morales, que era jimenista, con el apoyo de los dos bandos, con la intención de llevar a Juan Isidro Jimenes a la Presidencia de la República. En principio los horacistas aceptaron esa fórmula con tal de sacar a los lilisistas del Gobierno, que los habían sacado a ellos del poder.

 El Presidente Morales constituyó su Gabinete y su Gobierno sobre la base del equilibrio entre ambos bandos: jimenistas y horacistas. No tuvo que ceder su autoridad a ninguno de los bandos, sino que uno de ellos se levantó en armas sin esperar las elecciones y rompió el equilibrio. Para poner término a la guerra el Gobierno firmó un armisticio con el bando disgustado en junio de 1904 y, aunque la amenaza de un levantamiento siempre estaba latente, es un error señalar que “de ahí en adelante hubo un movimiento revolucionario con varios frentes que se mantuvo activo durante el resto de su ejercicio gubernamental”, aunque en ese período hubo dos conatos revolucionarios breves, uno en Azua y otro en Barahona.

El Presidente comenzó a perder autoridad a mitad del año 1905, cuando él y el Ministro de Hacienda se opusieron a la entrega de dinero a generales horacistas que habían llegado a la Capital, desde el Cibao, con el Vicepresidente Cáceres. Posteriormente algunos ministros, que eran leales al Presidente, tuvieron que renunciar por presiones de los horacistas que exigían que todo miembro del gabinete fuera de su partido. Los documentos publicados por el Compilador no refuerzan su teoría. (Ver: LA REPÚBLICA DOMINCANA: Ramón Marrero Aristy. Pág. 294)

Desproporción de títulos versus contenido de documentos.

Entre los documentos presentados por el Compilador se incluyen algunos importantes y otros que consideramos irrelevantes sobre acuses de recibo y atentas respuestas del Presidente a solicitudes de dádivas, o de trabajo, como las que son hechas ordinariamente por ciudadanos a cualquier gobernante.

Los encabezados revelan el interés particular del Compilador de detractar respecto a solicitudes que las precariedades del Gobierno impedían atender, con títulos como: “Presidente Morales sigue posponiendo compromisos con funcionarios y amigos”; “Presidente Morales sigue aplazando compromisos con sus partidarios”; “Presidente Morales vivía excusándose con amigos por falta de tiempo”.

Pero, el que más llama la atención, por la desproporción del título con el contenido, es el siguiente: “Correspondencia con gobernadores y generales muestra inacción, personalismo y evasión de responsabilidades del Gobierno”, en referencia a tres notas enviadas a colaboradores y allegados suyos sobre asuntos que ameritaban ser despachados de manera personal, lo que sería oportuno en un viaje que el Presidente tenía programado para esos lugares en los próximos días, sobre las cuales apunta: “Otra” y “Otra más entre cientos de ellas”, como vemos a continuación:

Título: “Correspondencia con Gobernadores y Generales muestra inacción, personalismo y evasión de responsabilidades del Gobierno” AGN. Libro No. 28. Correspondencia de la Presidencia de la República en 1903-1904. (pág. 107)

26 de marzo de 1904

Sr. General Don José Fermín Pérez

Gobernador Civil y Militar de La Vega.

Muy estimado amigo mío.

                                         Recibí tu carta del 16 y estoy enterado de su contenido. Estoy satisfecho de tu actitud y tengo absoluta fe en tus gestiones. Pienso hacer en estos días un viaje al Cibao, a mi llegada a esa, todo lo que haya que arreglar lo arreglaremos. Hasta entonces. Salud!

Tu afectísimo amigo.

Morales Lg.

Otra:  

26 de marzo de 1904

Sr. Licenciado General Don Pedro A. Bobea

La Vega.

Estimado amigo.

                          Tengo recibida su carta del 14 de cuyo contenido estoy bien enterado. Muy de veras deploro su quebranto. Atenderé sus recomendaciones. En la próxima semana embarcaré para el Cibao entonces allá todo lo arreglaremos.

Como siempre su amigo.

Morales Lg.

Otra más entre cientos de ellas:

26 de marzo de 1904

Sr. General Don Luís A. Rodríguez Macorís.

Estimado amigo.

                          Acuso recibo de su atenta carta de fecha 7 del presente mes. Respecto a sus particulares no le contesto nada en concreto, pues teniendo preparado un viaje al Cibao en la semana entrante por allá nos veremos y tendremos ocasión de hablar, resolver lo que nos parezca mejor. Mientras tanto repose Ud. en la seguridad de que es mi deseo complacerle.

 Reciba Ud. la protesta (?) de la estimación con que le distingo.

Morales Lg.

Otra que llama la atención de manera singular es una que el Presidente Morales responde a una solicitud para exonerar los equipos de un hospital que don Ricardo “Bubul” Limardo iniciara su construcción en Puerto Plata, que a la fecha lleva su nombre. El Compilador titula esa comunicación:

“Presidente Morales estimula el caciquismo político de Ricardo Limardo”

AGN. Libro No. 13. Correspondencia de la Presidencia de la República en 1905.

Enero 18 de 1905

Sr. Don Ricardo Limardo

Puerto Plata.

Mi muy estimado amigo.

He leído su carta de 12 de enero corriente.

En lo referido al Hospital debo decirle que todas las dificultades se han vencido y el Poder Ejecutivo, por tratarse de una obra de utilidad nacional resolvió exonerar de derechos aduanales los efectos pertinentes de todo hospital.

Sobre el segundo punto que podría tener una solución más satisfactoria para Ud., recuerde que aunque fuera con algún sacrificio para esta Capital. Así todo quedará allanado.

La salida del General Céspedes la he sentido de todas veras, pero ello se compensa con la presencia de Ud. en aquel importante Distrito, porque su consejo eficaz ayuda, su prestigio indestructible darán los mejores resultados en la buena organización de todos los nuestros en aquel Distrito.

Por hoy el Gobierno abrumado por tantas exigencias que se necesita el concurso de los buenos y desinteresados patriotas para volver algo del naufragio. Ud. es de los que más puede contribuir a esta obra, por su patriotismo y lealtad probadas.

De Ud. atentamente.

Morales L.

Nota: Don Ricardo Limardo ha sido, en la historia de Puerto Plata, uno los hombres más prominentes, desinteresados y serviciales; sus aportes y condiciones extraordinarias de munícipe, como en la carta, era tan justo reconocerlo como innecesario estimularlo.

Omisión de Documentos Importantes.

En el trabajo del Compilador se omiten documentos de suma importancia correspondientes al período de ese Gobierno, aunque reposan en el archivo de resguardo documental que lo auspicia, como por ejemplo: el extenso, importante y edificante discurso relativo a las Memorias, preparadas por los ministros, pronunciado ante el Congreso por el Presidente Morales Languasco el 27 de febrero de 1905; además de otros decretos y resoluciones sobre la creación de la Dirección General de Estadística; sobre la nacionalización de la telefónica de la Capital, del incremento y organización de las comunicaciones,  y de muchos otros que dan testimonio de que en el Gobierno del Presidente Morales comenzó un proceso importante de organización en el Estado dominicano. (Ver: Resumen de Historia Patria, Bernardo Pichardo. Pág. 281)

Sobre los Acuerdos de la Deuda Externa.

El Compilador, además de que sus conceptos sobre Morales Languasco son muy prejuiciados, acusa un desconocimiento importante del principal aspecto que en esa época gravitaba, de manera fundamental, sobre las finanzas y la independencia de la República, el de la deuda externa, viejos e ineludibles compromisos contraídos con acreedores internacionales que no estaban dispuestos a seguir aplazándolos. Dice:

“Pese a que el 26 de octubre de 1903 el Gobierno Provisional que presidía Morales había invalidado –mediante decreto- todo acto del Gobierno de Woss y Gil tendente a obtener fondos, sin embargo, en una muestra de incoherencia, aceptó el acto que consta en el documento del 12 de noviembre de 1903, mediante el cual el Consejo de Gobierno de Woss y Gil escogió como tercer árbitro para el Laudo Arbitral a un tercer Juez de la Corte de Apelación de los Estados Unidos, lo que perjudicaba cualquier decisión que pudiera favorecer al país, que sólo tendría un árbitro”. Y agrega: “Podría explicarse en parte porque el Gobierno reconocido por los EE.UU. aún era el de Woss y Gil, pero fue algo que filtraron en medio de un conflicto armado, que iba en perjuicio del país y frente a un Gobierno que evidentemente caía, lo cual sólo ponía de relieve la perversidad del escogido como mediador (?), a su vez parte interesada, y la debilidad en que se encontraba el Gobierno”. (Pág., 25)

Nota: Según su planteamiento, el Presidente Morales debió objetar las dos designaciones contenidas en esa comunicación incluida en el libro con el No, 15, en la pág. 58; la de Manuel de Jesús Galván y la otra que cita.

En su aparente información, deficiente o distorsionada, el Compilador insiste ingenuamente en censurar a Morales por no rechazar las medidas tomadas por Vásquez (la firma del Protocolo de enero de 1903) y por Woss y Gil (el nombramiento de los árbitros para el Tribunal Arbitral), porque desconoce los motivos que llevaron a Woss y Gil a hacer esas designaciones al vapor. Pero, además, pretende responsabilizar a Morales y liberar a los responsables de aquellos hechos, ignorando que en el punto en que se encontraban las cosas ya no era suficiente tener la voluntad o el deseo de cambiarlas. (Ver: LA REPÚBLICA DOMINCANA: Ramón Marrero Aristy. Pág. 293)

En cuanto a lo que señala el Compilador sobre el “escogido como mediador, a la vez parte interesada” (?) cuya perversidad pone en relieve, no está claro si se refiere al Gobierno de Vásquez que suscribió el Protocolo, o al de Alejandro Woss y Gil que lo sustituyó y le correspondió designar los dos árbitros. El gobierno de Morales accedió al Poder el 25 de noviembre de 1903, cuando el acuerdo que comprometía la soberanía nacional se había consumado y los jueces del Tribunal Arbitral ya se encontraban en Washington deliberando; luego, lo perverso sería atribuirle al Gobierno de Morales alguna responsabilidad por esos actos realizados con anterioridad a su gestión. (Ver: LA REPÚBLICA DOMINCANA: Ramón Marrero Aristy. Pág. 292)

A continuación, mostramos algunas citas de autores reconocidos que permiten valorar la realidad de esos días:

“Después de varios fallidos intentos en este sentido, finalmente los hombres de la San Domingo Improvement Co. apelaron a la protección del Departamento de Estado de los Estados Unidos, el cual envió al país al señor William F. Powell, a la sazón Ministro acreditado ante el Gobierno de Haití.

 “Las negociaciones llevadas a cabo por este funcionario norteamericano con el Gobierno que presidía Horacio Vásquez dieron por resultado un Protocolo suscrito el 31 de enero de 1903, el cual inició una cadena de acontecimientos altamente lesivos al interés nacional”. (LA MONEDA LA BANCA Y LAS FINANZAS EN LA REPÚBLICA DOMINICANA. Julio C. Estrella. Pág. 140).

“Pero el Protocolo de 1903, más que una renuncia, era una entrega absoluta de todos los derechos nacionales, como se evidenció más tarde. El país continuaba avanzando hacia la pérdida de su soberanía”. (DE HARTMONT A TRUJILLO, César A. Herrera. Pág. 260).

“Woss y Gil se opuso a darle vigencia al Protocolo de enero, aduciendo que se trataba de la obra de un gobierno de facto, a la cual le faltaba la validación constitucional que sólo el Congreso Nacional podía otorgarle y propuso alternativamente, al enviado americano, que fuera sometido a ese trámite constitucional. El ministro Powell, que se hallaba en Santo Domingo, suplicó al gobierno con la mayor cortesía, que le informara si rehusaba nombrar sus árbitros y si no reconocía de manera explícita el convenio firmado el 31 de enero de ese año. Un nuevo movimiento armado vendría a atizar aún más el fuego de las pasiones políticas.

El 24 de octubre de 1903 se inicia en Puerto Plata el movimiento revolucionario conocido por “La Unión”, dirigido por Carlos F. Morales Languasco, gobernador de aquella provincia, y que pocos días después puso estrecho cerco a la ciudad de Santo Domingo, donde el presidente Woss y Gil resistía, además, el poderoso sitio que le tendía el ministro Powell, quien había participado a este gobernante la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y la República Dominican”. (DE HARTMONT A TRUJILLO-César A. Herrera, Pág. 261)

 “Para obviar esta grave contingencia el presidente Woss y Gil dictó un decreto en fecha 12 de noviembre, designando a don Manuel de Jesús Galván como Árbitro dominicano y dar cima a la ejecución total del Protocolo de enero. El “arbitraje” quedaba en evidencia. El desamparo absoluto en que se encontraba el gobierno dominicano, cual que hubiese sido en ese momento el presidente, a merced, puede decirse, de las imposiciones yanquis, se revela en el pliego de instrucciones que se le entregaron a Galván. No eran en realidad las instrucciones que recibe un diplomático para tomar como pauta en sus negociaciones, sino más bien un estimulante moral para su patriotismo ante las difíciles circunstancias en que se le encomendaba esa misión. En uno de sus párrafos acusadores esa comunicación decía: “La suspensión de relaciones a que llegó el gobierno americano en la discusión del asunto que motiva este arbitraje, denota el grande interés y la mucha importancia que el mismo gobierno americano cifra en el éxito del juicio arbitral. Debemos reconocerlo, así, comprendiendo que de esa medida extrema de la suspensión de relaciones, los Estados Unidos no habrían demorado en pasar a vías de hecho funestas para la independencia o para la integridad nacional territorial de la república”. (DE HARTMONT A TRUJILLO César A. Herrera, Pág. 261).

Es precisamente ese documento, el No. 15, de fecha 12 de noviembre de 1903, (pág. 58,) al que se refiere el Compilador, que titula con aparente malicia: “Acto del Gobierno de Woss y Gil, en la Capital, que fue reconocido por Morales”, pretendiendo responsabilizar al Gobierno de Morales por ese acto que le correspondió ejecutar al Presidente Woss y Gil, en el que Morales no participó, pues aunque ya había sido proclamado en el Cibao el Presidente era todavía, de manera oficial, Alejandro Woss y Gil; y esa fue una decisión que sólo a él correspondía, aunque es cierto que se había generado como consecuencia del Protocolo del 31 de enero de 1903, suscrito por el Gobierno Provisional de Horacio Vásquez con el Gobierno de los Estados Unidos, y no tenía otra alternativa para actuar sin que el País fuera intervenido.

Según la propia documentación que presenta el Compilador en su libro, el Gobierno de Morales Languasco fue abordado sobre ese mismo asunto el 09 de diciembre de 1903 por el Ministro William F. Powell, Encargado de Negocios de los Estados Unidos, un mes después de que Woss y Gil nombrara los dos jueces del Tribunal Arbitral, mediante comunicación No. 218 que fue respondida el 13 de diciembre con la que en el libro se le asigna el No. 199 (pág. 71), en la que puede apreciarse que el Ministro Interino de Relaciones Exteriores del Gobierno le responde al Encargado de Negocios de los Estados Unidos:

“Cuando el Gobierno de que formo parte conozca por VS cuales son esos contratos buscará dentro de las facultades y medios a su alcance, las aclaraciones más satisfactorias posibles para el buen acuerdo que debe existir en las relaciones entre ambos Gobiernos y las que el dominicano se empeña esmeradamente en conservar en los mejores términos”. (Pág.71)

Y, como ya hemos señalado, en el documento con el No. 111 (pág. 167), el compilador incluye dos documentos, que de manera inaudita encabeza con el título: “Gobierno de Morales y el de los Estados Unidos firman Laudo Arbitral”, lo que sólo puede contribuir a seguir confundiendo más a lectores incautos, ya que ninguno de esos documentos; el Protocolo del 31 enero de 1903, ni el Laudo Arbitral, apéndice directo del Protocolo, fueron firmados por el Gobierno de Morales. (Se anexan ambos).

Como en la compilación que replicamos, sobre documentos del Gobierno de Carlos F. Morales Languasco, igual ocurre con otros textos sobre Historia dominicana. Con estos planteamientos absurdos se induce al lector a entender que Morales fue responsable de la firma de tales acuerdos y, por tanto, responsable de las consecuencias lesivas que éstos produjeron a la soberanía nacional.

Pues el Gobierno de Morales no firmó ninguno de esos documentos, como puede comprobarse examinando ambos instrumentos; el Protocolo fue suscrito en enero de 1903 entre los gobiernos de Horacio Vásquez y el de Theodore Roosevelt, en el que acordaron que el Gobierno dominicano pagaría al Gobierno de los Estados Unidos las acreencias pendientes del Estado dominicano con la San Domingo Improvement Co., y establecía la conformación de un Tribunal Arbitral para que dictara un Laudo que fijara todos los procedimientos y condiciones para el pago de dicha deuda hasta finiquitarla; documento que, como apéndice del Protocolo de 1903, no ameritaba la firma de los gobiernos suscribientes, ya que se trataba de una decisión arbitral cuyas únicas firmas requeridas eran las de los árbitros actuantes. A Morales no le corresponde la responsabilidad de las consecuencias generadas, lo que sí le correspondió fue comenzar a pagar.

Además, entre las consideraciones que señaló el Presidente Roosevelt, en la comunicación que remitió al Congreso de los Estados Unidos para someter la Convención de 1905 (producto del Protocolo y del Laudo), revela lo grave que era la situación de la República con respecto al cumplimiento de los acuerdos suscritos, cuando dijo:

“el peligro de una intervención extranjera era inminente en la República Dominicana, porque los gobiernos anteriores habían contraído deudas en forma desconsiderada y, debido a los disturbios domésticos, el país no podía encontrar medios de pagarlas”.

Reconocimiento de adversidades.

El compilador reconoce las adversidades enfrentadas por Morales Languasco cuando dice (pág. 25):

“Posiblemente en la historia dominicana no se ha producido una situación tan apurada para ningún gobernante, como la que vivió Morales, tanto por lo que heredó como por las decisiones que tomó. Su período abarcó en total dos años y dos meses.”

Y agrega:

 “Durante ese tiempo tuvo que lidiar no solo contra una acuciante crisis económica, deudas y presiones de los acreedores nacionales e internacionales, sino también con una constante guerra de guerrillas y varias sublevaciones que no le dieron paz a la República, ante su incapacidad para mantener el equilibrio entre los miembros de su gabinete. Además, tuvo que sortear la constante demanda de empleos y otras peticiones propias del clientelismo y el paternalismo de la política local. Todos los funcionarios de las diferentes comunidades y los que trabajan en la organización de su candidatura con vista en las convocadas elecciones solicitaban ayudas económicas para solventar los gastos y muy raras veces encontraban eco pues nunca había fondos disponibles”.

Sin embargo, en otros comentarios juzga sus acciones como si hubieran sido tomadas caprichosamente y no al influjo de tales adversidades.

Coincidimos con el Compilador en una parte de los párrafos siguientes cuando dice:

“Morales ejerció la presidencia acosado por la pugna entre los dos bandos políticos mayoritarios, ninguno de los cuales poseía un proyecto político viable. Los políticos de entonces solo estaban preocupados por su ascenso social y económico sin importar los medios para lograr sus propósitos. El caudillismo personalista, unido al caciquismo local, ha sido una aberración constante de la política dominicana. Tras tantos tropezones el pueblo no había aprendido nada. Estos caudillos arrastraban las masas campesinas analfabetas en un fanatismo delirante hasta su propio suicidio político”.

La realidad fue que Morales ejerció la Presidencia acosado por dos bandos, uno en la oposición y el otro dentro del Gobierno, porque el equilibrio se rompió el 15 de diciembre de 1903 con el inicio de guerra de La Desunión y se resolvió con el armisticio firmado en Montecristi a fines de junio de 1904. De ahí en adelante, la designación de algún jimenista la hizo el Presidente a título personal por tener las aptitudes necesarias para el desempeño del cargo.

Continúa diciendo sobre los hábitos criollos en la política:

“Tras llevar a su caudillo al poder solo esperaban dadivas para vivir a su sombra, jamás un proyecto que beneficiara a toda la población. Si no satisfacían las apetencias personales de ciertos caciques lo más probable era que se sublevaran llevando a cabo una nueva revuelta que empobrecía cada vez más al país. Morales sabía esto y lo expresa en su correspondencia con Leonte Vásquez y Ramón Cáceres. Pero se negaba a continuar con esa práctica y así mismo, también, lo refleja su correspondencia con los funcionarios y seguidores en el interior del país. En muy pocos casos accedió a las peticiones. Siempre las rechazaba alegando la estrechez económica del erario público. Su correspondencia de fecha 20 de junio, 22 de noviembre y 9 de diciembre de 1904 y la del 3 y 14 de enero de 1905 entre otras cosas, son ricas en este tipo de detalles”. (Pág. 26)

 Luego, Morales no era incoherente. Las condiciones económicas, hasta que entró en vigor el Modus Vivendi, eran extremadamente limitadas, agravadas por el estado de guerra desde mediados de diciembre de 1903 hasta junio de 1904, cuando se firmó el armisticio con los rebeldes en la Línea Noroeste.

 La Teoría de un Proyecto Político propio.

Respecto a que Morales no pudo crear un proyecto político propio, el Compilador dice:

“Tampoco él fue capaz de crear un proyecto político propio sobre la base de esa nueva moral que sostenía, que muy poco importaba a las masas. Debió reunir a los políticos para presentarlo y discutirlo abiertamente a la luz de las circunstancias imperantes. Pero el personalismo lo impedía; el país carecía de prácticas democráticas y la difusión de ideas era una materia pendiente. Sus ideas fueron un cuerpo abstracto de prédicas desde un posicionamiento particular o personalista que no trascendieron siquiera a sus más cercanos colaboradores. A sus funcionarios en las diferentes provincias tenía que llamarles la atención constantemente por las violaciones a su patrón de comportamiento al que él esperaba de ellos, según se aprecia en los documentos del 23 al 26 e incluso a sus propios delegados en las provincias y tenía que pedirle a otro funcionario que les explicara cual era la política del gobierno en esa materia”. (Pág. 26)

Por otra parte dice:

“Quiso ser presidente y lo fue, pero no tenía el don de gobernar en esas circunstancias. Si se hubiera dedicado a crear su espacio, con gente moldeada y coincidente con su forma de pensar, y que lo demostraran en la práctica, que era lo más importante, quizás hubiera podido arrancar su proyecto”.

Además de que el Compilador olvida la polarización de las dos fuerzas políticas de la época, no existe el menor indicio ni referencia documental de que Morales Languasco se propusiera, o intentara, crear un proyecto político partidario propio, aunque deseaba la colaboración, para gobernar, de quienes coincidían con él en su forma de pensar. La teoría de un proyecto político propio es desmentida en el documento compilado en el Libro con el No. 146, relativo al Mensaje Presidencial de Año Nuevo en 1905 (pág. 218) en que el Presidente Morales señala cuáles eran sus propósitos en ese sentido, cuando al final decía:

“Yo no busco adictos de mi persona, sólo quiero ver devotos de la República que frustrados de las desdichas de la misma se persuadan de que única y exclusivamente pongo mi nombre en propósito para mi Patria y la mayor felicidad para mis conciudadanos”. (Morales L.) (Pág. 218).

Nota: En la época inmediata a la desaparición de Lilís las corrientes políticas, inclusive la prensa, estaban extremadamente polarizadas en torno a Horacio Vásquez y a Juan Isidro Jimenes. Como él mismo señala, el personalismo en las dos corrientes existentes en esos días hacía imposible “tratar de reunir a los políticos para presentar y discutir abiertamente las propuestas políticas de Morales L. a la luz de las circunstancias imperantes”.

Respecto a cómo procedían entonces los jefes comunales, el Compilador señala (pág. 27):

“El autoritarismo y la arbitrariedad era la constante. Los generales y comandantes no conocían otra forma de actuar y por eso sus permanentes llamados a los mismos para que se ajustaran al orden legal como era el caso que se producía en Azua. Ante esta incapacidad de crear su propio espacio político se empecinó en querer unificar dos bandos cuya inexplicable rivalidad hacía imposible cualquier obra de gobierno contraria a la práctica habitual”.

Nota: Como ya hemos referido, el intento de conciliar a ambos bandos fracasó a mediados de diciembre de 1903, luego de que los jimenistas anunciaran su candidatura para las elecciones el 12 de diciembre de 1903 y los horacistas anunciaran dos días después que se proponían llevar a Morales como candidato a la Presidencia; los jimenistas se levantaron en armas contra el Gobierno Provisional y ocurrió la guerra de La Desunión. No es cierto que Morales “se empecinó en unir ambos bandos”, de ahí en adelante, si Morales Languasco designó o trató de designar a alguien que no fuera horacista, en algún cargo de la administración pública, lo hizo en función de la capacidad de la persona elegida porque, como decía, quería a los mejores en las posiciones; y así le decía a Cáceres en la comunicación de fecha 7 de julio de 1904:

“Muchos aspirantes, pero sólo escogeré a los que tengan méritos y conocimientos para el mejor desempeño de los cargos que ostenten”. (Documento No. 106; pág. 162).

 El Compilador acusa mucha ingenuidad, posiblemente por su desconocimiento de la grave realidad que vivió la República Dominicana en esa época, de los motivos que generaron los hechos que él señala, a la vez que lo desmienten varios de los mismos documentos compilados que incluye, cuando dice (pág. 27):

“Su proyecto personal abstracto descansaba en valores como moralidad, honradez y patriotismo, entre otros. Quiso hacerlo partiendo de una rara utopía que prontamente se desvaneció y así se lo hizo saber a su vicepresidente en la permanente correspondencia que sostuvo con este”.

Aunque de los 288 documentos compilados, de la “permanente correspondencia sostenida con su Vicepresidente” solamente se incluyen cuatro (4) remitidas por el Presidente Morales al Vicepresidente Cáceres, ninguna de ellas revela alguna utopía que se desvaneciera; en la gran mayoría de los documentos compilados se aprecian orientaciones hacia los servidores públicos sobre moralidad, honradez y patriotismo.

El mito de la ayuda de fuerzas extranjeras.

El Compilador dice que el Presidente Morales “acudió en ayuda de fuerzas extranjeras” por el hecho de que, en enero de 1904, propuso al Gobierno de los Estados Unidos un “Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad” que nunca fue correspondido. Tratado que no comprometía la Independencia o la Soberanía Nacional, que fue rechazado por los norteamericanos porque el Laudo Arbitral, que ya estaba en curso, en Washington, era mejor para sus propósitos y no tendrían que aportar nada. No comprende que esas fuerzas extranjeras ya estaban en la República Dominicana, que vinieron y se impusieron desde la firma del Protocolo de 1903, por intereses económicos y políticos que no habían sido comprometidos por Morales. Al plantearlo así el Compilador acusa un desconocimiento importante del origen de los serios problemas relativos a la deuda externa que enfrentaba la República en esos días, y entiende que esas fuerzas vinieron para satisfacer un deseo o un capricho particular del Presidente Morales, cuando continúa diciendo:

“Pese a todo el patriotismo que expresaba en su discurso su práctica era todo lo contrario. Se auxilió o acudió en ayuda de fuerzas extranjeras, aunque sin éxito visible para resolver las situaciones más conflictivas que se le presentaron. Durante este tiempo había buques norteamericanos en aguas dominicanas sin una autorización expresa, pero bajo la complicidad de quienes gobernaban y hasta europeos en alguna oportunidad, como aquel buque francés que entro al puerto supuestamente a tomar fotos de las costas cuando los reclamos de algunos tenedores belgas y franceses ejercían presión sobre el país (1). Eso no hubiera sido posible sin cierta complicidad desde el gobierno. Morales se manifestaba seguro confiado en que tras la firma de los convenios con los Estados Unidos, sus cruceros se encargarían de sofocar cualquier movimiento revolucionario en su contra. Por esta razón no puede explicarse cuál era su concepción de esos valores conocidos como patriotismo, independencia y soberanía a los que aludía en su correspondencia a partir de la firma de la convención en enero de 1905. A partir de entonces utilizando un patrón discursivo común se dirigió mediante cartas a todas las personalidades del país y a los gobernadores de provincia y distritos, comandantes de armas y jefes comunales, exaltando dichos valores y asegurando su aceptación por parte de todos ellos como lo único y lo mejor que podía hacerse para asegurar que no se violasen porque aseguraba nuestra absoluta independencia y soberanía el haber firmado dicho convenio con los Estados Unidos”.

(1) Se refiere al incidente ocurrido a principios del año de 1900, cuando dos buques franceses bloquearon los puertos dominicanos requiriendo el pago compulsivo de una deuda pendiente con dos ciudadanos de esa nación, en el que intervino otro buque de guerra norteamericano, que se encontraba cerca de las costas dominicanas realizando estudios cartográficos, e influyó para que los franceses modificaran su actitud.

Nota: Esas fuerzas extranjeras, que dice, llegaron en reclamo de las deudas que dejaron Báez y Lilís como producto del desorden financiero que patrocinaron. En los inicios del Gobierno Constitucional de Juan Isidro Jimenes, en el año 1900, tan débil era la posibilidad de defensa militar de la República Dominicana, que tuvo que intervenir el buque norteamericano, aunque hubo que pagar la suma requerida de manera inmediata recurriendo a una recolecta entre la ciudadanía, porque la República no contaba con recursos para honrarla, ni con una fuerza militar o naval que pudiera enfrentar los dos buques franceses.

Luego, con la firma del Protocolo del 31 de enero de 1903, suscrito con los Estados Unidos por el Gobierno del Presidente Vásquez, se le otorgó base legal a los norteamericanos para intervenir en los asuntos internos dominicanos y de inmediato llegaron sus buques de guerra para hacer valer los términos de ese Acuerdo, aunque el Compilador crea que ese Protocolo fue un simple e insignificante acuerdo de pago, como es definido en La Viña de Naboth, una de las fuentes de información de que obviamente se ha auxiliado  para elaborar la introducción de su libro.

También llegaron varios buques de guerra europeos en reclamo de las acreencias de sus súbditos; de manera que desde mediados de 1904 el país se encontraba rodeado por 15 barcos de guerra de diferentes naciones (cuyos nombres citamos más abajo), con intenciones manifiestas de desembarcar fuerzas para apoderarse de las aduanas y cobrar sus acreencias por cuenta propia, aunque haya ingenuos que entiendan que para que aquello ocurriera fuera menester autorizaciones expresas del Gobierno dominicano, o que aquello no fuera posible sin la complicidad del Gobierno de turno. (Ver: LA MONEDA LA BANCA Y LAS FINANZAS EN LA REPÚBLICA DOMINICANA. Julio C. Estrella. Pág. 140). (Ver: Origen y Proyecciones del Protectoralismo Dominicano; Estrella Betances de Pujadas. Pág. 136).

Algunos de esos mismos barcos de guerra alemanes e italianos venían de participar en un bloqueo a los puertos de Venezuela (diciembre 1902 a febrero de 1903), por motivos similares, con los mismos actores (los países europeos como acreedores y Estados Unidos como mediador), donde esos barcos alemanes atacaron ciudades costeras causando bajas considerables; de los diez (10) barcos de guerra con que contaba la Armada de Venezuela, dos fueron capturados y puestos al servicio del Imperio Alemán, sacaron tres de ellos a mar abierto, los hundieron y apresaron a sus tripulantes. Todo ello sin la autorización expresa ni la complicidad de quienes gobernaban en Venezuela. La República Dominicana, en cambio contaba en esa época con tan sólo dos barcos de guerra pequeños y deficientemente armados.

Buques de guerra presentes en el asedio a la República Dominicana en octubre de 1904.

Alemania: “Vineta”, “Gazelle”, “Panther” y “Falke”.

Estados Unidos: “Yankee”, Baltimore”, “Olympia”, “Newark” y “Des Moines”.

Francia: “Troude”, “Tage”, “Jurien de  la Graviere”.

Italia: “Giovanni Bauzan” y “Liguria”.

Holanda: “De Ruyter”

 

Acciones militares y consulares de los norteamericanos en contra de Morales.

El Compilador (Alfredo Rafael Hernández F.) se hace eco de otros historiógrafos e insiste en que Morales Languasco recibía apoyo militar de los norteamericanos, sin embargo, era todo lo contrario, los documentos que él mismo aporta y que citamos a continuación, lo desmienten. Estas cinco correspondencias, más dos (2) que mostramos más adelante, relativas a solicitudes de apoyo del Gabinete golpista, dan testimonio de que el Gobierno de Morales rechazaba acciones de militares o de diplomáticos norteamericanos que obraban a favor de sus adversarios. Veamos:

1- Documento No. 36 (pág. 83) d-f 21 de enero de 1904: “Gobierno Dominicano advierte sobre incidentes por guardia en buques por el río” AGN. Ministerio de Relaciones Exteriores. Libro No. 54 de 1905. pág. 278. No. 10.

Santo Domingo, 21 de enero de 1904.

Sr. Encargado de Negocios.

                                            En respuesta a su atenta nota de hoy, numerada 425, tengo el honor de participarle que el Gobierno Provisional ha resuelto en previsión de que se repitan casos como el del Anna, hacer custodiar los vapores de río por una guardia que irá a bordo de los mismos durante su trayecto por el río. Por lo que respecta a la guardia que VS me anuncia irá compuesta por marinos del buque de guerra Newport creo oportuno hacerle presente que el Gobierno declina toda responsabilidad de cualquiera ocurrencia que pueda sobrevenir a uno de los marinos americanos durante el tránsito. Aprovecho la ocasión para reiterar a Ud. los sentimientos de la más distinguida consideración.

  1. J. Lm. Señor Encargado de Negocios de los Estados Unidos de América

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Nota: En la comunicación anterior el Gobierno se opone a que soldados norteamericanos custodien los buques mercantes de los Estados Unidos por la ría del Ozama.

=======================================================Documento No. 37 (pág.84) d-f 4 de febrero de 1904: “Agente comercial de Estados Unidos en Samaná protege a jefe rebelde” AGN. Ministerio de Relaciones Exteriores Libro No. 54 de 1904. pp. 340-41. No. 26.

Santo Domingo, Febrero 4 de 1904

Sr. Encargado de Negocios.

                                            El departamento de Interior ha recibido del Delegado y Gobernador de Samaná una comunicación de fecha 20 de enero por la cual le informa entre otros particulares del siguiente: Me apresuro a incluirle una lista de algunos señores que estaban en la revolución y que hoy se hayan asilados en las agencias consulares de los Estados Unidos y de Italia. Tan pronto me participó el Agente Comercial de los Estados Unidos que el señor Carlos Anderson se encontraba en su Agencia al abrigo de su Gobierno, solicité de él me fuera presentado en la Gobernación, para yo a su vez presentarlo al Superior Gobierno, en vista de que no es la primera vez que el señor Anderson altera el orden público contando con la protección extranjera. El Señor Agente Comercial me respondió que le era imposible acceder a mi petición. He averiguado que el señor Carlos Anderson en lugar de estar en la oficina comercial se encuentra en una bodega que posee el señalado agente en su propiedad de La Pascuala. Esta propiedad es un campo que está más o menos a cinco minutos de la población. El Gobierno Provisional me encargó llamar la ilustrada atención de VS hacia el hecho que se denuncia en la parte de la comunicación que he dejado transcrita, persuadido de que VS no consentirá que un Agente de los Estados Unidos, que no goza del Derecho de Asilo siga prestándose complaciente a esconder a los enemigos de la paz y el orden de este país, al punto que lo hace el señor Villain guardando en su casa particular a un jefe dominicano alzado en armas contra el Gobierno, reconocido después de haber sido derrotado con la fuerza que dirigía. Reitero a Ud. Señor Encargado de Negocios, las seguridades de mi siempre alta y distinguida consideración.

                                                                                            José R. F.

————————————————————————-Nota: En la comunicación anterior el Gobierno de Morales se queja de que el Agente Comercial de los Estados Unidos, en Samaná, protegía al insurgente o rebelde, Carlos Anderson y lo escondía en una propiedad suya en La Pascuala.

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 3- Documento No. 48 (pág. 97) d-f 19 de marzo de 1904: “Gobierno dominicano eleva queja al de los E.U.” (buque de guerra americano haciendo causa común con partidas armadas hostiles al Gobierno).

Ministerio de Relaciones Exteriores. L-315-317 E-15. Libro B. Queja del Gobierno Dominicano ante acción del Comandante de buque americano en 1904. 19 de marzo de 1904

Al Encargado de Negocios de los Estados Unidos de América.

Ciudad.

Señor encargado de Negocios.

                                                El señor Presidente Morales me ha manifestado el deseo de que Ud. conozca por el despacho telegráfico adjunto que remito a vos con ruego de que me lo devuelva después que se haya enterado del contenido- La conducta poco amistosa hacia el Gobierno Provisional observada por el Comandante del buque de guerra americano cuando estaba en San Pedro de Macorís en poder de los revolucionarios. Ud. podrá observar leyendo el telegrama, que el Comandante a que hace referencia el Dr. De La Mota aparece como haciendo causa común con partidas armadas en abierta hostilidad contra un Gobierno reconocido por la nación a que pertenece su buque. El Gobierno del señor Morales justamente sentido por un proceder semejante, no quiere calificar este proceder y dejar al cumplido de Ud. hacer las apreciaciones que se desprenden del hecho; pero necesita sin embargo, dejar constancia del caso por medio de la presente comunicación.

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Nota: En la comunicación anterior el Gobierno se quejaba ante el Encargado de Negocios de los Estados Unidos de que el comandante y oficiales de un buque de guerra americano, en San Pedro de Macorís, mientras esa ciudad se encontraba en poder de los revolucionarios, hacían causa común con esas partidas armadas, en contra del Gobierno reconocido por la nación a que correspondía el buque.

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 4- No. 49 (pág. 98) d-f 20 de marzo de 1904: “Legación de E.U. responde con arrogancia y justifica su intervención en nuestros asuntos internos”. (a favor de los revolucionarios contrarios a Morales)

Ministerio de Relaciones Exteriores. L-315-317 E-15. Libro B. Respuesta a queja del Gobierno Dominicano ante acción del Comandante de buque americano en 1904.

Legación de los Estados Unidos

Santo Domingo,

20 de marzo de 1904

Honorable José R. Pérez Román

Ministro de Relaciones Exteriores int. del Gobierno Provisional Santo Domingo.

Señor mío. Tengo el placer de acusarle recibo a Su Excelencia de su instancia No. 74 del 19 de marzo, y en la cual Ud. manifiesta que mi petición de Su Excelencia, el Presidente, ha adjuntado un telegrama cuyo contenido expresa que el Comandante de uno de nuestros buques navales había estado en comunicación con uno de los generales insurrectos en San Pedro de Macorís. En respuesta a la comunicación de Su Excelencia, me haría Ud. un gran favor informándole al Presidente General Morales, que lamento el incidente de que se queja, pero que creo que Su Excelencia se equivoca seriamente al creer que alguno de los Comandantes de nuestros buques navales que llega a estas aguas, ayude de ninguna forma, de palabra o con consejos a los que están en insurrección contra el actual Gobierno o que le son enemigos donde tales oficiales de las fuerzas insurrectas hayan visitado a nuestros buques, o cuando los comandantes de estos se hayan encontrado con ellos en los Consulados de los Estados Unidos, ha sido con el propósito de informarles que los intereses extranjeros no debían ser molestados ni injerirse en ello. Creo que Su Excelencia hallará que tal haya sido el tenor de todas las comunicaciones que nuestros oficiales navales han tenido con los opositores al Gobierno Provisional. No me cabe la menor duda que después de esas entrevistas en bien de su causa, han hecho circular rumores de que nuestros oficiales les eran favorablesSegún lo hemos manifestado, siento mucho que Su Excelencia, que no se le presta la debida consideración al Gobierno. Algunas veces obedeciendo instrucciones de mi Gobierno, nuestros oficiales navales se ven obligados a avistarse con los adversarios del Gobierno de Su Excelencia. Tengo el honor de devolverle el adjunto el telegrama según me lo pide.

Se repite de Su Excelencia, muy atentamente.

  1. F. Powell, Chargé D’affaire

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Nota: La comunicación anterior es la respuesta del Encargado de Negocios norteamericano en la que informa que cuando las fuerzas insurrectas han visitado sus buques, o cuando sus oficiales se han encontrado con los rebeldes en los Consulados de los Estados Unidos, ha sido con el propósito de informarles que los intereses norteamericanos no deben ser molestados y, además, que sus oficiales navales se ven obligados a avistarse con los adversarios del Gobierno por instrucciones del Gobierno de los E.U.A.

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5- No. 66 (pág. 119) d-f 29 de abril de 1904: Presidente Morales maneja conflicto consular en Samaná. (amenaza retirar execuátur al Vicecónsul norteamericano por favorecer a los insurgentes).

                                                                                    29 de abril de 1904

Sr. Don Ventura Cabral

Samaná

Estimado amigo.

                           El Gobierno por órgano, del Ministro de Relaciones Exteriores, teniendo en cuenta los informes que se le ha suministrado con respecto a la conducta del Señor Vice Cónsul de los EE. UU. de América en ese Distrito, se ha dirigido al Señor Encargado de Negocios Mr. Powell a fin de que el referido Sr. Vice Cónsul se ciña a la gestión de su cargo y evitarnos así el penoso deber de retirarle el Exequatur.

Le saluda a Ud. atentamente, su amigo.

                                                                               Morales Lg.

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Nota: En la comunicación anterior el Presidente Morales informa al Gobernador en Samaná, que el Ministro de Relaciones Exteriores había enviado los informes al Encargado de Negocios norteamericano para que amoneste al Vice Cónsul de los Estados Unidos en Samaná y amenaza con quitarle el Exequatur por proteger a los rebeldes.

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La lógica y prudente defensa de la Convención de 1905.-

Luego de tener que acatar como una camisa de fuerza las medidas contenidas en el Laudo Arbitral, que junto a lo acordado con los tenedores de bonos europeos generaron la Convención de 1905, no se podía hacer nada mejor que promoverla porque, aunque intervenidas las aduanas, entre todos los males que pudieran sobrevenir era la única manera de mantener la soberanía de la Nación.

Nada se ganaba, estando consciente de la situación, con adoptar un discurso patriotero contrario a la inevitable Convención, que podía crear malestar en la población generando innecesarias acciones violentas producidas por sentimientos patrióticos apasionados, aunque fueran justificados, cuando en tales circunstancias resultarían estériles. Se requería de una actitud prudente que evitara acciones que pudieran devenir en innecesarios derramamientos de sangre intentando desconocer los acuerdos que no había oportunidad de evadir, a la vez que se ponía en peligro la integridad territorial de la República dando al traste con la independencia, como ocurrió posteriormente con la intervención en 1916. A esa posibilidad se refería Morales Languasco cuando dijo en su discurso ante el Congreso, en febrero de 1905: “La única clase de patriotismo que vale la pena, es aquel que muestra sus resultados en obras de utilidad pública”

No fueron otros los motivos que produjeron la ocupación militar norteamericana en 1916; fueron las guerras intestinas, la inestabilidad política y económica que impidieron mantener la independencia; lo que seguramente pudo haber ocurrido en 1903 cuando Woss y Gil fue conminado por William F. Powell a reconocer el Protocolo y a nombrar los árbitros para los fines del Laudo o, en julio de 1904, si el Gobierno se hubiera negado a acatar los términos del Laudo que había sido dictado como consecuencia del Protocolo de enero de 1903.

En el siguiente planteamiento el Compilador deja entrever una mezcla de ingenuidad, ignorancia y confusión que debe apenar a cualquier lector que esté medianamente edificado sobre la gravedad de las circunstancias que entonces pesaban sobre la República Dominicana, porque ingenuamente pretende que en tales condiciones no fuera lesionado el interés nacional, ignorante del  peligro que había, como decía Morales Languasco, de que se perdiera la independencia y la soberanía Nacional de manera absoluta; y de confusión porque, al final, no niega que la crisis del País era extrema, pero dice que “había que buscarle una salida honrosa  que no fuera una entrega descarada a una de las potencias interesadas”. Veamos:

“Alegaba que se preservaba la independencia y la soberanía nacional de manera absoluta, tratando de confundir a todos con algo que él más que nadie sabía que era totalmente lesivo al interés nacional. Sólo veía lo que le parecía bueno, no analizaba la realidad objetiva de su propuesta y se mantenía cada vez más elevado ese sensacionalismo subjetivo, donde sus emociones, su afán de reconocimiento y de gloria, su delirio de grandeza por la magna obra realizada de la cual se encontraba satisfecho, revelaban una especie de mesianismo autoatribuido sin ninguna base lógica. Esto, sin negar que la crisis del país era extrema y que había que buscarle al menos una salida, pero una salida honrosa (?), no una entrega descarada a una de las potencias interesadas”. (Pág. 32)

Nota: En mi humilde opinión, en esta parte el Compilador cometió la omisión más importante de todo su trabajo, pudo haberse lucido señalando algunas de las salidas honrosas de las que, en aquellas circunstancias, se le podían ocurrir.

 

 

El origen de la Deuda Externa según el Compilador.

El Compilador acusa un desconocimiento importante sobre cómo y porqué, así como del orden cronológico en que ocurrieron las cosas, sobre la crisis de la deuda externa, cuando dice:

 “Desde que el presidente Heureaux entregó las aduanas a la Improvement y el posterior acuerdo que Jimenes firmó en 1900, dicha compañía había actuado como un poder dentro del Estado dominicano y unilateralmente había dejado de cubrir los compromisos con las naciones europeas. Esto creaba al gobierno de Morales (?) una grave presión financiera por la forma como dichas naciones querían venir a tomar las aduanas para cobrarse sus acreencias. Además, el gobierno norteamericano dio todo su apoyo a los alegatos de la Improvement en la defensa de sus intereses particulares y el gobierno (?) se plegó a ello”. (pág.29)

Nota: Se refiere al acuerdo firmado entre el Gobierno dominicano y la San Domingo Improvement Co. el 20 de marzo de 1900, que fue anulado, no porque esa compañía había dejado de cubrir los compromisos con las naciones europeas sino porque, al suscribir ese nuevo acuerdo con el Gobierno, la Improvement alegó tener el consentimiento requerido de la mayoría de los tenedores de bonos belgas para representarlos en la negociación, y era falso, éstos no habían dado su consentimiento a la Improvement para que los representara en la suscripción de dicho contrato.

 Pero además, resulta inexplicable cómo el Compilador relaciona ese acuerdo de 1900 con la grave presión financiera que esto creaba a Morales en 1904, sin mencionar aspectos fundamentales surgidos posteriormente a 1900 que otorgaban derecho a los Estados Unidos para representar a la San Domingo Improvement Co. ante el Gobierno dominicano, que no pueden ser omitidos.

Como él señala, la intervención en las aduanas dominicanas por una compañía extranjera no era nada nuevo, anteriormente las aduanas habían sido manejadas por la compañía Westendorp y por la San Domingo Improvement Co. mediante La Caja Recaudadora “La Regie”; pero ahora el caso no se relacionaba para nada con el acuerdo que cita de 1900, salvo que se trataba de la misma deuda; ahora la intervención directa de los Estados Unidos en los asuntos dominicanos obedecía al Protocolo suscrito en 1903 con el Gobierno de Horacio Vásquez, en cuyos términos (Art. 1) la República Dominicana se comprometía a pagar al Gobierno de los Estados Unidos las acreencias que el Estado tenía pendientes con la Improvement. En este caso los Estados Unidos ya no realizaban una gestión diplomática a favor de la Improvement Co., como había hecho anteriormente, sino que ejercían un derecho que le otorgaba de manera concreta y expresa el referido Protocolo, aunque la Viña de Naboth y sus estudiosos lo definan de manera tan sutil como “un simple acuerdo de pago”. (Ver: LA REPÚBLICA DOMINICANA, Ramón Marrero Aristy. Pág. 275)

 Pero, el Compilador, no obstante incluir de manera errónea entre esos documentos los relativos al Protocolo de enero de 1903 y al Laudo Arbitral como firmados por Morales, no los leyó, y vuelve a ignorar detalles clave del proceso de la deuda ocurridos en los gobiernos de Horacio Vásquez y Alejandro Woss y Gil.

La participación de los Estados Unidos en el asunto fue sobre la base legal que le otorgó el Gobierno del Presidente Vásquez, que se plegó a ello, como dice él, al apoyo que el Gobierno norteamericano ofreció a los alegatos de la Improvement Co., al suscribir el citado Protocolo que, posteriormente, el Gobierno de Woss y Gil fue conminado a reconocer y a nombrar los jueces,  dejando a Morales Languasco sin más alternativa que acatar el Laudo que fue dictado por el Tribunal Arbitral durante su período gubernativo como consecuencia de todo lo anterior. (Ver: De Hartmont a Trujillo, César A. Herrera, (págs. 128 y 261) y LA MONEDA, LA BANCA Y LAS FINANZAS EN LA REPÚBLICA DOMINICANA; Julio C. Estrella. (Pág. 140).

Cronología de acontecimientos orientadores importantes.

Para honrar la verdad, y los mismos documentos que el Compilador incluye en su libro, con fines de entender mejor el proceso debió hacer un cotejo cronológico de algunos acontecimientos como sigue:

1- 26 de julio de 1899: Es ajusticiado el dictador Ulises Heureaux (Lilís) y asume la Presidencia Provisional Horacio Vásquez.

 2- 15 de noviembre de 1899: Toma posesión como Presidente Constitucional de la República Juan Isidro Jimenes y Horacio Vásquez asume como Vicepresidente y Delegado del Gobierno en El Cibao.

 3- 20 de marzo de 1900: Se suscribe el contrato con la Improvement Co., al que se refiere (Gobierno de Juan Isidro Jimenes).

 4- 3 de junio de 1901: El Gobierno de Juan Isidro Jimenes, por medio de su enviado el Dr. Francisco Henríquez y Carvajal, llega a Acuerdos con la Improvement y con los Tenedores de Bonos belgas y franceses, que permitían reducir el monto de la deuda casi a la mitad y aseguraba el retiro definitivo de la Improvement del País. Los horacistas se opusieron y el acuerdo fue rechazado en el Congreso.

 5- 26 de abril de 1902: El Vicepresidente Horacio Vásquez derroca al Presidente Constitucional Juan Isidro Jimenes, porque no gobernaba según los deseos del Vicepresidente.

 6- 31 de enero de 1903: Se suscribe el Protocolo (pág. 167), entre los gobiernos de Horacio Vásquez y Theodore Roosevelt para el pago de las acreencias de la San Domingo Improvement Co., el cual especifica que “el Gobierno dominicano pagaría esas acreencias directamente al de los EE.UU.” y ordena la creación de un Tribunal Arbitral para establecer las condiciones de pago; compuesto por tres jueces (uno dominicano y dos norteamericanos) cuyas decisiones serían “concluyentes y finales”.

7– 23 de marzo de 1903: Alejandro Woss y Gil derroca a Horacio Vásquez.

8- 24 de octubre de 1903: Inicia en Puerto Plata la Revolución de La Unión. (Documento No. 4; pág. 46).

9- 12 de noviembre de 1903: El Presidente Woss y Gil comunica al Encargado de Negocios de los EE.UU. que ha designado al licenciado Manuel de Jesús Galván como árbitro para actuar en la Comisión de Arbitraje, así como al Juez Adjunto de la Corte de Apelación de los Estados Unidos como tercer Árbitro, según lo previsto en el Protocolo. (Documento No, 15; pág. 58)

10 24 de noviembre de 1903: Carlos F. Morales Languasco asume de manera oficial la Presidencia Provisional de la República.

 11- 08 de diciembre de 1903: El Presidente Morales convoca a elecciones (Documento No, 22; pág., 66)

12– 09 de diciembre de 1903; El Encargado de Negocios de los EE.UU. solicita al Gobierno de Morales que los contratos o convenios pactados con su Gobierno (el Protocolo de enero de 1903) sean atendidos por el Gobierno Provisional. (Documento No. 27; pág. 71)

13- 12 de diciembre de 1903: Juan Isidro Jimenes lanza su candidatura Presidencial, con Miguel A. Pichardo para la Vicepresidencia.

 14- 13 de diciembre de 1903: El Gobierno Provisional de Morales L. informa al Encargado de Negocios de los E.E.U.U. que cuando el Gobierno Provisional conozca cuáles son los contratos que él solicita reconocer, buscará de las facultades y medios a su alcance para atender su solicitud. (pág.71)

 15- 14 de diciembre de 1903: Los horacistas presentan candidaturas con Morales a la Presidencia y Cáceres a la Vicepresidencia lo que motiva que los jimenistas se levanten en armas e inicien la guerra civil de La Desunión.

16- 19 de enero de 1904: El Gobierno Provisional de Morales L. es reconocido por el de los EE.UU.  (Documento No 35; pág. 82).

17- 19 de junio de 1904: Morales Languasco se juramenta como Presidente Constitucional.

18- 14 de julio de 1904: La Comisión de Arbitraje falla respecto al Protocolo del 31 de enero de 1903 y dicta el Laudo Arbitral. (Documento No. 112; pág.170).

19- 20 de enero de 1905: Firma de la Convención que fue modificada el 7 de febrero de ese año.

20- 31 de Marzo de 1905: Entra en vigor el Modus Vivendi, que no fue otra cosa que poner en práctica la Convención de manera administrativa, para evitar que las aduanas fueran intervenidas por la fuerza por buques de guerra europeos ya que el Senado de los E.E.U.U. había cerrado el período legislativo sin conocer la Convención.

Por otra parte, también agrega el Compilador lo siguiente:

“La situación de crisis creada fue porque este se propuso negociar con los Estados Unidos a como diera lugar, para colocar al país como un protectorado, al permitirles la conducción de las finanzas públicas y la decisión de distribuir el pago de la deuda a los acreedores extranjeros. Además, los Estados Unidos irrespetaron los acuerdos previos del gobierno dominicano con las naciones europeas que como Italia, Francia y Bélgica habían pactado con él cobrar sus deudas de los ingresos aduaneros de los puertos de Santo Domingo, Samaná, y Puerto Plata, provocando una situación insólita, en una maniobra donde los EEUU colocaron al agente Abbott en la aduana de Puerto Plata, alegando fallas en el cumplimiento de los compromisos por parte del gobierno dominicano. Esta pugna imperial que se desarrollaba por el control financiero del país, la decidió el propio Morales a favor de EEUU, primero al solicitarle su ayuda y segundo al aceptar el fallo del laudo arbitral hecho por los norteamericanos a favor de sus propios intereses, y en tercer lugar por continuar unas negociaciones a todas luces lesivas al interés nacional. Para el eso era moral, patriotismo y honradez”. (pág. 29)

Nota: Aunque Morales propuso a los norteamericanos un Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad, no es cierto que éste contemplaba permitirles la conducción de las finanzas públicas o la decisión de distribuir el pago de la deuda a los acreedores extranjeros, ni comprometía la soberanía nacional, como dicen algunos sin conocer sus términos. (Ver el proyecto de Tratado en este Blogg).

La situación de crisis no fue creada por el Presidente Morales, todo lo contrario, la crisis por la intervención de los norteamericanos en los asuntos internos de la República Dominicana, como hemos señalado en más de una ocasión, estaba fundamentada en el Protocolo de enero de 1903. Fue Horacio Vásquez, y no Morales, quien decidió esa pugna imperial a favor de los Estados Unidos. El fallo Arbitral sorprendió al Gobierno dominicano, en julio de 1904, viéndose compelido a acatarlo mientras planteaba su defensa haciendo oposición a sus lesivos términos, como vemos en la cita a continuación:

El General Juan Francisco Sánchez, adoptó una posición de verdadera defensa de los intereses de la República, y el Licenciado Galván, mantenido como Árbitro por el Gobierno de Morales, defendió con tenaz empeño los derechos del Estado dominicano, aún dentro de los estrechos límites del Protocolo del 31 de enero de 1903, el Laudo dictado en Washington el 14 de julio de 1904 por la comisión de Arbitraje integrada por dos miembros norteamericanos y por el Licenciado Galván, gracias a la decisión de los dos árbitros anglo-sajones creó un sistema de intervención en el manejo de las rentas aduaneras dominicanas que dio “pleno poder y completa  autoridad” al Agente Financiero designado por el Gobierno norteamericano para representar los interese de la Improvement, para que cuando actuando por su propia decisión pudiese tomar posesión de ciertas aduanas de la República y administrarlas por su cuenta, en caso de que el gobierno no pudiese efectuar los pagos mensuales fijados en el Laudo. (LA REPÚBLICA DOMINCANA: Ramón Marrero Aristy. Pág. 295)

Protocolo, Laudo, Protectorado, Convención y Modus Vivendi.-

Definición de “Laudo”. 

(http://definicion.de/laudo/#ixzz3k1n3BdrF)

“Es un concepto que se utiliza en el ámbito del derecho para nombrar a la resolución dictada por un árbitro o un amigable componedor que permite dirimir un conflicto entre dos o más partes. El fallo del árbitro puede compararse con la sentencia que dicta un juez, aunque la jurisdicción de éste se encuentra fijada por la ley y la jurisdicción del árbitro se halla en la autonomía de la voluntad. Esto quiere decir que la decisión del árbitro debe ser aceptada por las partes para que el litigio se resuelva.

Por lo general, las partes en conflicto firman un acuerdo (protocolo) antes de acudir a la mediación del árbitro a través del cual se comprometen a aceptar y acatar el laudo que se proponga como resolución del conflictoEl laudo, por lo tanto, no está obligado a fundamentarse en el derecho. Las partes pueden acordar previamente que el arbitraje se centre en criterios de equidad, más allá de lo jurídico. La ejecución de un laudo arbitral, de todas maneras, requiere de un juez que ordene la mediación”.

Nota: La negociación de un Tratado que respetara la Independencia, la Soberanía y la integridad territorial de la República, como fue propuesto por el Gobierno de Morales, hubiera sido lo más favorable porque suponía ventajas que no contemplaba el Protocolo, mientras que mediante el Laudo Arbitral la soberanía nacional estaba sujeta a lo que decidieran los árbitros en sus deliberaciones, como ocurrió.

Luego, como el Laudo no contemplaba honrar la deuda de los tenedores de bonos europeos, porque éste se refería de manera exclusiva a la deuda con la San Domingo Improvement Co., representada por los Estados Unidos, fue necesario reformular lo programado en la Convención de enero, consolidando el compromiso de pago de ambas deudas, la norteamericana y la europea, en otro instrumento que se conoció como la Convención de febrero de 1905.

El Gobierno de Morales. L. no permitió, como dice el Compilador, que las autoridades designadas por los Estados Unidos decidieran el manejo de las finanzas públicas. Estaba comprometida una parte de las recaudaciones de las aduanas, especializada para el pago de la deuda, según lo establecido en el Laudo, y hubo que aceptar el requerimiento de las potencias europeas que amenazaban con desembarcar fuerzas militares para ocupar las aduanas y cobrarse por su cuenta, quienes, para los fines del Modus Vivendi, exigieron que un agente norteamericano se encargara de las recaudaciones aduaneras, ya que los Estados Unidos se encargarían de pagarles a ellos, y no admitían otra fórmula; pero la parte de las recaudaciones de las aduanas que correspondía al Estado, como el resto de las recaudaciones internas y todas las otras actividades financieras de la Administración Pública, eran manejadas de manera absolutamente independiente y con estricta honradez por el Poder Ejecutivo para atender los requerimientos de la Nación, además de que no quedaba enajenado el territorio nacional. A ese patriotismo era al que se refería Morales Languasco, porque estaba consciente de que podía ocurrir lo que posteriormente ocurrió en 1916.

Pero el Compilador, en la aparente ingenuidad y el ofuscamiento de su muy influenciado criterio en contra de Morales Languasco, no logra comprender lo frágil y grave que era la posición en que se encontraba la República Dominicana, ante la intransigencia de los acreedores extranjeros de la deuda, durante el período que transcurrió entre la firma del Protocolo del 31 de enero de 1903 y la firma del Modus Vivendi en 1905, cuando el País se encontraba asediado por cinco buques de guerra norteamericanos y diez europeos dispuestos a desembarcar sus fuerzas, y ocupar las aduanas de manera atropellada, para cobrarse las acreencias de sus súbditos. Pero él insiste de manera reiterada, casi viciosa, en destacar el deseo apasionado del Presidente Morales Languasco de entregar el País a esas fuerzas extranjeras. Como ya hemos señalado, lo mejor que pudo hacer el Presidente Morales, en esas circunstancias, fue evitar una acción desordenada de esas fuerzas que pudiera llegar a la enajenación del territorio nacional. Esa era la única salida honrosa que podía lograrse en esas circunstancias.

Lo expuesto en el párrafo anterior sobre las posibilidades de una ocupación territorial se explica por los términos que el Presidente Roosevelt usó en la comunicación que remitió al Congreso de los Estados Unidos para someter la Convención de 1905, que decía:

  “La situación de la República Dominicana, después de algunos años iba de mal en peor, hasta el punto de que hace un año toda la sociedad se encontraba allí bajo el golpe de la disolución”.

“Felizmente en este momento surgió un jefe, quien, de acuerdo a los demás gobernantes, vio los peligros que amenazaban a su país y recurrió a la amistad del único vecino poderoso y grande que dispone de poder y tiene a la vez el deseo y la voluntad de ayudarles”.

“También sostuvo que el peligro de una intervención extranjera era inminente en la República Dominicana, porque los gobiernos anteriores habían contraído deudas en forma desconsiderada y, debido a los disturbios domésticos, el país no podía encontrar medios de pagarlas”.

 Nota: El Presidente Roosevelt se refería a las amenazas de los europeos para ocupar las aduanas, obviamente, “el poderoso vecino del norte” lo evitaría, pero su intervención no se haría esperar si no se cumplían los acuerdos suscritos con él, como ocurrió posteriormente en 1916.

En los siguientes términos explicaba en las Memorias presentadas por el Gobierno al Congreso, el respetable Ministro de Hacienda Federico Velásquez, cuál era la acuciante realidad de la República en tales circunstancias; decía:

“Pero la convención no representaba un remedio inmediato a un mal cuyo peligro e inminente carácter no permitía dilataciones: cuantos tenían contratos dentro y fuera del país exigían el cumplimiento de ellos. Las reclamaciones extranjeras no se hacían esperar; el laudo con todas sus mortificaciones y exigencias se estaba ejecutando; por otra parte, el estado de anarquía en que se hallaba el país, siempre amenazado por revoluciones que consumirían los últimos restos de los recursos, hacían imprescindible que se procediera rápidamente cargando el Ejecutivo con la responsabilidad de la medida, ya que en bien de la patria se deben asumir todas, afrontando impasible el juicio interesado de los contemporáneos con la esperanza de que sea rectificado por el justiciero e imparcial de la historia (1). La Convención había de ser aceptada por las cámaras de ambos países antes de entrar en ejecución; podía ser o no aceptada, y entre tanto el terrible mal iría cada vez más acentuándose y progresando hasta hacer segura e irreparable la ruina de la República.

“El Ejecutivo hizo lo que debía cumpliendo todo su deber al asumir la responsabilidad íntegra de la medida, si arbitraria y violenta en cuanto que determina la suspensión de pagos, benéfica y salvadora, como único refugio que le quedaba al Estado contra el peligro de su terrible situación; y fuerte en su conciencia en su patriotismo expidió la resolución del 31 de marzo de 1905”. (Ver: Las Finanzas de la República Dominicana, De Hartmont a Trujillo; César A. Herrera. Pág. 274)

(1) Nota: La rectificación está pendiente.

Durante la ocupación de 1916 sí fue enajenada completamente la soberanía Nacional, manejadas las finanzas públicas y todas las demás operaciones administrativas y militares por autoridades norteamericanas y, aunque algunos creyeran lo contrario, lo que ocurrió en 1916 hubiera podido ocurrir en 1903 o en 1904 si los gobiernos de entonces se hubieran negado a reconocer el Protocolo de enero de 1903 y su apéndice, el Laudo Arbitral, pues cuando a requerimiento del Encargado de Negocios de los EE.UU., William F, Powell, para que el Gobierno de Woss y Gil reconociera dicho Protocolo, éste le respondió que ese acuerdo era inconstitucional porque había sido suscrito por un Gobierno de facto y que, además, no había sido sancionado por el Congreso dominicano, a lo que Powell más o menos le respondió:

“Si su Gobierno no reconoce el Acuerdo romperemos relaciones, pasaremos a vía de hechos y veremos qué ocurre”.

Que era lo mismo que decir que ocuparían el País, como hicieron luego en 1916. Esa fue la única razón para que el Presidente Woss y Gil se apresurara a reconocer el dichoso Protocolo y a nombrar a su Canciller, el licenciado Manuel de Jesús Galván, como árbitro para actuar en el Tribunal de Arbitraje.

Contrario a lo que sostiene el Compilador, sin aportar ningún documento que lo respalde, el Presidente Morales nunca recibió el apoyo de los buques de guerra norteamericanos, porque sabía que no podía contar con ellos. Es posible que, en algún momento Morales Languasco sugiriera alguna posibilidad de respaldo por parte de los norteamericanos, como muro de contención para apaciguar las intenciones de quienes venían maquinando en su contra, pero no había antecedentes ni evidencia alguna que indujeran a pensar que podía contar con ellos.

Caída del Gobierno de Morales.

En la crisis creada en Palacio, por Luís Tejera, el seis de diciembre de 1905, cuando el Presidente Morales se encontraba reunido con el Vicepresidente Cáceres y con el Ministro Residente Dawson; al enterarse el Presidente de que el General Tejera, Ministro de Guerra y Marina, había irrumpido en Palacio con cuarenta soldados armados, encargó para recibirlo a su edecán y, de inmediato, salió a su encuentro el Vicepresidente Cáceres, quien había influido para su nombramiento, ocasión en que Tejera le manifestó que ya tenía un plan acabado para asesinar al Presidente.

En la ocasión Morales no le reclamó respaldo a Dawson, quien se encontraba con ellos en ese momento. Los documentos que el mismo Compilador aporta lo desmienten, así como los que manifiestan las quejas del Presidente por acciones de los norteamericanos a favor de sus adversarios. No se puede alegar una cosa y presentar pruebas de lo contrario. Por esa misma razón Morales salió de la Capital, con un acompañante, al caer la tarde el día de Nochebuena de 1905, para encontrarse en las afueras de la ciudad con dos o tres hombres leales que le acompañarían hasta Haina, donde planeaba dejar un frente de combate para luego abordar el crucero Independencia en las cercanías de San Cristóbal para dirigirse hacia Montecristi. Para esos fines no solicitó ni recibió ayuda de los norteamericanos.

En ocasiones anteriores el Presidente Morales Languasco había demostrado ser un hombre combativo y no había razón para pensar que en esta ocasión no lo fuera. Al sentirse perseguido en las inmediaciones de Haina, ya en la oscuridad, el Presidente trato de hacer una maniobra evasiva forzando su montura a bajar por una pendiente, cayeron y él sufrió la fractura de una pierna.

Contrario a los rumores del supuesto apoyo de los norteamericanos, Morales Languasco planeó sus acciones sin contar en absoluto con ellos; quienes sí pidieron ayuda desesperada y amargamente a los norteamericanos fueron sus adversarios en el Gabinete que lo derrocó, como demuestran los documentos No. 248 y No.250, que se incluyen a continuación.

No. 248 (pág. 333) d/f 30 de diciembre de 1905: “Solicita a cruceros americanos detener buque dominicano considerado rebelde”.  (El crucero Independencia era leal a Morales).

 Al Ministro Residente de los Estados Unidos de América.

Del Ministro de Relaciones Exteriores.

Señor Ministro:

Como había dicho a VE en el día de ayer, el crucero dominicano Independencia que había sido despachado para Sánchez el día 26 del corriente, no llegó a su destino, arribando al contrario a Montecristi en la noche de antes de ayer, o en la mañana de ayer. Como el Gobernador de Montecristi está en armas contra el Gobierno y como el crucero Independencia llevaba armas, municiones y dinero para Sánchez, todo lo cual, en unión del buque debe haber puesto a disposición de los revolucionarios, es de presumirse que éstos se servirán de él para atacar a Sánchez, Samaná, Macorís u otro puerto del litoral, contribuyendo así a levantar focos en esos lugares y a prolongar la guerra civil en el país. En esa virtud, y como el Gobierno está interesado en que no se introduzcan armas ni pertrechos en la República para alterar el orden, cosa que hará el crucero Independencia estando al servicio de los revolucionarios, he creído conveniente comunicar estos hechos y apreciaciones a VE para si es posible se detenga en Montecristi al crucero rebelde hasta tanto que VE reciba instrucciones de Washington sobre el particular. El crucero independencia ha sido declarado en rebeldía por decreto de fecha de hoy. Aprovecho la oportunidad para suscribirme a VE con la más alta consideración. (Firmado E. Tejera)

Nota: Como puede observarse en la comunicación anterior el Ministro de Relaciones Exteriores mintió buscando lograr sus propósitos. El crucero Independencia no había sido despachado para Sánchez, pues tenía instrucciones precisas de moverse de Azua a Montecristi con el Presidente Morales, pero la desgracia del accidente sufrido le impidió llegar a Azua y el Independencia tuvo que salir sin el Presidente como habían acordado.

Documento No. 250 (pág. No. 338 del libro) d/f 1 de enero de 1906: “Ministro se queja amargamente por la inacción de los comandantes de los buques americanos frente a los revolucionarios”. (Reclamaban atacar a los partidarios de Morales).

Al Ministro Residente de los Estados Unidos.

Ciudad.

Sr. Ministro:

                    La ciudad de Puerto Plata ha sido atacada ayer por fuerzas revolucionarias transportadas de Montecristi en el crucero rebelde Independencia y la sangre dominicana está corriendo, ha corrido y correrá allí y en otros puntos de la República por no haber sido detenido a tiempo el crucero rebelde. En una nota de ayer pedí a VE viese si era posible impedir que el referido crucero encendiese la guerra en el país, transportando tropas del Distrito rebelado a otros lugares fieles al Gobierno. Una simple indicación de uno de los buques de guerra americanos surtos en Montecristi habría bastado para evitar la guerra, no se ha creído bien hacer esa indicación y la guerra estallará en todo el país. ¿Ha obrado bien el jefe de los cruceros americanos? Es muy posible que sí, con arreglo a las leyes de la disciplina, pero temo que no teniendo en cuenta la política sustentada por el Presidente de los Estados Unidos. La influencia moral americana ha descendido en el país en cincuenta grados y para lo que ayer bastaba una simple indicación, se necesitará mañana el empleo de la fuerza, y tal vez, el derramamiento de la sangre de las dos naciones. La paz se conservaba en el país por el temor de que los Estados Unidos se mostraran hostiles a los que intentasen derribar las autoridades constituidas, ese era el freno de los revolucionarios. Roto ese freno vuelve al país a su antigua situación anárquica y el Gobierno se verá en la imperiosa necesidad de emplear todas sus entradas en salvar la sociedad de la acometida de los que solo ven en el país un campo donde saciar sus concupiscentes anhelos de riquezas y gozos impuros ¡Y era tan fácil a los Estados Unidos impedir el retorno de ese estado de cosas deplorable! Porque es un error creer que los Gobiernos Dominicanos no cumplían sus compromisos exteriores e interiores porque no tenían voluntad para ello. Sí la tenían, muchos y muy decidida, intensa; especialmente el Gobierno de que formé parte en 1902, pero el grupo de vendimiadores de la patria, revolucionando siempre para asaltar el poder, obligaba a los Gobiernos a gastar en el restablecimiento de la paz, lo que debía emplear en satisfacer sus compromisos y fomentar el progreso nacional. El actual Gobierno de los Estados Unidos declarándose conciliador y protector de las naciones americanas combatidas por la guerra civil y prestando su ayuda moral y material a los gobiernos legítimos de esas naciones, iniciaba una política grande y generosa, digna del noble pueblo que había derramado su sangre por la destrucción de la esclavitud. Era servirse de fuerzas poderosas para ese alto fin humanitario y el éxito de política tan digna y abnegada habría sido la corona más espléndida que hubiera podido ceñirse la patria de Washington y Lincoln. ¿Ha sido servida esa política en Santo Domingo en los actuales momentos en la medida que era de esperarse? Me parece que no. ¿De quién es la culpa? No lo sé. Los empleados americanos habrán cumplido un deber; su estricto deber, pero la noble política del Gobierno Americano, podía en mi concepto que se hiciera una indicación, un gesto siquiera para evitar la guerra civil y ese gesto no ha sido hecho. Los revolucionarios han comprendido que no había obstáculo que entorpeciera su acción, y la guerra ha comenzado y continúa. El Gobierno Dominicano sabrá cumplir con su deber, pero desea se sepa, que ha estado solo en este momento supremo; que no ha iniciado la guerra civil y que si la hora de la salvación del país se retrasa, no es por su culpa, sino por razones ajenas del todo a su voluntad. Aprovecho esta oportunidad para reiterar a VE el testimonio de mí consideración. (Firmado). E. Tejera)

Nota: Fue el Gabinete golpista el que solicito ayuda militar al Ministro Residente norteamericano, Morales Languasco nunca lo hizo, si el Compilador lo afirma debió incluir el documento que lo demuestre. En este documento el ministro Tejera pasa factura al Ministro norteamericano por la acción del Gobierno de que él formó parte en 1902, el mismo que firmó el Protocolo en enero de 1903.

Luego, si se aseguraba que las fuerzas navales norteamericanas protegían, o debían proteger al Presidente Morales, ¿cómo se explica que una semana después de conocerse oficialmente que el Presidente había salido de la Capital y el Gabinete golpista se había pronunciado en su contra, le solicitaran ayuda al Ministro Residente de los Estados Unidos para combatir al Presidente?

Los términos de estas dos correspondencias dejan entrever lo desesperados y temerosos que estaban los del Gabinete y las probabilidades de éxito de los planes del Presidente Morales de no haber tenido los inconvenientes que lo inhabilitaron físicamente, ya que contaba con el buque insignia de la Armada Dominicana, el crucero Independencia cargado con armas y pertrechos de guerra, así como con tropas leales en diferentes puntos del País. Habría que imaginarse qué interesante hubiera sido esa historia si el Presidente Morales no se hubiera visto impedido de llegar a su destino, por la fractura de una pierna, mientras era perseguido en las inmediaciones de Haina.

Nota: Luego de su renuncia, el Presidente Morales fue a Puerto Rico y casi de inmediato fijó residencia en Saint Thomas, entonces posesión danesa. Varios años después fue designado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en varios países de Europa con sede en París, donde falleció el 3 de marzo de 1914 a la edad de 46 años.

En ese mismo sentido el traductor del inglés al castellano de La Viña de Naboth, don Manfredo Moore, agrega una nota que dice:

“Más bien que decir que el Presidente Morales conspiraba contra su propio Gobierno, la verdad es que su propio gabinete conspiraba para deshacerse de él, aunque fuese recurriendo al asesinato. Advertido de la trama, el Presidente intentó llegar a Azua y lanzar allí un decreto de traslado del Poder Ejecutivo, destituyendo a las autoridades comprometidas en la conspiración contra su persona y su autoridad. La desgracia de la fractura de su pierna, le impidió llegar a su destino y sobrevino el fracaso”. N. del T. (La Viña de Naboth, Pág. 101, Tomo II)

Otra cita que ofrece el más claro testimonio de que el derrocamiento del Gobierno Constitucional del Presidente Morales Languasco obedeció a las ambiciones políticas del Vicepresidente Cáceres y de sus seguidores horacistas, y no a deficiencias del Presidente en el ejercicio de sus funciones, es la siguiente:

“En el campo financiero, Cáceres comenzó a gobernar con un propósito definido: seguiría la política iniciada por el Presidente Morales Languasco, y la cual estaba enmarcada dentro del molde estipulado por el modus vivendi de 1905, acerca de cuyos resultados, a los pocos días de iniciado su gobierno y sin poder evitar el rendir un inconfesado reconocimiento a su derrocado antecesor, escribió al Congreso expresándole que por primera vez en la historia de las administraciones dominicanas, y como consecuencia del modus vivendi, un año fiscal había sido cerrado sin anotar déficit… “El oden”, dijo, “ha sucedido al caos. Durante el último año nuestros ingresos han cubierto los gastos previstos por la Ley de Presupuesto, y al 31 de diciembre de 1905 los depósitos en el National City Bank de New York, montaban a $815,000.00 en oro, suma destinada al pago de los intereses y a la amortización de nuestras deudas. (LA REPÚBLICA DOMINCANA: Ramón Marrero Aristy.- Pág. 313).

Otra nota sobre la cita anterior, que se refiere a esas declaraciones, que el Presidente Cáceres incluyó en su discurso del 27 de febrero de 1906, para presentar las Memorias del año 1905 ante el Congreso Nacional, es la que señala don Manfredo Moore como Nota del Traductor en La Viña de Naboth, que dice:

“Esta declaración pública de Cáceres constituye el mejor elogio posible a la administración de Carlos Morales Languasco”. (N. del T.) La Viña de Naboth (Pág., 111; Tomo II.-

La Última parte del Libro (Pág. 353).

En la última parte el Compilador incluye algunos documentos que no se compadecen con el título del libro “Documentos del Gobierno de Carlos F. Morales Languasco; 1903-1906”, por referirse a reportes del espionaje mantenido durante el Gobierno de Cáceres a los movimientos de Morales en 1907, realizado con posterioridad al citado período.

Informes de espionaje, posteriores al período de Gobierno

Como puede observarse, algunos de esos “informes” irrelevantes son corregidos o desmentidos por otros informes que también se incluyen y, en ocasiones, por el mismo informante cuando se entera de que las cosas ocurrieron de manera diferente a como había informado. Sin embargo, en el libro se omitieron documentos muy importantes, que sabemos que reposan en el Archivo General de la Nación.

Las “Historietas” de The Bulletin

 Entre esos documentos el Compilador incluye reportes de espionaje y artículos que publicaba el periódico The Bulletin, de Saint Thomas, que en la época se ocupaba de informar sobre las actividades de los dominicanos expulsos, de exiliados y de chismes políticos sobre la República Dominicana.

El Compilador otorga la categoría de “documento” a esas historietas disparatadas del periódico The Bulletin, que eran pasquines escritos por mercenarios del espionaje político al servicio del Presidente Cáceres, publicados sobre la base de los argumentos más dispares y valiéndose de todo tipo de conjetura sobre los movimientos de exiliados y expulsos de la República Dominicana.

Para edificar al lector sobre la credibilidad que merecían esos artículos del periódico The Bulletin, en el siguiente documento, marcado en el libro con el No. 266 (pág.360), remitido por el Cónsul dominicano en Saint Thomas al Ministro de Relaciones Exteriores, en fecha 13 de mayo de 1907, en el que le informa que, “según el ejemplar de The Bulletin del 11 de ese mes”, Morales Languasco había salido para New York, pero luego lo desmiente porque había comprobado, con la naviera a que pertenecía el barco, que lo publicado sobre Morales, por The Bulletin, no era cierto. Veamos:

“Según el ejemplar de «The Bulletin» que adjunto le remito, el señor Carlos Morales tomó pasaporte para Nueva York y ese mismo día salió para aquella ciudad en el vapor inglés «Trinidad» de la «Québec Line». En vista de esto, con el fin de que el Gobierno sacara el Cónsul de la nación en Nueva York en tiempo para seguirle la pista, le puse a la carrera el cable a que me he referido”.

Tomado después informes en la casa consignataria del vapor Trinidad, supe que no había tomado billete de pasaje. Desde luego, me vino la idea de que él ha podido embarcarse en la balandra inglesa «Frame», su Capitán Wanterpooll y dirigirse a la vecina de Puerto Rico, y tener un entendido con los expulsos de allí; y después seguir para Nueva York en busca de fondos y medios para levantar una revolución”.

pág.360)

Otro párrafo del mismo oficio dice:

“En vista de esto y por sí o por no, he avisado al Cónsul en San Juan por cable ayer mismo de lo ocurrido, y con el vapor alemán «Ascania» pasé un oficio al Gobernador de San Pedro de Macorís, avisándole de todo, para que sin dilación lo comunicara al Gobierno a fin que este tomara las precauciones necesarias. Mi oficio al Gobernador debe haber llegado esta mañana a más tardar. Es también posible que él se haya dirigido a Islas Turcas, a juntarse con otros, con fin de tratar de desembarcar con una expedición”. (Doc. 266; Pág 360 del libro).

Nota: Mientras el Cónsul dominicano en Saint Thomas informaba al Ministro de Relaciones Exteriores que “según el ejemplar de The Bulletin del 11 de mayo”, Morales había salido para New York, y que luego había comprobado con la naviera a que pertenecía el barco, que lo informado anteriormente no era cierto, a lo que agrega algunas otras suposiciones suyas (documento No. 266; pág.360), por otro lado, según el documento No. 264, (Pág. 356), un artículo publicado el mismo día, 11 de mayo de 1907, en el mismo periódico The Bulletin, daba cuenta de que el ex Presidente Morales se encontraba en New York.

El lector puede apreciar la credibilidad que merecían las informaciones que entonces publicaba el periódico “The Bulletin” de Saint Thomas, entonces Antillas Danesas. Otros documentos que se incluyen en el mismo libro, sobre la labor de espionaje que en esos días seguían a los movimientos de Morales Languasco, dan testimonio de que realmente él no había salido para New York, y que se había dirigido hacia la República Dominicana, precisamente en el mismo “vapor alemán Ascania” en el que, sin saberlo, el Cónsul enviaba su mensaje al Ministro de Relaciones Exteriores dominicano. (Págs. 362 y 363)

Pero la peor canallada, de la que se hace cómplice el Compilador, es la especie que promueve en su introducción atribuyéndola a The Bulletin, y es la que se refiere a unas supuestas declaraciones del ex Ministro de Relaciones Exteriores Juan Francisco Sánchez, en las que éste se auto incriminaba de participar en un acto que, además de ilegal, era imposible realizar porque supuestamente consistía en procurar que el National City Bank de New York les entregara, a él y al ex Presidente Morales, los valores depositados en dicho banco, correspondientes a una parte del 55% de las recaudaciones aduaneras dominicanas, destinados al pago de la deuda externa.

Aunque el Compilador dispuso de una gran cantidad de documentos que incluye en el libro, que dan cuenta de la honestidad del Presidente Morales, lo que no era diferente en los hechos, dar cabida a esta falacia disminuye aún más su trabajo, aunque lo haya planteado con cierta duda, y como él bien dice, “sin que aparezca ningún documento que lo confirme”, cuando refiere:

“El presidente Morales durante toda su trayectoria no dio ninguna señal de que tolerara la corrupción y mantuvo un discurso intransigente a favor del buen uso de los fondos públicos. Incluso, ante determinadas cuentas de guerra que le eran sometidas para su aprobación se comportaba con todo rigor frente al demandante y no las pagaba, y en determinados casos se negaba rotundamente a pagar cuentas a personas sospechosas y/o que simpatizaran con sus adversarios. No ha trascendido en la presente investigación ningún elemento que permita dudar de ello”. (Pág. 35)

El historiógrafo Bernardo Pichardo dice, refiriéndose al Gobierno de Carlos F. Morales Languasco, lo siguiente:

“Y una severa y estricta honradez administrativa presidió, digámoslo con ufanía, sin una sola excepción, todos los actos de aquel Gobierno en que el sueldo de un Ministro solo alcanzaba a la cifra de 170 pesos mensuales” (“Resumen de Historia Patria”; Bernardo Pichardo; Pág. 282)

Luego, sin informar al lector qué era The Bulletin, o el nombre de la persona que escribía el artículo, el Compilador le da crédito y hace unas conjeturas que sugieren que Morales Languasco o Juan Francisco Sánchez eran tan ignorantes que desconocían bajo qué condiciones estaban depositados esos fondos en el National City Bank de New York, cuando dice:

“Sin embargo, un gran asombro causa la afirmación de The Bulletin en el año de 1907 en el sentido de que él y su ex ministro de Relaciones Exteriores se encontraban en New York tratando de retirar la suma de un millón de dólares depositados allí de los restos aduaneros dominicanos cuando estuvo en vigencia el Modus Vivendi, lo cual de aparecer la documentación que lo confirme, se ubicaría como una operación gansteril, pues se supone que dichos fondos no eran un ahorro personal, sino una propiedad del Estado Dominicano”. (Pág. 35 del libro)

Nuestra réplica: Es una tontería decir que los fondos depositados en el National City Bank de New York eran restos aduaneros que podían ser retirados por el Estado dominicano, porque eran de su propiedad. Con estas aseveraciones se pone de manifiesto la falta de conocimiento que sobre el tema tenían, tanto el autor del supuesto artículo de The Bulletin como el propio Compilador, porque a quien le correspondía recaudar la totalidad de los ingresos aduaneros para entregar el 45% al Gobierno, para cubrir las necesidades de la Administración Pública, y retener el otro 55% para cubrir los gastos operacionales de las aduanas y luego depositar los valores restantes en el National City Bank de New York, para elcorrespondiente pago de la deuda según lo establecido en el Art. 4 de la Convención, era a un funcionario norteamericano designado por el Presidente de los Estados Unidos por medio de la Receptoría General de Aduanas y no le era posible, al Estado dominicano, que no los había depositado, retirarlos del citado banco, mucho menos a un ex funcionario (ver en el Anexo 3, artículos 2,3 y 4 de la Convención de 1905).

El 55% destinado a los servidores de la deuda pública, sería depositado en un banco de Nueva York escogido por el Presidente de los Estados Unidos, quedando allí tales sumas a beneficio de los acreedores de la República, tanto dominicanos como extranjeros, sin que pudiesen ser retiradas hasta tanto el Congreso dominicano y el Senado de los Estados Unidos determinasen sobre la Convención pendiente. (LA REPÚBLICA DOMINICANA. Ramón Marrero Aristy, Pág. 307)

Luego, no era posible que esos fondos pudieran ser retirados sin que fuera ratificada la Convención de 1905, que nunca lo fue, hasta que vino a ser sustituida por la Convención de febrero de 1907. Al 11 de mayo, supuestamente la fecha del artículo de marras, habían cesado los efectos del Modus Vivendi sin que llegara a ser ratificada la Convención y se había firmado la otra Convención Dominico-Americana de 1907 (8 de febrero). De todas formas, los fines de esos fondos depositados en el National City Bank de New York eran única y exclusivamente para pagar la deuda pendiente con los acreedores de la deuda dominicana.

Resulta, por demás, muy extraño que en una institución del Estado como el Archivo General de la Nación, sin someterlo a una revisión rigurosa, se hayan prestado a auspiciar un trabajo con planteamientos tan peregrinos como el anterior, sobre la base de rumores absurdos y, como dice el Compilador, “sin que aparezca la documentación que lo confirme”; que jamás va a aparecer porque los procedimientos establecidos y ejecutados por la Receptoría General de Aduanas, bien conocidos por Sánchez y por Morales, hacían imposible que tal acción pudiera concretarse.

El “documento” que el Compilador presenta con el No. 264 (Págs., 356, 357 y 358) con el título: “Traducción de artículo en The Bulletin del 11 de mayo de 1907, al que en su introducción refiere como base de su planteamiento para asegurar que el ex Presidente Morales y el ex ministro Sánchez se encontraban en New York y pretendían retirar los fondos depositados en el National City Bank, se refiere además a declaraciones de Juan Francisco Sánchez sobre un supuesto respaldo prometido por el Ministro Dawson al Presidente Morales, que nunca se manifestó ni por asomo, él le confiere carácter de absoluta verdad a este supuesto artículo de The Bulletin, cuando dice:

“Su caída se debió a que cifró sus esperanzas en un poder extranjero que le había prometido un total respaldo con los cruceros americanos en caso de dificultad y que fue quien le sugirió colocar en el Gabinete a los horacistas en detrimento de los jimenistas. Es decir, que el patriotismo de Morales, la honradez y la moralidad de que tanto hizo gala sólo eran una máscara que ocultaba su verdadera naturaleza entreguista y antinacional como se puede ver documento No. 264”.

Nota: A contrapelo de lo que dicen todos los documentos que publica, que debieran ser el sustento de sus argumentos, el Compilador le da todo el crédito al supuesto artículo de The Bulletin, que es el que figura como “documento” No. 264, que cita.

La ruptura entre jimenistas y horacistas ocurrió a mediados de diciembre de 1903, con la guerra de La Desunión, cuando los horacistas presentaron la candidatura de Morales a la Presidencia de la República, pero el Compilador asegura que el Ministro norteamericano Dawson fue el responsable de la caída de Morales, ya que éste le recomendó colocar en el Gabinete a los horacistas en detrimento de los jimenistas.

¡Qué barbaridad! ¿Cómo se podría calificar esta aseveración del Compilador? Decir entre otras tonterías, que el Ministro Dawson le sugirió a Morales colocar en el Gabinete a horacistas en detrimento de los jimenistas, cuando precisamente en eso consistía la principal diferencia entre los horacistas y el Presidente, en la exigencia de aquellos para que sólo se nombrara a sus partidarios en el Gobierno.

El 15 de diciembre de 1903 comenzó la guerra de La Desunión, de ahí en adelante horacistas y jimenistas tomaron rutas diferentes y estuvieron peleando durante seis meses. No tiene sentido hablar de las preferencias del Presidente en la designación de horacistas en el Gabinete después de La Desunión, mucho menos decir que el Presidente prefería a los horacistas, porque Dawson se lo sugirió, porque Morales fue postulado a la Presidencia por los horacistas y el Gobierno era de esa facción.

Si acaso el Presidente designó a algún jimenista en el Gabinete, después que comenzó la guerra de La Desunión, no fue por su condición de jimenista, sino porque entendía que tenía las mejores condiciones para desempeñar sus funciones. Es más, siempre he creído que uno de los principales errores, del Presidente Morales Languasco, fue no designar exclusivamente a los horacistas en los cargos públicos, ya que ese partido fue que lo postuló y le permitió acceder a la Presidencia Constitucional. Pero su idealismo de designar a quienes él creía los más idóneos para las posiciones, sin importar al bando que pertenecieran, fue lo que le creó los mayores inconvenientes con el horacismo.

Además, Thomas C. Dawson no fue designado el 6 de febrero de 1905, como refiere el Compilador; en esa fecha fue investido de la suficiente autoridad, por el Presidente Roosevelt, para suscribir la Convención del 7 de febrero de 1905. Dawson fue designado Ministro Residente para sustituir a William F. Powell, como Encargado de Negocios de los Estados Unidos, el 23 de julio de 1904; fue la persona escogida por el Presidente Roosevelt para imponer sus exigencias relativas al Laudo Arbitral que había sido emitido nueve (9) días antes. Para esa fecha el Gobierno de Morales había acordado el armisticio con el último reducto jimenista en la Línea Noroeste (junio de 1904), se habían celebrado las elecciones y Morales L. hacía más de un mes que se había juramentado como Presidente Constitucional (19 de junio de 1903).

El planteamiento de que el Presidente Morales dio preferencias en el Gobierno a los horacistas en detrimento de los jimenistas (como refieren algunos historiógrafos) tendría sentido si se planteara dentro de los veinte días que duró el Gobierno de La Unión, antes del 15 de diciembre de 1903, pero para nada pudo haberlo sugerido Dawson, que llegaría a la República Dominicana más de siete meses después.

Otro error involuntario del Compilador ocurre con el documento No. 265, sin fecha (Pág. 359), que incluye con el título:

“Ministro Velázquez explica detalles de una parte de la deuda”, que se refiere a un detalle de un acreedor que, en 1907, reclama una deuda de los tiempos de Heureaux, que nada tiene que ver con el Gobierno de Carlos F. Morales Languasco, parece que se confundió. Lo mismo ocurre con el documento No. 279, de fecha 3 de junio de 1907 (Pág. 375) sobre un visado al señor Adriano Mejía.

En cuanto a los logros del Gobierno de Morales Languasco, dice:

“El pensamiento y el estilo de gobernar de Morales están detallados en su profusa correspondencia diseminada a lo largo y ancho del país y de las agencias consulares en el exterior. Organizó el sistema de pesas y medidas para evitar los engaños, reguló la inmigración de extranjeros así como el derecho de asilo, entre otras medidas positivas”. (Pág. 35)

Nota: Hubo muchas otras medidas positivas de ese Gobierno, que, en honor a la verdad, de haberlas publicado le hubieran sumado algo de valor a su trabajo, como por ejemplo, las que citamos a continuación:

 

Logros del Gobierno de Carlos F. Morales Languasco.

Resumen de Historia Patria. Bernardo Pichardo. (Pág. 281)

Dentro de la escasez de recursos en que se desarrolló la labor gubernativa de este Gabinete, se propendió a realizar cuantas obras de progreso, ornato y verdadera trascendencia intelectual, se acariciaban desde los días de la guerra.

1- Se construyó la línea telefónica que desde entonces une al Sur y Este de la República con las provincias del Cibao, obra ésta que ha reportado grandes beneficios, por cuanto estableció una saludable competencia a la Compañía de Telégrafos Franceses que era la única que mantenía esta comunicación. Se tendieron redes que unieron a San Pedro de Macorís y La Romana, y a Azua con San José de Ocoa. (Nota: Este contrato ejecutado por amigos del Vicepresidente Cáceres creó inconvenientes entre éste y el Presidente).

2- Se creó la Escuela Telegráfica en la Capital.

3-  Se promulgó la Ley de Costos Judiciales.

4- Gozó la Prensa de no poca libertad.

5-  Se dotó al Congreso Nacional de un nuevo Palacio.

6- Se proveyó al Instituto Profesional de un local adecuado.

7- Se instaló la Oficina Central de Correos en un amplio edificio.

8- Se cancelaron privilegios y concesiones.

9- Se enviaron los vapores de guerra a reparar al exterior.

10- Se impulsó la instrucción pública, no solo estatuyendo premios estimuladores que se distribuyeron en profusión, sino también aumentando y socorriendo las dotaciones del profesorado y creándose, también, el Día de la Escuela.

11- Se abrieron nuevos Consulados.

12- Se aumentaron las rentas del Estado con la creación de los impuestos de estampillas y alcoholes.

13- Una severa y estricta honradez administrativa presidió, sin una sola excepción, todos los actos de aquel Gobierno en que el sueldo de un Ministro sólo alcanzaba la cifra de 170 pesos mensuales. (Nota: La medida también incluía la reducción del sueldo del Presidente a la mitad).

Otras Obras del Gobierno de Morales Languasco

14- Se creó la Oficina de Estadísticas. (Resolución 4607 d/f 09/09/1905, que crean los organismos administrativos y se implantan las disposiciones legales que permiten echar las bases del sistema Estadístico Dominicano. (Ver: Breve Historia de la Estadística en la República Dominicana).

15- Se inició la organización de las finanzas y el desarrollo del Estado.

16- Se creó la “Guardia Rural” en 1905, que luego fue reorganizada por Ramón Cáceres en 1907, y su nombre cambiado al de Guardia Republicana (llamada la Guardia de Mon).

17– Concibió una Escuela de Agronomía y otra de artes y Oficios.

Proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad con Estados Unidos. (1904)

A principios de 1903, antes de ser derrocado por el movimiento que fue bautizado como «La Revolución de los Presos», el Presidente Horacio Vásquez suscribió un convenio con el Gobierno de Estados Unidos que se conoció como el Protocolo de enero de 1903 por haberse firmado en esa fecha. En el Artículo I de ese Protocolo se convenía que el Gobierno Dominicano le pagaría al Gobierno de los Estados Unidos la suma de cuatro millones quinientos mil dólares ($4,500,000.00) oro americano, como indemnización para que la compañía norteamericana San Domingo Improvement se retirara de la República Dominicana. En ese mismo artículo se convenía constituir un tribunal arbitral que funcionaría en la ciudad de Washington y estaría conformado por tres (3) jueces que determinarían todo lo concerniente a la forma de pago, interés y garantía de la suma precitada.

El Gobierno de Horacio Vásquez fue derrocado dos meses después, por una revolución encabezada por Alejandro Woss y Gil, a quien correspondió designar dos de los tres árbitros del tribunal arbitral que comenzaron a deliberar, en la Capital estadounidense, en el mes de noviembre de acuerdo a los términos convenidos en el referido Protocolo.

Poco después de designar a dos de los tres árbitros que compondrían dicho tribunal, Alejandro Woss y Gil fue derrocado por la revolución de la Unión y asumió la Presidencia Carlos F. Morales Languasco. No obstante se estuvieran desarrollando en Washington las actividades del Tribunal Arbitral, en fecha 8 de enero de 1904 el Gobierno Provisional envió a su ministro de Relaciones Exteriores, Juan Francisco Sánchez, a gestionar ante el Gobierno de Estados Unidos su reconocimiento y a proponer un Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad.

Algunos historiógrafos han dicho (es de suponerse que sin conocer los términos de lo propuesto) que mediante este proyecto de tratado el Gobierno de Morales se proponía entregar al Gobierno de Estados Unidos la soberanía nacional y el control de las finanzas dominicanas lo que, como puede verse en sus propios términos, no era cierto .

A continuación ponemos a la consideración del lector el texto íntegro del Proyecto:

Proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad. (1904)

CARLOS F. MORALES L.

Presidente del Gobierno Provisional de la República.

En la ciudad de Santo Domingo, Capital de la República, a los ocho días del mes de enero de 1904, reunidos en sesión extraordinaria y secreta los miembros que componen el Gobierno Provisional, a saber:

General Carlos F. Morales Languasco, Presidente

General Miguel Román, hijo. Ministro de Interior y Policía, Encargado de los Despachos de Guerra y Marina.

General Juan Francisco Sánchez, Ministro de Relaciones Exteriores.

Licenciado Pelegrín Castillo, Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Encargado de Correos y Telégrafos.

Ciudadano Enrique Pou, Ministro de Hacienda y Comercio.

Ciudadano Eladio Victoria, Ministro de Fomento y O.P.

Ciudadano Fabio J. Fiallo, Subsecretario de Interior y Policía.

Manifestó el Señor Presidente Morales, y puso en claro la situación del País que exige hoy una solución sabia y patriótica para evitar la continuación del estado anárquico por que atraviesa la República, que era de perentoria necesidad, para afianzar el Gobierno y robustecer el propósito de salvar el País de los horrores de continuas revueltas políticas, tratar de obtener sin demora el reconocimiento del Gobierno Provisional por el de los Estados Unidos de América, y que al efecto proponía el envío de un comisionado especial, para cuyo objeto, indicaba desde luego al General Juan Francisco Sánchez, Ministro de Relaciones Exteriores, quien sería investido de facultades amplias y suficientes para tratar con el Gobierno de Washington sobre el reconocimiento mencionado y sobre otros puntos de alta importancia que le serán confiados.

La proposición acogida favorablemente dio lugar a que cada miembro del Gobierno Provisional expresara sus ideas a este respecto, resultando que se tomara una Resolución en el sentido que se expresará adelante y la cual firmarán todos los miembros que concurrieron a la sesión secreta.

El Gobierno Provisional de la República

Resuelve:

Que se envíe al General Juan Francisco Sánchez, Ministro de Relaciones Exteriores como Enviado Especial y Agente Confidencial, cerca del Gobierno de Washington y al efecto le otorga por el presente documento facultad bastante y suficiente cuanto en derecho fuere necesario para que diligencie en Washington el reconocimiento del Gobierno Provisional y para que en nombre y representación someta un proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad con las bases siguientes:

1° Garantía de la Independencia Dominicana y soberanía de su territorio por el Gobierno de los EE.UU. durante el tiempo del Tratado;

2° Introducción de los productos de la industria dominicana por los puertos de la Unión Americana, bajo las bases concedidas a la República de Cuba;

3° El pago de las deudas externas de la República por medio de amabilidades suficientes para cubrir los compromisos contraídos con acreedores extranjeros;

4° Ayuda necesaria para mantener el orden interior en el territorio dominicano y en caso de guerra internacional, apoyo directo para sostener la guerra;

5° Para poner en condiciones de los EE.UU. de mantener la Independencia de Santo Domingo y proteger el orden interior, el Gobierno Dominicano arrendará por el tiempo de este Tratado, al de la Unión Americana, los terrenos necesarios para establecer estaciones carboneras o navales en las Bahías de Samaná y Manzanillo en ciertos puntos de dichas bahías;

6° Se concederá así mismo a los EE.UU. el permiso para establecer faros en las costas dominicanas, debiendo la República Dominicana conservar la soberanía sobre estos puntos y el derecho de percibir y utilizar los impuestos que se cobren a los buques que hagan el tráfico en dichas costas, lo mismo que todo impuesto aduanero o fiscal que se devengue según las leyes del País por las aduanas y demás oficinas nacionales existentes o que se creen en las bahías y puertos de Samaná y Manzanillo.

Dado en Santo Domingo, fecha ut supra y firmado para que surta los efectos indicados.

El Presidente del Gobierno Provisional

Firma

Ministro de Interior y Policía, Encargado de los Despachos de Guerra y Marina.

Firma

Ministro de Relaciones Exteriores.

Firma

Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Encargado de Correos y Telégrafos.

Firma

Ministro de Hacienda y Comercio.

Firma

Ministro de Fomento y O.P.

Firma

Subsecretario de Interior y Policía.

Firma