Carlos F. Morales Languasco, Un Hombre Que Fue Suma De Hombres

Por Raúl Abreu. Copiado de “La Cuna de América”, Marzo 08 de 1914.

Allá, en París, herido por un rayo fulminante de la muerte, cayó por siempre jamás, Carlos F. Morales L., Ex-presidente, Ex-Diputado, Ex-Gobernador, Ex-Ministro Plenipotenciario, hombre suma de hombres, gigantesco como un pino, raudo y mutable como una vela atropellada por el huracán…….

Hombre suma de hombres. En Morales, en esa colectiva potencia humana, en esa suma de cualidades y defectos, cada sumando era un hombre. Por eso en su complexión taurina, atlética, se distendía la musculatura formidable de Hércules; por eso en sus ojos de Halcón, cesáreos, sembrados de ramalazos rojos, iluminados por relámpagos deslumbradores, se disparaba escalando púlpitos, tribunas, gobernaciones, curules, sillas presidenciales, la audacia que vibró en los ojazos de Mirabeau. En el adolescente se incubó el sacerdote tallado a la Dupanloup.

Más tarde, el cura de almas, el párroco de aldea, salta sobre la tribuna, se convierte en político, en diputado, y, entonces, la Capital, pasmada, escucha la voz tonante de Morales rebotando en los salones de aquel célebre Congreso del período presidencial de Jiménez. Después …. el vendeano, el general montonero, el guerrillero de la Línea Noroeste se retuerce voluntarioso entre la hopalanda sombría, y la sotana castradora se rompe rasgada por aquella borrasca.

Cae el Gobierno Provisional del General Horacio Vásquez, es nombrado Morales Gobernador de Puerto Plata, y desde el más enhiesto peñón de Isabel de Torres, el águila vencedora se precipita sobre el Gobierno de Woss y Gil, lo tumba, y el Gobernador se transforma en Presidente de la República Dominicana. Presidente dos veces. En la primera, apropiado al carácter del Gobierno que presidía y a la psicología de la hora. Ejecutivo, tumultuario, atropellador, vocinglero, audaz, heróico, inspirado en el férreo lema político de Maquiavelo. Para vencer a la República enemiga -tan sólo dominaban los comandos horacistas en la Capital y en Sosúa- tuvo que ser, a un mismo tiempo, propagandista, tribuno, general, corsario, periodista, recaudador.

LLEGÓ, VIÓ y VENCIÓ, pero fatalmente, epilogó su Gobierno Provisional con un fusilamiento inútil y censurable. En esas subterráneas maquinaciones políticas, cuando las brujas pegan su boca hundida, babosa, al oído de los mandatarios prepotentes, los fusilamientos suelen ser exigidos en prenda de un nuevo credo partidista.

En el segundo período presidencial, en el constitucional, gigantesco como un pino. Y este pino asienta sus raíces en la frente de la montaña y entreteje su ramaje en la red vagabunda de las nubes. Bajo la sombra del árbol pacificador, las escuelas se multiplican; se respeta la justicia; la imprenta fulgura libremente; por primera vez un Comandante de Armas de la Fortaleza de Santo Domingo de Guzmán, es llevado ante un consejo de guerra; se imprime LA VIDA SENCILLA de Wagner; no hay presos políticos; La mansión presidencial se convierte en Sanedrín, en Ágora, en Sorbona, en Ateneo y se empuja al País por una vía de fomento material, pues se inician carreteras, se construyen palacios, etc.

En el brumoso golfo de nuestra política entran, cruzan, vuelan muchas velas distintas. Las unas son raquíticas, cenicientas, melancólicas; otras andrajosas, pordioseras, condenadas a un prematuro naufragio. Hay también velas enormes, raudas, mutables, conquistadoras, como las grandes naos de Roger, de Flor. Cuando llegan, dominan el golfo. Morales fue una de esas velas. Llegó, y, entonces, inclinaron su pabellón las enanas, las cenicientas, las pordioseras. Dominó el oleaje embravecido a fuerza de audacia, de talento y de valor. Pero ésta grande vela dominadora, tuvo un gran defecto: la sinceridad, la confianza en sí mismo; pensaba a voces. Y un día, cuando la paz y la confianza imperaban en las cofas, ruge la borrasca, los relámpagos encendían el vientre de los cielos, y la nao gigantesca huye del golfo engañoso de nuestra política, abandonada por las velas raquíticas, pordioseras, andrajosas, traicioneras ………….

En París, bajo la bruma del invierno, el destino ha enterrado, con la muerte de Morales, una poderosa actividad, un amor infinito de progreso, una honradez indiscutible, un hombre que fue suma de hombres, pino gigantesco que surcó las sirtes de nuestra política como una vela atropellada por el huracán.

Fin.

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