Santo Domingo, La Cuna de las Revoluciones”. Por Sigmund Krausz (junio de 1904).

Introducción:

El presente artículo es un reportaje escrito en julio de 1904 por el connotado periodista y fotógrafo de la época Sigmund Krausz en la famosa revista «The World Today», en el que narra para el público norteamericano sobre la inestable situación política que vivía la República Dominicana en esos días, y lo difícil que resultaba establecer la realidad de lo que ocurría sobre este tema, debido a que algunos periodistas norteamericanos se valían de enciclopedias y de archivos viejos para hacer sus publicaciones en periódicos, o en revistas de los Estados Unidos sin haber estado nunca en territorio dominicano. En iguales términos se refiere a las fuentes locales que podían opinar o escribir sobre el asunto con certeza, pero que por lo general se trataba de personas interesadas o inclinadas a ciertas corrientes políticas, entre los que se pueden incluir algunos de nuestros historiógrafos que en ocasiones han sesgado sus escritos al narrar los hechos, o los han sacado de contexto, para favorecer algunas tendencias por influencias políticas, y en algunos casos hasta por vínculos familiares, que han perpetuado errores y lagunas en nuestra historia hasta nuestros días. Un ejemplo de este planteamiento es el caso extremo de «La Viña de Naboth», del escritor norteamericano Sumner Welles, que se escribió para exaltar la figura del general Horacio Vásquez, quien es el Naboth de la obra. Para mayor información al respecto el lector puede acceder, en este blog, al artículo “La Viña de Naboth, Sumner Welles y Horacio Vásquez”.

Anexo: Artículo original de los archivos de la Universidad de Michigan.

(Ver en este blog la entrevista hecha al presidente Morales Languasco por Sigmund Krausz en marzo de 1904,, publicada en The New York Times con el título: «Morales el Actual Jefe de la República de Santo Domingo»).

A continuación, el reportaje completo traducido al castellano:

Sería una tarea difícil separar la verdad sobre las condiciones actuales en Santo Domingo de la masa de declaraciones erróneas, exageraciones y falsedades absolutas que han llenado las columnas de periódicos y revistas en los Estados Unidos desde que los últimos disturbios en la infeliz isla han llamado la atención del gobierno y del público estadounidenses una vez más sobre la condición inestable de los asuntos dominicanos y sobre las responsabilidades que implica la defensa de la Doctrina Monroe.

Gran parte del material impreso ha sido aportado por escritores que evidentemente habían recopilado su material de fuentes enciclopédicas y entrevistas con exiliados dominicanos en este país, pero que nunca habían visto la isla. Otros artículos fueron escritos por nativos y estaban matizados según si el autor era partidario de Woss y Gil, Jiménez o Morales. Los informes de Santo Domingo han sido contradictorios y poco fiables, e incluso en las islas vecinas de Puerto Rico y Cuba, el estado real de las cosas solo se puede adivinar. Durante mi última estancia en Puerto Rico, antes de ir a Santo Domingo, intenté extraer algo de verdad de varias entrevistas con hombres que se suponía estaban completamente familiarizados con las condiciones dominicanas, pero esto también resultó ser una tarea difícil. Los hombres entrevistados tenían demasiados intereses comerciales en juego como para expresarse abiertamente, o estaban demasiado influenciados por el partidismo político como para dar una opinión imparcial de las condiciones prevalecientes.

Así, el ex cónsul de Woss y Gil, el señor Félix Matos Bernier, en San Juan, no veía nada prometedor para el futuro de Santo Domingo con la llegada del régimen de Morales. Pensaba que toda la población estaba en contra del jefe del gobierno provisional, quien se había instalado en el poder gracias a sus éxitos militares temporales, y pronosticaba el regreso definitivo al poder del general Jiménez, su predecesor, quien a principios de abril había partido de San Juan hacia Nueva York con la probable intención de reabastecer sus agotados arsenales de armas y municiones. Cuando le llamé la atención al señor Bernier sobre la determinación del gobierno de Estados Unidos de impedir la exportación de material bélico de Estados Unidos a Santo Domingo, pensó que podría obtenerse en otras partes, y que el Tío Sam se beneficiaría más poniéndose del lado de Jiménez que del de Morales. En cuanto al reconocimiento del gobierno de Morales por parte de Estados Unidos, tras la visita del subsecretario de Estado, Francis B. Loomis, a Santo Domingo, el señor Bernier expresó la opinión de que la visita de este último había sido demasiado breve para que su informe fuera de algún valor. En cuanto a la cuestión de la anexión, el pueblo de Santo Domingo, si Estados Unidos llegara a contemplarla, olvidaría toda lucha partidista y se uniría en el esfuerzo de resistir por la fuerza cualquier intento de ese tipo. En este esfuerzo, Bernier estaba seguro de que la república haitiana se uniría, ya que la anexión de la parte oriental de la isla por cualquier gran potencia pondría en peligro su propia independencia.

El señor Miguel S-, un influyente comerciante con intereses en Santo Domingo, se expresó prácticamente de la misma manera, aunque en términos más reservados, mientras que otros hombres, supuestamente igualmente familiarizados con los asuntos dominicanos, tenían opiniones diametralmente opuestas a las de los señores Bernier y S-, y vieron en la llegada de Morales la salvación de la desafortunada isla. Fue sólo después de mi desembarco en San Pedro de Macorís, puerto desde el cual procedí a la Capital, la ciudad de Santo Domingo, que pude, mediante un estudio personal más cercano y la información obtenida de fuentes nativas y extranjeras de todo tipo, desentrañar el laberinto de opiniones y declaraciones contradictorias y acercarme a la condición real de los asuntos políticos, sociales y económicos actuales de la república.

Después de disfrutar, o más bien sufrir, desde 1844, cuando se proclamó formalmente la república, una sucesión de innumerables dictaduras militares, presidencias y gobiernos provisionales, parece que, en la actualidad, las perspectivas de una paz duradera y un gobierno estable son mejores que en cualquier otro momento anterior. Esta favorable situación se ha producido en parte porque los ciudadanos de la república, con la excepción de los perturbadores profesionales que han orquestado las últimas ocho o diez revoluciones desde el asesinato del presidente Heureaux en 1899, están profundamente cansados del continuo estado de inquietud que impide la más mínima posibilidad de desarrollo comercial y agrícola (el crecimiento industrial ni siquiera está a la vista), y en parte porque Estados Unidos ha mostrado, por fin, cierta determinación para detener las condiciones que, al final, estarían destinadas a involucrar a este gobierno en serias dificultades con alguna potencia europea

Un augurio favorable se justifica además por el hecho de que el jefe del actual gobierno provisional, Carlos F. Morales, es un hombre fuerte y patriota que, en una entrevista personal conmigo, expresó su determinación de dar al país la paz duradera que tanto necesita. Su posición se ve muy fortalecida por el reconocimiento de su gobierno por parte de los Estados Unidos; y lo más probable es que Jiménez, Woss y Gil o cualquier otro general que pudiera contemplar una nueva revolución en Santo Domingo, dadas las circunstancias, reconozca la inutilidad de tal esfuerzo antes de embarcarse en una empresa que el Tío Sam no tolerará.

Dadas las circunstancias, Estados Unidos no tiene necesidad de acudir en apoyo del actual y reconocido gobierno dominicano desembarcando infantes de marina en la isla, y el informe de que esto se haya hecho fue una patraña. Toda la evidencia de la interferencia militar estadounidense, si es que puede llamarse así, es la presencia de la cañonera Detroit, que vi anclada pacíficamente frente al puerto de la ciudad de Santo Domingo. Es de esperar que estas condiciones no cambien materialmente y que Morales pueda preservar la paz que se ha comprado con mucho derramamiento de sangre. Esto lo pondría en posición de ejecutar su programa de administrar honesta y económicamente los asuntos financieros de su país para comenzar a satisfacer las demandas más apremiantes de los gobiernos extranjeros con los que está endeudado por sumas que ascienden a 25 millones de dólares. La inauguración de esta política tendería a eliminar las complicaciones que ahora amenazan con afectar la independencia de Santo Domingo e impedir la posibilidad de que Estados Unidos desembarque tropas y se haga cargo de sus aduanas.

Por lo que he visto y aprendido, esta última emergencia seguramente sería seguida por serios problemas, ya que la población de la República Dominicana se inclina a considerar tal método de interferencia como precursor de la anexión. Si bien el gobierno dominicano puede no verlo de la misma manera, ciertamente proporcionaría a líderes ambiciosos e insatisfechos un buen pretexto para iniciar nuevas revoluciones. El Encargado de Negocios, el Sr. Powell, quien expresa su antigüedad en Santo Domingo no por años, sino por una cronología de revoluciones, de las cuales ha visto cinco en el país al que está acreditado y tres en Haití, cree que el gobierno actual está destinado a ser estable y que, de ser necesario un protectorado de los Estados Unidos con un trato similar al de Cuba. Las únicas personas en Santo Domingo que acogerían con satisfacción una anexión a los Estados Unidos son los propietarios de plantaciones y comerciantes exportadores extranjeros, y, tal vez, algunos grandes terratenientes nativos cuyas propiedades ganarían enormemente valor con ello. Pero consideran a Morales un hombre capaz y creen, al menos, en la sinceridad de sus promesas, que, de cumplirse, también tenderían a aumentar materialmente su seguridad y prosperidad.

Nota: *Según los últimos acontecimientos, la paz finalmente se ha logrado con la rendición a Morales de las últimas tropas revolucionarias cerca de Montecristi. Este resultado favorable es el resultado de la mediación, por parte del comandante del Detroit, entre las partes en conflicto. EL EDITOR.

Infinitamente peor que las actuales condiciones políticas de Santo Domingo es el estado social y económico en el que vive su gente, y se necesitarán décadas de buen gobierno para mejorar este triste estado de cosas. El país, uno de los más bellos de las Antillas, ha sido devastado, abandonado y despoblado. Inmensas extensiones de tierra fértil en los interiores están en barbecho, los edificios de las plantaciones se derrumban, de las cosechas solo se obtiene lo absolutamente necesario, e incluso los pueblos, con la excepción de San Pedro de Macorís, que es nuevo, parecen tan ruinosos como si siglos hubieran pasado sobre ellos sin un intento de reparación o limpieza.

En muchos casos, se ha permitido que los puertos de la isla se llenen; los muelles y almacenes se están pudriendo, y donde hace un siglo, o dos, docenas de barcos mercantes ricamente cargados flotaban y descargaban valiosos cargamentos, hoy solo se pueden ver unas pocas goletas viejas tirando de sus anclas.

Viajar por el interior es casi imposible. Solo hay un par de pequeños ferrocarriles; uno bajo control estadounidense de Santiago a Porto Plata, y otro, inglés, de Sánchez a La Vega. Las pocas carreteras que antiguamente atravesaban el país han desaparecido, cubiertas de matorrales y bosques. Durante muchos años, senderos estrechos, transitables solo para animales de silla, han formado las comunicaciones en el interior; el número de ganado y caballos ha ido disminuyendo constantemente, y parece que estos últimos, especialmente, se están volviendo más escasos, ya que los novillos de monta son muy evidentes en los distritos rurales.

En la propia ciudad de Santo Domingo, con la excepción de la plaza, donde se encuentran la antigua catedral y la hermosa estatua de Colón, las huellas de los numerosos bombardeos que ha sufrido la ciudad son visibles en muchas calles, y la capital parece desierta. No hay señales de actividad comercial, y una gran refinería de azúcar en la orilla opuesta del río Ozama, así como una cervecería estadounidense en las afueras de la ciudad, han sido abandonadas. Hay algunas huellas de carros, deformadas y oxidadas, en las calles, pero los carros de caballos que, según una leyenda, una vez pasaron por encima de ellas, han desaparecido, nadie parece saber dónde. El dinero de la república está tan devaluado que un dólar dominicano, del que se dice que contiene trazas de plata, solo se acepta por veinte centavos en moneda estadounidense, que es corriente en toda la isla.

En cuanto a la afirmación de algunos escritores de que la población mestiza de Santo Domingo siente un profundo odio racial contra los blancos, y que los viajeros de raza caucásica están expuestas a insultos y peligros en el interior de la isla, en mi opinión, todas esas afirmaciones son extremadamente exageradas. En mi experiencia, todos los dominicanos con los que he tenido contacto personal han sido sumamente educados y serviciales, y si bien es cierto que esta experiencia se ha limitado casi exclusivamente a una mejor clase de nativos y que mi conocimiento de las condiciones en los distritos rurales se ha obtenido en gran medida de información diversa, puedo afirmar con seguridad que las condiciones de viaje en la isla, aparte de las incomodidades físicas, y en lo que respecta a la seguridad real, no son peores que en cualquiera de las otras islas de las Indias Occidentales. Por otro lado, me han dicho, no solo los residentes extranjeros de la república, sino los propios nativos, que la moralidad de la población deja mucho que desear y que el trabajo misionero en esta dirección podría lograr mucho bien Es bastante común que los dominicanos vivan en concubinato durante años y formen familias antes de recurrir a los sacramentos de la iglesia con el fin de legalizar la descendencia. Tal concubinato, como lo llaman los franceses, no va seguido del ostracismo social ni siquiera de la pérdida de prestigio social.

Un tema delicado de conversación con un dominicano es el vudú, y la reticencia de todas las clases a dar información sobre este punto lleva a creer que hay verdad en las horribles historias sobre la supervivencia del culto fetichista en los distritos más remotos de Santo Domingo que han sido relatadas por escritores recientes. Sin embargo, me inclino a dudar de que el vudú, incluso entre las clases más ignorantes y degradadas de la población rural, adopte alguna vez la forma de sacrificios humanos y canibalismo, como se ha afirmado con frecuencia, aunque no estoy dispuesto a negar absolutamente la posibilidad de tal ocurrencia esporádica cuando el fanatismo religioso entre los degenerados, en ciertas ocasiones, se convierte en un frenesí salvaje.

En cuanto a la población de Santo Domingo, todas las estimaciones con respecto a las cifras se basan simplemente en conjeturas. Nunca se ha realizado un censo oficial por parte de ninguno de los gobiernos, pero no parece haber duda de que no solo no se ha producido ningún aumento en muchos años, sino que el número de habitantes se ha reducido constantemente durante un período de combates que costó muchos hombres. Cualquier estimación entre 300,000 y 600,000 puede ser correcta.

Los medios de comunicación hacia y desde Santo Domingo son, en la actualidad, extremadamente limitados. A menos que se utilicen veleros o vapores tramp, uno depende casi por completo de un solo vapor de la línea Herrera, el Julia, que realiza un viaje de ida y vuelta mensual entre La Habana y San Juan, Puerto Rico. Esta línea de vapores, que tiene un monopolio práctico en lo que respecta a los puertos de Santo Domingo, cobra precios escandalosos por transporte, a cambio del cual los pasajeros tienen el privilegio de comer alimentos remojados en ajo, ser atendidos por mayordomos que apestan a ajo, dormir en literas y caminar sobre cubiertas impregnadas de olor a ajo y ganado.

En vista de la considerable exportación de azúcar de las plantaciones de propiedad extranjera, que todavía asciende a unas cincuenta mil toneladas al año, me parece que el establecimiento de un servicio periódico de vapores de carga con alojamiento para pasajeros entre puertos estadounidenses y dominicanos debería resultar rentable.

Anexo: Copias de las páginas originales del reportaje «The World Today Magazine».

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Los Problemas de Santo Domingo. Un País Todavía en el Siglo XVI.

Introducción:

El presente relato está contenido en un reportaje del diario The Yorksville Enquirer, de Carolina del Sur, E.U., publicado el 21 de marzo de 1911, bajo el título: «Los Problemas de Santo Domingo. Un País Todavía en el Siglo XVI», con el objetivo de informar sobre las condiciones convulsas en que vivía la República Dominicana en esa época, y de manera específica, de las actividades revolucionarias que realizaba el expresidente Carlos F. Morales Languasco, quien se encontraba exiliado en la isla danesa de Saint Thomas desde 1906, cuando fue derrocado por el mismo gobierno en el poder. En los días de la publicación, el gobierno dominicano presidido por Cáceres se encontraba en su punto más bajo de popularidad en todo su mandato, por varias causas. La Ley de Estampillas que fijaba impuestos a la producción de ron y de alcoholes, que proliferaba en todo el territorio nacional, fue puesta en vigor en julio de 1910. También el Plan de Ajuste sobre las reclamaciones de viejas deudas pendientes con comerciantes y prestamistas, que venían desde la administración de Heureaux, cuyos intereses se vieron mermados significativamente con esta medida del gobierno, sumado a las diferencias que en esos días se habían desbordado entre el gobierno de Cáceres y su primo Horacio Vásquez, al que se sumaban numerosos horacistas inconformes, entre los que se encontraba el fogoso y temerario ex ministro de Guerra y Marina y ex Comandante de Armas de la Capital, general Luís Tejera, quien estaba disgustado con Cáceres porque designó a Alfredo Victoria como jefe del Ejército y no a él, ya que supuestamente, en unos documentos relativos a los planes revolucionarios de Morales, que fueron encontrados cuando éste fue detenido por las autoridades en Puerto Rico, incluía a Tejera entre los participantes. Amén del malestar que hacía poco más de tres años mantenían los pobladores de la región Noroeste por las devastaciones realizadas por Cáceres con la llamada “Pacificación de la Línea Noroeste” que destruyó la ganadería, la agricultura y numerosas viviendas en la región. Tales circunstancias ofrecían el momento más  propicio que podía encontrar Morales Languasco para su expedición revolucionaria, pero no la  pudo llevar a cabo de inmediato por los inconvenientes que afrontó con las autoridades puertorriqueñas, que fueron advertidas de sus propósitos y procedieron a apresarlo, viéndose impedido de realizar la expedición hasta principios de diciembre de 1911, que fracasó en su momento ya que luego de breves combates fueron capturados por la tropas del gobierno.

The Yorkville Enquirer (El Investigador de Yorksville).

21 de marzo de 1911, Carolina del Sur, E.U.

Título: Los Problemas de Santo Domingo. Un País Todavía en el Siglo XVI.

Que Santo Domingo esté en una de sus revoluciones periódicas lo indica la actividad del expresidente Carlos F. Morales y sus amigos en el exilio. Un cablegrama informa que Morales se encuentra en Cuba, donde se dice que está ultimando los preparativos para la introducción subrepticia de armas y municiones en Santo Domingo. Sus amigos afirman que está bien provisto de fondos y que su equipo es el mejor que jamás haya estado al mando de un jefe revolucionario de Santo Domingo.Morales llegó a San Juan desde la isla danesa de Saint Thomas en el transatlántico francés Quebec el 4 de diciembre pasado. Se dice que su llegada obedeció a una citación de sus agentes, quienes habían tramitado un préstamo aquí, y su presencia era necesaria para finalizar su negociación. Durante su corta estancia aquí, se afirma que obtuvo de ricos hombres de negocios con intereses en Santo Domingo, promesas de más de 50,000 dólares, y se llevó consigo la mayor parte de esa suma al partir.

Morales no guarda secreto de su misión aquí. Realizó audiencias abiertas para sus amigos y seguidores en el hotel Inglaterra, donde se alojó, y no fue tarea difícil para los emisarios del cónsul general dominicano Medina, seguir sus movimientos. Desde su partida, el cónsul Medina se ha asegurado de que se hayan recibido y remitido más sumas. Se afirma que Morales aseguró a sus seguidores que el gobierno de Estados Unidos está a favor de su regreso al poder y no mostrará ninguna actividad indebida para obstaculizar sus planes, pero se cree que esto lo dijo con miras a aumentar el ánimo de aquellos partidarios suyos que dudaban del éxito. Se dice que un buen yate de vapor forma parte del equipo revolucionario y que un antiguo ex almirante de Santo Domingo asumirá el mando.

Que el gobierno de Santo Domingo da crédito a esta declaración es obvio por el arresto del ex almirante Catrain al intentar salir en secreto de Santo Domingo. Catrain, quien es un hombre prominente en la política de Santo Domingo y un líder famoso, fue almirante de la flota durante el mandato presidencial de Morales. Cuando este último fue depuesto en 1906, Catrain se apoderó de la cañonera Independencia y, uniéndose a los partidarios de Morales en Montecristi, atacó Puerto Plata, Samaná y Sánchez, pero se vio obligado a rendirse tras un breve escarceo. Acompañó a Morales al exilio, donde permaneció hasta que una amnistía le permitió regresar a Santo Domingo. El 16 de enero subió a bordo del buque alemán que estaba en el puerto de la ciudad de Santo Domingo y se dice que se escondió con la intención de escapar del país. Las autoridades de Santo Domingo, que estaban informadas de los movimientos de Morales, habían estado vigilando a Catrain creyendo que era el oficial que Morales pretendía que guiara su yate, lo sacaron del buque y lo pusieron bajo confinamiento.

El gobierno de Santo Domingo es fuerte y está preparado para resistir de manera firme el ataque de Morales, y el ministro de Finanzas, Velásquez, siempre atento se mantiene informado por sus numerosos espías de los movimientos de Morales y sus amigos. Sin embargo, Morales ha elegido un momento propicio para su empresa contra la administración de Cáceres, de la que fue presidente anteriormente, y conoce sus puntos débiles.

Cada gobierno de Santo Domingo gobierna con una minoría. Esto se debe a la naturaleza peculiar de la política del país. Los políticos de Santo Domingo, por regla general, no difieren en cuanto a principios y políticas. No apoyan principios, sino individuos, y su política es invariablemente la misma: ocupar el cargo. Los esfuerzos de quienes están fuera del poder son para llegar al poder, con el único objetivo de obtener puestos lucrativos, independientemente de su idoneidad moral o intelectual, y como los presidentes son puestos en la silla por las fuerzas armadas de sus amigos, se ven obligados a ceder a las demandas de los más poderosos de esos amigos. Naturalmente, no hay suficientes puestos para todos los aspirantes, los desafortunados se desilusionan de inmediato y buscan un líder que satisfaga sus ambiciones. Así una mayoría se reduce rápidamente a una minoría, que solo puede mantenerse a flote con medidas severas.

El gobierno de Cáceres lleva cuatro años en el poder y sus partidarios han caído gradualmente. Aquellos que no han recibido un nombramiento se han enojado; el fracaso de algunos funcionarios para ascender tan alto como deseaban, en detrimento de sus compañeros, los ha vuelto hoscos. Además de esto, el gobierno se ha visto obligado en varias ocasiones a castigar a los funcionarios que han abusado demasiado flagrantemente de su autoridad, y estos se encuentran entre los opositores más virulentos del gobierno. Todos se unen a los enemigos naturales del gobierno (miembros de otros gobiernos caídos que no fueron ejecutados, encarcelados o exiliados) y, junto con los que están en el exilio y en prisión, intrigan y conspiran para derrocar el orden establecido. En circunstancias tan difíciles, la paz, el orden y el cumplimiento de las obligaciones nacionales e internacionales en Santo Domingo han sido asegurados hasta ahora por la indiscutible capacidad y fuerza de Federico Velásquez, ministro de Hacienda y Comercio de la República. El presidente Cáceres se siente más a gusto en el campo de batalla o en las partes agrícolas, a las que actualmente dedica la mayor parte de su atención, que a los asuntos de estado más complejos, y sobre Velásquez confía casi exclusivamente la ardua tarea de guiar a la república a través de sus numerosas dificultades.

Como la mayoría de los líderes fuertes y resueltos en comunidades semi organizadas, Velásquez es cordialmente odiado y temido en todo Santo Domingo, y sus enemigos han hecho grandes esfuerzos para causar una ruptura entre el presidente Cáceres y él, pero Cáceres es muy consciente de que la retirada de Velázquez sería seguida rápidamente por su propia caída, ya que se necesitan cualidades especiales de las que él carece para hacer frente a los espíritus feroces y ambiciosos que lo rodean. Por otro lado, Velásquez mantiene sometidas a las facciones enemigas, frena la ambición codiciosa de los miembros influyentes de su propio partido, se asegura de que se cumplan las obligaciones nacionales y preserva las arcas del estado de su agotamiento.

Sin embargo, hay que decir en justicia de Morales, que el actual programa administrativo de Santo Domingo, que ha funcionado con tanto éxito, fue planeado y ejecutado en parte por él mismo antes de su caída. Fue él quien, al convertirse en presidente, en virtud de la terriblemente complicada situación financiera de la república con sus acreedores nacionales y extranjeros, estableció el Modus Vivendi, precursor de la Convención dominico-americana, que puso el servicio de aduanas bajo el control estadounidense, asegurando así unos ingresos permanentes suficientes no solo para cubrir las necesidades del gobierno, sino también para garantizar y pagar la deuda nacional, y en el momento que fue destituido la Convención dominico-americana ya se estaba tratando. Por lo tanto, la administración actual, en lo que respecta a su política exterior, no se ha desviado del rumbo trazado por Morales. Nunca, hasta que Morales llegó a la presidencia, un presidente se había atrevido a poner impuestos al pueblo más allá del pago de los derechos aduanales, y el terrible Heureaux incluso tembló cuando se sugirió tal plan y se negó a considerarlo. Pero Morales estaba decidido a obligar a su pueblo a seguir los caminos de la civilización y creó el departamento de Rentas Internas, lo que ha supuesto un aumento sustancial de los ingresos del gobierno, y su administración fue estrictamente honesta. Su último medio mes de salario como presidente de la República le fue enviado mientras estaba exiliado en Puerto Rico (ojo) según se afirma, por las mismas personas que lo depusieron, y este es el primer caso de este tipo en la historia de Santo Domingo, que da crédito a la honestidad tanto de Morales como de la administración de Cáceres que le pagó.

En un país cuyo pueblo rápidamente atribuye a sus gobernantes las peores acciones y motivos, ya sean conocidos o supuestos, ni siquiera sus enemigos más acérrimos acusan a Morales de malversar o malgastar el dinero público, y los hombres de mentalidad liberal lo reconocen como un hombre audaz, valiente e inteligente y un gobernante que salvó a la república de la ruina financiera total. Ciertamente fue culpable de muchos errores, pero son errores de gobernantes despóticos, y Santo Domingo nunca ha tolerado un gobierno constitucional. La república no ha alcanzado la etapa de cultura necesaria para aceptar y apoyar un gobierno constitucional liberal solo después de que las masas hayan sido sacadas de la degradación del analfabetismo y aprendan a vivir como un pueblo civilizado.

Ni una quinta parte de la república, con un área de casi 20,000 millas cuadradas, está bajo cultivo. El interior es tan inaccesible al comercio como el centro de áfrica, y esta hermosa y maravillosamente fértil tierra, de todos los lugares el que más amó Colón y la cuna de la civilización americana, ya que la primera universidad del Nuevo Mundo se estableció en Santo Domingo, vive actualmente en el siglo XVI. ¿Es de extrañar, en estas circunstancias, que la pequeña república sea presa de los peores males que azotaron a Europa durante esa época? Santo Domingo, sin duda, necesita un gobernante despótico con la determinación de hacerla progresar, un hombre del tipo de Porfirio Díaz, que haga por ella lo que Díaz ha hecho por México. No se puede suponer si Morales es capaz de hacer eso o no. Su mandato fue demasiado corto para permitir una apreciación a favor o en contra, pero su paso estuvo marcado por un progreso innegable.

Se desconocen los planes de Morales, sean cuales sean, si logra llegar a la presidencia, pero a menos que pueda mejorar materialmente la administración actual no estaría justificado que llevara la guerra civil a su país. Sin embargo, todavía está muy lejos de la silla y el camino hacia ella es accidentado y sangriento. Se dice que juró alcanzarla o perecer en el intento, pero se teme que la actual administración, si se ve llevada al extremo, se valga de la cláusula de la Convención dominico-americana, una cláusula insertada por el propio Morales con miras a su propia seguridad en ese momento, que establece que si el gobierno de Santo Domingo se ve tan amenazado por la guerra que ponga en peligro el cumplimiento de sus compromisos con sus acreedores extranjeros, el presidente puede solicitar apoyo de los Estados Unidos. Si el presidente Cáceres recurre a este expediente y Estados Unidos responde a la petición, no habría esperanza para Morales. Sin embargo, los sabiondos opinan que la administración no lo hará ya que no solo aceleraría su propio derrocamiento, sino que podría involucrar a la república en una guerra con Estados Unidos, ya que los dominicanos probablemente unirían fuerzas contra las tropas estadounidenses como un enemigo común. Esto es difícil de dudar, pues los dominicanos están tan irritados por la proximidad de las fuerzas estadounidenses que, recientemente, cuando la administración prestó la bahía de Samaná para las maniobras de la flota del Atlántico de los Estados Unidos que se llevarían a cabo en marzo próximo. La gente, temiendo una jugada sucia, es decir, que la bahía hubiera sido cedida definitivamente a Estados Unidos, se quejó tan enérgicamente que el gobierno de Santo Domingo se alegró de tener un pretexto para desviar la atención del tema ya que las explicaciones eran inútiles y solo tendían a confirmar la absurda creencia. El pretexto era este: El gobierno dominicano había ordenado que se abriera un camino ancho a través del bosque en territorio dominicano cerca de la frontera con Haití para que la guardia fronteriza pudiera impedir el contrabando de manera efectiva. El territorio por el que discurre la línea ha sido terreno en disputa durante mucho tiempo, tanto Haití como Santo Domingo reclaman su propiedad, aunque éste último está en posesión. Las autoridades haitianas protestaron contra la apertura del camino y en la refriega subsiguiente murió un estadounidense del servicio de aduanas de Santo Domingo. El gobierno dominicano anunció de inmediato que los haitianos estaban a punto de invadir Santo Domingo, envió tropas a la frontera y llamó a todos los ciudadanos a prepararse para el servicio activo. Por supuesto, los haitianos no pretendían nada por el estilo, pero la artimaña no solo distrajo la atención efectiva del pueblo sobre la cuestión de la bahía de Samaná, sino que hizo que muchos de aquellos hasta entonces hostiles a los estadounidenses expresaran la esperanza de que, en caso de ser atacados por las fuerzas haitianas se pudiera obtener ayuda de Estados Unidos para hacer retroceder a los invasores. La administración se anotó un triunfo adicional. Durante algún tiempo se había prohibido la importación de armas y municiones, incluso se habían prohibido las escopetas; sin embargo, había mucha gente que tenía rifles escondidos y los esfuerzos del gobierno por desarmar eficazmente a los civiles habían fracasado.

Esto era una fuente de molestia y peligro para el gobierno, ya que tales armas se podían usar en caso de una revolución. Al convocar a los ciudadanos a prepararse para el servicio activo contra los haitianos, el gobierno les pidió que entregaran las armas para limpiarlas y repararlas. Las armas cayeron fácilmente con la trampa, se apresuraron a entregar sus rifles, ansiosos por conseguir rifles nuevos. El gobierno se rio con picardía para disgusto de los incautos. No entregó armas nuevas ni reparó las viejas. Por tanto, si Morales hiciera un desembarco en Santo Domingo, podría descubrir que necesita más rifles de los que había calculado proporcionar. Mientras tanto, las cosas están cuidadosamente vigiladas y el gobierno ha tomado todas las precauciones para mantenerlo fuera. Sin embargo, si es lo suficientemente inteligente y afortunado como para efectuar un desembarco con un gran suministro de armas y municiones, su acorazado está bien tripulado y equipado, y Estados Unidos no participa en el juego, se cree que las cosas le irán mal al gobierno.

(Boston Transcript).

“Carlos Morales Languasco”- «Estampas de mi Pueblo». Autor: Sebastián Rodríguez Lora.

Introducción.

El doctor Sebastián Rodríguez Lora (Chanito), fue un notable intelectual puertoplateño que nació en 1911 y murió en 2004. Escritor con fina prosa que, en su libro Estampas de mi Pueblo, describió las peculiaridades de no pocos personajes destacados de su ciudad natal. En este espacio incluimos la estampa relativa al expresidente Carlos F. Morales Languasco, a quien describe en sus rasgos personales de un modo magistral, con los colores propios de su estilo, aunque aborda grosso modo pasajes de la historia, de tal manera que exige del lector un conocimiento vasto del tema para tener una buena comprensión. En este sentido hacemos algunas aclaraciones puntuales sobre unos planteamientos históricos que son inexactos.  

A Continuación, el texto íntegro.

Carlos Morales Languasco

«Una placa de bronce traída de París con sus restos mortales, en un modesto mausoleo del cementerio de mi pueblo, marca el sitio donde descansan para siempre, inmóviles los alabes del espíritu, Carlos Felipe Morales Languasco, expresidente y exministro plenipotenciario y enviado extraordinario de la República ante Francia, España, Italia, Suiza y Portugal. Podando el doble nombre de pila –que suena a corredores de casa real- en vida se le llamo escuetamente, con exageración epónima, Morales Languasco.

«Y d’emblee tropezamos con un paradojismo radical de este puertoplateño. Hombre tallado en bloque, sin soldaduras, sustantivo en tercera potencia, llevó engastada en su personalidad unas cualidades epitéticas contradictorias, que son adjetivación substantivada y lo pintan de cuerpo entero. Obstinado, frenético, turbulento, jovial e histórico, duro de piel en la hora del triunfo y de la adversidad, altruista, magnánimo, condecorado con la virtud de sus defectos, cualidades que, valga la coincidencia, se dan siempre en el gran político. Y, sobre todo, lo cual ya es demasiado: fue una cabeza clara, de la cual, apartándose de Gautier, y contra la política paralítica de su tiempo, se saco la convicción –cabo polar de su conciencia- de que hacer una nación dominicana no era una utopía, y que solo era posible hacerla desde y con el Estado como instrumento. Su fórmula ideal era sencilla: trabajo, apoliticidad de fines, pulcra honradez administrativa. Estas tres cosas funcionaron con Morales Languasco como un engranaje biológico.       

«Por de pronto, fue conspirador a nativitate. Debajo de la sotana que le impusieron sus padres como camisa de fuerza se revolvió, cual fiera enjaulada, el conspirador.  Miembro de la bizarra generación puertoplateña del 86, la vestidura talar le sirvió de embozo y armadura para conspirar contra Lilís.  Y con sotana y todo se fue al destierro para seguir conspirando.  Muerto Lilís, volvió al país y se dedicó full time a la política, que era su vocación y su pasión.  Dejó el curato por la curul de diputado.  El país vivía en crisis, en rigor mortis. El albaceato constitucional de Wenceslao Figuereo no funcionó, como funcionó solo precariamente el gobierno provisorio de Horacio Vázquez. Unas elecciones trajeron la “primavera moral” de Juan Isidro Jimenes, con Horacio Vásquez como caballo de troya vicepresidencial, que pronto gobernó espuriamente como secuela del 26 de abril del año dos, hasta que el Cabo Millo y Demetrio Rodríguez le arreglaron cuentas sietemesinas. Morales Languasco está a la expectativa, con la engañosa calma de un jugador de póker. Vino al poder, por carambola, Alejandro Woss y Gil, que no era bolo, y se le confirma la magistratura en unas elecciones que no complacieron ni a los bolos ni a coludos. Morales Languasco cree llegado el momento, y desde la gobernación encabeza en su pueblo la revolución unionista, hecha con los unos y los otros, en extraña simbiosis incompatible. Los amigos lo acusan –con razón- de inclinarse a los enemigos, puro andamiaje, e intentan inútilmente una contrarrevolución. Y por fin llega al poder el titán puertoplateño, pero llega sólo, con un caballo de troya en las entrañas. Esta vez el caballo de troya es Mon Cáceres, su vice, nacido naturalmente para el mando, y que no le perdona a Morales Languasco el pecado original de su bolismo. Y se dio el caso de un presidente que no presidía, a quien los miembros del gabinete no obedecían, y que era de hecho un prisionero de palacio. Entonces Morales Languasco ensayó la obra maestra de prestidigitación de nuestra historia política: fraguó una insurrección contra su propio gobierno, que muere con Demetrio Rodríguez precisamente donde había comenzado la revolución unionista. Con una pierna rota fue apresado en Haina (1), obligado a renunciar y puesto a bordo de un buque de guerra norteamericano que lo llevó al exilio, al Saint Thomas de su ancestro.

«Allí conspira incesantemente -y, cabe agregar, con mala fortuna siempre- El desterrado, apremiado por la falta de recursos, distribuye billetes de nuestra lotería, mientras espera que llegue la hora del “gordo” político. Un día desembarca, “con su habitual desparpajo”, en su pueblo natal, y va directamente a Estancia Nueva a visitar a su antiguo vicepresidente -su caballo de troya- Mon Cáceres, jefe del gobierno. La visita fue breve e infructuosa, Mon Cáceres estaba demasiado ocupado realizando el programa político de Morales Languasco -realizándolo literalmente, punto por punto, que es un asunto en el cual nuestros historiógrafos no han reparado nunca- para interesarse por la suerte del autor de ese programa. Y vuelve al destierro. El año 1909, el del terrible temporal de San Severo, venía como miembro de una expedición para sumarse a un efímero levantamiento hibrido de bolos y coludos recortados. Un mal tiempo arroja el barco a las costas haitianas, y las autoridades expulsan sumariamente a los aventureros (2). El año 1912 organizó otra expedición revolucionaria y desembarcó en El Seybo. Nuestras expediciones han sido siempre crónicas de aborto. Apenas desembarcado es hecho prisionero y se le mantiene en prisión hasta la caída de los Victoria. Es un preso privilegiado, pues la comida le llegaba directamente de la mesa presidencial de Eladio Victoria, uno de los únicos ministros que le fueron leales durante su ejercicio del poder. Poco después, cansado de su estéril odisea, acepta una representación diplomática en Europa.

«Se ha dicho que como político le faltó escrupulosidad. Pero esta virtud casera -en el sentido primario del vocablo- son las chinas que se le meten al político en el zapato y le obligan a andar como en volandas. Y la política, que es el arte supremo de lo concreto, exige pies en tierra y no deja tiempo para ser escrupuloso. Lo que habría que decir es que Morales Languasco tuvo el coraje y la honestidad de suscitar los grandes problemas de la nación, sin contentarse con afrontar solo los que le salían al paso. Y eso es una virtud máxima del político. Así formuló el primer programa completo de reorganización política y administrativa que tuvo el país, y que Mon Cáceres trató de realizar.

«¿Inconsecuente? Así le llama Rufino Martínez, olvidando que para el político que lo sea de verdad los medios son puro andamiaje. El político que pone la proa a un punto cardinal de su albedrío y no cambia nunca el rumbo, y que por lealtad a eso que se llama convicción no es capaz de rectificar una táctica ineficaz y ensayar otras, es poco más que un diletante. Con las hojas de servicios de todos los diletantes que ha habido en nuestra política no se llenaría media página de historia. En cambio, Morales Languasco llena él sólo muchas páginas, y hay muchas más en blanco que le están reservadas para llenarlas cuando su figura de “pura sangre” político sea estudiada y conocida a fondo.

Cuando empezó su vía crucis de gobernante, nuestro genial Pepe Mora, incisivo y delicioso, le aplicó a Morales Languasco una parábola del evangelio criollo: “Carlos -le dijo- a ti te ha pasado como al muchacho de campo que casaron con una muchacha hermosa y rica, y no bien acabó la boda lo mandaron a dormir solo en la cocina”. Es que Morales Languasco quiso de un solo golpe hacer la revolución y anticiparse a la contrarrevolución: lo primero con los guerrilleros a quienes luego repudió y quiso extirpar de raíz, y lo segundo gobernando con enemigos como freno. Fue su gran utopía, una utopía de espíritu magnánimo.

«El sentido del humor, que no le abandonó jamás, fue uno de los ingredientes de su intenso carisma personal. Sabía, como Shakespeare, que la vida es consustancial farsa, y la aprovechó para los fines, muy serios y respetables, de su política. Me contó mi padre que una vez él y un grupo de jóvenes puertoplateños fueron a visitar a Morales Languasco a su casa de familia en la calle El Fuerte, en sus días de gobernador. El visitado estaba tomando un baño de inmersión, largo y moroso, y con su habitual desparpajo los mandó a pasar y los recibió in púribus, sin más indumentaria que su piel de paquidermo político. Y saltando de una cosa en otra, siempre con su habitual desparpajo, les hizo notar la magnitud de sus esferoides genesíacos, preguntándoles si aquello no sería omen de una predestinación presidencial. Debajo de esa anécdota late un profundo conocimiento de los misterios de la política, pues cuentan que Julio César y Mirabeau, incomparables prototipos de político, destacaban por pareja cualidad. Y es prodigioso que una observación tal se le ocurra, en un pueblito de nada, de un país de nada, a un hombre salido de los claustros que no había sido ni espectador en los grandes escenarios políticos del mundo.

«De diplomático, allá en las capitales europeas, entrando y saliendo con su habitual desparpajo, de impecable frac y chistera, en las cancillerías y los palacios de gobierno, siguió probablemente conspirando, solo que sus sueños de conspirador los trenzaba con tenues ovillos de estrellas, mansa y luminosamente utópicos. Como tenía que ser -su carácter gótico, de impulso vertical, desafió siempre la ley gravedad de su destino- fue el primer dominicano que trepó a las nubes en las alas de un avión, como había sobrevolado tantas veces sobre la sórdida incomprensión que amargó sus días en la tierra. Y como era natural, murió fulminado por un ataque apopléjico. Llevaba en el cauce de su alma un torrente fiero e impetuoso que un día forzó las murallas de sus arterias para encontrar la definitiva libertad, el íntimo sí mismo que apenas pudo ser. 

Fin de la Estampa.

Observaciones:

1-Morales no fue capturado en Haina. Llego por sus propios medios a la Legación americana acompañado de Enrique Jimenes, quien lealmente estuvo a su lado luego de que sufriera la fractura de la tibia de su pierna derecha al caer por un barranco a orillas del río Haina. (Ver en este blog “Escapada por la Vida”, en la que el propio Morales narra al periodista E. H. F. Dottin, de la revista Wide World Magazine, al llegar a Puerto Rico, las adversidades que vivió por aquel inconveniente.)

2-Morales salió desde Saint Thomas el día 11 de mayo de 1907 en el buque alemán Ascania, mientras los espías al servicio del gobierno dominicano informaban que él había salido hacia New York en el buque inglés “Trinidad”, de la Quebec Line, así como otras conjeturas de que había salido hacia Puerto Rico en la balandra inglesa “Frame”, o con destino a Islas Turcas. Lo cierto fue que Morales embarcó en el buque alemán “Ascania” con destino a Haití haciendo escala en Puerto Plata, donde las autoridades solicitaron al capitán su entrega, lo que fue denegado. El «Ascania» llegó a Puerto Príncipe, Haití, el 23 de mayo y, al salir del barco Morales fue apresado y reembarcado al día siguiente por el gobierno haitiano en el primer buque a zarpar, que resultó ser el “Príncipe Guillermo II”, holandés, que tenía a New York como destino. El 31 de mayo llegó a New York, donde fue entrevistado por la prensa al día siguiente. (Ver en este blog el reportaje “Morales en apuros” sobre una entrevista publicada por el diario The Evening Star, de Washignton D. C. sobre este tema).

Morales en Apuros. (Morales on the Jump). Entrevista a Morales Languasco en New York el 1/06/1907.

Introducción:

El expresidente Carlos F. Morales Languasco salió el 11 de mayo de 1907 de Saint Thomas, donde vivía exiliado, hacia Haití en el buque alemán «Ascania», con el propósito de entrevistarse con el entonces presidente haitiano Pierre Nord Alexis y de encontrarse con algunos dominicanos adversarios del gobierno, que se habían trasladado a Haití luego de las acciones del gobierno de Cáceres para la pacificación de la Línea Noroeste y del fracaso de la expedición armada, por Luperón, del jimenista Enrique Jimenes. Los servicios de espionaje de Cáceres que daban seguimiento a los pasos de Morales en Saint Thomas, publicaron en un panfleto con pretensiones de periódico llamado “The Bulletín”, que éste había embarcado hacia New York en el buque inglés “Trinidad” de la “Quebec Line”, con el propósito de retirar los fondos depositados por el Servicio de Aduanas de la República Dominicana en el National City Bank de New York, lo que era materialmente imposible, por dos razones: 1- Los fondos no eran depositados por el gobierno dominicano, por lo que ni el mismo gobierno podía retirarlos. Y 2- Los fondos estaban especializados únicamente para el pago de la deuda dominicana a acreedores norteamericanos y europeos, de acuerdo al Modus Vivendi.

En la ocasión el Ascania tenía en su itinerario una escala en Puerto Plata, donde las autoridades trataron apresar a Morales, pero el capitán del buque no accedió a tal solicitud. Luego llegó el 23 de mayo a Puerto Príncipe, Haití, donde fue apresado tan pronto desembarcó por las autoridades haitianas a petición del gobierno dominicano y, al día siguiente fue puesto a bordo del primer buque que zarpara, que resultó ser el “Príncipe Guillermo II”, de bandera holandesa, cuyo destino era la ciudad de New York, a donde llegó el 31 de mayo.

Del Periódico The Evening Star, de Washington D,C, Estados Unidos de América.

-Título del Artículo: “Morales en Apuros” (Morales on the Jump).

-Enlace con la página del periódico “The Evening Star” de Washington D.C. de fecha 1 de junio de 1907 que contiene el artículo original de la entrevista en Nueva York.:

  • Subtítulos:

Un Día en Haití y Luego Embarcado.

Regresa a Saint Thomas.

Expresidente de Santo Domingo ansioso por Encontrarse con su Familia.

No Desea Más Revoluciones.

Hace Algunos Comentarios Sobre el Presidente Roosevelt y sus Políticas.

A continuación, el texto completo de la Nota de Prensa traducido al castellano.

Sábado 1 de junio de 1907.

New York, 1 de junio. El expresidente Carlos F. Morales de Santo Domingo llegó a esta ciudad ayer por la mañana en el vapor Príncipe Guillermo II, procedente de las Indias Occidentales, como visitante involuntario a los Estados Unidos. Exiliado de su país natal, fue deportado de Haití el 24 de mayo en el primer vapor que llegó. Resultó ser el Príncipe Guillermo II, con destino a Nueva York. El expresidente Morales partirá hoy en el vapor Coamo hacia Puerto Rico y espera tomar un vapor allí para establecerse temporalmente en Saint Thomas, en las Indias Occidentales Danesas, donde reside su familia. El Sr. Morales declaró ayer a un periodista en sus habitaciones del Hotel América que había ido a Puerto Príncipe, Haití, únicamente por asuntos privados. Al desembarcar, se le informó que estaba arrestado, ya que Santo Domingo y Haití habían llegado a un acuerdo por el cual Haití no daría asilo a delincuentes políticos en Santo Domingo. Fue escoltado al palacio del gobernador y se le hizo sentir cómodo, aunque protestó por su arresto.

Con Uniformes Llamativos.

«Les dije», dijo el Sr. Morales, «que mejor preferiría ir a un hotel y que serían bienvenidos si ponen un guardia allí para vigilarme, pero no lo hicieron. Fueron muy corteses, es decir, para Haití. Me acompañaron al vapor al día siguiente, no con soldados, sino con generales con uniformes elegantes; en Haití les gustan los uniformes llamativos. Y así estoy aquí, contento de volver a ver Nueva York, pues estuve aquí en 1899 durante varios meses para una operación quirúrgica, pero eso fue antes de que me dedicara a la política. Quiero llegar con mi familia a Saint Thomas lo antes posible, así que zarparé mañana hacia Puerto Rico.

El presidente Morales es un hombre apuesto, que habla inglés con cierta dificultad, pero correctamente, excepto en la pronunciación. Solo tiene cuarenta años. Fue educado íntegramente en su propio país, y su profesión es abogado, aunque tras finalizar sus estudios fue sacerdote durante unos años y luego decidió dedicarse a la política. Se convirtió en diputado, luego en gobernador y luego en presidente provisional, cuando reunió a su alrededor las influencias que expulsaron al presidente Woss y Gil de su cargo en 1903. Posteriormente, tuvo una lucha triangular con Woss y Gil y el expresidente Jimenes, quien también es un exiliado en Puerto Rico, y fue elegido presidente.

Algunas Acusaciones Graves.

Cuando el presidente Morales emitió un decreto de amnistía, muchos de sus enemigos regresaron. De alguna manera misteriosa, se le acusa de haber ejecutado a no menos de 200 de sus antiguos enemigos. Sus amigos niegan que haya sido cómplice de estos asesinatos. Ayer se negó a hablar del asunto. Jimenes pronto inició una revolución contra él, uno de los cientos que Santo Domingo ha tenido que soportar, y encerró a Morales en la capital. Jimenes finalmente triunfó y huyó a Puerto Rico. (Observación: Este relato parece referirse a la guerra de La Desunión).

Tuvo que Escapar.

Todo transcurrió sin contratiempos durante un tiempo y Morales firmó el convenio con este país, mediante el cual Estados Unidos asumió el control de las aduanas y acordó pagar las deudas que Santo Domingo tenía con Bélgica, Francia, Italia y otros países, así como la reclamación de 4.500.000 dólares que tenía la Compañía de Mejoras de Santo Domingo de Nueva Jersey. Entonces el gabinete de Morales se alzó contra él y se vio obligado a huir. Su caballo tropezó, se cayó y se rompió una pierna. Fue llevado a la legación estadounidense, y aunque la ley prohíbe a cualquier presidente dominicano salir del país sin permiso del Congreso, se reconoció que ya se encontraba en suelo estadounidense y se le permitió ir a Puerto Rico. Vivió allí varios meses y luego se fue a Saint Thomas, donde permaneció hasta principios de este mes, cuando cometió el error de ir a Haití, según dice, por asuntos privados. Luego se encontró camino a Nueva York. El Sr. Morales habló abiertamente ayer sobre su país, sus amigos y enemigos, dijo.

Solo Desea Paz.

“Solo deseo paz para mi país. Nunca volveré a iniciar una revolución. Cuando se conceda la amnistía, regresaré con gusto y caminaré humildemente como un ciudadano que ama a su país. No tengo ambiciones políticas. No digo que si mis conciudadanos desean mis servicios en algún cargo municipal o de menor importancia, deba declinarlos. No quiero volver a ser presidente. Mi administración fue un fracaso porque el pueblo no pudo seguir mis planes. Estamos prácticamente en una etapa inicial. Necesitamos paz. Sería un crimen perturbar el país de nuevo con sangre derramada. Si iniciara una revolución, todos los vagabundos se alzarían y me seguirían. Entonces, si ganara, tendría que proporcionarles trabajo y empleo. Estaría peor que antes y mi país también. No, he terminado con las revoluciones y con la lucha por el poder político.

“El presidente Cáceres, quien fue vicepresidente bajo mi mando, está manejando los asuntos con honestidad. De eso no hay duda. Es un soldado valiente. No es un hombre capaz, sino uno que se deja llevar por la corriente. Me sucedió, no porque él mismo estuviera en la conspiración —no digo que lo estuviera—, sino porque resultó ser el siguiente en la fila. Probablemente se presentará como candidato a la reelección en noviembre del año que viene. No sé qué se hará. Tiene mi misma edad.

La Revolución es Inútil.

“El expresidente Jimenes, que está en Puerto Rico, es como el conde de Chambord; cree que debe gobernar por derecho divino. No sé si iniciará una revolución. Es inútil iniciarla. Hay que tener dinero. No se puede conseguir dinero a menos que se controlen las aduanas. Eso no se puede hacer porque Estados Unidos las controla. Estamos bajo la esfera de Estados Unidos, como los planetas lo están bajo el sol. Las revoluciones nos traerán el descontento de este país, y no me es indiferente lo que eso significaría.”

El presidente Morales está especialmente resentido con la Compañía de Mejoras de Santo Domingo (1) y su reclamación de 4.500.000 dólares. “Esa compañía se constituyó en Nueva Jersey hace trece años”, dijo. “Su capital total era de 1.000 dólares.” Se organizó para mejorar las carreteras y desarrollar el país. No ha aportado ni un centavo al país. No entiendo cómo ha acumulado una reclamación de $4,500,000. Nunca nos ha rendido cuentas. Si le debemos dinero, queremos pagar, pero creemos que se nos debería permitir que se resuelva el asunto. (1) San Domingo Improvement Co.

“Este país ha reabierto a asuntos de reclamaciones y laudos con Haití, Venezuela y otros países. ¿Por qué no se ha vuelto a tratar este asunto? Me parece una vergüenza que su intrépido presidente, el Sr. Roosevelt, quien está en contra de los trusts, las malas corporaciones y similares, no permita que esto suceda y se permita ser cómplice de algo injusto. Nunca he conocido al Sr. Roosevelt. Por supuesto que lo admiro, pero me parece que ha cambiado un poco desde que comenzó su mandato actual.”

No es un Emperador.

El presidente Morales se encogió de hombros y continuó: Por supuesto que no es un emperador, y no quiero criticarlo ni a él ni a su país. Pero veo que está intentando imponer al Sr. Taft como su sucesor. Otro encogimiento de hombros. En mi país eso se consideraría una causa, pero no debo hablar de esos asuntos. Yo estaba a favor de que este país se hiciera cargo de nuestras aduanas. No estoy a favor del préstamo propuesto de 20.000.000 de dólares. Estoy de acuerdo con el comité de finanzas de nuestro congreso en que no es prudente. Ahora tenemos más de 2.000.000 de dólares ahorrados aquí en Nueva York. Cuando asumí el cargo, los ingresos de nuestro gobierno eran inferiores a 1.000.000 de dólares al año. Antes de mi destitución, ascendían a casi 3.000.000 de dólares al año. El presidente Woss y Gil, quien me precedió, intentó dirigir el gobierno como un deporte. Le prestó poca atención a la administración. Ahora dirige una fábrica de cigarros en Santiago de Cuba. Quería desarrollar la agricultura y pagar nuestras deudas. Creo que con los $2,000,000 y más que hemos ahorrado, un préstamo de $10,000,000 sería lo adecuado. Entonces tendríamos suficiente para pagarle al menos a Bélgica, y podríamos pagar lo que razonablemente debemos a la Compañía de Mejoras de Santo Domingo. Pero esa empresa huele mal. Como lees en ‘Hamlet’, hay algo turbio en Dinamarca. Tiene una reclamación válida de $4,500,000 contra nosotros. Debe haber tenido una lámpara de Aladino.

No soy Amigo de Jimenes. No; mi País solo quiere Paz.

Solo hay un pequeño disturbio allá abajo ahora; no es importante. No tengo ninguna mala palabra que decir a nadie, ni siquiera a Jimenes. No somos amigos, pero no le guardo rencor. Cuando se le preguntó si no temería por su seguridad personal en caso de regresar bajo amnistía, el presidente Morales respondió:

“No, no tengo miedo. Claro que tengo enemigos personales. Ante cualquiera que me ataque, tendría mi revólver. Quiero regresar y convertirme en un humilde ciudadano. Mis bienes no han sido confiscados. Nuestro país, como dijo una vez John Stuart Mill, es el lugar más hermoso del mundo. Lo amo profundamente. Con paz prosperaremos”. Pero quiero que quede claro: me opongo rotundamente a la anexión con Estados Unidos”. Por supuesto, si este país lo impusiera, estaríamos indefensos. Pero lucharía hasta el último recurso y estaría dispuesto a dar mi vida para evitar la pérdida de nuestra soberanía.

Tratamos a los extranjeros con consideración. Les permitimos poseer bienes raíces. No imponemos impuestos territoriales, aunque con el tiempo eso llegará. Podemos gravar a un agricultor con 20 dólares al año indirectamente, mientras que gravarlo con 1 dólar directamente iniciaría una revolución. Queremos capital extranjero. La mejor manera de conseguirlo es asegurar la paz. Mi país no debe temer que fomente problemas. He terminado.

Quiero Hechos.

Espero que hayamos superado esa etapa infantil y que de ahora en adelante disfrutemos de las bendiciones de la paz y la prosperidad que seguramente seguirán. Confío en las buenas intenciones de este país hacia nosotros y otros países, y creo en su labor en favor de la humanidad. Por eso espero que no nos imponga esa reclamación de 4.500.000 dólares a la Compañía de Mejoras de Santo Domingo hasta que se conozcan todos los hechos. Seguramente el gran Sr. Roosevelt se encargará de que se haga justicia. Así lo espero.

El presidente Morales recibió pocas visitas ayer. Le comunicó al cónsul general Fiallo que le gustaría que lo visitara. El Sr. Fiallo no había llamado hasta anoche. “Es mi amigo personal”, dijo el Sr. Morales, “y puede que se sienta delicado al llamar en vista de mi exilio”. El presidente Morales salió anoche, pero no dejó noticias de adónde iba. Por la tarde insinuó que le gustaría visitar Coney Island.

Fin del artículo.