Contradicciones Relativas a un Mito. El apoyo de los norteamericanos al Gobierno de Morales Languasco.

Los opositores al Gobierno de Morales Languasco lanzaban frecuentemente rumores de que estaba, o de que él decía estar, apoyado militarmente por los norteamericanos. También algunos escritores han promovido esa especie. Uno de esos casos es la referencia que hace don Pedro Mir en su obra titulada “Las Raíces Dominicanas de la Doctrina de Monroe” (Pág. 85), cuando dice que el Presidente Morales deseaba la ayuda norteamericana porque había sido educado en los Estados Unidos (?), (confundiéndolo con otro Carlos Morales, ya que Carlos F. Morales Languasco nunca estudió ni residió en los Estados Unidos), y además agrega: “es sabido que su acción revolucionaria fue encaminada a defender intereses norteamericanos y que a consecuencia de la acción revolucionaria que lo derrocó, se acogió al asilo diplomático en el seno de la representación diplomática norteamericana en Santo Domingo”.

Nota: Si su acción revolucionaria (iniciada en octubre de 1903) fue encaminada a defender intereses norteamericanos, ¿cómo se explica que ese Gobierno fuera reconocido por el de los Estados Unidos tres meses después? (enero de 1904).

Otra fantasía, que en lugar de “rectificar” contribuye a confundir, es lo que reseña el doctor Apolinar Tejera en su libro “Rectificaciones Históricas” (Pág. 22) sobre los rumores que ponían a circular los opositores del Presidente Morales, cuando dice:

“1905, diciembre 6.- Ante las maniobras navales de buques de guerra de los Estados Unidos, los cuales pretendían desembarcar fuerzas para apoyar al Presidente Morales, el pueblo se alarma y asume una actitud amenazante. Grupos de ciudadanos de todas las clases sociales, en actitud patriótica, toman las armas y ofrecen sus servicios al Comandante Militar de la Plaza. El Padre Tejera acude a la Fortaleza.” Se refiere al incidente creado por el entonces Ministro de Guerra y Marina General Luís Tejera, adversario del Presidente y sobrino del autor, para marchar hacia el Palacio con un grupo de unos 40 oficiales bajo la conjetura que argumentó en ocasión en que los cruceros norteamericanos «USS Olimpia» y «USS Des Moines», que se aproximaron para intercambiar personal y provisiones, según él maniobraban para desembarcar con fines de proteger al Presidente. Para poner un ejemplo de lo que pudo ocurrir, si ése hubiera sido el propósito de los norteamericanos, bastaría con recordar la acción militar realizada anteriormente en Pajarito (Villa Duarte) en febrero de 1904.

El Padre Tejera, que cita, se trata de él mismo (el autor Apolinar Tejera) que fue ordenado sacerdote en 1888 y ahorcó los hábitos en 1907, poco después de ese episodio.

¿Y puede creer el lector que ese “grupo de ciudadanos de todas las clases sociales” que a principios de diciembre de 1905 asumieron una actitud amenazante ante las maniobras navales de “varios buques de guerra de los Estados Unidos”, que supuestamente “pretendían desembarcar fuerzas para apoyar al Presidente Morales”, hubiera servido de algo si ése hubiera sido el propósito de los norteamericanos, aunque el Padre Tejera estuviera de por medio? Debía parecer un tanto ingenuo pensar que un Presidente, respaldado por la mayor potencia militar del mundo, se viera impedido de gobernar como correspondía de acuerdo con la Constitución y el deseo de sus “protectores”, que estuviera vigilado por adversarios dentro del propio Gobierno y en su propia residencia, que luego tuviera que salir de la ciudad disimuladamente para evitar ser perseguido, en lugar de buscar refugio en uno de los buques de guerra norteamericanos surtos en el puerto de Santo Domingo y que, además, fuera perseguido por sus enemigos y estuviera a punto de ser asesinado, para terminar siendo derrocado sin el auxilio de sus poderosos protectores. Si luego del Presidente Morales encontrarse impedido físicamente, por la fractura de una pierna, apeló a la representación diplomática norteamericana para librarse de la persecución de sus opositores fue por entender que, al menos, serían neutrales ante el peligro que él corría de perder la vida.

Otro autor que se refiere a ese supuesto apoyo norteamericano es el biógrafo Rufino Martínez, cuando dice en su Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano 1821-1924, (Pág. 334), que: “la cooperación indirecta de fuerzas navales norteamericanas donde quiera que las necesitó Morales no había faltado”. Que “estuvieron presentes en Puerto Plata en 1904 (?) , al atacar y ocupar Jesús María Céspedes la Plaza (1); en la Capital sitiada el mes siguiente (se refiere al incidente de Pajarito) (2); en Monte Cristy el mes de junio, cuando se firmó a bordo de un buque el pacto que puso término a la revolución (3); otra vez en Santo Domingo, diciembre de 1905 (se refiere al incidente provocado por Luís Tejera), días en que los horacistas no le permitían usar de su autoridad de Presidente (4). Y antes de salir para Puerto Rico, por mediación del Comandante de un buque surto en Puerto Plata, comunicaba cablegráficamente a Guelito Pichardo, en Monte Cristy, que depusiera toda actitud de rebelión” (5).

Las observaciones que hemos señalado en el párrafo anterior son explicadas a continuación para que el lector las revise y saque sus propias conclusiones:

(1) El autor se contradice en dos párrafos diferentes de la misma biografía sobre el Presidente Morales (Pág. 333), en la que contrario a sus propias aseveraciones, dice sobre los mismos hechos:

“La mayor parte de la República se adhirió a la revolución (de La Desunión), y el Gobierno en un principio parecía un pigmeo frente a un coloso. Sus principales puntos de acción eran: la Capital, sitiada; Sosúa, con Jesús María Céspedes enfrentado a la plaza de Puerto Plata; y por las lomas de Moca, Ramón Cáceres, perseguido. Morales no flaqueó un solo momento, estando en situación de tan improbable triunfo. Contaba con los vapores de guerra de la Marina Nacional, lo que le permitió reforzar con hombres y pertrechos a Sosúa, hasta que se consiguió rendir la plaza”. Termina la cita.                    Nota: En esa oportunidad fue el bombardeo a Puerto Plata por el crucero «Independencia», comandado por el capitán Francisco Catrain, ocasión en que se encontraba a bordo el propio Presidente Morales.

No puede ser una cosa y la otra, debe ser una de las dos cosas. Además, no hay que ser un genio para preguntarse: ¿Cómo podía parecer un pigmeo un Gobierno que estuviera apoyado por la mayor potencia militar del mundo? ¿Cómo podía estar en situación de tan improbable triunfo? ¿La cooperación indirecta de los norteamericanos, donde quiera que las necesitó Morales, no había faltado? ¿Cómo se coopera indirectamente en una guerra? ¿Sin pelear? ¿Cuáles fueron las unidades navales que lo apoyaron? Porque en suelo dominicano no hubo unidades norteamericanas hasta 1916.

(2) Nadie puede citar, identificándola por su nombre, alguna unidad militar de los Estados Unidos que haya apoyado, por tierra o por mar, al Gobierno de Morales Languasco. Como ya hemos señalado, hay documentos que demuestran lo contrario, que el Presidente Morales se quejaba ante el Gobierno norteamericano por actividades que sus representantes, diplomáticos y militares, realizaban a favor de sus adversarios.

Como ya hemos citado y explicado anteriormente, en un artículo con el título: “Destruyó Villa Duarte y fue condecorado”, en la página 300, de “LA REPÚBLICA DOMINCANA” de Ramón Marrero Aristy , también hay referencias de que hubo un solo desembarco de militares norteamericanos en actitud bélica, en Pajarito.

Citamos de “La República Dominicana”, Ramón Marrero Aristy. (Pág. 300): “Los Combates y el cañoneo constante ponían un monótono y diario corolario de sangre al sitio de la capital, hasta que un incidente de otro género amenazó extender las complicaciones del conflicto, cuando los revolucionarios abrieron fuego sobre el vapor norteamericano New York de la compañía Clyde que portaba carga general para el comercio, poco después de haber sido muerto por una bala perdida el maquinista del vapor de guerra norteamericano Yankee mientras caminaba por el muelle.  “Ante el tiroteo al vapor de la Clyde, el buque de guerra Newark, también norteamericano y que se hallaba en el antepuerto, abrió fuego con sus cañones sobre el poblado de Villa Duarte, mientras despachaba lanchas de desembarco con pelotones de marinos armados de fusiles y ametralladoras, los que ocuparon aquel suburbio después de haber acribillado con sus armas automáticas las viviendas del caserío. “El Gobierno de Morales se vio precisado, para impedir nuevos incidentes de este género, a improvisar un muelle frente a La Cueva de las Golondrinas para realizar las operaciones de carga y descarga de los buques los días en que hubiera combates entre los defensores de La Fuerza y los sitiadores”. (LA REPÚBLICA DOMINCANA; Ramón Marrero Aristy, Pág. 300).  Si el bombardeo de los cruceros norteamericanos, sobre Pajarito, tenía el propósito de favorecer a Morales Languasco, ¿cómo se explica que éste dispusiera improvisar un muelle para evitar que los insurgentes provocaran otros incidentes que le beneficiaran?  En los documentos del Gobierno de los Estados Unidos, relativos al “Bombardeo a Pajarito”, conocido en inglés como “Santo Domingo Affair 1904”, se consignan como partes beligerantes a los Estados Unidos (representados por los comandantes de los buques de guerra norteamericanos) contra la República Dominicana (representada por los líderes Carlos F. Morales y Juan Isidro Jimenes).

(3) El documento que firmó el Gobierno, en junio de 1904 en Montecristi, con los líderes regionales Demetrio Rodríguez y Desiderio Arias, fue un armisticio de mutuo acuerdo para dar por terminada la guerra de la Desunión, no fue un acto en que los líderes de la región noroeste fueron conminados a firmarlo bajo presión, ni consistió en una acción bélica que favoreciera al Presidente Morales. Mediante la firma de ese acuerdo se les otorgaba el control de la citada región a los líderes Rodríguez y Arias a cambio de que depusieran las armas.

(4) Como hemos citado anteriormente, hubo un momento de crisis cuando, el 6 de diciembre de 1905, el Ministro de Guerra y Marina, General Luís Tejera, alegando rumores de desembarco de fuerzas militares de dos barcos de guerra norteamericanos que estaban en la ría del Ozama, próximo al muelle de la Capital, se presentó con una escolta al Palacio de Gobierno donde el Presidente Morales se encontraba reunido con el Ministro norteamericano Dawson y con el Vicepresidente Cáceres, para exigirle al Presidente la restitución en su cargo del Comandante de Armas de la Capital que acababa de ser destituido (ver: LA REPÚBLICA DOMINICANA de Ramón Marrero Aristy, Pág. 310 ).  En esa ocasión el General Tejera le manifestó en público, al Vicepresidente Cáceres, que ya tenía un plan terminado para asesinar al Presidente y que contaba con su respaldo.  El Ministro Residente de los Estados Unidos se enteró del incidente porque estaba en Palacio cuando ocurrió, pero no supo el motivo hasta días después (ver: páginas 299 y 305 del libro “Documentos del Gobierno de Carlos F. Morales Languasco 1903-1906” auspiciado por el Archivo General de la Nación).  El 9 diciembre el Ministro de Relaciones Exteriores (interino) Federico Velásquez, en adición a sus funciones de Ministro de Hacienda (Juan Francisco Sánchez se había asilado el día anterior luego de renunciar como Ministro de Relaciones Exteriores) le solicitó, mediante nota, una explicación al Ministro Residente Dawson de la operación de los cruceros norteamericanos en la ría del Ozama. En esa misma fecha el ministro Dawson le respondió extrañado por las conjeturas a que se refería el ministro Velázquez, lo que generó otra comunicación de éste, en fecha 14 de diciembre, en la que se excusaba y explicaba el origen de dichas conjeturas.

Los norteamericanos no llegaron en 1903 a República Dominicana a ayudar a nadie.

En 1903 los norteamericanos no llegaron a la República Dominicana a ayudar a nadie, su estrategia era la de mejorar su posicionamiento geopolítico en la región, para ello eligieron participar de manera directa en los asuntos dominicanos suplantando a la San Domingo Improvement en las negociaciones de los intereses que esta compañía norteamericana tenía en el país. El 31 de enero de 1903 el Gobierno Provisional de Horacio Vásquez firmó con los Estados Unidos el Protocolo en el que se reconocía a esa nación como la contraparte frente a la República Dominicana, en representación de los intereses que tenía en el país la San Domingo Improvement Co., aceptando que “el Gobierno dominicano pagaría al Gobierno de los Estados Unidos” la deuda pendiente con la citada compañía. Desde entonces no faltó la presencia de los imponentes buques de guerra norteamericanos en los puertos dominicanos. Días antes de cumplirse los tres meses de haber firmado dicho Protocolo, con los norteamericanos, Horacio Vásquez fue derrocado por una sorpresiva e improvisada revuelta conocida como la “Revolución de los Presos” (por el gran número de presos políticos y comunes que participaron en dicho movimiento), que terminó con la toma del Poder por parte de Alejandro Woss y Gil. Los norteamericanos no intervinieron en nada para evitar la caída de Vásquez.  Al ser abordado por el Encargado de Negocios norteamericano, el entonces Presidente Woss y Gil trató de desconocer el Acuerdo que había firmado Horacio Vásquez, alegando que éste había sido suscrito por un Gobierno de facto (Vásquez había derrocado el Gobierno Constitucional de Juan Isidro Jimenes, del cual él era Vicepresidente) y porque, además, dicho Acuerdo no había sido sancionado, o aprobado, por el Congreso de la República. Ante la intención del Presidente Woss y Gil de desconocer el citado Protocolo, el Encargado de Negocios norteamericano, William F. Powell, ripostó con la amenaza de romper relaciones y pasar a vías de hecho, lo que suponía una intervención armada que la República Dominicana no tendría con qué enfrentar, ni la menor oportunidad de superar. De inmediato el Presidente procedió a reconocer el acuerdo en cuestión, así como a nombrar dos de los tres árbitros que, como mandaba el Protocolo, compondrían un Tribunal Arbitral para determinar todo lo concerniente (forma de pago y garantías) al pago de la deuda. Poco después de nombrar los árbitros, que ya se encontraban en Washington deliberando, tomó el Poder la Revolución de la Unión, con Carlos F. Morales Languasco a la cabeza, dando al traste con el Gobierno de Alejandro Woss y Gil. Los Estados Unidos tampoco hicieron nada para evitar la caída de este Gobierno. Aunque hay quienes dicen que los norteamericanos ayudaron a Morales Languasco a llegar al poder, lo cierto es que Woss y Gil claudicó el 25 de noviembre de 1903 ante las fuerzas revolucionarias que hacía algunos días tenían sitiada la ciudad Capital, mientras que el Gobierno de los Estados Unidos reconoció al Gobierno de Morales el 19 de enero de 1904, luego de que éste aceptara reconocer el Protocolo de 1903 suscrito por Horacio Vásquez con los Estados Unidos (la misma exigencia hecha a Woss y Gil), casi dos meses después de Morales asumir oficialmente la Presidencia Provisional. El día 19 de junio de 1904 asumió Carlos F. Morales Languasco la Presidencia constitucionalmente y días después, 14 de julio de 1904, fue dictado el Laudo por los jueces del Tribunal Arbitral, como estipulaba el Protocolo de enero de 1903. En la medida en que iban mejorando las condiciones económicas del Gobierno, con los beneficios de las recaudaciones producto del Modus Vivendi aumentaban las conspiraciones para derrocar al Presidente, y el 12 de enero de 1906 se produjo oficialmente la renuncia y el derrocamiento de Morales Languasco, asumiendo la Presidencia el Vicepresidente Ramón Cáceres. En este otro caso tampoco los norteamericanos hicieron nada para evitar que fuera derrocado.

La Verdad.

Prueba fehaciente de lo que aquí planteamos es, que a luego de conocerse que el Presidente había salido de la Capital secretamente, para supuestamente reaccionar contra quienes se habían revelado a su autoridad y que, además, contaba con el crucero Independencia, el Canciller del gabinete golpista Emiliano Tejera escribió una comunicación solicitando ayuda al Ministro Residente norteamericano en fecha 30 de diciembre de 1905, para que los buques de guerra norteamericanos detuvieran al «Independencia» por encontrarse al servicio de los revolucionarios.

Dos días después, el 1 de enero de 1906, el ministro Tejera se dirigió nuevamente al Ministro Residente Dawson (correspondencia No. 295, Ref. AGN. Ministerio de Relaciones Exteriores, Libro No. 58 de Actas de 1904 a 1907) reclamándole por no haber intervenido, ya que con «una simple indicación de uno de los buques de guerra americanos surtos en Montecristi habría bastado para evitar la guerra». En esa comunicación agregaba que «La paz se conservaba en el País por el temor de que los Estados Unidos se mostraran hostiles a los que intentasen derribar las autoridades constituidas, ese era el freno de los revolucionarios». (Pero era él quien intentaba que actuaran contra el Presidente legalmente constituido, que supuestamente era un protegido de los americanos).

Más adelante, en otro párrafo de esa misma correspondencia al Ministro Residente norteamericano, Emiliano Tejera le pasaba factura cuando decía: «Porque es un error creer que los Gobiernos Dominicanos no cumplían sus compromisos exteriores e interiores porque no tenían voluntad para ello. Sí la tenían, mucho y muy decidida, intensa; especialmente el Gobierno de que formé parte en 1902». (Se refería al Gobierno de facto de Horacio Vásquez del cuál él fungía como Ministro de Hacienda, cuando fue encargado por el Presidente para negociar, con el Encargado de Negocios norteamericano William Powell, lo relativo a la deuda pendiente con la San Domingo Improvement Co. que terminó con el fatídico «Protocolo del 31 de enero de 1903).

Para señalar las únicas intenciones que tenía la presencia norteamericana en la República Dominicana, a principios del Siglo XX, basta con leer los términos la comunicación enviada por el Ministro Residente Dominicano en Washington, Emilio C. Joubert, al Canciller Emiliano Tejera en fecha 4 de enero de 1906  que transcribimos a continuación: (Ref. AGN. Ministerio de Relaciones Exteriores. L-0 Libro No.7) :

                                                                                                                             Washington, DC.                                                                                                                                    4 de enero de 1906

Señor Don Emiliano Tejera                                                                                                                  Ministro de Relaciones Exteriores,                                                                                                      Santo Domingo.

Ciudadano Ministro:

   En cuanto recibí su telegrama anunciándome que el Crucero Independencia se había pasado al enemigo, me dirigí al Departamento de Estado para obtener, como Ud. me indicaba, que el Gobierno Americano detuviera el Crucero, para evitar que con ese contingente los revolucionarios tomaran ánimo y se lanzaran a la guerra. Toda esa tarde y el día siguiente estuve luchando para inclinar al Departamento de Estado en el sentido de mi solicitud; pero después de muchas consultas con el Departamento de Marina, y con el Presidente que estaba en el campo, se resolvió mantener las órdenes anteriores que son las que yo mismo he pedido cuando la demostración de fuerza que hizo en la Capital el Almirante Bradford.

   El Departamento me manifestó, sin embargo, y me lo ha reiterado varias veces, que sería muy infortunado que el Gobierno entendiera que la actitud del Gobierno en estas circunstancias significara falta de simpatía con el partido que está en el poder. El Departamento de Estado entiende que ni al gabinete Dominicano ni al Americano le conviene que las fuerzas navales en Santo Domingo persigan al vapor Independencia si éste no comete actos contrarios a los intereses americanos o a la libre recaudación de las rentas de aduanas.

  Saludo a Ud. Ciudadano Ministro, muy atentamente.

                                                                        Emilio C. Joubert

 

Carlos Danilo Morales Miller  (Email: carlosdanilomorales@gmail.com)

 

 

Discurso completo del Presidente de la República Carlos F. Morales Languasco ante el Congreso para la presentación de las Memorias el 27 de febrero de 1905.

El presente discurso, del Presidente Morales Languasco, correspondió a la rendición de cuentas del Gobierno ante el Congreso de la República el 27 de febrero de 1905. El tema palpitante, en ese momento, era la agobiante deuda pública que tenía la Nación con acreedores extranjeros que no aceptaban seguir postergando su pago. El Laudo Arbitral dictado en julio de 1904, consecuencia del Protocolo de enero de 1903 que firmó el gobierno de Horacio Vásquez con el de los Estados Unidos, para el pago de las acreencias de la compañía San Domingo Improvement, generaron una Convención que acordaba el pago de toda la deuda externa que, antes de ser aprobada por los congresos de ambos países, hubo que poner en vigor el 1 de marzo de 1905, lo que se conoce como el Modus Vivendi, debido a presiones de algunas potencias europeas que amenazaban con tomar las aduanas dominicanas para cobrarse las deudas pendientes de la República con sus connacionales. A continuación el discurso:

                                      PRESIDENTE MORALES LANGUASCO

DISCURSO ASAMBLEA-CONGRESO 1905

 

CIUDADANOS DIPUTADOS:

Iniciáis vuestra labor legislativa al amparo de la paz cimentada en el imperio efectivo de la ley, y por ello me congratulo con vosotros, saludando alborozado esta asamblea, llamada a contribuir, con sus luces y patriotismo, a la solución de los arduos problemas que pesan sobre la república.

Me ha tocado, Honorables Representantes del pueblo, presidir los destinos del país en los momentos más graves y solemnes de su Historia; pero en medio de las ruinas con que han señalado su paso las discordias civiles, no ha desmayado mi fe en el porvenir de la Patria, que aspiro á ver engrandecida siempre por el dominio absoluto de su soberanía, por la práctica de las instituciones y por la eficacia de un régimen político que se inspire en la majestad de la ley, y no en la divisa personalista de caducas banderías.

Para dar cumplido término a esos propósitos; para constituir sobre base inquebrantable, el Gobierno civil del pueblo y para el pueblo, es ya indispensable la organización de partidos verdaderamente doctrinarios; que sean institución complementaria del Estado, y que, por el debate y no por el encumbramiento de los hombres, lleven a las alturas del Poder las corrientes de la opinión nacional; de forma que el prestigio de los Gobiernos se vincule, no en las personalidades que lo constituyen, sino en las doctrinas que ya en lo político, ora en lo económico, realicen los hombres a quienes el voto popular ha confiado la dirección de la cosa pública.

Junto a las huestes disciplinadas de los partidos doctrinarios, y como su órgano legítimo y natural, la inviolabilidad de la prensa, para la cuál, Ciudadanos Diputados, os pido la abrogación de la Ley de Imprenta de fecha 3 de junio de 1899.

La prensa no debe tener trabas. La prensa, Honorables Representantes del pueblo, debe ser libre como el pensamiento. Hora es ya de que se consagren sus fueros eminentes, poniéndola hoy y para siempre, al abrigo de toda tendencia arbitraria, y no consintiendo jamás que se le opongan otros valladares que los que determina el derecho común, como garantía de orden social.

Yo pido para mi Gobierno la intervención eficaz y severa de la prensa. Tengo para mí que la oposición razonada y doctrinaria es la base más firme en que descansa la democracia representativa. Si el periodismo se inspira en elevados móviles de bien público, seré el primero en inclinarme ante él; si, por desgracia encausa sus rumbos por vías descaminadas, llevará en sus extravíos el merecido anatema. Pero el Poder Público debe dejarle la mayor latitud y rodearle de toda suerte de garantías. El error, por más que se prodigue en formas de seductor artificio, se desvanece al cabo; y solo queda en pié la verdad, despojada de pasiones miserables, como base única para edificar el juicio de los contemporáneos y la sanción suprema de la Historia.

Habré de insistir siempre en la organización de esas dos fuerzas: la de los partidos políticos y de la inviolabilidad de la prensa, como factores ambos de la democracia representativa y de la mayor suma de bienestar posible para la sociedad.

Es obra de construcción y no de continuación la del actual momento.

El carácter nacional tan fecundo en todo linaje de virtudes, no debe permanecer aferrado al rutinarismo político, tributario siempre de las ideas del pasado.

De mí sé afirmar y del Gobierno que tengo la honra de presidir, que nuestra mayor gloria y nuestra más legítima y vehemente aspiración será ver implantadas en nuestro medio social las saludables reformas que, en otros países, han contribuido en el desenvolvimiento de su prosperidad y de su progreso.

Nuestra labor en el ejercicio gubernativo de que vengo á rendiros cuenta, ha sido más bien de preparación, de acopio, de energía, de estudio (parte no se lee bien pág. # 5). Y no podría ser de otra suerte. Apenas si hemos tenido tiempo para fijar los rumbos de la Administración, iniciando un plan de Gobierno fecundo por la eficacia de sus resultados.

INTERIOR Y POLICÍA.

La paz reina inquebrantable en todo el país. No es, como en pasados tiempos, el resultado de una imposición arbitraria, sino el efecto natural y espontáneo del respeto á todos los derechos y de la consagración práctica de las garantías constitucionales.

Un movimiento insurreccional que estalló en el mes de Octubre último en el Distrito de Barahona, no revistió más carácter que el de mera  alteración local del orden, acogiéndose sus jefes a las garantías ofrecidas por el Gobierno, deseoso de restablecer siempre el imperio de la paz, sin necesidad de acudir á medidas extremas, antes bien empeñado en sumar voluntades por la persuasión que inclinados á castigar con inflexible severidad á los que, obcecados por la pasión o por el error, se lanzan torpemente a la revuelta.

Un elevado ejemplo de respeto á la ley y de alta moralidad pública ha sido el del actual Gobierno, en lo que respecta á la responsabilidad de los funcionarios dependientes del Poder Ejecutivo. Sindicados algunos Jefes Comunales de haber cometidos actos contrarios á la ley, no vaciló en suspenderlos en sus funciones, mientras se investigaban los hechos, dando con ello el más elocuente testimonio de su respeto á los sagrados fueros de la ciudadanía.

En la Memoria presentada por el subsecretario de Estado, en funciones, veréis las reformas apuntadas por ese Departamento, y sobre las cuales llamo poderosamente vuestra atención ciudadanos diputados.

Una de las necesidades más urgentes, y a las que es forzoso atender cuanto antes, es la que se refiere á la salubridad pública, procurando con medidas adecuadas, obtener la más rigurosa higiene, a fin de ayudar eficazmente las favorables condiciones del medio, de modo que, así como en lo intelectual, tengamos siempre en lo físico un pueblo sano y vigoroso.

Otro punto, de capital importancia, es el que se refiere á la creación de la Guardia Rural. Esta institución, organizada eficazmente, habrá de ser el más firme apoyo de la paz pública y el paso más avanzado en la realización del Gobierno Civil.

RELACIONES EXTERIORES.

Ardua labor la de la Cancillería Dominicana en lo que se refiere á la solución de los múltiples problemas que han absorbido, por completo, la atención de ese Despacho. Ha sido, puede decirse, de persistente lucha, en el afán patriótico de librar á la República de graves complicaciones internacionales de naciones que reclaman incesantemente sus intereses y procurando mantener con las demás Naciones los vínculos de la más estrecha cordialidad.

El Laudo Arbitral, en el caso de la República Dominicana con la Improvement Company y sus consortes, mereció á nuestro Gobierno las más fundadas impugnaciones ante la Cancillería de Washington. El Gobierno que presido juzgó que los árbitros no se habían mantenido dentro de los límites del mandato, y como su capacidad se derivaba fundamentalmente de éste, al excederse del poder conferido caía la sentencia en uno de los casos excepcionales previstos, en materia de arbitraje, por el Derecho Público Exterior. Empeñose eficazmente en ello, y mientras encaminaba sus gestiones en tal sentido, fue celebrada la Convención de fecha 20 de Enero último, ampliada con el acta adicional de fecha 7 del corriente mes.

Esta Convención y la mencionada acta adicional, son la consecuencia inmediata, por una parte, de los errores administrativos cometidos por Gobiernos anteriores, y de la necesidad urgente de atender á perentorios reclamos ejercitados por acreedores extranjeros.

Es llegado el momento de declarar solemnemente ante vosotros, Honorables Representantes del Pueblo, y desde este augusto recinto, ante la faz del país, que soy y seré en toda circunstancia, el más celoso guardián de la Independencia Nacional; y que no habrá medio alguno que haga vacilar mi entereza cuando se trate de la integridad del territorio y de la autonomía política de la República.

El Convenio es obra de la necesidad, y el modo de llegar a un acuerdo que ponga al país en capacidad de resolver el problema de su Deuda.

Al someterlo a vuestra alta aprobación confío en que vuestro patriotismo, ahondado en el cúmulo de circunstancias que han traído la República a su actual estado, sabrá inspirarse en la realidad del medio ambiente. Sólo es fecundo el patriotismo que se desenvuelve en obras de utilidad práctica, y no el que, so color de lisonjear á las multitudes, precipita a la República á graves, inevitables conflictos. El valor cívico no consiste en provocar acontecimientos, sino en rectificar el pasado a fuerza de virtudes, de cordura y de persistente dedicación á hacer inviolable la nacionalidad por el prestigio de su crédito y por el desarrollo de su vida de civilización y de cultura.

Os lo repito, Ciudadanos Diputados; en la hora grave, en la hora solemne de la República, estaré en mi puesto, manteniendo, sin mancilla, el pundonor nacional.

El Gobierno ha tenido especial empeño en cultivar con esmero las más cordiales relaciones de amistad con las demás Naciones.

Tanto la República de los Estados Unidos de América, como la República de Cuba, han elevado a la categoría de Ministro Residente la primera, y de Encargado de Negocios la segunda, sus respectivas representaciones, y ello nos muestra el deseo de estrechar ambos Estados con el nuestro, cada día más los vínculos existentes de mutua cordialidad.

Es anhelo vehemente del Poder Ejecutivo abrir á nuestra juventud ilustrada los horizontes de la carrera diplomática y consular, a fin de que el país, con tan meritoria representación en el exterior, consolide los lazos que le unen á las naciones amigas, y merced á la expansión de las ideas, sea realmente conocido en todos los órganos de su vida interna.

Deseoso el Gobierno de conservar siempre la más estrecha harmonía entre el Poder Secular y la Santa Sede, ha recibido con profundo beneplácito la elección recaída en Monseñor Nouel, varón lleno de doctrina y de virtudes, como Co-adjutor del dignísimo Arzobispo de Santo Domingo, el sabio mitrado Monseñor de Meriño, que ha sabido mantener, con el esplendor de la fé, el depósito venerado de las creencias del pueblo Dominicano.

 

HACIENDA Y COMERCIO.

El problema vital de la República es el problema económico. Toda la vida del Estado se concentra en él. Los expedientes á que, en materia fiscal, han pagado tributo casi nuestros Gobiernos todos, han sido la causa fundamental del estado en que se halla la Hacienda Pública. No han podido llevar á cabo casi nunca un plan verdaderamente científico, sino que se han concentrado en el statu quo, y en vez de ir directamente á una solución radical, han buscado no más los medios de conjurar una situación conflictiva de momento.

Lo primero que hizo el Gobierno que presido fue darse cuenta exacta de los compromisos que pesan sobre la República y hacer un reflexivo estudio de sus ingresos y egresos a fin de establecer su acertada distribución, y acomodarse a una Ley de Presupuesto de acuerdo con las condiciones precarias del Tesoro Nacional.

La cifra á que asciende la Deuda de la República es de $ 33,000,000 de pesos oro, más o menos.

No es un guarismo abrumador si se compara con el de otras Naciones, y sobre todo si se tiene en cuenta que en nuestro país todo está por hacer, y que la producción base de la riqueza pública, no ha recibido aún el impulso vigoroso que hay menester. Urge, pues, ayudar á ésta con leyes sabias y bienhechoras adecuadas á nuestro medio social y cónsonas con los más avanzados principios económicos. Los pueblos productores son los que mayor grado de prosperidad alcanzan, y nosotros hemos sido favorecidos por la naturaleza, con un suelo exuberante, pródigo de todo tipo de riquezas. Del seno de ellas habremos de sacar nuestra redención económica y la ventura y grandeza de la Patria.

En la Memoria presentada por el Ciudadano Ministro, hallaréis, Honorables Representantes, los detalles de la ardua labor realizada en esos Despachos, encaminada á restaurar el crédito de la República en el exterior por medio de medidas inspiradas en el más elevado patriotismo y en el alto espíritu de moral administrativa que preside al manejo de las rentas nacionales. Fijaos en este dato que nos releva de todo encomio: de Julio del pasado año a la fecha que alcanzamos, la República ha pagado esta enorme suma, dentro, desde luego, de su capacitad rentística: poco menos de medio millón de pesos.

 

JUSTICIA E INSTRUCCIÓN PÚBLICA.

Desconsolador es el cuadro que presenta el Ciudadano Ministro al reseñar la labor Judicial efectuada durante su ejercicio. Las causas remontan á la época de la creación de la República. Desde entonces, por lo mismo que no permanecieron al frente del Poder los hombres del derecho, los fundadores de la nacionalidad, comenzaron los efectos de un malestar grande y hondo.

La función ejecutiva la ejercieron los afortunados en los campos de la guerra, los que nunca creyeron en la consolidación de la República.

De ahí que el Ministerio augusto de la Justicia no se viera rodeado de aquel prestigio tan indispensable para llenar la altísima misión social que le estaba encomendada. De ahí que en la sucesión de los días hayan ido tomando raigambre viciosas prácticas que el actual Ministro, con honradez plausible, además de señalarlas pone empeño en desterrarlas.

No es hoy el Ministerio de Justicia una oficina consagrada a escribir comunicaciones a funcionarios del orden judicial sin un propósito trascendente, sino colaborador tesonero en la obra de reformas que se propone el actual Gobierno.

Podéis estudiar en esta voluminosa meditada Memoria los orígenes del mal que el patriotismo reflexivo advirtió en todos los momentos de nuestra tormentosa historia.

No como ensayo, no por espíritu de una pueril satisfacción, sino como el logro de un ideal perseguido cuando el Poder Ejecutivo se ha encontrado con capacidad suficiente para ello, o en condiciones para llamar la atención a otras de las funciones de poder, castigó severamente a los que delinquieron, o pidió la aplicación de la ley para cuantos la merecieron.

Lamentable es á todas luces la desorganización que se nota en este importante ramo de la administración. Raros son los Tribunales que cumplen con toda cabalidad la función social a la que están obligados. A las veces no es por falta de idoneidad en los encargados de administrar justicia. No. Obedece ello a innúmeras concausas, atribuibles las unas, al medio; las otras, á la falta de concurso de los demás poderes.

Esta Memoria no se ha ceñido á meros detalles de lo hecho, sino que entra de lleno á indicar lo que se debe hacer. Cuatro proyectos de capital importancia se os someterán y sobre los cuales llamo vuestra cuidadosa atención. Refiérense dichos proyectos de Decreto á dejar establecido, una vez que transcurran los plazos legales para las declaraciones de nacimiento, prescritas en el Artículo 55 del Código Civil, sea necesaria una sentencia para poder inscribirlas, el uno; á extender la sanción del Artículo 346 del Código Penal á los padres y jefes de la casa donde tenga efecto el alumbramiento, el otro; y los demás á la reglamentación de las condiciones en que se concederá la autorización de que trata el Artículo13 del Código Civil para la fijación del domicilio, y determinar, finalmente, un plazo fatal de dos años á los postulantes para la presentación de examen recapitulatorio ante el Instituto Profesional.

La Instrucción Pública no ha podido escapar á las consecuencias del estado de anarquía que abarcó todos los órganos de la vida nacional.

Gobiernos inescrupulosos y Municipios sin aptitudes bastantes para dar cima, ó siquiera para ver de reorganizar la Instrucción, poco ó nada hicieron en tal sentido.

Y la obra de los Billini y de los Hostos, y de otros más modestos cultores de la inteligencia, por falta de calor, de estímulos generosos, y de eficaz ayuda, á punto estuvo de que desapareciera. Sin embargo, del Instituto Nacional, todos los años escolares salen profesionales que darán (dos o tres palabras ilegibles) establecimientos docentes contribuyen á propagar la cultura, ensanchando sus programas, y acercándose cada vez más á los procedimientos pedagógicos que han hecho de los Estados Unidos, de Suiza y de casi todos los países del Norte los mejores preparados, y por tanto, los más aptos para la civilización.

Apunta el Ciudadano Ministro algunas reformas, entre otras, la modificación de la actual Ley General de Estudios, por exigirlo así la perentoria necesidad de crear un nuevo órgano que dé mayor impulso á la Instrucción Pública en la República.

FOMENTO Y OBRAS PÚBLICAS.

Si es cierto que se han llevado a cabo algunas obras de utilidad regional y nacional, la Memoria circunstanciada del Ministro del ramo, dice de lo deficiente de lo deficiente de las mismas. Lo exiguo de las cantidades presupuestadas para esas obras, no podía responder al interés patriótico que movió al Poder Ejecutivo á iniciarlas. A raíz de la terminación (no se lee bien) de la República el Gobierno Provisional que precedió inmediatamente al que viene hoy á rendir cuenta de su gestión, pensó en dotar al Cuerpo Legislador de un local adecuado á los fines de su alta representación; y el Poder Judicial y nuestro primer Instituto docente, ocuparán edificios compatibles  con sus elevadas misiones respectivas en una sociedad que aspira á organizarse convenientemente.

Los informes producidos por la mayoría de los Inspectores Generales de Agricultura, demuestran patente y claramente que se hace indispensable votar una suma que sirva para realizar obras con un plan rigurosamente científico. Esos mismos informes revelan que sólo abriendo caminos ó mejorando los que existen, los productos de nuestra agricultura, que adquiere cada día mayor crecimiento, encontrarán vías fáciles para su transporte o conducción.

Toca otro punto de vital interés nacional la Memoria en referencia, y consiste en recientes acuerdos del Poder Ejecutivo al declarar la caducidad de varias concesiones por incumplimiento de sus cláusulas en el plazo prescrito, y, además, con el propósito de evitar que se haga objeto de especulación lo que, de otro modo, proporcionaría al Estado ventajas incalculables, rechazó muchas solicitudes, poniendo así coto á pretensiones inaceptables.

Empero, y no obstante la dedicación del Secretario de Estado, en este Departamento, no ha sido posible llevar á término la creación de una Escuela Agronómica en la que se formaran los agricultores de lo porvenir, ni una Escuela de Artes y Oficios, ya establecidas en todos los países que se preocupan por el adelanto positivo de sus habitantes; ni el Gobierno se ha encontrado en aptitud  de prestar todo su concurso á la iniciativa individual, tan necesaria en pueblos que carecen del espíritu corporativo, ni nada, por último, que se aparte de la rutina tradicional.

GUERRA Y MARINA.

Con el fuerte anhelo de los que ven en los institutos Armados la mejor y más segura garantía de la integridad del territorio, el ciudadano Ministro de Guerra y Marina, militar de ejecutorias probadas, pundonoroso y leal, después de dar cuenta del desastroso estado de nuestro Ejército que en dos años de cruenta lucha estuvo siempre arma al hombro, indica reformas inspiradas en la ciencia militar contemporánea.

Identificado con el poder Ejecutivo, encamina sus propósitos al de éste, que consiste, Honorables Representantes, á sólo conservar sendos batallones en las dos plazas fuertes de la República: la Capital y Puerto Plata; pero busca como sus demás compañeros de Gabinete que la ley de conscripción no sea como hasta ahora un instrumento utilizable por algunas autoridades inferiores para ejercitar venganzas, ó para cometer peculado, o, por último, para no aplicarla con estricta equidad y justicia. Aboga el Ciudadano Ministro, por la creación de una ley orgánica del Ejército; porque la instrucción del soldado sea efectiva; porque la disciplina la adquiera el militar no por temor al castigo ni por subordinación servil al superior, sino por convencimiento de que es un centinela de las instituciones y el más obligado á defender los fueros de la nacionalidad.

Aunque por razones comprensibles nuestra Armada, que ha prestado servicios eminentes en días muy recientes, no ha podido aumentarse, el Poder Ejecutivo, haciendo sacrificios, destinó una suma relativamente considerable para el arreglo completo del Crucero “Independencia”. De hoy en adelante la República contará con un buque de inmejorables condiciones para cualesquiera contingencias que pudiesen sobrevenir.

CORREOS Y TELÉGRAFOS.

En los pueblos de intensa vida comercial, allí donde la riqueza toma vuelos asombrosos, la institución de Correos es mirada por el Estado con solícito interés. El cambio de la correspondencia, indica, de modo cierto, la prosperidad de una nación. Y la República, no obstante el estado convulsionario, consecuencia de sucesivas revoluciones, en que ha vivido en estos últimos años, ha demostrado que á favor de una paz estable hubiera alcanzado duplicar sus fuentes de riqueza.

Copiosa, rica de datos, es la Memoria que presenta el Ciudadano Ministro del ramo. Con la cooperación inteligente del Administrador General de Correos, ha podido introducirse notables mejoras en ese servicio. Y tanto en lo que hace relación al servicio interior como el que se refiere al internacional, se ha llegado á este resultado: el correo de la República responde á las necesidades del público.

No es posible decir otro tanto respecto al servicio de telégrafos. La misma Memoria pone de manifiesto las causas del deplorable estado de las líneas. Aprovechóse el desorden, corolario indispensable de las luchas civiles, para lo que lo que costara tantos sacrificios se destruyera en un solo día.

Vosotros veréis en la Memoria que se os somete, lo que se ha hecho en el sentido de aumentar lo que gobiernos que gozaron de una mayor tranquilidad, iniciaron para el bien de la República. Veréis allí también los esfuerzos que con singular energía ha intentado el Ciudadano Ministro y el patriótico celo con que en presencia de reclamaciones injustificadas, defendió los sagrados intereses de la patria.

Tales son las cuestiones que comprenden las Memorias de los que han venido compartiendo conmigo la difícil función ejecutiva. Iniciativas, orientaciones, cuanto á cada uno de los Secretarios de Estado correspondió plantear en el Gabinete, encontró en mí un sostenedor infatigable, un verdadero coadyuvador de su propósito y pensamiento-

En toda circunstancia me ceñí al precepto constitucional y jamás fui obstáculo al implantamiento de una reforma saludable, o a la elaboración, ó á la elaboración de un proyecto merecedor de vuestra aprobación.

CONCLUSIÓN.

Habéis escuchado toda la verdad del estado político, social y económico en que encontré el país al asumir la dirección de sus destinos. Nunca, he de insistir en ello, experimenté desmayos, ni mis energías se quebrantaron. Tuve siempre fé en su resurrección, porque siempre vi en el pueblo de Febrero y Agosto, patriotismo sobrancero para persuadirse de que sólo en la práctica de las virtudes cívicas y con el empeño de acrecentar la obra de nuestros progenitores se lograría le redención de la República. Pero ésta tendrá éxito completo cuando todos nos convenzamos de que urge abandonar el empirismo en todas las manifestaciones de nuestra vida pública, y sean una realidad nacional cuantas reformas se efectúen de acuerdo con nuestro medio, á fin de que no resulten meros fenómenos galvánicos.

La República requiere nacionalizarse, esto es que al Gobierno de la misma concurran cuantas capacidades, cuantas fuerzas vivas é influyentes ella exija para su cabal desenvolvimiento. Desde todas las esferas de la actividad social, como desde las de la actividad política, el pueblo dominicano debe contribuir al esplendor de la patria.

¡Todo está por hacerse, Honorables Representantes! Mas ello no se obtiene dictando leyes desde el periódico oficial, las más de las veces inadecuadas al propósito que las inspirara, sino que sean resultante de las necesidades imperiosamente exigidas por la Comunidad Nacional. La misma legislación civil que rige actualmente en la República – creada para otro pueblo de civilización y de cultura superiores – no respondió cuando su localización á nuestra entonces embrionaria sociabilidad.

De ahí que exista en mí la firme creencia de que con excepción de aquellos dos grandes movimientos nacionales que dieron por resultado la Independencia y la Restauración, nada se ha realizado en la República que demuestre una profunda transformación en nuestras costumbres político-sociales.

Hoy me alienta la esperanza de que merced á un reflexivo estudio a nuestra procelosa historia, todos los organismos que integran el Gobierno del País se hallan en aptitud de emprender reformas reclamadas por la ya más estrecha vida de relaciones que sostiene la República con los demás países del Orbe, y por esa otra ley que impulsa á los pueblos á no quedarse rezagados en el ascensional camino del progreso y de la civilización.

Frente á los fracasos, debe surgir el alto pensamiento de una reforma de conducta. Frente al desastre es necesario oponer la resistente voluntad. Frente al pesimismo ha de aparecer la fé confortadora.

El Gobierno que presido, he de repetirlo, que busca su apoyo en la opinión bien encaminada y patrioticamente dirigida, anhela reformas esenciales en nuestra vida orgánica. Sin perder de vista el grado de cultura alcanzado, la República requiere una Constitución que responda á las finalidades de un Estado moderno; que sus cánones no los dicte solamente el interés político; que á semejanza de los Estados Unidos de América, sólo reciba enmiendas, á medida que aumenta la población, ó que los intereses de todo orden se ensanchen ó dilaten.

Los Ayuntamientos, que son arterias complementarias del Estado, como organismo vivo de la Común, ya que sus funciones son esencialmente populares, deben gozar de la más absoluta descentralización; por que acaso son ellos los que más contribuyen á las grandezas de las Naciones.

La acción tutelar del Estado no se limita exclusivamente a conservar el Orden Público y á imponer la paz; más trascendental su misión, va á las entrañas mismas del País para obtener estos inapreciables bienes; buscar hasta conseguir la mejor forma de tributación y adecuadamente distribuirla; fomentar por todos los medios la instrucción pública, base primordial de los pueblos libres; ayudar a la agricultura, que nunca tuvo las necesarias garantías para su desarrollo; dictar medidas sobre saneamiento de las ciudades, a fin de que la mortalidad no tenga las pavorosas proporciones de que dan cuenta nuestras incompletas estadísticas; sustituir, ya que nuestras relaciones son de completa cordialidad con los demás pueblos, el Ejército con policías que en campos y ciudades contribuyan al mantenimiento del orden y sean apoyo eficaz de los que trabajan, y solamente conservar aquellas indispensables fuerzas de mar y tierra compatibles con nuestros escasos recursos; y, por último dictar leyes generales que sean valladar insuperable á los monopolios, definitivamente condenados por la ciencia.

Con las reformas señaladas y con la instauración de nuevas leyes, se conseguirá el fin supremo de la democracia representativa: la República por todos y para todos.

¡Honorables Representantes!

La comodidad del silencio sirvió muchas veces para ocultar las dolencias nacionales. Los hombres que están hoy al frente de la República no podían sin hacer traición á honradísimas convicciones, dejar de decir cuál es nuestra verdadera situación. Entiendo que es así como se cumple el deber de los mandatarios.

Concluyo, Honorables Representantes del Pueblo, pidiendo al Supremo Hacedor que os inspire en vuestras graves deliberaciones.

                                                                            MORALES L.

Santo Domingo: Febrero de 1905.

 

Carlos Danilo Morales Miller  (Email: carlosdanilomorales@gmail.com)

 

 

Agustín Francisco Morales Languasco. (Datos Biográficos)

Agustín Francisco Morales Languasco.

Diccionario Histórico Biográfico-Rufino Martínez. (Pág.332)

MORALES, Agustín Francisco. Puertoplateño, hermano mayor de Carlos F. Morales Languasco. Nervio de la llamada juventud del 86. Como era de alto y membrudo, así tenía el espíritu de vigoroso, insuperado como resuelto, valeroso y tenaz combatiente de Heureaux, prometía el más gallardo producto de toda la gente moza representativa de los nobles y avanzados propósitos frente a la persistencia de la rutina torpe y vulgar en el manejo de la cosa pública. Carácter entero, asentado sobre la base diamantina del honor, no pudo ser arrastrado ni asimilado por la tiranía, y se fue al exilio el año 1888, no a dejar pasar el mal, sino a conspirar, viajando por las Antillas y el Continente, y sobrellevando con ecuanimidad todos los sacrificios anejos a tan ardua empresa. Unas veces la traición de un compañero, otras, la persecución artera de la tiranía le salieron al encuentro, hallándose siempre alerta e irreductible.

Para el Movimiento de los Bimbines fue el removedor de los obstáculos en la adquisición de recursos de guerra. De la Expedición del Fanita desembarcada en Monte Cristy la madrugada del 2 de junio de 1898, fue el principal hombre de armas. De los primeros combatientes de importancia contra la tiranía era el único en aquella jornada. Unos, muertos ya; otros, acogidos al salvoconducto del tirano; otros, envejecidos; otros, desalentados. Su espíritu convenía más que el del jefe a la postura trágica exigida por la empresa. Pero le faltaba pericia y el don de mando apropiados a un General. Tenía no poco de impulsivo, bien que le adornaban prendas caballerescas que sabía lucir en actuaciones puramente personales.

Pasados los primeros incidentes, el choque con la tropa bajada de la Fortaleza tuvo que ser desfavorable para los expedicionarios, que no habían podido allegar el contingente de hombres con que contaban. Peleando retiróse Agustín Morales al muelle, donde pudo, con unos pocos, ganar un bote, pero tardíamente, porque perseguido por los del Gobierno, no hubo tiempo o tino para bogar el remo hasta alejarse. No por eso dejó de seguir disparando, y malherido fue hecho prisionero en el bote. Llevado a la ciudad, apenas si le alcanzó la vida para pedir agua y bebería con la sangre que le manaba de una herida en el rostro.

Vida de rectitud, de esas capaces del bien y del mal, por ser dueñas de sí, pero a las cuales no es posible tildarlas por un solo acto de desvergüenza. La extinción de un tipo como él en aquella lucha mortal contra la tiranía, significaba más que un combatiente que caía: era un valor simbólico lo que representaba. Sobrepuesto a los intereses materiales, creadores del sosiego y las satisfacciones individuales, perseguía el triunfo de una idea, en cuya realización se cifraba la felicidad colectiva, la de los otros, como quien dice, y por ella dio en holocausto la propia existencia. (Diccionario Histórico Biográfico de Rufino Martínez; Página 332).

 

En auxilio de José Eugenio Kunhardt.

A continuación un fragmento de la biografía de José Eugenio Kundhardt que, en el Diccionario Histórico Biográfico, hace referencia de una acción en la que participó Agustín Morales Languasco. Citamos:

“José Eugenio Kundhardt ocupó puesto de vanguardia como provocador de las autoridades y osado desafiador del peligro. Durmiendo en patios, sótanos o soberados, perseguido de muerte, cualquiera noche salía de su escondite y sorprendía a los agentes de la fuerza pública en plena calle, haciéndoles pasar un mal rato, o parapetado en una esquina promovía una espantosa alarma.

«El año 88 tuvieron esas andanzas su momento culminante; el choque de los jóvenes disidentes del gobierno local sería de mayor significación que el del 86. Antes de lo ocurrido el 88 sucedió que hecho preso Kunhardt, le conducía una tarde un pelotón de gente armada camino de las afueras a pasarlo por las armas. Luperón, desde una ventana de su casa le alcanza a ver cuando le llevan, y sospecha de su pronta muerte. Agustín Morales, ignorante de cuanto está pasando, se halla parado en una esquina. No bien le reconoce Luperón, le vocifera, reclamándole, como «joven valeroso» ir a salvar al compañero que sería fusilado. Agustín, resuelto y arrogante, cruza calles, acorta la distancia por entre patios, y llega a la vista de quienes custodian a su compañero. Da un grito de intimación mientras apunta con su revólver. Dispara y cae un hombre herido; cae otro; Agustín sigue disparando; hay una confusión y tiros en todo sentido, y Kunhardt se escapa”.  Termina la cita.

(Fragmento de la biografía de José Eugenio Kundhardt, Diccionario Histórico Biográfico de Rufino Martínez; Página 255).

 

Actividades independentistas de Agustín Morales en Puerto Rico.

Dirección web: https://www.google.com.do/search?biw=935&bih=642&q=historia+militar+de+puerto+rico+negroni&oq=Historia+Militar+de+Puerto+Rico&gs_

Agustín F. Morales Languasco realizó actividades revolucionarias en Puerto Rico, participando activamente en una importante acción separatista de la isla conocida como la  “Intentona de Yauco” en 1897.

Héctor Andrés Negroni dice textualmente lo siguiente, en su tratado sobre Historia Militar de Puerto Rico (Págs. 306 y 307), citamos:

“En 1897 tuvo lugar el último intento serio de revolución separatista en Puerto Rico. Este intento ha pasado a nuestra historia con los nombres de “Motín de Yauco”, “Intentona de Yauco”, «Levantamiento de Yauco” y “Revolución de San Pedro”.

“Este movimiento revolucionario es, en nuestra opinión, el segundo de mayor importancia en Puerto Rico, y después del “Grito de Lares” debe ser considerado como el de mayor importancia.

“El intento formaba parte de un plan mayor ideado por la Junta Revolucionaria de Puerto Rico a instancias del rico hacendado yaucano Antonio Mattei Lluveras, el General dominicano Agustín F. Morales, Manuel Catalá, Juan Roig, Gerardo Forrest Vélez, Guillermo Velazco, Eduardo Lugo Viñas, Félix Matos Bernier, Tomás Carrión, Fidel Vélez, Juan Nazario, los hermanos cubanos Manuel y José Budet Rivera, junto a numerosos conspiradores de pueblos adyacentes (40:92). Según Corretger, este levantamiento formaba parte del plan dirigido por Betances, organizado por Méndez Martínez, y comandado por el General Juan Rius Rivera, puertorriqueño (26:35).

“De acurdo al plan, Antonio Mattei Lluveras, gracias a su calidad de rico hacendado de caña, logró obtener 30,000 machetes que serían repartidos a los revolucionarios. Entretanto, los hermanos cubanos Budet Rivera establecieron un campo de entrenamiento en la finca perteneciente a Guillermo Velazco localizada en el Barrio Susúa Arriba de Yauco. Gerardo Forrest Vélez y el dominicano Agustín F. Morales se dedicaban a hacer campaña de propaganda por la isla en busca de apoyo. Como parte del plan general, se obtuvo el apoyo del revolucionario cubano Tomás Estrada Palma, quien prometió su ayuda financiera así como 500 rifles y 500,000 cartuchos. Otro revolucionario, Francisco Javier Cisneros ofreció su vapor para conducir 200 hombres de invasión más los pertrechos de invasión al mando del General Agustín F. Morales. La expedición estaba señalada a partir de principios del mes de diciembre de 1897. Como podemos ver, estos preparativos habían sido hechos tomando en cuenta las lecciones del desastre de Lares.

“Desgraciadamente para el movimiento, el plan fue delatado por una indiscreción de uno de los apalabrados llegando a oídos del Gobernador y Capitán General de Puerto Rico por medio del alcalde de Yauco, Francisco Lluch Barreras. Al tenerse noticias de la delación, Fidel Vélez decidió adelantar la fecha del golpe sin consultar ni coordinar su movimiento con ninguno de los otros cabecillas. Varios de los apalabrados se pronunciaron en contra del adelantamiento pero los argumentos no lograron convencer a Fidel Vélez y los suyos. Volvíamos a lo de Lares y con tales antecedentes el movimiento estaba destinado al fracaso.

“Cerca de las diez de la noche del 24 de marzo de 1897 un grupo de entre 60 y 70 hombres mandados por Fidel Vélez emprendió la marcha desde su campamento en Susúa Arriba hacia el pueblo de Yauco. Habían acordado atacar el pueblo con el propósito de asaltar el Cuartel de la Guardia Civil y apoderarse de las armas allí almacenadas. Las autoridades españolas estaban al tanto de los movimientos y tomaron posiciones defensivas cerca del viejo cementerio del pueblo, por donde tendrían que pasar los revolucionarios. La emboscada trabajó y el grupo de Vélez fue recibido con una lluvia de balas por la avanzada de infantería y los guardias civiles. Luego del tiroteo, los revolucionarios emprendieron una retirada campal y ya pata la mañana siguiente eran perseguidos por los montes por tropas del Batallón Patria, que había estado alerta “.

La Viña de Naboth, Sumner Welles y Horacio Vásquez.

Se incluye una transcripción parcial del libro “MEMORANDUM RELATIVO A LA INTERVENCIÓN DEL SEÑOR BENJAMÍN SUMNER WELLES EN LA REPÚBLICA DOMINICANA”.

Benjamín Sumner Welles, autor de La Viña de Naboth, era de nacionalidad norteamericana. Llegó a la República Dominicana, como diplomático, el 28 de julio de 1922 cuando fue designado Comisionado del Presidente de los Estados Unidos, con la misión de observar e informar a dicho Presidente durante la etapa final de la ocupación militar norteamericana.

Cuando se publicó La Viña de Naboth, que ha sido el tratado más influyente sobre historia dominicana, su importancia consistió en ser una obra detallada y bien estructurada cronológicamente sobre una etapa de la historia dominicana, cuando hasta el momento de su publicación sólo se habían escrito un par de resúmenes sobre la materia y, como refiere su autor en el primer párrafo de la bibliografía de dicha obra, le fue posible escribirla gracias a la gran cantidad de material inédito que le fue facilitado, cuando dice textualmente, cita:

“El autor de este libro no habría podido escribirlo, si no hubiese contado con suficiente material inédito. Si se exceptúa la publicación de vez en cuando de artículos sobre puntos históricos, y si se exceptúa también la historia de don Manuel Ubaldo Gómez, la de don Bernardo Pichardo y algún otro sumario, se puede afirmar que la literatura histórica dominicana carece de una obra detallada que abarque los acontecimientos de los últimos tiempos”. (La Viña de Naboth, Pág.469, Tomo II)

El cuarto párrafo de la misma bibliografía dice:

“Me es imposible expresar la extensión de mi obligación de agradecimiento a Su Excelencia, el General Horacio Vásquez, Presidente de la República Dominicana, por su ayuda personal, facilitándome información detallada de su participación en la historia de su país durante los últimos cuarenta años, en que le ha tocado un papel tan importante. Me ha concedido generosamente su tiempo y su atención, aunque se ha esforzado en refrenarse de modo que su información no tenga el colorido del interés personal, cuando trata de hombres y sucesos que han actuado como él en dirigir los destinos de la República en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del siglo XX.” (Pág.469, Tomo II)

Como el mismo Welles reconoce, en esa bibliografía, la mayor parte del material inédito que utilizó para escribir ese tratado, sobre historia dominicana, le fueron servidas por el Presidente Horacio Vásquez, quien nunca tuvo afinidad con el Presidente Morales Languasco, lo que ha sido de una influencia importante para que éste haya sido proyectado de la manera más negativa, como el responsable de poner la soberanía nacional en manos de los Estados Unidos de América, lo que realmente tuvo su origen y razón en el Protocolo del 31 de enero de 1903, firmado durante el Gobierno Provisional del propio Horacio Vásquez, acuerdo al que Welles se refiere de manera muy vaga como un simple acuerdo de pago «con fines de mejorar la agricultura» (¿?), asunto no contemplado en el Protocolo que incluye como anexo, como tampoco refiere hasta qué punto se comprometió con este acuerdo la soberanía nacional.

La Viña de Naboth, en sus narraciones influenciadas por el principal colaborador del autor, ha sido utilizada como fuente primaria de información de muchos historiógrafos y, en consecuencia, ha contribuido considerablemente a perpetuar muchas de las falsedades que sobre Morales Languasco se han escrito en dicho tratado, tergiversando así esa parte de la Historia Dominicana.

Un ejemplo de lo que planteamos es lo que refiere La Viña de Naboth sobre el proyecto de «Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad», propuesto por el Gobierno Provisional de Morales Languasco al de los Estados Unidos el 8 de enero de 1904. Dice que el referido Proyecto de Tratado proponía que Estados Unidos «asumiera la dirección del fisco en la República Dominicana como garantía de los pagos anuales sobre la deuda extranjera de la Nación». (Ver: La Viña de Naboth, Pág. 79, Tomo II). Lo que es falso, ya que el referido proyecto de Tratado ponía como principal condición, en el artículo 1, la «Garantía de la Independencia Dominicana y soberanía de su territorio por el Gobierno de los EE.UU. durante el tiempo del Tratado», y el artículo 6 decía textualmente lo siguiente:

Art. 6. “Se concederá así mismo a los EE.UU. el permiso para establecer faros en las costas dominicanas, debiendo la República Dominicana conservar la soberanía sobre estos puntos y el derecho de percibir y utilizar los impuestos que se cobren a los buques que hagan el tráfico en dichas costas, lo mismo que todo impuesto aduanero o fiscal que se devengue según las leyes del País por las aduanas y demás oficinas nacionales existentes o que se creen en las bahías y puertos de Samaná y Manzanillo”.

Observación: El texto completo del proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad, puede verse en el blog: carlosmoraleslanguasco.com .

Sobre Benjamín Sumner Welles, autor de La Viña de Naboth.

Para mayor ilustración de lo que planteamos, a continuación transcribimos una parte del libro “Memorándum Relativo a la Intervención de Sumner Welles en la República Dominicana”, presumiblemente escrito por el intelectual Julio Ortega Frier, con el título: “Mediante iniciativas propias”. Citamos:

C- Mediante iniciativas propias.

Memorándum relativo a la Intervención de Sumner Welles en la República Dominicana.

154.- (Pág. 171) Pero la Obra maestra de la propaganda del Ex Comisionado a favor del Presidente dominicano está contenido en los dos gruesos volúmenes que dedicó a enaltecer, para beneficio de los lectores norteamericanos, la figura del General Horacio Vásquez, en la vida pública dominicana.

Nos referimos, naturalmente, al libro que escribió bajo el título de “La Viña de Naboth”, y el subtítulo de “La República Dominicana, 1844-1924”, publicado por Payson & Clarke Ltd., de New York, en el año 1928; es decir, en el momento mismo en que la República Dominicana, restaurada sólo cuatro años antes, después de la Ocupación militar norteamericana, era empujada de nuevo, por los esfuerzos de Sumner Welles para hacer triunfar la prolongación del período presidencial del General Horacio Vásquez, hacia el tipo de actuaciones políticas que había mantenido, hasta la Ocupación Norteamericana, en un estado de tragedia permanente.

Aquella obra, que originalmente se tenía ideada como una simple biografía del caudillo que ella enaltecía, según lo veremos luego en la propia correspondencia de su autor, fue redactada al fin de una pretendida “biografía” de la República, o historia de la vida independiente del pueblo dominicano, con el objeto de situar en aquella al General Horacio Vásquez como la figura central de la epopeya en que se encarnan los esfuerzos y sacrificios de los hijos de la parte española de Santo Domingo por conservar su patrimonio espiritual y mantenerlo, al amparo de las instituciones libres, como nación soberana e independiente.

Para trazar así ese cuadro Welles hace del caudillo del 26 de julio de 1899, y jefe de todas las asonadas que, desde entonces, ensangrentaron el suelo patrio, el paladín del civismo en Santo Domingo; del dictador y encarcelador de 1902-1903, el máximo liberal de nuestra vida independiente; del Vice-Presidente revolucionario del 26 de abril de 1902, autor después de la rotura de la alianza y beneficiario de la prolongación de 1928, el sostén de la libertad política; y, en fin, del derrochador de 1924-1928, el perfecto administrador de la hacienda pública dominicana. Lo representa, además, como a Naboth mismo, prefiriendo el propio sacrificio y el de los suyos al menoscabo del patrio solar, y anteponiendo, por lo tanto, la independencia de su pueblo a su propio medro político; cuando ya, en su propia correspondencia secreta con la Cancillería norteamericana, lo había señalado como dispuesto a aceptar la subordinación de las fuerzas armadas de la República a una misión militar norteamericana, y después de haberlo empujado a pedir, voluntariamente, la prolongación de la Convención Financiera domínico-americana, y de haberlo constreñido a imponerle al Congreso y al pueblo de Santo Domingo ese tratado, en condiciones que implicaban la espontanea aceptación del derecho del Gobierno de los Estados Unidos a mantener cercenada nuestra soberanía, y hasta de suplantar totalmente la autoridad de la República, por la que ejerciera un pelotón de soldados americanos.

 155.- (Pág. 173) Para esto, mientras Welles dedica, al reseñar la vida independiente del pueblo dominicano, no más de unas cuantas páginas a la epopeya de febrero de 1844, con sólo ocasionales referencias a Juan Pablo Duarte y a los otros paladines de ese arresto heroico, al escenario en que se movió la actividad política del General Horacio Vásquez le dedica todo un volumen, el más extenso de su obra. Y en ese volumen el agricultor de Tamboril está en el foco de todos los acontecimientos, aun cuando en ellos no hubiera figurado sino con lamentaciones desde playas extranjeras.

Esta exageración, con la que se ha pretendido consumar una monstruosa dislocación de la verdad histórica, salta a la vista de cualquier lector que conozca, siquiera superficialmente, la vida dominicana. Su valor nocivo como propaganda es así prácticamente nulo para los dominicanos. Pero Welles no erró el tiro al realizarla. El no escribía, en efecto, para los dominicanos, ni para los que no siéndolo, conocieran nuestra historia nacional. Escribía sólo para los norteamericanos; y, muy especialmente, para aquellos sobre quienes quisiera practicar alguna maniobra de captación, como la que llevó a cabo con el honrado e incauto General Dawes. Y la prueba de este aserto resultaría completa de la circunstancia de que no le hiciera traducir al castellano, para pavonearse ante el público de América hispana, al que siempre le ha dirigido miradas galantes, si él mismo no lo hubiera confesado, en carta que le dirigiera al General Horacio Vásquez, para justificarse de haber tratado en ella con cierto realismo a su hermano el Lic. Leonte Vásquez. Allí le dice en efecto:

“El Ministro Morales (*) me transmitió el mensaje de Ud. referente a lo que digo en mi libro acerca de Don Leonte Vásquez. Siento mucho no haber podido discutir ese asunto con Ud. la última vez que estuve en Santo Domingo. Ello me hubiera ayudado mucho en mi sincero deseo de ser imparcialmente justo hacia todos los que menciono en el libro. Naturalmente, en mi condición de extranjero, a veces miro las cosas desde un punto de vista distinto al de los dominicanos.; y, por este motivo, pude fácilmente haberme equivocado y caído en error. Hablando francamente, creí que lo que había escrito sobre Don Leonte era la realidad. Un libro escrito sobre todo para los lectores de los Estados Unidos, no puede muy bien discutir enteramente y con detalles la vida de los dominicanos a quienes haga referencia, y por esta razón me limité a expresar la impresión que formé de la vida pública de Don Leonte DESPUÉS DE HABER CONVERSADO CON UD. y con otras personalidades de la República que lo habían conocido, y no mencioné lo atractivo de su personalidad ni muchas prendas que lo adornaban” (Copia fotostática de la carta en inglés se anexa en el memorándum).

(*) Se refiere al Lic. Ángel Morales, sin vínculo familiar con Morales Languasco.

Memorándum relativo a la Intervención de Sumner Welles en la República Dominicana. (Pág. 175)

Por lo demás, cuanto hay en “La Viña de Naboth” referente al General Horacio Vásquez que pueda atribuirse sin dificultad al propio Sumner Welles, no es sino la insinceridad de la intención, la falsedad o superficialidad de los juicios, y, sobre todo, lo deplorable del estilo en los pasajes que parecen haber escapado a la lima de su excelente secretaria de entonces. Los datos, que aun en aquellos casos en que el autor no podía hablar por experiencia personal, ni respaldarse en literatura generalmente conocida, carecían de apoyo documental o de reenvío a otras fuentes justificativas, le fueron suministradas por el propio biografiado, acomodados por la lisonjera solicitud de sus íntimos locales. 

  1. Memorándum relativo a la Intervención de Sumner Welles en la República Dominicana. (Pág. 176)

Y la precedente aserción no descansa en meras conjeturas, sino en el reconocimiento de ese hecho que resulta de la correspondencia privada del propio Sumner Welles, del Presidente Vásquez y del Ministro Morales. El Presidente dominicano, por ejemplo, le dice sobre el particular a Welles en carta del 22 de marzo de 1927 (copia fotostática está anexa al memorándum) lo siguiente:

“A manos del amigo señor Leo Ricart y Olives, tengo el gusto de devolverle las notas biográficas que Ud. me remitió hace algunas semanas para mi conocimiento, y para que le hiciera las modificaciones que juzgare adecuadas para la mejor precisión de los acontecimientos que ellas relatan.

“Parece que la información que sirvió a usted de orientación para la redacción de ese valioso trabajo, provino de diferentes fuentes, y de ahí que haya tenido que aclarar algunos puntos de importancia histórica e intercalar en el texto modificaciones que he estimado convenientes para completar esta narración cuyo éxito ya Ud. tiene asegurado, por el acierto y tino que prevalece en ella.

“Le ofrezco mis excusas por no haber podido enviar a sus manos en más breve tiempo el trabajo aludido; por demás, poderosas circunstancias del incesante trabajo de la administración espero que me justifiquen ante Ud.

“Próximamente le enviaré notas concernientes a acontecimientos posteriores a la fecha en que Ud. termina su relato.

 A lo que Welles contesta, en carta del 7 de junio de 1927, (copia fotostática anexa al memorándum) diciendo:

“No puedo agradecerle de manera debida toda esa ayuda tan valiosa que me ha resultado en la preparación de mi libro esa corrección y esa enmendación del borrador de nuestras conversaciones del año pasado que me mandó Ud., últimamente. Me llegó a tiempo, y me ha servido grandemente en la terminación de los últimos capítulos. Ya sé cuánto tiempo le habrá quitado en sus días llenos de ocupaciones públicas”

158- (Pág. 177) Es, pues, evidente que “La Viña de Naboth”, con toda su grandilocuencia y no obstante su camuflaje de sentimientos nobles y pensamientos elevados, no es, en la intención, sino una obra de propaganda destinada a engrandecer la figura política del General Horacio Vásquez y a ayudarlo en la realización de las infinitas maniobras con que ensombreció la vida del pueblo dominicano. Y, por lo que hemos visto antes, otro tanto podría decirse del objeto oculto de la Misión Dawes, no obstante la indiscutible buena fe y el propósito altruista de su Presidente y de los verdaderos técnicos que la integraban. 

Fin de la transcripción.

Puede el lector sacar sus propias conclusiones.

Carlos Danilo Morales Miller  (Email: carlosdanilomorales@gmail.com)

El Proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad. (1904)

Proyecto de «Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad» propuesto por el Gobierno Provisional del Presidente Carlos F. Morales Languasco al Gobierno de los Estados Unidos en fecha 8 de enero de 1904.

(Incluido el texto íntegro del proyecto de Tratado)

El Gobierno Provisional de La Unión, compuesto por jimenistas y horacistas y encabezado por Carlos F. Morales Languasco, asumió oficialmente el poder el 25 de noviembre de 1903. A la semana siguiente, el día 2 de diciembre, el Gobierno Provisional solicitó su reconocimiento ante todos los países con representación diplomática en la República Dominicana (incluido los Estados Unidos) mediante Circular No. 189 de esa fecha. (Ref.: AGN. Ministerio de lo Interior y Policía. L-193-194 E-1 de 1904).

El 8 de enero de 1904, el Gobierno Provisional decidió enviar a Washington a su ministro de Relaciones Exteriores Juan Francisco Sánchez para que, de manera expresa, diligenciara su reconocimiento ante el Gobierno de los Estados Unidos y gestionara la concertación de un proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad que proponía algunas facilidades para la República Dominicana semejantes a las que existían comercialmente entre Estados Unidos y Cuba, como refiere el proyecto de Tratado en el artículo No. 2; y en el No.3 solicitaba facilidades suficientes para el pago de la deuda con acreedores extranjeros, aunque en esos días ya los árbitros del Tribunal Arbitral, constituido en virtud del Protocolo de enero de 1903, se encontraban en Washington deliberando sobre ese acuerdo que sólo contemplaba obligaciones de la República Dominicana para con los Estados Unidos, que en las negociaciones fungía como representante de la compañía norteamericana San Domingo Improvement.

Aunque algunos autores plantean que los norteamericanos ayudaron al Presidente Morales Languasco y a la Revolución de La Unión a tomar el poder, el Gobierno Provisional no fue reconocido por el de los Estados Unidos sino hasta el 19 de enero de 1904, dos meses después de haber asumido la Presidencia de la República.

Sobre el proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad, Benjamín Sumner Welles, autor del tratado sobre historia dominicana “La Viña de Naboth”, posiblemente el más influyente entre los historiógrafos modernos, cuyo contenido fue marcado de manera muy importante por las opiniones del General Horacio Vásquez, (ver la Bibliografía de La Viña de Naboth, Tomo II, Pág. 469), dice textualmente lo siguiente sobre el proyecto de Tratado en cuestión :

“Tan pronto hizo su primera entrada a la Capital el Presidente Provisional Morales, informó al Ministro Americano que él tenía la intención de enviar al General Juan Francisco Sánchez a Washington como su Agente Especial, con el objeto de llevar a cabo negociaciones para un tratado por el cual la República estaría bajo la protección de los Estados Unidos por un período de cincuenta años, asumiendo aquella Nación la dirección del fisco en la República Dominicana como garantía de los pagos anuales sobre la deuda extranjera de la Nación. Dicho tratado debía establecer la reciprocidad de los dos países e incluir el arrendamiento de la bahía de Samaná y la bahía de Manzanillo a los Estados Unidos”. (La Viña de Naboth. Pág. 79, Tomo II).

Fin de la cita.

Este mismo planteamiento ha sido repetido por muchos otros autores. A continuación, presentamos la reproducción textual del proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad, para que el lector pueda constatar una de las mentiras de nuestra historia que ha sido repetida innumerables veces.

   Proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad

                                               (Texto íntegro)

                                              CARLOS F. MORALES L.

                       Presidente del Gobierno Provisional de la República.

En la ciudad de Santo Domingo, Capital de la República, a los ocho días del mes de enero de 1904, reunidos en sesión extraordinaria y secreta los miembros que componen el Gobierno Provisional, a saber:

General Carlos F. Morales Languasco, Presidente

General Miguel Román, hijo. Ministro de Interior y Policía, Encargado de los Despachos de Guerra y Marina.

General Juan Francisco Sánchez, Ministro de Relaciones Exteriores.

Licenciado Pelegrín Castillo, Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Encargado de Correos y Telégrafos.

Ciudadano Enrique Pou, Ministro de Hacienda y Comercio.

Ciudadano Eladio Victoria, Ministro de Fomento y O.P.

Ciudadano Fabio J. Fiallo, Subsecretario de Interior y Policía.

Manifestó el Señor Presidente Morales, y puso en claro la situación del País que exige hoy una solución sabia y patriótica para evitar la continuación del estado anárquico por que atraviesa la República, que era de perentoria necesidad, para afianzar el Gobierno y robustecer el propósito de salvar el País de los horrores de continuas revueltas políticas, tratar de obtener sin demora el reconocimiento del Gobierno Provisional por el de los Estados Unidos de América, y que al efecto proponía el envío de un comisionado especial, para cuyo objeto, indicaba desde luego al General Juan Francisco Sánchez, Ministro de Relaciones Exteriores, quien sería investido de facultades amplias y suficientes para tratar con el Gobierno de Washington sobre el reconocimiento mencionado y sobre otros puntos de alta importancia que le serán confiados.

La proposición acogida favorablemente dio lugar a que cada miembro del Gobierno Provisional expresara sus ideas a este respecto, resultando que se tomara una Resolución en el sentido que se expresará adelante y la cual firmarán todos los miembros que concurrieron a la sesión secreta.

                                   El Gobierno Provisional de la República

                                                       Resuelve:

Que se envíe al General Juan Francisco Sánchez, Ministro de Relaciones Exteriores como Enviado Especial y Agente Confidencial, cerca del Gobierno de Washington y al efecto le otorga por el presente documento facultad bastante y suficiente cuanto en derecho fuere necesario para que diligencie en Washington el reconocimiento del Gobierno Provisional y para que en nombre y representación someta un proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad con las bases siguientes:

Garantía de la Independencia Dominicana y soberanía de su territorio por el Gobierno de los EE.UU. durante el tiempo del Tratado;

2° Introducción de los productos de la industria dominicana por los puertos de la Unión Americana, bajo las bases concedidas a la República de Cuba;

3° El pago de las deudas externas de la República por medio de amabilidades suficientes para cubrir los compromisos contraídos con acreedores extranjeros;

4° Ayuda necesaria para mantener el orden interior en el territorio dominicano y en caso de guerra internacional, apoyo directo para sostener la guerra;

Para poner en condiciones de los EE.UU. de mantener la Independencia de Santo Domingo y proteger el orden interior, el Gobierno Dominicano arrendará por el tiempo de este Tratado, al de la Unión Americana, los terrenos necesarios para establecer estaciones carboneras o navales en las Bahías de Samaná y Manzanillo en ciertos puntos de dichas bahías;

Se concederá así mismo a los EE.UU. el permiso para establecer faros en las costas dominicanas, debiendo la República Dominicana conservar la soberanía sobre estos puntos y el derecho de percibir y utilizar los impuestos que se cobren a los buques que hagan el tráfico en dichas costas, lo mismo que todo impuesto aduanero o fiscal que se devengue según las leyes del País por las aduanas y demás oficinas nacionales existentes o que se creen en las bahías y puertos de Samaná y Manzanillo.

Dado en Santo Domingo, fecha ut supra y firmado para que surta los efectos indicados.

El Presidente del Gobierno Provisional

                  Firma

Ministro de Interior y Policía, Encargado de los Despachos de Guerra y Marina.

                  Firma

Ministro de Relaciones Exteriores.

                Firma

Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Encargado de Correos y Telégrafos.

                 Firma

Ministro de Hacienda y Comercio.

                 Firma

Ministro de Fomento y O.P.

                Firma

Subsecretario de Interior y Policía.

                Firma

Nota de la administración del blog:                                                                                                        Luego de ver la transcripción fiel de los términos del proyecto de Tratado de Amistad y Reciprocidad, propuesto por el Gobierno Provisional de Morales Languasco al de los Estados Unidos, podrá el lector comprobar que, aunque se solicitaban facilidades para el pago de la deuda pendiente con acreedores extranjeros, no se planteaba el manejo de las finanzas dominicanas por parte de los Estados Unidos, como afirman algunos historiógrafos.
Este proyecto de Tratado fue desestimado por el gobierno de los Estados Unidos en razón de que suponía beneficios para la República Dominicana, mientras que lo que convenía a sus intereses ya estaba encaminado en el Tribunal Arbitral que se encontraba deliberando en Washington sobre el pago a los Estados Unidos de la deuda que el Estado dominicano tenía pendiente con la compañía norteamericana San Domingo Improvement, en virtud de lo acordado en el Protocolo de enero de 1903 suscrito por Horacio Vásquez con los Estados Unidos.
Posteriormente, el 14 de julio de 1904, el Tribunal Arbitral emitió su fallo, en el que se estableció la forma de pago y las garantías respecto a la citada deuda. Sin embargo, aunque el «proyecto de Tratado de Amistad y Reciprocidad» propuesto por el Gobierno de Morales fue rechazado, cuando hubo que hacer frente a los compromisos del Laudo Arbitral, que era otra cosa, de origen diferente y sólo imponía obligaciones para la República Dominicana, no falta quien maliciosamente plantee que el Laudo, la Convención y el Modus Vivendi se ajustaban a los viejos planes de Morales Languasco para favorecer los intereses norteamericanos desde que asumió la Presidencia.

Antecedentes de la Primera Intervención Militar Norteamericana del Siglo XX.

Acuerdos Financieros.

El Protocolo de 1903.

Un Protocolo, o acuerdo internacional suscrito el 31 de enero de 1903 por el Gobierno de la República Dominicana, presidido por el General Horacio Vásquez, con el de los Estados Unidos de América, establecía en el artículo I que el Gobierno Dominicano pagaría al Gobierno de los Estados Unidos los US$ 4.5 millones acordados respecto a las propiedades e intereses que la compañía norteamericana San Domingo Improvement & Co. tenía en la República Dominicana, para que ésta terminara sus actividades en el territorio nacional.

El mismo artículo I del Protocolo también incluía la creación de un Tribunal, compuesto por tres árbitros, que se establecería en Washington y determinaría todo lo concerniente al pago de la deuda. Los tres árbitros deberían ser nombrados: uno por el Presidente de los Estados Unidos; uno por el Presidente de la República Dominicana, y el tercero sería nombrado conjuntamente por ambos Presidentes; pero, en caso que éste no hubiese sido designado dentro del plazo de sesenta días, desde la fecha de la firma del Protocolo, entonces el Gobierno dominicano lo elegiría de entre los miembros de la Suprema Corte, o de las Cortes de Apelaciones de Circuito de los Estados Unidos.

Aceptando la participación directa de Estados Unidos para representar a la San Domingo Improvement, respecto a la deuda que el Estado dominicano mantenía con esa compañía norteamericana, se otorgó base legal a esa nación para intervenir en los asuntos internos de la República Dominicana. A partir de esa fecha los majestuosos buques de guerra norteamericanos hicieron presencia de manera permanente en los principales puertos aduaneros dominicanos.

El 8 de diciembre de 1903 el Gobierno de La Unión, presidido por Carlos F. Morales Languasco, envió a su ministro de Relaciones Exteriores, Juan Francisco Sánchez, a Washington con la misión de obtener el reconocimiento de su Gobierno, por parte del de los Estados Unidos, y de proponer a ese gobierno un “Proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad” aunque ya se encontraban deliberando en esa ciudad los árbitros del Tribunal Arbitral que habían sido designados en virtud del Protocolo de enero de 1903.

Sobre lo precedentemente citado hay autores, que han promovido dos falsedades:

  • Que los Estados Unidos ayudaron a Morales Languasco a llegar a la Presidencia de la República, aunque nadie especifica cómo, mientras que su Gobierno fue reconocido por el de los Estados Unidos el 19 de enero de 1904, aproximadamente dos meses después haber asumido la Presidencia de manera oficial.
  • Que el Proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad propuesto a los Estados Unidos pretendía poner las finanzas de la República Dominicana bajo el control de esa nación, lo que no figura en ninguna parte de su articulado. Todo lo contrario, en su artículo 1° planteaba el respeto a la Independencia y a la Soberanía Nacional, así como en el artículo 6° el total control de las finanzas por el Gobierno dominicano, mientras que en el Protocolo sólo se establecían obligaciones. El Proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad fue desestimado sin mucho preámbulo, por los norteamericanos, porque con el Protocolo de enero de 1903 ya los Estados Unidos habían obtenido los derechos legales necesarios para sus propósitos.

El Protocolo de enero de 1903 produjo una cadena de instrumentos internacionales, generando de manera directa e inmediata el Laudo Arbitral de 1904, posteriormente las convenciones de 1905  y de 1907, culminando con la intervención militar de 1916.

El Laudo Arbitral de 1904.

El Tribunal Arbitral, creado originalmente en virtud del Protocolo de enero de 1903, dictó su fallo el 14 de julio de 1904. Pero el Laudo producido por dicho Tribunal no fue posible ponerlo en práctica por las circunstancias imperantes en la República Dominicana, debido principalmente a debilidades institucionales y económicas que no le permitían al Gobierno subsistir cubriendo los requerimientos administrativos del Estado y, a la vez, cumplir con los compromisos financieros, relativos a la deuda, establecidos en el Laudo.

Así lo informó a su Gobierno el Ministro Residente norteamericano Thomas C. Dawson a fines de 1904, que en las condiciones en que se encontraba el país era materialmente imposible cumplir con los términos del Laudo. Fue así como entonces tuvieron que negociar un nuevo acuerdo financiero, en términos diferentes para que se adaptara a las posibilidades económicas dominicanas, pero sobre las mismas bases del Laudo.

(Referencia: La Moneda, la Banca y las Finanzas en la República Dominicana, Pág. 148- Julio C. Estrella).

Convenciones de 1905.

En razón de que los instrumentos precedentemente citados estaban íntimamente vinculados, tanto el Protocolo de enero de 1903 como su apéndice inmediato, el Laudo Arbitral, se referían de manera exclusiva al pago de la deuda que el Estado dominicano tenía pendiente con la compañía norteamericana San Domingo Improvement Co., que al producirse el fallo produjo una reacción de protesta por parte de los tenedores de bonos europeos, que así veían disminuidas las posibilidades de cobrar los valores que se les adeudaba, que eran cuatro veces superiores a la deuda pendiente con la compañía norteamericana que había pasado a ser representada por el Estado norteamericano.

Tanto la imposibilidad material de poner en ejecución el Laudo Arbitral, como la reacción de los tenedores de bonos europeos, forzó la negociación de un nuevo pacto que modificaba el Laudo Arbitral, aunque algunos autores dicen que lo invalidaba, y otros refieren que el Presidente Morales Languasco se decidió por un nuevo acuerdo lesivo para la República, aunque seguía tratándose del mismo asunto, pues no era posible invalidar el Laudo sin cumplir las obligaciones que en él se acordaban. Porque este nuevo acuerdo (la Convención) estaba orientado a honrar los mismos compromisos sobre las mismas bases del Laudo, sólo que se adecuaba a las posibilidades materiales que permitieran ponerlo en práctica, además de que se incluía la deuda pendiente de pago a los tenedores de bonos europeos cuyas naciones habían trasladado hacia las costas dominicanas, a fines de 1904, diez imponentes buques de guerra con intenciones de ocupar por la fuerza las aduanas y cobrarse por cuenta propia las acreencias pendientes de sus connacionales que rondaban los 18,6 millones de dólares.

A fines de 1904 se habían sumado esos diez buques de guerra europeos (de Alemania, Francia, Italia, Holanda y España) a los cinco cruceros norteamericanos que alternándose hacían presencia de manera permanente en los principales puertos aduaneros dominicanos desde la firma del Protocolo de enero de 1903. De manera que, en un momento, hubo quince (15) buques de guerra en el asedio que se impuso a la pequeña república caribeña.

Varios de los buques de guerra europeos que llegaron al asedio de la República Dominicana, a fines de 1904, habían participado en el bloqueo de los principales puertos de Venezuela, a fines de 1902 y principios de 1903, donde bloquearon los puertos, bombardearon algunos poblados costeros, capturaron varios buques de la armada venezolana poniéndolos al servicio de Su Majestad el Rey de Alemania con todo y sus tripulaciones. Un par de éstos buques venezolanos fueron sacados a alta mar, por los alemanes, donde fueron hundidos.

Este conflicto en Venezuela, similar al que ocurrió en la República Dominicana, fue generado por el anuncio del Gobierno de suspender temporalmente el pago de la deuda de un empréstito conocido como del “Ferrocarril de Venezuela” o del “Ferrocarril Alemán”, que culminó con la intervención de Estados Unidos como árbitro imparcial y con la firma de un Protocolo en Washington, el 13 de febrero de 1903, que determinaba todo lo concerniente al pago de esa deuda. (En la época Venezuela tenía diez buques de guerra, mientras que la República Dominicana tenía sólo dos).

Al Laudo Arbitral le siguió la Convención del 20 de enero de 1905 y debido a algunos aspectos que el Gobierno norteamericano decidió modificar porque se entendía que correspondían a un protectorado. Esas modificaciones dieron lugar a otra Convención que se firmó el 7 de febrero de 1905.

En los “Por Cuanto”, tanto el Laudo Arbitral como la Convención de 1905, se refieren a lo mismo. Los motivos del pago de la deuda; en el Laudo se refiere sólo a la deuda de la San Domingo Improvement; y en la Convención a todos los acreedores, además puntualiza sobre el peligro inminente y a la apremiante amenaza de intervención de parte de naciones (europeas) cuyos súbditos tenían reclamaciones ya establecidas o por establecer.

El artículo I del Laudo se refiere a la forma de pago, a los Estados Unidos, de la deuda pendiente con la San Domingo Improvement, así como la forma en que serían transferidos los bienes. En artículo I de la Convención se refiere a lo mismo, sólo que en ésta el Gobierno de los Estados Unidos conviene en hacerse cargo de todas las obligaciones que tiene el Gobierno Dominicano, tanto extranjeras como interiores.

Los artículos 2,3 y 4 del Laudo se refieren al pago de interés del monto adeudado y de las garantías. Los artículos 2 y 3 de la Convención se refieren a lo mismo, solo en ésta agrega que los Estados Unidos se hará cargo de las aduanas, que fue la exigencia de los europeos, que no aceptaban otra fórmula, así como de la distribución de las recaudaciones.

De manera que, si se comparan los articulados del Laudo Arbitral con los de la Convención, la única diferencia es la inclusión de la deuda de los acreedores europeos y las condiciones exigidas por éstos.

El Modus Vivendi.

La Convención del 7 de febrero de 1905 fue sometida por el Presidente norteamericano al Senado de Estados Unidos el día 15 de ese mismo mes, pero este órgano cerró su período legislativo sin conocerla. Debido a las amenazas de desembarco de las fuerzas imperiales europeas (principalmente de las alemanas) para apoderarse de las aduanas, el 31 de marzo de ese mismo año el Presidente Morales Languasco emitió un Decreto poniendo en ejecución, de manera administrativa, la referida convención, lo que se conoce como el Modus Vivendi.

Toda esta cadena de instrumentos, o de acuerdos internacionales, creados para formalizar el pago de toda la deuda (externa e interna) de la República Dominicana, estaban vinculados consecutivamente unos con otros. Luego siguió la Convención de febrero de 1907, que no fue más que la ejecución formal de la Convención no sancionada de 1905, con pequeñas variantes, que había funcionado como el Modus Vivendi desde el 1 de abril de 1905.

Luego siguió la intervención norteamericana realizada en nombre de los acreedores extranjeros el 29 de noviembre de 1916, motivada por la inestabilidad política que influía negativamente en el pago de la deuda. La intervención se mantuvo hasta el 12 de julio de 1924 y la deuda fue finalmente saldada el 24 de septiembre de 1940 con la firma del Tratado Trujillo-Hull.

Convención Dominico-Americana del 7 de febrero de 1905.

La Convención Dominico-Americana de 1905 fue un instrumento jurídico suscrito por los presidentes de la República Dominicana y de los Estados Unidos con fines de concretar el pago de la deuda externa dominicana de acuerdo con los términos establecidos por el Tribunal Arbitral, conformado por dos jueces norteamericanos y uno dominicano, que fuera creado en virtud del Protocolo del 31 de enero de 1903, cuyo fallo conocido como el «Laudo Arbitral», fue emitido el 14 de julio de 1904.

Carlos Danilo Morales Miller         Correo: carlosdanilomorales@gmail.com

 

Convención Dominico-Americana de 1905.-
(Texto íntegro)

Por cuanto el Gobierno Dominicano en atención a las deudas que agobian a la República Dominicana, al peligro inminente y a la apremiante amenaza de intervención de parte de naciones cuyos súbditos tienen reclamaciones ya establecidas o por establecer, hallándose como se halla, imposibilitado de cumplir perentoriamente sus compromisos por el estado a que han traído la Hacienda Pública los disturbios políticos y otras concausas, dando lugar a que esos compromisos se venzan sin haberlos podido cubrir ni siquiera sus intereses, desea llegar a un arreglo con todos sus acreedores y que el Gobierno consiga asegurar la percepción regular de suficientes ingresos para el pago de su administración interior y el mantenimiento de su autonomía administrativa sin ninguna interrupción por las exigencias de acreedores extranjeros o por disturbios políticos interiores; y

Por cuanto el Gobierno de los Estados Unidos de América previendo una tentativa de parte de gobiernos del otro hemisferio de opresión o control sobre los destinos de la República Dominicana, como manifestación de enemistad hacia los Estados Unidos, está dispuesto, según los deseos del Gobierno Dominicano, a prestarle su ayuda para efectuar un arreglo satisfactorio con todos los acreedores de éste, obligándose a respetar la completa integridad de la República Dominicana.

El Gobierno Dominicano representado por el Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, ciudadano Juan Francisco Sánchez, el Secretario de Estado de Hacienda y Comercio, ciudadano Federico Velázquez H., y el Gobierno de los Estados Unidos representado por su Ministro Residente señor Thomas C. Dawson, han convenido y pactado lo siguiente:

Artículo 1º. El Gobierno de los Estados Unidos conviene en hacerse cargo de todas las obligaciones que tiene el Gobierno Dominicano tanto extranjeras como interiores; del arreglo de los pagos y las condiciones de amortización; de la consideración de las reclamaciones conflictivas e irrazonables; y determinar la validez y el monto de todas las reclamaciones pendientes de arreglo.

A) Si para llegar a estos arreglos es necesario el nombramiento de una o más comisiones, el Gobierno Dominicano deberá hallarse representado en dichas comisiones.

Artículo 2º. Para poner en condiciones al Gobierno de los Estados Unidos para prestar la ayuda arriba mencionada, se hará cargo de las aduanas existentes y de las que en adelante pueden ser creadas; nombrará los empleados necesarios para su manejo, y recaudará y se hará cargo de todas las entradas de aduana. Estos empleados estarán sujetos a la jurisdicción civil y penal de la República Dominicana. El Gobierno Dominicano podrá nombrar en cada una de las aduanas un empleado, con el objeto de hacer la inspección necesaria en beneficio de los intereses de los dominicanos.

Artículo 3º. De las entradas que se recauden en todas las aduanas de la República le entregará el Gobierno de los Estados Unidos al Gobierno de la República Dominicana, una suma que no podrá bajar del 45% del total bruto recaudado para atender a las necesidades del Presupuesto Administrativo, los cuales recibirá el Gobierno Dominicano en pagos mensuales desde el día en que tomen posesión las aduanas los empleados de los Estados Unidos, divididos estos pagos en entregas de la manera siguiente: cuarenta y cinco por ciento de la suma total cobrada mensualmente en plazos que terminarán los días 8, 15, 22 y último de cada mes.

Artículo 4º. El Gobierno de los Estados Unidos aplicará el 55% que él retiene a los pagos siguientes: a) Los empleados de todas las aduanas.

b) Los intereses, amortización y vencimientos de la deuda dominicana interior y exterior de acuerdo a lo previsto anteriormente según como se fije y liquide. c) Todo remanente que resulte a final de cada año fiscal, se entregará al Gobierno de la República Dominicana, o se destinará al pago de su deuda si este así lo determinare.

Artículo 5º. Los Interventores de las Aduanas deberán remitir mensualmente a la Contaduría General del Ministerio de Hacienda, los estados de ingresos y egresos correspondientes; y anualmente el estado general que abarque el total de lo recaudado y pagado.

Artículo 6º. Mientras no esté del todo pagado el monto de la deuda que los Estados Unidos toma a su cargo, no podrá hacerse ninguna reforma arancelaria sino de acuerdo con el Presidente de los Estados Unidos, no pudiendo por tanto reducirse los actuales derechos de aduana y puertos, sin su consentimiento. En cuanto a los derechos de exportación de los productos nacionales, el Gobierno Dominicano podrá abolirlos o reducirlos inmediatamente; pero no podrá aumentarlos ni aumentar tampoco su deuda pública sin el consentimiento del Presidente de los Estados Unidos.

Artículo 7º. El Gobierno de los Estados Unidos a solicitud del Gobierno de la República Dominicana, auxiliará a éste, en la forma que estime conveniente para restablecer el crédito, conservar el orden, aumentar la eficacia de la administración civil y promover el adelanto material y el bienestar de la República.

Artículo 8º. Este convenio durará todo el tiempo que sea necesario para la amortización de la deuda que el Gobierno de los Estados Unidos ha tomado a su cargo.

Artículo 9º. Este Convenio empezará a surtir sus efectos después de su aprobación por el Senado de los Estados Unidos y el Congreso de la República Dominicana.

Hecho en cuatro originales, dos en idioma castellano y dos en inglés, firmándolos los representantes de la Altas Partes contratantes en la ciudad de Santo Domingo a los siete días del mes de febrero de 1905.

Firmados: Juan Francisco Sánchez, Federico Velázquez H. y Thomas G. Dawson. Es copia conforme a su original. El Oficial Mayor, José M. Díaz. …

El Laudo Arbitral y sus antecedentes.

Por: Carlos Danilo Morales Miller.   (Email: carlosdanilomorales@gmail.com)

A fines de marzo de 1903, casi dos meses después de que los gobiernos de Horacio Vásquez y de Theodore Roosevelt suscribieron el Protocolo para el pago de la deuda que la República Dominicana tenía pendiente con la compañía norteamericana San Domingo Improvement Co., el Presidente Vásquez fue derrocado por un rápido golpe que se conoció como la Revolución de los Presos y asumió la Presidencia de la República Dominicana el General Alejandro Woss y Gil.

Acto seguido, el Encargado de Negocios de Estados Unidos, William F. Powell, se hizo presente y reclamó al nuevo Gobierno el reconocimiento del referido Protocolo que aceptaba o admitía a los Estados Unidos como representante de la compañía norteamericana. El Presidente Woss y Gil planteó al señor Powell que ese instrumento había sido firmado por un gobierno de facto y que carecía de validez porque, además, no había sido sancionado por el Congreso Nacional.

En la ocasión, el Encargado de Negocios suplicó al Presidente Woss y Gil el reconocimiento de su Gobierno al referido Protocolo con la observación de que los Estados Unidos podían romper relaciones con la República Dominicana y consecuentemente pasar a vías de hechos, que era lo mismo decir que ocuparían el país militarmente.

Ante tan menuda “sugerencia” el Presidente Woss y Gil se apresuró a reconocer el acuerdo firmado el 31 de enero y, para cumplir con el mandato de dicho Protocolo, que establecía la designación de un árbitro para representar a la República Dominicana en un Tribunal Arbitral que determinaría todo lo concerniente al pago de la deuda, cuyas decisiones serían inapelables, nombró para esos fines al entonces Canciller de la República, el escritor y abogado Manuel de Jesús Galván (autor de la celebrada obra literaria dominicana “Enriquillo”).

Como el Protocolo de enero establecía que cada gobierno designaría un árbitro y un tercero sería elegido de mutuo acuerdo, a más tardar dos meses después de su firma, pero que luego de ese plazo el tercer árbitro debería ser escogido por el Gobierno dominicano de entre los jueces la Corte de Apelación de los Estados Unidos, y como ya el plazo había vencido, también correspondió a Woss y Gil la elección de ese otro árbitro.

Las deliberaciones de los árbitros se extendió desde el 12 de noviembre de 1903 hasta el 14 de julio de 1904, fecha en que fue emitida la sentencia de los árbitros en los siguientes términos:

Texto del Laudo: 

                                              LAUDO ARBITRAL DE 1904                                                                (Adoptado en virtud del Protocolo de 1903, y para los fines previstos en dicho Protocolo)

POR CUANTO, por el Protocolo de Arreglo entre la República Dominicana y los Estados Unidos de América, concluido en la Ciudad de Santo Domingo el 31 de enero de 1903, fue convenido que el Gobierno Dominicano pagaría al Gobierno de los Estados Unidos la suma de cuatro millones quinientos mil dólares $4,500,000) en oro americano, como completa indemnización por la renuncia que The San Domingo Improvement Company of New York, The San Domingo Finance Company of New York, The Company of the Central Dominican Railway y el Banco Nacional de Santo Domingo hacen de todos sus derechos, propiedades e intereses, y como completo arreglo de todas las cuentas, reclamaciones, y diferencias pendientes entre el Gobierno Dominicano y las dichas Compañías; y que los términos en los cuales la indemnización convenida debería ser pagada, seria referida a una Comisión de tres Árbitros, uno nombrado por el Presidente de la República Dominicana otro por el Presidente de los Estados Unidos, y el tercero por el Presidente de la República Dominicana y el Presidente de los Estados Unidos conjuntamente, o, en caso de omitir hacerlo, por el Presidente de la República Dominicana escogiéndolo de entre determinados miembros de la Suprema Corte de los Estados Unidos, o de la Corte de Circuito de Apelaciones de los Estados Unidos;

POR CUANTO, con el objeto de llevar a cabo dicho Protocolo, fueron nombrados los Árbitros abajo firmados en la forma siguiente:

Por el Presidente de la República Dominicana, Don Manuel de J. Galván;

Por el Presidente de los Estados Unidos, John G. Carlisle;

y como tercer Arbitro, por nombramiento del Presidente de la República Dominicana, George Gray, uno de los Jueces designados entre los de la Corte de Circuito de Apelaciones de los Estados Unidos;

POR CUANTO, dichos Árbitros, debidamente constituidos con arreglo al mencionado Protocolo, en Comisión de Arbitraje, han recibido y estudiado los casos, contra-casos y argumentos presentados por las partes contratantes, por intermedio de sus respectivos Agentes y Abogados;

La Comisión de Arbitraje juzga y falla por el presente Laudo los términos en los cuales la antes mencionada indemnización deberá ser pagada, y los plazos, términos y condiciones en los cuales las antedichas Compañías deberán ceder todos sus derechos, propiedades e intereses, mencionados en el Artículo V de dicho Protocolo, y se retirarán de la República Dominicana, constituyendo así un completo arreglo de todas las cuentas, reclamaciones y diferencias entre el Gobierno Dominicano y dichas Compañías.

ARTÍCULO 1° – (TIEMPO DE LA ENTREGA DE LAS PROPIEDADES).-

a) Dentro de noventa días, a contar de la fecha de este Laudo todos los derechos e intereses que dichas Compañías tienen en el Banco Nacional de Santo Domingo, consistentes en seis mil trescientos treinta y ocho (6,338) acciones del capital del referido Banco, a cambio de lo cual el Gobierno Dominicano dará a las compañías un acto de completa liberación, por y a nombre del Banco, de toda reclamación contra ellas –

b) Cuando el Gobierno Dominicano haya pagado al de los Estados Unidos un millón quinientos mil pesos (($1,500,000) del capital de la deuda principal, dichas Compañías entregarán al Gobierno Dominicano todas las acciones de The Company of the Central Dominican Railway, las cuales representarán, incluirán y llevarán en sí todos los derechos e intereses en el mencionado ferrocarril a que se hace referencia en el párrafo 1° del artículo V del Protocolo, y simultáneamente traspasarán al Gobierno Dominicano la completa posesión del ferrocarril, el cual deberá estar libre de todas clases de deudas contraídas por dichas compañías y deberá estar por lo menos en tan buena condición material como en la actualidad, salvo el deterioro proveniente de uso, accidente, fuerza mayor, disturbios públicos, o enemigo extranjero –

El costo de restaurar el ferrocarril de daños ocurridos entre tanto, por cualquiera de dichas causas, se imputará, primero, a los beneficios netos del año, y todo exceso de dicho costo será pagado por el Gobierno Dominicano de su Tesorería, de la misma manera que se describe en el Artículo 4to.

Si el pago de un millón quinientos mil pesos (1,500,000) o cualquiera parte de esta suma, fuere hecho por el Gobierno en una forma distinta de las entregas mensuales que más adelante se proveen, dichas entregas mensuales continuarán como se ha dispuesto en este Laudo.

c) Cuando lo principal de la deuda de cuatro millones quinientos mil pesos ($4,500,000) sea reducido a dos millones setenta y seis mil seiscientos treinta y cinco pesos ($2,076,635), entonces comenzará la entrega de los bonos de la República Dominicana mencionados en el párrafo 3ro, del Artículo V, del Protocolo, hasta el monto de ochocientas treinta mil seiscientas cincuenta y cuatro libras esterlinas (£830,654). Los bonos que deberán ser entregados no incluirán ninguno de los de las trescientas cincuenta y un mil cuatrocientas libras esterlinas (£ 351,400) de Unifíed Scrip que las Compañías han admitido ser propiedad de la República Domi­nicana y ofrecieron entregar al Gobierno Dominicano bajo las disposiciones del Artículo 6° del contrato de 18 de abril de 1900; y las dichas trescientas cincuenta y un mil cuatrocientas libras esterlinas (£ 351,400) en Unified Scrip serán entregadas al Gobierno Dominicano dentro de treinta días a contar de la fecha de este Laudo.

Respecto de la entrega de bonos por valor de ochocientas treinta mil seiscientas cincuenta y cuatro libras esterlinas (£830,654) además de la de trescientas cincuenta y un mil cuatrocientas libras esterlinas (£351,400), que se ha admitido ser propiedad de la República Dominicana, se entiende que las Compañías garantizan que no existen más de un millón ciento cuarenta y ocho mil seiscientas libras esterlinas (£ 1,148,600) de obligaciones de 4% incluyendo en esta suma los French American Reclamation Consols (contrasellados o sin contrasellar), los Unifíed Scrip, y los bonos de 4% comprendidos en las ochocientas treinta mil seiscientos cincuenta y cuatro libras esterlinas (£ 830,654) de bonos que deben ser entregados en cumplimiento de este Laudo, y, que, si se presentaren en lo adelante, para ser conver­tidos, otros bonos de las emisiones de 1888, 1890 o 1893, las Compañías serán responsables de ellos, protegiendo así al Gobierno Dominicano.

La entrega de los bonos por dichas Compañías al Gobierno Dominicano se hará por entregas mensuales a prorrata de los pagos hechos a los Estados Unidos sobre la suma principal, de modo que por cada quinientos pesos ($500) de la expresada suma principal que la República pagare se le entregará en cambio bonos por valor de mil pesos ($1,000), o sea de doscientas libras esterlinas (£200).

ARTÍCULO 2°  (TIPO DE INTERÉS)

La suma principal de cuatro millones cuatrocientos ochenta y un mil doscientos cincuenta pesos ($4,481,250) y cualquier otro balance de dicha suma que deba ser pagado por el Gobierno Dominicano al de los Estados Unidos, ganarán, a contar de la fecha de este Laudo, un interés de cuatro por ciento anual.

Todos los pagos deberán ser aplicados primero al pago de los intereses vencidos.

ARTÍCULO 3o.   (MONTO DE LOS PAGOS MENSUALES)

La suma principal y sus intereses serán pagaderos en entregas mensuales de treinta y siete mil quinientos pesos ($37,500), cada una, durante los primeros dos años, y de cuarenta y un mil seiscientos sesenta y seis pesos sesenta y seis centavos ($41,666.66) en lo adelante, pagaderos al Agente Financiero de los Estados Unidos, el día primero de cada mes, comenzando en septiembre de mil novecientos cuatro (1904), y dichos pagos se harán en oro o moneda corriente de los Estados Unidos, o en giros que merezcan la aceptación de dicho agente financiero. En el primer caso, el costo de transporte hasta New York, y en el segundo, al descuento de dichos giros y los costos incidentales de su cobro, serán agregados al monto de la entrega mensual.

Los beneficios netos de la explotación del ferrocarril, hasta su entrega conforme al Artículo 1o de este Laudo, durante cada año, empezando desde el día 1o. de julio de 1904, y de conformidad con las cuentas que rinda anualmente su director general, serán y constituirán un abono adicional que se dedicará también al pago de la deuda principal.

ARTÍCULO  4°   (GARANTÍA Y FORMA DE RECAUDACIÓN)

Garantía: Dicha deuda, sus intereses y los pagos mensuales aplicables a ella determinados en este Laudo, serán garantizados en la forma siguiente: Los proventos aduaneros y los derechos de puerto de los Puertos y Aduanas de Puerta Plata, Sánchez, Samaná y Montecristi, y de todos los demás Puertos y Aduanas que ahora existan o se establezcan en la costa o en el interior, al Norte de los dieciocho grados, cuarenta y cinco minutos de latitud Norte, y al Este la línea fronteriza de Haití, quedan por el presente Laudo afectados y destinados como garantía del pago de dicha deuda y sus intereses.

Los derechos de aduana y de puerto existentes no podrán ser reducidos en ningún caso, ni en favor de ninguna persona, en más de un veinte por ciento sin el consentimiento del Gobierno de los Estados Unido, mientras no estén completamente pagados la dicha deuda y sus intereses.

La deuda de referencia y sus intereses constituirán una primera hipoteca sobre el Ferrocarril Central Dominicano, conforme ha sido dispuesto por este Laudo.

Forma de Recaudación: Los Estados Unidos nombrarán un Agente Financiero, el cual establecerá una oficina en la República Dominicana. En caso de que en cualquier mes dejare de recibir la entrega correspondiente, dicho Agente Financiero tendrá pleno poder y completa autoridad, por sí mismo o por medio de las personas que nombrare a este efecto, para tomar inmediatamente posesión de la Aduana de Puerto Plata en primer lugar, encargarse de la recaudación de los derechos aduaneros y de puerto en dicho puerto; y, a ese efecto fijará y determinará esos derechos aduaneros y de puerto y perseguirá su cobro, pues poseerá y ejercerá todos los poderes que son inminentes en el Interventor de Aduanas, en el Administrador de Hacienda y en todos los demás empleados autorizados por la ley, para participar en las funciones de determinar los derechos, recaudarlos y perseguir su pago.

Dicho Agente Financiero tendrá poder de nombrar, de tiempo en tiempo, empleados subalternos.

Los derechos de Aduana y de puerto serán pagados directamente a él o a las personas que él nombre, por los importadores, exportadores y demás personas obligadas a dichos derechos, debiendo éstas hacerlo en efectivo o en pagarés a la orden de dicho Agente Financiero o a la de sus representantes; y ese pago, y solo dicho pago, liberará los efectos y descargará a los importadores, exportadores y demás personas obligadas, de la obligación de pago de los referidos derechos de Aduana y Puerto.

El Gobierno Dominicano podrá nombrar los empleados que crea conveniente, con el objeto de inspeccionar la recaudación de los derechos.

De las sumas recaudadas por el Agente Financiero o por sus representantes, dicho

Agente pagará en el orden siguiente:

(a)Los gastos de recaudación

(b)Los apartados especiales siguientes:

PUERTO DE PUERTO PLATA:

Concesión de muelle;

Concesión de uno por ciento tonelada de carga; Derechos Personales;

Antigua deuda extranjera, uno y medio (1½) por ciento de derechos de importación;

Colón, medio (½) por ciento de importación y exportación.

PUERTO DE SAMANÁ:

Concesión de muelle;

Antigua deuda extranjera, uno y medio (1½) por ciento de derechos de importación;

Colón, medio (½) por ciento de derechos de importación y exportación.

PUERTO DE SÁNCHEZ:

Concesión de muelle;

Concesión de Ferrocarril de Samaná-Santiago, siete (7) por ciento de derechos de importación; Concesión Ramal del Ferrocarril a Macorís, dos (2) por ciento entradas de aduanas.

Antigua deuda extranjera, uno y medio (1½) por ciento de derechos de importación;

Colón, medio (½) por ciento de derechos de importación.

PUERTO DE MONTECRISTI:

Concesión Canalización del río Yaque;

Gobernación; Antigua deuda extranjera, uno y medio (1½) por ciento de derechos de importación; Colón, medio (½) por ciento de derechos de importación.

c) Las sumas debidas bajo este Laudo.

d) Deuda Flotante Interior y Deuda Flotante Vicini, 5% cada una.

El exceso que resultare después de los mencionados pagos deberá ser entregado por el dicho Agente Financiero al Ministro de Hacienda del Gobierno Dominicano reconocido por el de los Estados Unidos en aquel momento, o a su orden. Y dicho Agente Financiero dará cuenta mensualmente de sus recaudaciones y desembolsos al Ministro de Hacienda antedicho. El Agente Financiero no podrá ser, por ningún concepto, obstaculizado en el libre ejercicio de sus deberes bajo este Laudo.

En caso de que las sumas recaudadas en Puerto Plata resultaren, en cualquier tiempo, insuficientes para el pago de las cantidades debidas conforme a este instrumento, o en caso de cualquier otra necesidad manifiesta, o si el Gobierno Dominicano así lo pidiere, el Agente financiero o sus representantes tendrán y ejercerán en Sánchez, Samaná y Montecristi en cualquiera o en todas las aduanas comprendidas dentro de los límites territoriales fijados por este mismo instrumento, todos los derechos y poderes de que están investidos por este Laudo, respecto del puerto de Puerto Plata.

El ejercicio de estas funciones por el Agente Financiero continuará hasta que hayan transcurrido seis meses después que todas las sumas atrasadas hayan sido satisfechas; y más aún, hasta que el Gobierno Dominicano pida la restauración del Status quo ante; pero dicho Agente Financiero y sus representantes volverán a tomar posesión de dichas Aduanas y reasumirán el ejercicio de todas sus funciones y poderes, como anteriormente se ha determinado, en cualquier tiempo en que el Gobierno Dominicano incurra nuevamente en falta de pago.

Con el fin de que la capacidad de la República Dominicana para efectuar los pagos requeridos por este Laudo no pueda ser debilitada en lo sucesivo, el Agente Financiero aquí mencionado actuará como Consejero Financiero del Gobierno Dominicano en todos los asuntos que puedan afectar su capacidad de pagar lo deter­minado en este Laudo.

ARTICULO 5o

En el mes de enero de cada año el Gobierno Dominicano hará, de acuerdo con el mencionado Agente Financiero, un Estado General de las entradas fiscales de la República durante el año precedente –

ARTICULO 6o

Los sueldos, gastos de viaje y otros gastos del Agente Financiero y de sus representantes serán pagados por el Gobierno Dominicano en entregas, mensuales, de la misma manera y con las mismas garantías que las entregas mensuales de la deuda provistas aquí en el Artículo 4°.

ARTÍCULO 7o

A más de las entregas mensuales de treinta y siete mil quinientos pesos ($37,500) provistas en el Artículo 3°, también se entregará al Agente Financiero, durante el mes de agosto de mil novecientos cuatro, una suma suficiente para pagar la mitad de la compensación de los Árbitros y la mitad de todos los gastos de este arbitraje, que la República Dominicana está obligada a pagar, en cumplimiento del Artículo VIII del Protocolo, y cuyo monto será certificado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América al Gobierno Dominicano.

En caso de falta de pago de dichas sumas o de cualquier parte de ellas, durante el dicho mes de Agosto, el Agente Financiero tendrá y ejercerá, para su recaudación, los mismos poderes que le han sido conferidos en este Laudo para el caso de falta de pago de las entregas mensuales dedicadas a la amortización de la deuda principal y sus intereses.

Este LAUDO ha sido dado en Washington, hoy, catorce de julio de mil novecientos cuatro.

En TESTIMONIO de lo cual hemos puesto nuestras firmas y fijado nuestros sellos.

                                                                                           (HAY UN SELLO)

                                                                                                         Geo. Gray,                                                                                                                                                    President

                                                                                            (HAY UN SELLO)

                                                                                            Manuel de J Galván

                                                                                             (HAY UN SELLO)

                                                                                                  John G. Carlisle

Fin del texto del Laudo Arbitral.

Nota: El cumplimiento de los términos correspondientes al fallo de los árbitros, en un Laudo, se considera obligatorio por las partes envueltas. Sin embargo, dichos términos deben ser aceptados mediante la firma de los Presidentes de ambos países mediante una Convención, así como ser conocidos y aprobados por ambos congresos para poder aplicarse.

Desarrollo de las Comunicaciones, en la República Dominicana, durante el Gobierno de Carlos F. Morales Languasco.(noviembre 1903-enero 1906)

Fuente: Copiado textualmente de la página web del Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL).

Teléfono Urbano de la ciudad de Santo Domingo y otras ciudades

En 1904 se realizó la interconexión entre la Capital del país con el Cibao partiendo de la línea de la citada ciudad, prolongándose hasta Puerto Plata con estaciones en La Vega, Moca y Santiago. Más tarde se extendieron otras líneas Santiago-Montecristi, Santiago-San Francisco de Macorís, El Seybo-Higuey, etc.

El 14 de junio de 1904 aconteció un hito importante cuando Carlos F. Morales Languasco, a la sazón Presidente Provisional de la República, mediante Resolución 442, declaró “Obra de Utilidad Pública” la del teléfono urbano de la Capital del país.

El 29 de junio de 1904 se une San Pedro de Macorís con La Romana. El Presidente Morales Languasco, mediante resolución Núm. 4446 del 30 de septiembre de 1904, declara de utilidad pública la obra del Teléfono Urbano de San Pedro de Macorís.

El 10 de febrero de 1905 el Presidente de la República decretaba, mediante Resolución Núm. 4522, continuar la línea telefónica desde la común de Guerra hasta el distrito de San Francisco de Macorís, cruzando por Bayaguana, Monte Plata, Cevicos y Cotuí.

Primeras Escuelas de Telefonía

El Presidente Morales Languasco viendo la necesidad de aumentar el personal técnico requerido y que el Gobierno debía atender a esa exigencia de servicio público decidió crear, el 6 de mayo de 1905, una Escuela Telefónica en Azua y otra en Santiago de los Caballeros. Posteriormente, en el año 1911 dado el avance técnico que iba experimentando el sistema telefónico surgió la necesidad de preparar un personal idóneo, por lo que se planteó la conveniencia de crear una escuela telegráfica y telefónica.

Interconexión de las Principales Ciudades

El 4 de abril de 1905 el Presidente de la República, mediante Resolución Núm. 4549, dispuso “unir por medio de líneas telefónicas a las cabeceras de las provincias-comunes: Azua-San José de Ocoa, Santiago-Valverde, El Seybo-Hato Mayor y La Vega-Bonao respectivamente, y la cabecera del Distrito de Barahona con la común de Neyba.

El 19 de abril de 1905 se inaugura la línea telefónica de Bayaguana a Monte Planta uniendo las líneas del Sur de la República con las del Cibao.

El 1 de mayo de 1905 se informa la inauguración de la línea telefónica del Cantón de Pimentel a Cotuí.

El 5 de mayo de 1905 el Presidente de la República dispone, mediante Resolución Núm. 4559, “unir la población de Bayaguana con la de Sabana de la Mar” por medio de una línea telefónica.

El 21 de junio de 1905 el Poder Ejecutivo resolvió unir la población de las Matas de Farfán con las de Comendador por medio de una línea telefónica.

El 1 de julio de 1905, mediante Resolución Núm. 4587, decidió unir Montecristi, Guayubín, Sabaneta y San José de las Matas.

El 26 de septiembre, mediante Resolución Núm. 4616, se dispuso tender una línea telefónica entre las poblaciones de Villa Riva y el Cantón de Pimentel permitiendo unir las ciudades de Samaná, Sánchez y Matanzas.

Escapada por la Vida

Traducción del original en inglés: A Fligth for Life).

En enero de 1906 el ex Presidente de la República Dominicana, Carlos F. Morales Languasco, narró al periodista E. H. F. Dottin, de la revista The Wide World Magazine, los acontecimientos que culminaron con su derrocamiento, luego de llegar exiliado a Puerto Rico.

A continuación ponemos a la consideración del lector la versión en español del referido artículo narrado por don Carlos Morales, Ex presidente de la República de Santo Domingo, cubierto por el periodista E. H. F. Dottin, B. A. (Traducción de: Carlos Danilo Morales Miller).

Esta narración inusual ha sido escrita exclusivamente para «The Wide World Magazine». En ella el ex presidente Morales cuenta la historia gráfica de los acontecimientos que sucedieron a su derrocamiento como cabeza de la turbulenta República de Santo Domingo. Durante semanas perseguido como fugitivo, herido y casi muerto de hambre, mientras que sus vengativos adversarios lo buscaban por todas partes. La narración da una idea vívida de la inestabilidad de los gobiernos centroamericanos.

ESCAPADA POR LA VIDA.

Se necesitan pocas palabras para comprender los emocionantes sucesos que tuvieron lugar en Santo Domingo al cierre de 1905 y en la primera parte de 1906.

El presidente Morales fue, en su juventud, un sacerdote romano. Como muchos prelados de antaño tenía una gran pasión militar y una mayor inclinación por la política que por las actividades eclesiásticas. Poseído de un carácter muy enérgico y una disposición de emprendedor más que ordinaria no tardó en atraer la atención especial del terrible Heureaux, que durante veinte años gobernó Santo Domingo con mano de hierro. Esta era una prominencia peligrosa, y se hizo mucho más peligrosa después de que su hermano, el general Agustín Morales, muriera en un vano intento de sacar de la Presidencia a Heureaux. Como resultado, el padre Morales fue desterrado de la República.

El asesinato de Heureaux por el general Ramón Cáceres, en el verano de 1899 y la posterior elección de don Juan Isidro Jimenes a la Presidencia, ofreció a Morales la oportunidad de regresar a Santo Domingo, donde fue elegido prontamente representante al Congreso Nacional. Poco después se enamoró de una hija de uno de los anteriores gobernadores de su provincia y renunciando a su lealtad a Roma, casó con ella. Este paso causó su excomunión, pero le dejó libre para seguir una carrera política, que él prefirió a su vocación anterior.

El presidente Jimenes ocupó el cargo durante dos años, la mitad del período para el cual había sido elegido, y finalmente fue exiliado por la traición del general Horacio Vásquez, su vicepresidente, que tomó la posición suprema por la fuerza de las armas.

Don Carlos Morales, Ex Presidente de la República Dominicana Puerto Rico, enero de 1906.

Morales siguió a Jimenes al exilio, pero su segundo período de expatriación fue de corta duración. Nueve meses después Morales se unió al ejército insurgente y ayudó a sacar al usurpador Vásquez del país. Fue Gobernador de la provincia de Puerto Plata, y pocos meses más tarde -después de una sangrienta lucha en la que encabezó con mucho atrevimiento- llevó a su ejército victorioso a la capital y ocupó la Presidencia.

Como recompensa por la importante ayuda que le brindó, en su lucha por el poder, el presidente Morales convirtió al general Cáceres en su vicepresidente, y dos años después este oficial le pago sacando a Morales de la Presidencia y asumiendo las riendas del Gobierno que aún posee.

El siguiente relato de sus sufrimientos, después de este hecho y antes de llegar a un lugar seguro, fue relatado al escritor por el ex Presidente Morales en la isla americana de Puerto Rico.

Mi única aspiración al convertirme en Presidente de Santo Domingo en 1904 era levantar a mi país del caos económico y político al cual ha sido lanzado por anteriores líderes déspotas, cuya única intención fue enriquecerse a sí mismos y a sus satélites, para la ruina y degradación de la nación. A pesar de la degradación, las numerosas y a veces insuperables barreras que obstruían mi camino yo seguí hacia adelante con fuerza. Mis primeros esfuerzos fueron coronados con el éxito, y había empezado a confiar que el cambio repentino del látigo destructivo y violento de la República, que había sido desde su fundación, había terminado. La paz reinaba por todo el país, pero su condición económica, aunque mejoraba, estaba lejos de ser esperanzadora. Una deuda de muchos millones nos hundía, y los acreedores eran muy enérgicos en sus exigencias para llegar a un arreglo. Esta emergencia fue provisionalmente lograda gracias a un compromiso con el gobierno de los Estados Unidos, el cual se hizo responsable de nuestra deuda, recibiendo a cambio, una garantía, la administración de nuestras aduanas.  Estas medidas aliviaron la situación de manera inmediata, pero eran necesarios mayores esfuerzos para asegurar la paz del país y levantar las disminuidas condiciones de nuestros recursos agrícolas.

Un estudio cuidadoso sugería una negociación de paz con los Estados Unidos, el cual cubriría las necesidades del país a cambio de las más grandes ventajas posibles en nuestro comercio. (Nota: Se refiere al Proyecto de Tratado de Alianza, Amistad y Reciprocidad. 1904)

La preparación de esta negociación de paz – una de sus cláusulas incluidas preveía que, en caso de revuelta y bajo el requerimiento especial del Presidente de San Domingo, los Estados Unidos deberían enviar tropas para ayudar en mantener el orden- me dejó expuesto para ser atacado por mis enemigos en un punto vital. Los campesinos de Santo Domingo son, en gran medida, iletrados, mientras que, en los de estratos bajos de la sociedad son extremadamente crédulos; ambos son excesivamente celosos de la independencia de su país, por tanto, estos dos elementos eran fácilmente manejados por los políticos intrigantes, quienes se aprovechaban de las circunstancias existentes para hacer circular el rumor alarmante de que yo negociaba la venta del país a los Estados Unidos. Absurdo como era este rumor, aun así, muchos lo creyeron y por un tiempo esto cambió las corrientes del sentimiento popular en mi contra, y permitió a mi Vice-Presidente y a sus aliados madurar sus planes para derrocarme. Hubo dos o tres intentos para asesinarme, y mientras el tiempo se acercaba para someter la negociación de paz ante el Congreso de los Estados Unidos mi posición se hacía más arriesgada. Mi asesinato era abiertamente discutido en lugares públicos y, rodeado como yo estaba por enemigos secretos, viví, por así decirlo, en un círculo de muerte. Al menos un navío de guerra estaba siempre de guardia en cada uno de los puertos marítimos de la República a los fines de proteger las aduanas en caso de ser necesario y para velar en caso de contrabando, lo que hasta el momento se hacía en gran medida. Un día, a fines noviembre de 1905 dos de estos navíos de guerra estacionados en la costa en la ciudad de Santo Domingo, comenzaron a maniobrar, para trasbordar hombres y armas de una embarcación a la otra. Unos que otros, observando esta maniobra, y sin duda instigados por mis enemigos con el rumor ya esparcido de que para salir de la situación crítica en que me encontraba yo había buscado ayuda de los americanos, y que los buques de guerra que estaban en el puerto se aprestaban a desembarcar tropas con fines de ayudarme. Toques de cornetas y redobles de tambores sonaron al grito de: !ármense, ármense, viene el invasor! corrió de boca en boca, mientras los ciudadanos de todas las edades tomaron rápidamente las armas que podían tener a mano y corrieron hacia el fuerte, las tropas regulares estaban ya armadas. La fortaleza cubría la rada y desde allí se podían ver con claridad, botes llenos de marines armados, equipados como para un ataque, los cuales se veían navegar de un buque al otro. Muchos miraban de manera feroz y murmuraban maldiciones dirigidas a los barcos y a sus tripulantes, mientras las armas de la fortaleza eran manipuladas y se entregaban municiones, mientras los hombres se movían apresuradamente hacia los puntos asignados para el conflicto que se avecinaba. En esta coyuntura el General Luís Tejera, el gobernador de la ciudad, seleccionando cincuenta hombres y ordenando al comandante de la fortaleza que no tomara ninguna acción hasta tanto se recibieran sus instrucciones, corrió espada en mano hacia el palacio. Yo estaba esa mañana reunido a puertas cerradas con el Ministro americano y el General Cáceres, el Vicepresidente, y estaba muy ignorante de lo que pasaba en la ciudad. De repente un soldado corrió al Despacho y anunció que el General Tejera había entrado al palacio de una manera desapegada a las normas, con gritos y juramentos demandó ser llevado a mi presencia para que yo le explicara la actitud hostil de los navíos norteamericanos en la bahía. Yo conocía bien a Tejera, y entendí que su intención era provocar una disputa que culminara con mi asesinato. Entendí que la situación era grave, y que mi vida podía depender de la calmada y rápida acción que tomara en aquel momento. Tomé una rápida decisión, yo dejaría pasar a Tejera, y ante el primer gesto de insubordinación o irrespeto le dispararía a matar para imponer mi autoridad a sus seguidores, y dominar la situación.

El fracaso significaba la muerte, pero la inacción sería igualmente fatal. Eché un vistazo a mis compañeros. El rostro del ministro americano tenía una mirada de profunda ansiedad. El vicepresidente Cáceres se había levantado y estaba apoyado en el brazo de su silla, con la cabeza ligeramente inclinada en meditación y una expresión de indecisión en su rostro.

Mi Edecán, un hombre de fuerte contextura y en la flor de la vida, se encontraba a pocos pasos de distancia, tranquilamente, esperando mis órdenes. Yo lo conocía bien y estaba seguro de que podía confiar en su lealtad y valor. Saqué mi revólver y lo puse sobre la mesa frente a mí; luego, dirigiéndome al Edecán, le dije: Reciba al general Tejera, pero no permita que ninguno de sus seguidores lo acompañe. El hombre saludó y se retiró.

Al oír esta orden, el general Cáceres tomó una decisión repentina. Exculpándose, se apresuró a retirarse y me quedé solo con el Ministro americano. Esperé unos minutos y, como Tejera no apareció, llamé a mi edecán, quien me informó que Tejera, acompañado por el general Cáceres, se había retirado con sus hombres. Lo que pasó entre Cáceres y Tejera nunca lo supe, pero éste se retiró sin verme, y la alarma de la ciudad se calmó tan rápidamente como había surgido.

Desde hacía algún tiempo yo estaba al tanto de la debilidad de mi posición, y estos sucesos solo me demostraron qué tan desamparado estaba. Los deliberados malentendidos que se hicieron sobre mis acciones me dolían y me mortificaban, pero aún no me alteraban la determinación para perseguir el camino que había trazado. Después de que el pánico creado por las inofensivas maniobras de los navíos norteamericanos se había calmado, mi situación se tornaba cada vez más precaria, hasta que finalmente quedé reducido a una condición un poco mejor que la de un prisionero en mi propio palacio. Había tratado de gobernar constitucionalmente, pero al fin me había convertido en la víctima de las facciones despóticas que me rodeaban. Continuar mucho más tiempo bajo tales circunstancias significaba exponerme a cierto peligro. Sólo me quedaba un camino para salir de la dificultad, escapar de la capital, reunir a mis partidarios y regresar con un ejército lo bastante fuerte como para hacer cumplir la ley y el orden.

De los muchos generales que anteriormente me habían apoyado todavía quedaban unos cuantos en quienes yo podía confiar, a uno de éstos comuniqué mis planes, ordenándole que procediera de inmediato a Jaina, un pueblo situado a pocas leguas de la capital. Allí debía llevar las fuerzas que pudiera reunir con la mayor prontitud posible y notificarme cuando hubiese terminado sus preparativos, para poder reunirme con él.

En la mañana del 24 de diciembre recibí la noticia del general de que había reunido doscientos hombres y que estaba acampado en las afueras de Jaina, donde me pidió que me uniera a él lo antes posible. Decidí hacerlo aquella misma noche, e hice los arreglos necesarios para salir secretamente de la ciudad, porque sabía que si lo descubrían significaba una muerte instantánea.

A las siete de la noche, después de darle una emotiva despedida a mi esposa e hijos, salí con un fiel seguidor al lugar donde un carruaje esperaba para llevarme una parte del camino. Una noche mejor para mi escapada no podría haber sido escogida. Aunque era temprano estaba intensamente oscuro. Enormes bancos de nubes negras se arremolinaban desde el sur, ocultando las estrellas, mientras un viento frío gemía tristemente entre los árboles. Las luces eléctricas que iluminaban las calles a intervalos brillaban con un resplandor amarillo en la pesada atmósfera y, mientras mostraban objetos en su radio lo suficientemente brillantes, intensificaban la oscuridad entre los círculos de luz. Estos espacios oscuros -los rincones de las calles y las viejas ruinas- eran puntos particularmente peligrosos para mí, porque es en esos lugares donde acechan los asesinos que atacan a sus víctimas cuando menos se lo esperan. Nuestras sombras y las de los pocos caminantes que vimos asumían las formas más fantásticas ante la luz agitada, parecían a veces acercarse, otras en retroceso y a veces danzando en las esquinas como si fueran a saltar; Y, alerta como estábamos para un ataque repentino, más de una vez nuestras manos instintivamente buscaron las cachas de nuestros revólveres.

Sin embargo, tuvimos la suerte de llegar a nuestro carruaje sin percances, y los caballos nos llevaron fuera de la ciudad a paso rápido. El viaje a Jaina no tuvo novedad, pero mi desilusión y sorpresa fue mayor cuando, en lugar de los doscientos hombres que esperaba encontrar armados, unos cuantos oficiales y 14 jóvenes con revólveres fueron toda la tropa que me dieron la bienvenida. De todas formas, la suerte estaba echada y toda retractación estaba desestimada; Mi única preocupación era tomar las medidas necesarias para resguardar nuestra seguridad, antes de que comenzara la persecución que naturalmente seguiría luego de que se descubriera mi escapada. Entonces yo no sabía que apenas había dejado la ciudad por no más de una hora, cuando se detectó mi salida una brigada de tropas fue enviada a perseguirme.El general intentó explicar la ausencia de las tropas que yo había esperado encontrar diciendo que los hombres habían prometido reunirse esa noche y que sin duda empezarían a llegar en cualquier momento. Yo tome mi posición bajo un pequeño techo en el lugar donde los hombres eran esperados para reunirse y luego de colocar los centinelas necesarios procedí a llevar a cabo un consejo de guerra con los oficiales presentes y dejar saber mis planes para la campaña que nos esperaba próximamente, no fue hasta las 3:00 A.M. que tome una decisión y se la deje saber a los oficiales. Hasta el momento ninguno de los hombres esperados había llegado y nos recostamos para aprovechar algunas horas reposando antes de empezar ese día que ya tenía señales de ser uno de los más controvertidos de mi vida. No había ningún mueble en la cabaña. La mayoría de mis acompañantes se sentaron en yaguas, la parte dura inferior del tallo de las hojas de la palma real, que habían sido convertidas en sofás. Uno de ellos me proporcionó una hamaca que estaba atada de la viga del centro de la casucha. Hacía mucho frío, con una pesada niebla que surgía del río cercano. Incómodos como estábamos, hubiese sido la mayor imprudencia encender una fogata, pero a pesar de la incomodidad no pasó mucho tiempo para que nuestros compañeros se hubiesen quedado dormidos, e incluso los que vivían su primera experiencia sucumbieron ante el cansancio. Yo debo haber dormido por poco más de una hora cuando fui despertado por una profunda voz que me llamaba “Alerta, allá, alerta; el enemigo está sobre nosotros”, de un salto llegué a su lado, estaba parado en la puerta de la casucha. “Que pasa?” pregunté, mientras me abrochaba mi revolver. “Hay una gran fuerza avanzando hacia nosotros y explorando según se acercan” reportó el centinela.“No serán ésos algunos de los amigos que estamos esperando?”.“Eso no es posible, ya que ellos llegan de la ciudad y nuestra gente llegaría de la dirección opuesta. Además, ellos son demasiados, y sus movimientos muy cautos, no hay la más mínima duda que ellos son tropas del gobierno que han sabido en la ciudad que nosotros hemos acampado en este lugar”. Yo acompañé al centinela a un lugar, como a cien yardas de distancia de la casucha, que estaba completamente escondido a la vista por el denso follaje. La posición en la que estábamos era levemente más elevada que el terreno circundante, así logramos ver varias millas en la dirección de donde avanzaban las tropas. Una fuerte brisa había surgido dispersando la niebla y aunque el sol aún no había salido, había suficiente luz para distinguir objetos a una distancia considerable.

Mirando en la dirección indicada por el centinela vi un destacamento de unos cincuenta hombres a una distancia de no más de trescientos metros. Habían piqueteado sus caballos y, dividiéndose en dos grupos, tomaron diferentes direcciones preparándose para ascender la pequeña loma boscosa donde estaba nuestra cabaña. Podía distinguir sus uniformes, que mostraban que eran regulares, y sus movimientos eran tan precisos y cautelosos que ya no podía dudar de que habían recibido información correcta sobre nuestra ubicación y se preparaban para tomarnos por sorpresa.

No había un momento que perder. Debemos ejecutar un retiro precipitado, o ser atrapados en un fuego cruzado antes de que hubieran pasado algunos minutos. Por desgracia, la única ruta que nos quedaba abierta nos llevó a la pendiente de una cadena de colinas cubiertas de una espesa maleza que, sin embargo, no era lo suficientemente alta en algunos lugares para ocultarnos completamente, y era muy probable que nos vieran antes de llegar a los bosques.

Instruí a mis compañeros para separarnos en grupos de dos y de tres, para encontrarnos, debiendo reunirnos antes de la granja de un amigo español que estaba como a tres millas de distancia y avanzamos a un paso rápido con la esperanza de escapar para no ser detectados por el enemigo. Habría sido una locura haber intentado una resistencia, ya que el enemigo nos superaba en número casi de cuatro a uno, y estaban bien equipados con rifles Mauser, mientras que nosotros sólo estábamos armados con revólveres.

Mis compañeros eran, el centinela que había dado la alarma y un guía que iba delante de nosotros. Habíamos caminado durante unos diez minutos, agachados entre los matorrales que no eran lo suficientemente altos para cubrirnos, cuando oí un grito fuerte, inmediatamente seguido por una tormenta de balas de Mauser, que silbaba alrededor de nosotros amenazadoramente. Estábamos cruzando la parte más expuesta de la colina en ese momento, y, mirando en la dirección de los disparos, vi un grupo de ocho o diez soldados que venían a la carga, en dirección a nosotros, a unos cien metros de distancia. Eran conducidos por un joven oficial, que, en su afán de alcanzarnos, había superado a sus hombres unos pocos metros.

«¡Qué malvado tirador!» Exclamó mi compañero, el centinela, con desprecio. Lentamente levanto el pesado revolver Smith & Wesson que llevaba y sin importarle convertirse en un blanco fácil para los perseguidores, tomó la decisión de apuntar y disparar.

El disparo fue excelente; El oficial se fue hacia delante y cayó en un montón de tierra. Los soldados se detuvieron por un momento para ayudarle, y salimos a nuestra mejor velocidad, aprovechando al máximo la momentánea distracción. Sin embargo, el respiro fue breve porque, aunque los perseguidores nos habían perdido de vista, mantuvieron un fuego aleatorio mientras continuaban en la persecución.

De repente el guía hizo un giro hacia la izquierda y desapareció como si la tierra se lo hubiera tragado, y de inmediato tuve que agarrarme de unos arbustos para evitar irme de cabeza por un barranco. – ¡Por aquí, por aquí! -exclamó-. Apoyado sobre el borde del precipicio vi que descendía rápidamente con la ayuda de raíces y arbustos. Cualquier vacilación de mi parte acerca de seguirlo fue acortada por una lluvia de balas disparadas al azar, una de las cuales cortó una rama delgada que estaba agarrando.

Aunque era un hombre pesado, me balanceé sobre el borde del acantilado y comencé a descender rápidamente. Las enredaderas me rodeaban con gran profusión, como las cuerdas de una enorme nave, mientras unos treinta metros más abajo corría el río Jaina. Los matojos y las raíces, aunque se balanceaban cediendo un poco a mi peso, me aguantaban bien, y yo había descendido los primeros metros con perfecta facilidad cuando, agarrando un arbusto tan malo, evidentemente aflojado por el peso del guía, se desprendió de las raíces, desde una altura de más de veinte pies cayendo hacia abajo hasta el suelo.

Aunque medio aturdido, no me sentí herido; el suelo blando atenuó mi caída. Arrastrándome intenté levantarme y seguir a mis compañeros, los cuales habían llegado a la base del acantilado con seguridad y ahora estaban a una corta distancia. Sin embargo, apenas había sacado los pies, mi pierna parecía ceder debajo de mí y me hundía impotente en la tierra. Un segundo intento resultó igualmente infructuoso; ya no podía soportar, al principio pensé que una de las balas perdidas me había herido, pero no había sangrado, así que llegué a la conclusión que debí haberme torcido la pierna en la caída. Viendo que no me levanté, mis compañeros se apresuraron a devolverse a ver lo que ocurría y ayudarme si fuera necesario pero, aunque me pusieron de pie, me era imposible dar un paso.

Ahora mi posición era peligrosa en extremo. El enemigo estaba a corta distancia y estaría sobre nosotros en unos minutos. ¿Qué había que hacer? Permanecer donde estábamos era la muerte segura, y no había lugar donde pudiéramos ocultarnos. Cruzar el río era imposible, pues no había bote y el paso estaba más abajo. Incluso si hubiese habido un barco disponible, un intento de ganar el lado opuesto nos habría expuesto a la detección instantánea, y habría sido fácil para nuestros perseguidores, que estaban en la parte superior del acantilado, agarrarnos.

Despertamos de nuestra momentánea inacción por pasos precipitados. “El enemigo está sobre nosotros, muchachos -exclamé- sálvense”. No hay razón para que ustedes compartan mi destino. No pueden hacer nada para salvarme. ¡Aléjense, aléjense!

Me senté agarrando mi revólver, pero mis compañeros no se movieron.

¿Están locos? Los mando a que me dejen -dije-.Aún no, señor Presidente -dijo el centinela con frialdad-. “No somos cobardes, y yo, por mi parte, no voy a ceder.»

No tuvimos tiempo para hablar más. Una docena de hombres vinieron corriendo hacia nosotros. El centinela levantó su revólver para disparar, pero, tan pronto la bajamos, al siguiente momento estábamos rodeados por todo el cuerpo de mis compañeros, que se encontraron en su intento de alcanzar el paso del río y cruzar hacia la orilla opuesta.

Estaban acompañados por el General Enrique Jiménez, que se dirigía a nuestra cita cuando se encontró con mis compañeros huyendo. Aunque sólo era un joven de veinticinco años, Jiménez ya había ganado un gran prestigio y, por consiguiente, fue muy bien recibido por nuestro grupo.

Al llegar al lugar donde me encontraba indefenso, estaban todos muy desconcertados por mi accidente, pero no hubo tiempo que perder en lamentaciones infructuosas, pues el enemigo estaba en nuestra persecución y sólo había sido desconcertado hasta ahora debido a su desconocimiento del lugar. Un par de los más fuertes del grupo formaron una silla con sus brazos, en la que me sentaron, y salimos a un ritmo rápido con la esperanza de alcanzar el cruce del río antes de que nuestros enemigos nos alcanzaran.

Habíamos avanzado poca distancia cuando uno de los jóvenes, de nombre Pedro Pupilo, que conocía bien el terreno, señaló un lugar seguro donde podíamos escondernos hasta que nuestros perseguidores se hubieran alejado.

Como ya he dicho, el frente del acantilado estaba cubierto de arbustos, y en algunos lugares una gruesa enredadera que lo cubría con una cortina impenetrable de follaje verde. Pupilo se acercó a uno de estos lugares donde la vegetación era más exuberante y, separando cuidadosamente los arbustos y la enredadera, cerró una abertura que se extendía a cierta distancia hasta la base del acantilado. En esta cueva nos apresuramos y, reemplazando cuidadosamente el follaje, nos agachamos para esperar a ver qué ocurría.

Nuestros perseguidores se habían cansado de desperdiciar sus municiones, porque los disparos habían cesado y reinaba un profundo silencio sobre nosotros, roto sólo por el suave chirrido del agua que goteaba desde el techo de la cueva.

Pronto pequeños grupos de nuestros enemigos empezaron a pasar por nuestro escondite; llegaron tan cerca que pudimos oír claramente sus exclamaciones de disgusto por nuestra fuga, y sus amenazas o lo que harían con nosotros cuando nos atraparan. De su conversación también nos enteramos de que el comandante de las tropas enviadas a aprehendernos era un delegado al Congreso Nacional, con el nombre de Rubirosa, que encabezaba una fuerza de más de doscientos hombres, estaba acampado en la carretera entre la capital y Jaina, y había enviado pequeños destacamentos en todas direcciones para que nos buscaran.

Como Rubirosa era un líder cruel, los hombres temían la recepción que les esperaba al regresar con su capitán herido para informar que habíamos logrado escapar.

Poco a poco los grupos de búsqueda se alejaron cada vez más y, al fin, después de habernos asegurado de que el enemigo había abandonado la vecindad, nos dirigimos a la finca de un amigo español, donde esperábamos encontrar refugio y ayuda. Cuando llegamos cerca del lugar, dije a mi fiel Pupilo -de cuyo coraje y discreción podía confiar- para avisar al español de nuestra proximidad y pedirle su hospitalidad.

También despaché a los pocos oficiales que estaban conmigo para que pudieran llevar a cabo las instrucciones que les había dado anteriormente. Enrique Jiménez, sin embargo, se negó a dejarme hasta que yo hubiera llegado a un lugar seguro, y mantuvimos a los restantes diez o doce jóvenes con nosotros como escolta. Mi pierna lesionada estaba muy hinchada y el dolor era intenso.

El menor movimiento de la extremidad me producía un dolor insoportable. Hacia el mediodía volvió Pupilo. La esposa del español nos envió comida, pero lamentó no haber podido recibirnos en su casa, el general Rubirosa había arrestado aquella mañana a su esposo bajo el cargo de ayudarnos en nuestra fuga y lo había enviado prisionero a la ciudad. Temía, añadió, que el lugar estuviera vigilado. Esta desagradable noticia nos hizo volver a las montañas esa misma noche y esperar allí a que las cosas evolucionaran.Esa noche, al salir, observamos un gran incendio a pocos kilómetros de distancia, en dirección a la residencia de nuestro amigo el español. El general Rubirosa, sospechando que nos habíamos refugiado allí, no sólo había prendido fuego a la morada, sino también a los campos adyacentes, con la esperanza de destruirnos como ratas en sus madrigueras. Nos habíamos salvado milagrosamente de una muerte terrible.

Después de este acontecimiento nuestra vida fue un largo período de sufrimiento. La persecución hacia nosotros se mantuvo con tal celo que pronto se hizo extremadamente peligroso dormir dos noches en el mismo lugar.

En unos momentos estábamos casi muertos de hambre y en otros muertos de sed. Llegué a estar tan desamparado como un niño, y era movido de un lugar a otro con la mayor dificultad por mis fieles compañeros y la más terrible angustia para mí. Si nuestra condición no hubiera sido de discapacidad nunca hubiera llegado a ser tan desesperada, pues entonces hubiera sido fácil llegar a un lugar seguro, y hubiera podido hacer mi campaña contra mis enemigos.

Como nosotros éramos prófugos indefensos luchando por la vida, con nuestra propia existencia prácticamente dependiente de la osadía y los recursos de nuestro guía, Pupilo, fue él quien nos suministró comida cada vez que la pudo conseguir, y también fue él quien organizó el cambio de escondite cada día y nos trajo las noticias que podía recoger de la gente del campo de donde obtuvo provisiones.

Así supimos que el general Demetrio Rodríguez se había levantado en armas y, desde Monte Cristi, había enviado destacamentos para atacar Santiago, San Pedro de Macorís y Samaná, mientras él mismo atacaba Puerto Plata con la esperanza de salvarme. Durante poco tiempo la esperanza se levantó en nuestro interior, sólo para rodar por el suelo por la noticia de la muerte del general Rodríguez en Puerto Plata y la derrota total de sus tropas.

Después de tales ocurrencias nuestra persecución continuó aún con mayor vigor; el círculo de la muerte parecía cerrarse sobre nosotros, y en más de una ocasión el enemigo llegó tan cerca que pudimos escuchar sus conversaciones.

Fueron momentos de angustia, de hambre, de sed, de gran dolor corporal y de aflicción mental, y me quedé indefenso, escondido entre la hierba y los arbustos, esperando por momentos ser detectado, descubierto y asesinado por una soldadesca feroz y despiadada al acompañamiento de burlas y humillaciones. Yo podía oír de manera clara sus burdas bromas en cuanto a mi probable condición y lugar de ocultamiento y escuchar su risa salvaje sobre las groseras burlas, hechas sobre mí, por algunos de sus miembros. En lo más profundo de mi desesperación, más de una vez me propuse derribar al más cercano de mis enemigos desde mi lugar de ocultamiento, y al menos morir peleando, pero por un esfuerzo supremo vencí ese deseo loco y me quedé quieto hasta que mis perseguidores siguieron su camino. Ahora sentía que mi causa era desesperada, y determiné que ya no iba a poner en peligro la vida de mis camaradas inútilmente. También decidí hacer un último intento por salvarme.

Después de catorce días de haber sido reducido a esta miserable condición, despedí a los compañeros que permanecían conmigo. Al principio se negaron a abandonarme, y fue sólo después de haberles explicado que la única esperanza de salvar nuestras vidas dependía de nuestra separación, ellos obedecieron a regañadientes mi mandato de regresar a sus hogares.

Al General Enrique Jiménez fue al único que le permití permanecer, ya que se negó firmemente a dejarme en cualquier circunstancia, afirmando muy bien que sus servicios eran indiscutibles para mí. Como mis otros camaradas tenían un significado político irrelevante y residían en la capital, decidí que mi fiel Pupilo debía tratar de obtener una entrevista con el Cónsul Americano, cuya residencia en el País se hallaba a poca distancia de la ciudad, informarle de mi desesperada condición, y pedirle que negociara con el general Cáceres mi regreso. Ésta era una misión extremadamente difícil, que le planteé con reservas al fiel compañero; pero lo aceptó con placer, orgulloso de la confianza que puse en su coraje y discreción.

Cuando llegó la hora de la despedida, después de un cálido abrazo, tal como sólo puede ser dado por hombres que se honran y se estiman mutuamente en extremo y que se separan con poca esperanza de volver a reunirse, mis compañeros se desgarraron.

Jiménez y yo los miramos desaparecer en el crepúsculo, y cuando las sombras profundas de la noche y los árboles intermedios finalmente los ocultaron de la vista, apenas pude suprimir un suspiro por los individuos valientes, que probablemente iban camino de la muerte. Cuando nada más se podía ver de ellos Jiménez me tomó en su espalda, y en la angustia total de la mente y del cuerpo fui llevado humildemente a mi cueva la misma que me había brindado refugio en el día fatal que me lastimé la pierna. Allí descansamos en nuestras «yaguas» esperando el regreso de Pupilo, demasiado triste y reflexivo para hablar.

Una noche de cansancio fue seguida por un día triste e interminable, pero Pupilo no apareció, y como la segunda noche después de su partida se desvaneció lentamente, tumbamos en vano nuestros oídos para captar el sonido de bienvenida de los pasos de nuestro guía.

El día siguiente amaneció brillante y hermoso. Un rayo de sol que penetraba a través del grueso enrejado de hojas que cortaron en la boca de nuestra cueva jugaba alegremente en el suelo rocoso, como una burla a nuestra condición desesperada. Pupilo no había vuelto, y nosotros habíamos estado sin provisiones desde el día anterior. Pensábamos que había habido alguna desgracia grave, de lo contrario no tardaría tanto.

Por fin, Jiménez decidió ir en busca de comida y, despojándose de su abrigo, botas y calcetines para parecerse lo más posible a un campesino pobre, se dispuso a abandonar la cueva. Antes de que pudiera hacerlo, sin embargo, nos sorprendió una descarga de mosquetes a no gran distancia. Nos mirábamos consternados. ¿Cuál podría ser la causa de los disparos? Escuchamos sin aliento un sonido más y, después de algunos minutos de suspenso, las notas claras de un clarín resonaron en el aire en la quietud de la mañana. Era la orden de marchar. No cabía duda: había un destacamento de tropas en las cercanías de nuestro retiro, y alguien acababa de ser ejecutado. ¿Podría haber sido Pupilo?

Nuestra ansiedad sobrepasaba nuestro miedo al peligro, y Jiménez se acercó cautelosamente para averiguar, si era posible, la causa del disparo y buscar comida.

Pudo enterarse de las noticias de un soldado desprevenido, que sólo se había alegrado de «mojar su silbato» con un chorro de «aguardiente» (una especie de ron) de calabaza campesina. De él, Jiménez se enteró, horrorizado, de que el pobre Pupilo había sido ejecutado aquella mañana. Pupilo cumplió plenamente con su misión, pero cuando regresaba la noche anterior había sido capturado cuando estaba muy cerca de nuestro escondite. Desarmado y privado de su pequeña bolsa de víveres, caminó junto a los dos soldados que lo habían detenido. Así vigilado, caminó tranquilamente una corta distancia; entonces, con la esperanza de escaparse en la oscuridad, de repente saltó sobre uno de los soldados y, arrancándole el mosquete, lo derribó. Por desgracia, antes de que pudiera repetir el golpe, él mismo fue derribado por el otro soldado, atado firmemente, y llevado ante la cruel Rubirosa.

En el examen que siguió a su captura Pupilo reconoció ante el General Rubirosa que él era mi guía y sabía dónde estaba, pero no daría más información. Rubirosa le ofreció una gran recompensa por divulgar el lugar donde me ocultaba, pero Pupilo se rio con desprecio, respondiendo que era pobre e ignorante, pero no traidor. Cuando los sobornos y las amenazas no lograron obtener de él la información deseada, a Pupilo se le dijo que se le permitiría hasta las siete de la mañana siguiente para revelar mi escondite. Si cumplía, recibiría una gran recompensa, pero si no lo hacía lo fusilarían a esa hora. Estaba amarrado por un pie y colocado bajo una fuerte vigilancia.

A la hora señalada de la mañana, Pupilo volvió a ser llevado ante Rubirosa, quien repitió su pregunta sobre dónde yo estaba, pero Pupilo se negó a responder. Entonces, con rabia, el general ordenó que lo sacaran y lo fusilaran. Encogiéndose de hombros, Pupilo respondió: General, al fusilarme, sólo librará al país de un campesino pobre que no perjudicará a la República, pero la muerte de don Carlos privaría al país de un hombre de gran valor.»

“¡Fuera con él!» -gritó Rubirosa, furioso. – ¡Cuando lleve a su Don Carlos, le enviaré a hacerle compañía en el Hades! ¡Pobre, leal Pupilo! Lo colocaron en una tumba debajo de los árboles enormes.

¡Que su sangre y la de los héroes rediman nuestro país caído!

Después de este triste acontecimiento decidí hacer un esfuerzo para llegar a la residencia del Ministro estadounidense. Junto a mí, disfrazado de campesino, montado en una desgraciada mula llena de plátanos, y con Jiménez caminando a mi lado, partimos por la tarde dos días después y, tras escapar a muchos peligros, llegamos a la residencia del Ministro con seguridad. Las cosas pronto fueron arregladas.

Presenté mi renuncia al Congreso Nacional; fue inmediatamente aceptada, y el General Cáceres fue nombrado Presidente en mi lugar. Al día siguiente me fui a Puerto Rico en la cañonera estadounidense Dubuque.

A mi llegada a San Juan fui recibido por los funcionarios americanos con los honores correspondientes a mi rango, y se me hizo objeto de cada cortesía y atención. Me llevaron inmediatamente al hospital naval donde se trató mi pierna rota. Al principio temí que perdiera la extremidad, y estoy en deuda con la habilidad de los médicos navales por haberla preservado. Mi más sincero agradecimiento no sería más que una leve expresión de mi gratitud a los caballeros que representan al gobierno norteamericano en esta isla y a los fieles amigos que tan galantemente se mantuvieron a mi lado en los oscuros días de mi caída.

Fin de la narración.

Recibí este importante reportaje del amigo Eduardo Dottin, Médico residente en Europa, quien es sobrino-nieto del Periodista E. H. F. Dottin que lo escribió.

Para ver la versión original en inglés del relato que el ex Presidente Morales Languasco hizo al Periodista E. H. F. Dottin, periodista de la revista The Wide World Magazine, al llegar exiliado a Puerto Rico tras su reciente derrocamiento en enero de 1906, haga un click en el enlace que aparece abajo (en azul) con el título de  «A Flight for Live».

A Fligth for Live

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Carlos Danilo Morales Miller  (Email: carlosdanilomorales@gmail.com)