Introducción:
El título corresponde a la Proclama lanzada al pueblo dominicano el 10 de junio de 1892 contra la dictadura del Presidente Ulises Heureaux (Lilís), desde el exilio en Islas Turcas, por los patriotas Agustín F. Morales Languasco y Eugenio Deschamps, en la época en que la compañía norteamericana San Domingo Improvement Co., que había sido creada el 8 de abril de ese mismo año en New Jersey, E.U.A., gestionaba adquirir los derechos que la compañía holandesa Westendorp tenía en la República Dominicana.
El gobierno de Ulises Heureaux había tomado un empréstito, en agosto de 1888, a la Westendorp & Co., por 770,000 libras esterlinas, y otro en 1890 que fue acordado por 800,000 libras pero que luego se aumentó a 900,000. En 1892 esta compañía tuvo problemas financieros y sus acciones fueron adquiridas por la San Domingo Improvement Co. el 2 de agosto de 1892.
En principio, el traspaso fue rechazado por el gobierno de Heureaux, pero luego la San Domingo Improvement Co. y el Presidente Heureaux, se pusieron de acuerdo tras convenir la concesión de otro empréstito por un valor de US$1,250,000 que se firmó el 28 de enero de 1893.
La Administración
Texto de la Proclama:
POR LA HONRA DE LA PATRIA
Habíamos visto con profunda indiferencia el telegrama de Amsterdam publicado en el Herald de Nueva York, y reproducido en numerosos periódicos de América y Europa, relativo a la venta de Santo Domingo por tres millones de pesos a una compañía anónima del Norte. Noticias semejantes son propagandas ridículas que no merecen el honor de la refutación.
Empero como que, tratándose del actual gobierno de la República Dominicana, se ha probado que nunca circularon respecto de él rumores de vergüenza sin que más tarde o más temprano resultara un fondo de indignidad para el gabinete desleal, y de deshonra para la oprimida Nación, los que suscriben, verdaderamente sorprendidos, vienen a poner en claro cuanto al fin hay de verdad en la que al parecer fútil noticia de la venta de la Patria a la República del Norte.
Y ellos, primero que nadie, porque, dada la urgencia de las circunstancias, no pueden reunir en una sola manifestación la firma del inmenso número de proscritos dominicanos esparcidos alrededor del Mar de las Antillas; y porque, además, la República no puede alzar su voz de protesta contra ningún atentado, porque no hay allí actualmente más prensa política que la prensa vendida que calumnia y maltrata la ciudadanía, y desvirtúa los principios, y falsifica la historia, ni pudiera moverse de pronto, en el sentido de resistir a una anexión, porque los presentes tiempos son tiempos de oprobio, como aquellos eternamente funestos para el pueblo dominicano, en que un caudillo audaz nos entregaba, maniatados, a la corona de Castilla.
No nos guían propósitos de descrédito para el jefe del gabinete actual de la República Dominicana. El jefe actual del gabinete, con esto y sin esto está completamente desacreditado, tiempo ha, en el interior y el exterior de la República. Este caudillo malhadado, sin ningún programa de gobierno, sin ningún sistema político que, por tal o cual camino se dirija a la prosperidad de la Patria, no tiene reconocidamente más política, si a eso puede dársele tal nombre, que vivir porque sí a la fuerza, en el poder, embriagado con los goces del mando, empobreciendo con sus desvergonzadas especulaciones el país, y asociando a esa ignominia a los corifeos que necesita, y los cuales van todos ricos, opulentos, poderosos, en tanto que todos los demás se mueren de hambre.
A nosotros no nos guía más que la indignación que deben producir en todo corazón honrado las villanas tramas sospechadas, sino conocidas ya en todo el país.
Hay lo que sigue:
El gobierno de la República del Norte necesita establecer una estación naval en el Mar de las Antillas. Se fue a Haití en 1889, dando recursos a una revolución para que, al triunfar, se le cediera el Mole San Nicolás. Victoriosa la revuelta, una escuadra americana llegó un día a Port au Prince, reclamando el Mole en nombre de su gobierno. Pero después de algunos meses de estancia en la bahía de Port au Prince, resultó que los americanos tuvieron que retirarse, desairados por Haití, que en todo puede entrar menos en la enajenación de su tierra.
Entonces los americanos dirigieron sus ojos al presidente de la República Dominicana para obtener la bahía de Samaná, que tiene el destino de meter ruido en el mundo siempre que la desvergüenza y la infamia políticas desempeñan el poder en la República. De entonces acá, es decir, desde que el almirante americano Gherardi visitó en la misma Samaná al presidente dominicano, no han cesado los mensajes entre el Norte y Santo Domingo.
El objeto, positivamente, es éste: la anexión de Samaná a los americanos. El pretexto, una concesión, de términos oscuros, por parte de Santo Domingo, a una empresa de vapores neoyorquina que ya jugó desairadísimo papel en las cuestiones del Mole.
Ahora bien: en la Capital de la República no son ya un secreto los manejos que se traen entre manos el presidente y la mayoría de los mercaderes que, por un sarcasmo de los tiempos, se llaman Congreso Nacional. Hay en Santo Domingo un agente de la casa neoyorquina a que nos acabamos de referir, con el encargo de sobornar; ¡oh tiempos de infamia! al mismo Presidente, para obtener del Congreso la tenebrosa concesión detrás de la cual se oculta, sin ningún género de duda, la anexión de Samaná.
Conócense también, no ya los conciliábulos del Cónsul General de los Estados Unidos en Santo Domingo, del Encargado de Negocios de los mismos en Port au Prince, que se encuentra hace meses en aquella Capital, y el presidente de la República, sino también las reuniones clandestinas de los diputados, verificadas en el palacio de aquel primer funcionario, para discutir condiciones que, relativas a la sacrílega concesión, callamos por pudor.
Corroborando sombríamente todo eso sabemos que la concesión del ferrocarril de Puerto Plata a Santiago de los Caballeros va a caer, si no ha caído ya, en las manos de una compañía anónima norteamericana, agregándose a todo esto la transacción del banquero holandés Westendorp que consiste en la venta de la misma a otra sociedad anónima norteamericana, detrás de la cual se ocultan magistrados y capitalistas importantes de aquella gran Nación, de las obligaciones que de los dos empréstitos dominicanos posee tal banquero y para las cuales cree no ver suficiente garantías, dado el grado de embarazo económico a que ha llegado el gobierno dominicano.
Porque ese orden y esa paz tan decantados por el actual gobierno dominicano no tiene otro móvil que el dinero, siempre el dinero, para el jefe del poder y sus menguados corifeos, a costa del pan del ciudadano y de la honra de la Patria. Así la inicua paz dominicana cuesta a la Nación dos empréstitos ruinosos, desechos, materialmente, desechos en las manos del irrisorio pacificador sin que ese pueblo haya conocido la otra obra que la distribución de los millones entre el corto número de los pacificadores; las rentas fiscales de la Republica tres o cuatro veces mayores de lo que eran antes de llegar estos pacificadores al poder; todas ellas, derechos de exportación e importación, papel sellado, timbres de correos, irremediablemente afectadas; el empleado sin sueldo; y como corolario de este inaudito desorden, comprometida la independencia nacional.
En resumen; en el palacio del presidente de la República Dominicana se discuten positivamente y a la sombra del misterio, concesiones comprometedoras y terribles a favor de la casa de Clyde y Co. de Nueva York; detrás de Clyde y Co., como se sabe ya en Santo Domingo y en Europa, están Blaine, ministro americano, y Jay Gould, poderoso capitalista americano; detrás de estas concesiones está la anexión de Samaná, detrás de la anexión de Samaná, ¿es necesario decirlo? Detrás de la anexión de Samaná a la República del Norte está el cambio de nuestra nacionalidad y nuestro nombre; Febrero deshecho; Agosto condenado; arriada la bandera de nuestros dolores y nuestras glorias; deshonrada la Patria; la República Dominicana convertida, en fin, con escándalo de la historia y del porvenir, en Estado de la Unión Americana.
Los que suscriben el presente documento, mientras observan la marcha de estos tráficos infames para reunir, si continúan, en una sola manifestación la firma del inmenso número de proscritos dominicanos en las Antillas y en las repúblicas vecinas oponiéndose a un atentado que sería el último golpe asestado por la tiranía dominicana al pueblo que empobrece y que mancilla, protestan mientras tanto, con todas las energías de su espíritu, en nombre del patriotismo nacional, a la faz de la República Dominicana, de los Estados de la Unión y de los pueblos de América y Europa, contra toda concesión de una sola pulgada de la tierra que no necesita para ser feliz y libre, cadenas extranjeras, iniquidad que no fue jamás alimentada en la República sino por ruines despotismos en sus horas de agonía.
Grand Turk, Turks Islands, W. I.
10 de junio de 1892
Agustín F. Morales Eugenio Deschamps










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