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Es un tratado sobre hechos históricos ocurridos en la República Dominicana en la segunda mitad del Siglo XIX y principios del Siglo XX, época de gran inestabilidad política y endeudamiento público, con la finalidad de ponerlos en contexto como réplica a versiones que tradicionalmente han sido planteadas de manera axiomática sobre las actuaciones del Ex Presidente Carlos Felipe Morales Languasco, en la política dominicana. Además se incluyen algunos artículos y referencias como soporte e ilustración sobre el Presidente Morales Languasco, personaje al que se refiere este trabajo.

Es nuestro mayor deseo, que el contenido de ese trabajo despierte el interés de cada lector para que se incline por estudiar la historia dominicana de manera objetiva y crítica, o que sea un motivo para hacer sus propias investigaciones.


El Derecho de Autor fue inscrito en la «Oficina Nacional de Derecho de Autor» (ONDA), en la República Dominicana, en fecha 28 de septiembre de 2017.

POR LA HONRA DE LA PATRIA.

Introducción:

El título corresponde a la Proclama lanzada al pueblo dominicano el 10 de junio de 1892 contra la dictadura del Presidente Ulises Heureaux (Lilís), desde el exilio en Islas Turcas, por los patriotas Agustín F. Morales Languasco y Eugenio Deschamps, en la época en que la compañía norteamericana San Domingo Improvement Co., que había sido creada el 8 de abril de ese mismo año en New Jersey, E.U.A., gestionaba adquirir los derechos que la compañía holandesa Westendorp tenía en la República Dominicana.

El gobierno de Ulises Heureaux había tomado un empréstito, en agosto de 1888, a la Westendorp & Co., por 770,000 libras esterlinas, y otro en 1890 que fue acordado por 800,000 libras pero que luego se aumentó a 900,000. En 1892 esta compañía tuvo problemas financieros y sus acciones fueron adquiridas por la San Domingo Improvement Co. el 2 de agosto de 1892.

En principio, el traspaso fue rechazado por el gobierno de Heureaux, pero luego la San Domingo Improvement Co. y el Presidente Heureaux, se pusieron de acuerdo tras convenir la concesión de otro empréstito por un valor de US$1,250,000 que se firmó el 28 de enero de 1893.

La Administración

Texto de la Proclama:

POR LA HONRA DE LA PATRIA

Habíamos visto con profunda indiferencia el telegrama de Amsterdam publicado en el Herald de Nueva York, y reproducido en numerosos periódicos de América y Europa, relativo a la venta de Santo Domingo por tres millones de pesos a una compañía anónima del Norte. Noticias semejantes son propagandas ridículas que no merecen el honor de la refutación.

Empero como que, tratándose del actual gobierno de la República Dominicana, se ha probado que nunca circularon respecto de él rumores de vergüenza sin que más tarde o más temprano resultara un fondo de indignidad para el gabinete desleal, y de deshonra para la oprimida Nación, los que suscriben, verdaderamente sorprendidos, vienen a poner en claro cuanto al fin hay de verdad en la que al parecer fútil noticia de la venta de la Patria a la República del Norte.

Y ellos, primero que nadie, porque, dada la urgencia de las circunstancias, no pueden reunir en una sola manifestación la firma del inmenso número de proscritos dominicanos esparcidos alrededor del Mar de las Antillas; y porque, además, la República no puede alzar su voz de protesta contra ningún atentado, porque no hay allí actualmente más prensa política que la prensa vendida que calumnia y maltrata la ciudadanía, y desvirtúa los principios, y falsifica la historia, ni pudiera moverse de pronto, en el sentido de  resistir a una anexión, porque los presentes tiempos son tiempos de oprobio, como aquellos eternamente funestos para el pueblo dominicano, en que un caudillo audaz nos entregaba, maniatados, a la corona de Castilla.

No nos guían propósitos de descrédito para el jefe del gabinete actual de la República Dominicana. El jefe actual del gabinete, con esto y sin esto está completamente desacreditado, tiempo ha, en el interior y el exterior de la República. Este caudillo malhadado, sin ningún programa de gobierno, sin ningún sistema político que, por tal o cual camino se dirija a la prosperidad de la Patria, no tiene reconocidamente más política, si a eso puede dársele tal nombre, que vivir porque sí a la fuerza, en el poder, embriagado con los goces del mando, empobreciendo con sus desvergonzadas especulaciones el país, y asociando a esa ignominia a los corifeos que necesita, y los cuales van todos ricos, opulentos, poderosos, en tanto que todos los demás se mueren de hambre.

A nosotros no nos guía más que la indignación que deben producir en todo corazón honrado las villanas tramas sospechadas, sino conocidas ya en todo el país.

Hay lo que sigue:

El gobierno de la República del Norte necesita establecer una estación naval en el Mar de las Antillas. Se fue a Haití en 1889, dando recursos a una revolución para que, al triunfar, se le cediera el Mole San Nicolás. Victoriosa la revuelta, una escuadra americana llegó un día a Port au Prince, reclamando el Mole en nombre de su gobierno. Pero después de algunos meses de estancia en la bahía de Port au Prince, resultó que los americanos tuvieron que retirarse, desairados por Haití, que en todo puede entrar menos en la enajenación de su tierra.

Entonces los americanos dirigieron sus ojos al presidente de la República Dominicana para obtener la bahía de Samaná, que tiene el destino de meter ruido en el mundo siempre que la desvergüenza y la infamia políticas desempeñan el poder en la República. De entonces acá, es decir, desde que el almirante americano Gherardi visitó en la misma Samaná al presidente dominicano, no han cesado los mensajes entre el Norte y Santo Domingo.

El objeto, positivamente, es éste: la anexión de Samaná a los americanos. El pretexto, una concesión, de términos oscuros, por parte de Santo Domingo, a una empresa de vapores neoyorquina que ya jugó desairadísimo papel en las cuestiones del Mole.

Ahora bien: en la Capital de la República no son ya un secreto los manejos que se traen entre manos el presidente y la mayoría de los mercaderes que, por un sarcasmo de los tiempos, se llaman Congreso Nacional. Hay en Santo Domingo un agente de la casa neoyorquina a que nos acabamos de referir, con el encargo de sobornar; ¡oh tiempos de infamia! al mismo Presidente, para obtener del Congreso la tenebrosa concesión detrás de la cual se oculta, sin ningún género de duda, la anexión de Samaná.

Conócense también, no ya los conciliábulos del Cónsul General de los Estados Unidos en Santo Domingo, del Encargado de Negocios de los mismos en Port au Prince, que se encuentra hace meses en aquella Capital, y el presidente de la República, sino también las reuniones clandestinas de los diputados, verificadas en el palacio de aquel primer funcionario, para discutir condiciones que, relativas a la sacrílega concesión, callamos por pudor.

Corroborando sombríamente todo eso sabemos que la concesión del ferrocarril de Puerto Plata a Santiago de los Caballeros va a caer, si no ha caído ya, en las manos de una compañía anónima norteamericana, agregándose a todo esto la transacción del banquero holandés Westendorp que consiste en la venta de la misma a otra sociedad anónima norteamericana, detrás de la cual se ocultan magistrados y capitalistas importantes de aquella gran Nación, de las obligaciones que de los dos empréstitos dominicanos posee tal banquero y para las cuales cree no ver suficiente garantías, dado el grado de embarazo económico a que ha llegado el gobierno dominicano.

Porque ese orden y esa paz tan decantados por el actual gobierno dominicano no tiene otro móvil que el dinero, siempre el dinero, para el jefe del poder y sus menguados corifeos, a costa del pan del ciudadano y de la honra de la Patria. Así la inicua paz dominicana cuesta a la Nación dos empréstitos ruinosos, desechos, materialmente, desechos en las manos del irrisorio pacificador sin que ese pueblo haya conocido la otra obra que la distribución de los millones entre el corto número de los pacificadores; las rentas fiscales de la Republica tres o cuatro veces mayores de lo que eran antes de llegar estos pacificadores al poder; todas ellas, derechos de exportación e importación, papel sellado, timbres de correos, irremediablemente afectadas; el empleado sin sueldo; y como corolario de este inaudito desorden, comprometida la independencia nacional.

En resumen; en el palacio del presidente de la República Dominicana se discuten positivamente y a la sombra del misterio, concesiones comprometedoras y terribles a favor de la casa de Clyde y Co. de Nueva York; detrás de Clyde y Co., como se sabe ya en Santo Domingo y en Europa, están Blaine, ministro americano, y Jay Gould, poderoso capitalista americano; detrás de estas concesiones está la anexión de Samaná, detrás de la anexión de Samaná, ¿es necesario decirlo? Detrás de la anexión de Samaná a la República del Norte está el cambio de nuestra nacionalidad y nuestro nombre; Febrero deshecho; Agosto condenado; arriada la bandera de nuestros dolores y nuestras glorias; deshonrada la Patria; la República Dominicana convertida, en fin, con escándalo de la historia y del porvenir, en Estado de la Unión Americana.

Los que suscriben el presente documento, mientras observan la marcha de estos tráficos infames para reunir, si continúan, en una sola manifestación la firma del inmenso número de proscritos dominicanos en las Antillas y en las repúblicas vecinas oponiéndose a un atentado que sería el último golpe asestado por la tiranía dominicana al pueblo que empobrece y que mancilla, protestan mientras tanto, con todas las energías de su espíritu, en nombre del patriotismo nacional, a la faz de la República Dominicana, de los Estados de la Unión y de los pueblos de América y Europa, contra toda concesión de una sola pulgada de la tierra que no necesita para ser feliz y libre, cadenas extranjeras, iniquidad que no fue jamás alimentada en la República sino por ruines despotismos en sus horas de agonía.

Grand Turk, Turks Islands, W. I.

10 de junio de 1892

Agustín F. Morales                     Eugenio Deschamps  

Carrera Eclesiástica de Carlos F. Morales Languasco (1886-1899).

Cortesía de Louis Paiewonsky .-

Carlos Felipe Morales Languasco nació en Puerto Plata, República Dominicana, el 23 de agosto de 1867. Hizo sus estudios en el Colegio San Luís Gonzaga, en Santo Domingo, donde tuvo como maestro al padre Francisco Xavier Billini y Hernández (1837-1896). Por disposición de sus padres hizo los estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino, ambos localizados en la ciudad Capital de Santo Domingo.

En el Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino tuvo como maestros a los arzobispos Fernando Arturo De Meriño y Ramírez (1833-1906) y Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla (1862-1937).

Morales Languasco recibió el Presbiterado el 23 de mayo de 1891. El 05 de junio de ese mismo año, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, predicó por primera vez en Puerto Plata.

Celebró su primera misa en Puerto Plata, el 07 de julio de 1891. Fueron sus padrinos en dicho acto, su padre, Augustin “Agustín” Morales (1838-1893); su cuñado José Andrés Villalón y Puente (esposo de Luisa Morales Languasco), y José Arzeno y Rodríguez (1847-1902). El 22 de octubre de 1891 asistió a la inauguración del templo de Altamira, provincia de Puerto Plata.

El Padre Castellanos (Licdo. Rafael Conrado Castellanos y Martínez, 1875-1934), manifestó que el Presbítero Morales Languasco: “Ocupaba con frecuencia la cátedra sagrada y mostraba en todo bastante talento”.

Padre Rafael C. Castellanos

En el año 1892 fue Teniente Cura de San Francisco de Macorís, donde permaneció hasta su promoción a cura en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, en Sánchez, Distrito de Samaná, República Dominicana. Allí construyó el edificio de la iglesia y con gran determinación edificó el culto de su iglesia parroquial.                                          

El 25 de marzo de 1894 Morales Languasco participó en la fracasada Revolución de los Bimbines contra el gobierno del Presidente Ulises Hilarión Heureaux (Lilís) y, a consecuencia de ello, tuvo que irse al exilio en abril de 1894.

Presidente Ulises Heureaux (Lilís)

El 02 de mayo de 1895 regresó a Puerto Plata desde Saint Thomas, Antillas Danesas, mediante un permiso especial que obtuvo a través del Cónsul dominicano en St. Thomas, para ir a ver a su hermana Luisa Morales Languasco (1865-1895), la cual estaba muy enferma. Firmó como testigo el testamento que su hermana preparó. Se despidió de su hermana Luisa quien empeoró de salud y falleció el 24 de julio de 1895. Luego de la muerte de su hermana el Presbítero Carlos F. Morales Languasco salió camino a Venezuela, donde fue promovido a Cura de Almas en la Iglesia de San Sebastián de Maiquetía, en Maiquetía, Estado Vargas, Venezuela.

Iglesia de San Sebastián de Maiquetía

El sacerdote Carlos F. Morales Languasco fué indultado por el Presidente Ulises Heureaux en marzo de 1897 por un Decreto Presidencial, el cuál le permitió regresar del exilio. El 10 de junio de 1897 asume la posición de cura interino en Sánchez, en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario.

El 15 de abril de 1899, en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, oficia la boda católica de su hermano don Juan Antonio Nepomuceno Morales Languasco (1870-1915) con la señorita María Hortensia González Marciaq (1875-1963). Los testigos de la boda fueron don José A. Puente, don José del Carmen Ariza (1861-1953), y don Maximiliano Andrés.                                        

Con el advenimiento del asesinato del Presidente Ulises Heureaux, el 26 de julio de 1899, sus partidarios deciden encarcelar a desafectos de la dictadura lilisista. Aunque el ex-Presidente Morales Languasco no tuvo nada que ver con el asesinato del Presidente Heureaux, sus partidarios pensaron que él podía haber estado envuelto para vengarse de la muerte de su hermano, el Gral. Agustín Francisco Morales Languasco (1863-1898) quien murió el 3 de junio de 1998, en Montecristi, en la expedición del Fanita. Amigos le comunicaron que lo iban a apresar y de inmediato sale de Sánchez camino a Puerto Plata con la intención de irse al exilio en el primer barco que saliera de la República Dominicana. El 01 de agosto de 1899 sale en el vapor de frutos SS. Simon Dumois. Lo acompañaba su sobrino José Andrés Villalón Morales (1889-1971), hijo de su fenecida hermana Luisa Morales Languasco. El 07 de agosto de 1899 desembarcaron en Boston, Suffolk, Massachusetts, EE.UU.

SS. Simon Dumois, vapor de frutos en el que salvó la vida el Padre Morales Languasco, al salir del país luego del asesinato del Presidente Heureaux.

Morales Languasco fue diputado al Congreso Nacional por el Distrito Marítimo de Samaná desde noviembre de 1899 a abril de 1902. Ocupó la Presidencia del Congreso Nacional del 15 de noviembre de 1899 al 02 de mayo de 1902, durante la presidencia de Juan Isidro Jiménez Pereyra (1846-1919). Ahorcó los hábitos sacerdotales en agosto de 1900.

El ex sacerdote y ex Presidente de la República Dominicana Carlos F. Morales Languasco falleció, a la edad de 46 años, el 3 de marzo de 1914 en París, Francia, donde había sido designado como «Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República Dominicana para Suiza, Francia, España, Italia y Portugal», con sede en París.

Al retornar sus restos mortales a Puerto Plata, su ciudad natal, para recibir cristiana sepultura, el Padre Castellanos (pariente de su esposa, Aurelia Castellanos), quien para la época era el Cura Párroco de la Iglesia San Felipe Apostol, en esa ciudad, no permitió que sus restos fueran llevados a dicha iglesia alegando que éste había renegado al sacerdocio, motivo por el que sus restos fueron despedidos mediante un acto en el Ayuntamiento Municipal de la localidad.

Carlos F. Morales Languasco, Un Hombre Que Fue Suma De Hombres

Por Raúl Abreu. Copiado de “La Cuna de América”, Marzo 08 de 1914.

Allá, en París, herido por un rayo fulminante de la muerte, cayó por siempre jamás, Carlos F. Morales L., Ex-presidente, Ex-Diputado, Ex-Gobernador, Ex-Ministro Plenipotenciario, hombre suma de hombres, gigantesco como un pino, raudo y mutable como una vela atropellada por el huracán…….

Hombre suma de hombres. En Morales, en esa colectiva potencia humana, en esa suma de cualidades y defectos, cada sumando era un hombre. Por eso en su complexión taurina, atlética, se distendía la musculatura formidable de Hércules; por eso en sus ojos de Halcón, cesáreos, sembrados de ramalazos rojos, iluminados por relámpagos deslumbradores, se disparaba escalando púlpitos, tribunas, gobernaciones, curules, sillas presidenciales, la audacia que vibró en los ojazos de Mirabeau. En el adolescente se incubó el sacerdote tallado a la Dupanloup.

Más tarde, el cura de almas, el párroco de aldea, salta sobre la tribuna, se convierte en político, en diputado, y, entonces, la Capital, pasmada, escucha la voz tonante de Morales rebotando en los salones de aquel célebre Congreso del período presidencial de Jiménez. Después …. el vendeano, el general montonero, el guerrillero de la Línea Noroeste se retuerce voluntarioso entre la hopalanda sombría, y la sotana castradora se rompe rasgada por aquella borrasca.

Cae el Gobierno Provisional del General Horacio Vásquez, es nombrado Morales Gobernador de Puerto Plata, y desde el más enhiesto peñón de Isabel de Torres, el águila vencedora se precipita sobre el Gobierno de Woss y Gil, lo tumba, y el Gobernador se transforma en Presidente de la República Dominicana. Presidente dos veces. En la primera, apropiado al carácter del Gobierno que presidía y a la psicología de la hora. Ejecutivo, tumultuario, atropellador, vocinglero, audaz, heróico, inspirado en el férreo lema político de Maquiavelo. Para vencer a la República enemiga -tan sólo dominaban los comandos horacistas en la Capital y en Sosúa- tuvo que ser, a un mismo tiempo, propagandista, tribuno, general, corsario, periodista, recaudador.

LLEGÓ, VIÓ y VENCIÓ, pero fatalmente, epilogó su Gobierno Provisional con un fusilamiento inútil y censurable. En esas subterráneas maquinaciones políticas, cuando las brujas pegan su boca hundida, babosa, al oído de los mandatarios prepotentes, los fusilamientos suelen ser exigidos en prenda de un nuevo credo partidista.

En el segundo período presidencial, en el constitucional, gigantesco como un pino. Y este pino asienta sus raíces en la frente de la montaña y entreteje su ramaje en la red vagabunda de las nubes. Bajo la sombra del árbol pacificador, las escuelas se multiplican; se respeta la justicia; la imprenta fulgura libremente; por primera vez un Comandante de Armas de la Fortaleza de Santo Domingo de Guzmán, es llevado ante un consejo de guerra; se imprime LA VIDA SENCILLA de Wagner; no hay presos políticos; La mansión presidencial se convierte en Sanedrín, en Ágora, en Sorbona, en Ateneo y se empuja al País por una vía de fomento material, pues se inician carreteras, se construyen palacios, etc.

En el brumoso golfo de nuestra política entran, cruzan, vuelan muchas velas distintas. Las unas son raquíticas, cenicientas, melancólicas; otras andrajosas, pordioseras, condenadas a un prematuro naufragio. Hay también velas enormes, raudas, mutables, conquistadoras, como las grandes naos de Roger, de Flor. Cuando llegan, dominan el golfo. Morales fue una de esas velas. Llegó, y, entonces, inclinaron su pabellón las enanas, las cenicientas, las pordioseras. Dominó el oleaje embravecido a fuerza de audacia, de talento y de valor. Pero ésta grande vela dominadora, tuvo un gran defecto: la sinceridad, la confianza en sí mismo; pensaba a voces. Y un día, cuando la paz y la confianza imperaban en las cofas, ruge la borrasca, los relámpagos encendían el vientre de los cielos, y la nao gigantesca huye del golfo engañoso de nuestra política, abandonada por las velas raquíticas, pordioseras, andrajosas, traicioneras ………….

En París, bajo la bruma del invierno, el destino ha enterrado, con la muerte de Morales, una poderosa actividad, un amor infinito de progreso, una honradez indiscutible, un hombre que fue suma de hombres, pino gigantesco que surcó las sirtes de nuestra política como una vela atropellada por el huracán.

Fin.

Morales, el Actual Jefe de la República de Santo Domingo.

Traducción del artículo “Morales, The Present Head of Santo Domingo Republic”, escrito por Sigmund Krausz, periodista de The New York Times, que fuera publicado el 29 de enero de 1905 sobre una entrevista realizada a mediados del año 1904, al entonces Presidente Provisional Carlos F. Morales Languasco, en la ciudad de Santo Domingo. (Material recibido como colaboración de mi primo Louis Paiewonsky Jr.).  

Introducción.-

Por lo que puede deducirse, aunque la entrevista que se incluye a continuación fue publicada en enero de 1905, debió realizarse antes del mes de junio de 1904 ya que, para mediados de junio de ese año, el Gobierno Provisional de Morales Languasco había llegado a un acuerdo de armisticio con el último reducto jimenista de la Guerra de la Desunión, que quedaba en la Línea Noroeste (Montecristi), encabezado por los generales Demetrio Rodríguez y Desiderio Arias.

Para la época había una presión enorme, por parte de varias naciones europeas, para el pago de la deuda que la República tenía pendiente con tenedores de bonos de las mismas, además de la deuda que correspondía a la compañía norteamericana San Domingo Improvement Co., cuyo representante, en virtud del Art. 1 del Protocolo suscrito el 31 de enero de 1903 por el gobierno de Horacio Vásquez (ver términos en este blog) era el gobierno de los Estados Unidos, motivo por el que, a partir de esa fecha, hicieron presencia de manera permanente en los puertos dominicanos varios buques de guerra norteamericanos.

Mientras ocurría esta entrevista, el Tribunal Arbitral que se había constituido en Washington en el otoño de 1903, por mandato del citado Protocolo (compuesto por dos jueces norteamericanos y uno dominicano), se encontraba elaborando el Laudo Arbitral (publicado en este blog) que determinaría todo lo concerniente al pago de la deuda de la San Domingo Improvement Co. (capital, interés y garantía) el cuál fue terminado y publicado en fecha 14 de julio de 1904.

Las elecciones presidenciales, de las que en el artículo se habla en futuro, fueron realizadas el 19 de junio de 1914.

La Administración  

Texto de la Entrevista:

«Morales, el Actual Jefe de la República de Santo Domingo».

Hace apenas un año el nombre de Carlos F. Morales, presidente de la República de Santo Domingo, era completamente desconocido para el mundo en general. Los estudiantes más cercanos a los asuntos dominicanos estaban familiarizados con él como miembro del Congreso durante el Gobierno de Jimenes y como Gobernador de la Provincia de Puerto Plata en el Gobierno de Woss y Gil; pero nadie sospechaba el rápido ascenso del hombre que, antes casi desconocido, ahora tiene las riendas del gobierno en la inquieta isla que, bajo ciertas condiciones, amenaza en convertirse en una espina clavada en la carne del Tío Sam.

Por lo que sé del presidente Morales, él es un hombre fuerte, mucho más enérgico y honesto que ninguno de sus efímeros predecesores desde que el presidente Ulises Heureaux fue víctima de las balas de un asesino en julio de 1899. Este último era un hombre capaz, más capaz que muchos de los que le precedieron y le sucedieron en la Presidencia de Santo Domingo hasta el actual gobernante de la República. Él gobernó, sin embargo, con una mano demasiado fuerte, y no siempre unió el buen juicio con la moderación y la fuerza de carácter, cualidades indispensables en el gobierno de una población con el carácter de los dominicanos.

Estas tres cualidades creo que las posee Morales, y mi estimación de él en un juicio complejo llegó por una entrevista personal y por información cuidadosamente recopilada de sus amigos y enemigos por igual.  

El presidente Morales vive en una casa sin pretensiones, de un piso, en una calle oscura de la ciudad de Santo Domingo llamada calle Padre Billini. Estas casas, como todas las residencias de arquitectura española, dan a la calle de costado. Está pintada en un color azul claro y tiene dos puertas de madera en el centro flanqueadas por dos ventanas ralladas. Las cenefas que adornan el frente se han caído en grandes parches. En conjunto, es una morada extremadamente modesta y verdaderamente democrática para el presidente de una república, incluso de Santo Domingo.  

Cuando mi carruaje se detuvo en el frente, el conductor me aseguró que estaba en el sitio exacto. Era la hora del almuerzo, y dudé un poco para tocar en la puerta. Pero me habían dicho que este sería el mejor momento para una entrevista con él, ya que generalmente está en palacio antes y después del mediodía, demasiado ocupado con los asuntos de la administración para ver a las personas por un tiempo prolongado en actividades que no tienen relación con los asuntos del gobierno.  

Todavía estaba ocupado examinando los detalles de la sala cuando Morales entró al departamento, excusándose por haberme molestado con su retraso. El actual titular de la Presidencia de Santo Domingo es poseedor de una figura alta e imponente, bastante inclinada a la obesidad. Tiene treinta y siete años, y debo juzgar que mide unos 5 pies 10 o 11 pulgadas de alto, con algo más de 200 libras. Sus rasgos son oscuros, pero no más oscuros que los de la mayoría de los españoles o latinoamericanos del sur. Las partes más prominentes de su rostro son una frente alta, con fachada intelectual, y una barbilla enérgica, delatando su inmensa fuerza de carácter. Una boca bastante sensual que está parcialmente cubierta por un pequeño bigote negro, los extremos de los cuales terminan en punta. La nariz, siendo la parte más débil de su fisonomía, es un poco ancha, y sus ojos son negros y suaves, sin ninguna indicación especial de carácter hasta que se anima o se pone en acción. Las cejas son espesas, y el pelo negro, lustroso, ligeramente rizado. En conjunto, su rostro es abierto e inspira confianza. Iba vestido con un traje gris oscuro.

El señor Morales habla, además de español, un inglés fluido y francés, los últimos dos, sin embargo, especialmente francés, con un acento peculiar. Cuando está emocionado o perdido por una palabra, salta de uno a otro, y de vuelta en la próxima ocasión. Naturalmente, no me refiero al español, que es su lengua materna.  

Presidente Carlos F. Morales Languasco

Cuando nos sentamos, me obsequió un cigarro, y después de encenderlo e intercambiar algunas frases educadas, me sumergí en mi tema. En lugar de seguir adelante suavemente, decidí tomar el toro por los cuernos.  

«Veo, señor presidente», dije, «que el crucero de los Estados Unidos, Detroit, está anclado en la desembocadura del río”. Los periódicos estadounidenses hablan de la necesidad de desembarcar infantes de marina y tomar medidas temporales en las aduanas. ¿Son las condiciones tales como para garantizar una intervención de este tipo?  

Sus ojos brillaron. «No es todo», respondió. «Hasta el momento ninguna de las naciones extranjeras que tienen reclamos contra Santo Domingo ha presionado mucho a mi gobierno para que llegue a un acuerdo. Es cierto que debemos mucho dinero, y nos llevará un poco de tiempo devolverlo, pero podemos hacerlo sin que los extranjeros tengan que ayudarnos.   Todavía no hay nada en esta situación que justifique una intervención. Todo lo que quiero en el presente estado de cosas es hacerlo solo. Soy prácticamente dueño de la situación en la isla, y es mi intención reorganizar lo más rápidamente posible todas las ramas del Gobierno, y especialmente el servicio de aduanas, de tal manera que los ingresos del gobierno por concepto de impuestos y derechos de importación irán a sus propias arcas en lugar de a los bolsillos de los funcionarios ladrones, como ha sido el caso en todos los gobiernos precedentes.

«No», continuó, después de que lo había interrumpido con preguntas, «los obstáculos no son insuperables, pero son graves». Sé que será un trabajo arduo y cuesta arriba cambiar las condiciones que se han vuelto casi tan fijas e inmutables como las leyes de los medos y los persas. Pero, tendré éxito si puedo concentrar mis energías en el esfuerzo. Con esto quiero decir, si no tengo que enfrentar interferencias extranjeras.»

«Pero parece como si todavía no hubiera logrado librarse por completo de sus rivales», me atreví a comentar. «Casi. Ellos no constituyen un peligro real para mi Gobierno. Hace unos meses, Woss y Gil abandonó el país; también creo que Jimenes ha abandonado su ejército. No sé con certeza dónde se encuentra ahora.”  “Se fue de San Juan, Puerto Rico, el 6 de abril para Nueva York». Dije. «Vi su nombre en el registro hotelero del Inglaterra, donde me detuve en ese momento, y el señor Bernier, ex cónsul de Woss y Gil, me dijo que había ido a Estados Unidos a comprar armas y municiones».

«Bueno, eso puede ser así», respondió Morales con una sonrisa. «Pero dudo del éxito de su misión. En primer lugar, no tiene fondos, y no creo que su crédito con los fabricantes estadounidenses sea lo suficientemente bueno como para obtener lo que quiere. En segundo lugar, estoy bastante seguro de que su gobierno ha decidido detener la exportación de material de guerra a Santo Domingo, y en tercera línea, si es capaz de superar estos obstáculos, difícilmente encontrará un lugar para desembarcar armas y municiones «. «Domino toda la isla a excepción de la ciudad de Monte Christi y áreas aledañas, y el puerto de esa ciudad está ahora bloqueado por mi cañonera “Presidente».

«No», continuó con la animación. «No podría desembarcar en ningún otro lugar tampoco”. Aparte de sus hermanos en Monte Christi no tiene seguidores; y pronto también estaré en posesión de esa fortaleza. (Esto se ha logrado desde entonces, el ejército de Jimenes se ha rendido por completo a través del capitán Sigsbee del crucero estadounidense Detroit). Uno de mis generales ahora está marchando contra él desde el interior, y tengo razones para creer que puedo obtener la autorización del Gobierno haitiano para desembarcar tropas en el territorio vecino si considero necesario invadir Monte Christi por tierra. Porque Jiménes, por su desdichado desgobierno, perdió la buena voluntad de todos los dominicanos excepto los que, por su restablecimiento, esperan volver otra vez a las arcas públicas.”

«Pero para volver al crucero Detroit que esta fuera del puerto»; le dije, con la intención de llevarlo más a fondo sobre el tema. «¿Cuáles son sus intenciones en caso de que el Gobierno de los Estados Unidos lo considere absolutamente necesario, a fin de proteger sus intereses, desembarcar marinos y hacerse cargo de las aduanas?   «Esta es una pregunta que me excusará de no responder», respondió diplomáticamente, «esperaré un hecho consumado antes de dar forma a mi curso. Espero que la emergencia no se presente». «Estoy ansioso por merecer y mantener la amistad de los Estados Unidos, y cuento con su interés amistoso para ayudar en el restablecimiento del orden en Santo Domingo, pero mi pueblo y yo queremos preservar nuestra independencia.”  

«Perdóneme, señor presidente», le dije, consciente de tocar un punto que quería sacarle. «¿Pero sabe que en los Estados Unidos la opinión general es que su gente nunca aprendió el arte del auto gobierno y que, para protegernos, un protectorado estadounidense debería establecerse en Santo Domingo?» Algunos imperialistas entusiastas incluso hablan de anexión «.

La palabra pareció fastidiarlo rápidamente. «¡Anexión!» Morales se levantó de su silla en toda su altura. «No señor, nunca. Somos solo una nación pequeña y conozco completamente el poder de los Estados Unidos, pero pereceríamos en el esfuerzo de preservar nuestra independencia. Porque todas las luchas partidistas serían olvidadas en ese caso, y, si bien podemos perder al final, deberíamos luchar hasta lo último. Tampoco estaríamos solos en la lucha. Nuestros vecinos de Haití estarían prestos para unirse a la refriega. «¿Pero de qué sirve hablar de esto?» Dijo después de detenerse un momento: «Estoy seguro de que su Gobierno no tiene tal objetivo a la vista».

Nos gustan los Estados Unidos; los queremos como amigos; queremos aprender de ellos, y estoy especialmente ansioso por desarrollar nuestras relaciones comerciales. Ni siquiera me opongo enérgicamente a un protectorado corto, a la adopción de una modalidad como las relaciones cubano-americanas, pero una anexión-jamais, monsieur. «

¿Me contará un poco más sobre sus planes de reforma, señor Presidente?»   «No están completamente maduros, pero puedo reiterarle que es mi intención instituir un régimen honesto y constitucional». Primero estableceré por completo la paz en la isla, y luego me dedicaré a la redención de nuestra deuda nacional, que es, en este momento, nuestra más irritante llaga. Intento mejorar nuestra moneda degradada, porque considero una vergüenza que la moneda de una nación extranjera circule aquí con preferencia a la nuestra; y lucharé contra la corrupción oficial, que ha sido la maldición de Santo Domingo, hasta el final.   A bas les voleurs (abajo los ladrones); «Pero realmente estoy hablando de eso prematuramente. (Esto con una sonrisa peculiar).

Hasta ahora, solo soy el jefe del Gobierno Provisional y no me considero, por el momento, el representante constitucionalmente autorizado del pueblo. Sin embargo, he emitido una proclamación para las elecciones presidenciales y del Congreso que tendrán lugar en junio. (mayo?)   ¿Habrá otros candidatos además de usted? No lo creo. Mi compañero de fórmula para la Vicepresidencia, el general Ramón Cáceres, es un buen hombre. Él y yo estamos seguros de ser elegidos. (Este pronostico se ha convertido en realidad) Algunos pensaron que el general Horacio Vásquez podría regresar de Cuba para impugnar mi elección, pero sé que no hará esto, y puedo contar con el apoyo de sus antiguos seguidores. Woss y Gil está totalmente fuera de lugar por razones que no me interesa declarar, y Jimenes, en el mejor de los casos, obtendrá solo unos pocos votos dispersos. Sí, señor: espero que las elecciones sean ordenadas y en la plaza.

La entrada de un joven guapo con un traje de lino militar de rayas interrumpió nuestra conversación. Morales lo presentó como el general Patxot, jefe de su Estado Mayor (Edecán), y la conversación pronto se desarrolló en líneas generales, mientras bebíamos un poco de crema, que el general Patxot trajo de un tazón que estaba en el comedor. Durante esta conversación encontré a Morales como un hombre bien educado y ámpliamente informado, y esto me induce, antes de partir, a cambiar el tema a su vida anterior.  

El siguiente es un breve relato biográfico que me entregó él y se intercalaba con algunos comentarios en sus propias palabras: Morales nació en 1867 en Puerto Plata, en la costa norte de la isla, de padres moderadamente ricos. Pertenecían a la clase comercial, y después de darle a su hijo una buena educación en la escuela pública y en el hogar, lo enviaron a un seminario eclesiástico en la ciudad de Santo Domingo. A su debido tiempo, recibió órdenes y permaneció como cura durante ocho años, aunque constantemente se irritaba bajo las estrictas reglas de la iglesia y no estaba de acuerdo con muchos de sus dogmas. El dogma de la infalibilidad del Papa y el Celibato fueron lo que fue especialmente contra mi veta», fueron las palabras que usó cuando me contó las razones que finalmente lo indujeron a abandonar la iglesia e ingresar a la política. Ahora está casado con una dama de Puerto Plata y tiene dos hijas de uno y dos años.  

En 1893 fue exiliado por el presidente Heureaux, pero regresó a Santo Domingo dos años más tarde, bajo las disposiciones de la amnistía general, emitidas por el mismo Presidente. En el Gobierno de Jimenes fue diputado al Congreso y en el de Woss y Gil fue Gobernador de Puerto Plata. Fue la corrupción y el mal gobierno general del gobierno de Jimenes lo que le causó el abandono de su esfuerzo común para hacer y poner fin al mandato de Woss y Gil y a usar una oportunidad favorable para establecerse en la silla presidencial con el objeto de poner orden en los asuntos de su país. Esto al menos es lo que afirma. Estas son las características cortas de la vida de Morales.

Nadie puede mirar en las profundidades del alma de otro hombre, pero repito que, en mi opinión, sus intenciones en el presente son en realidad tal como él expresó, y, si no son absorbidas por las ambiciosas aspiraciones de sus soportes y satélites, él sinceramente quiere instituir las reformas esbozadas en nuestra conversación.  

Sigmund Kranz, The New York Times, enero 29 de 1905.

Copyright © The New York Times.  

Aporte del Gobierno de Carlos F. Morales Languasco a las Telecomunicaciones en la República Dominicana.

Introducción.

Consciente de la importancia que tenían las Telecomunicaciones para el desarrollo de la Nación, tan pronto como pudo llegar a un acuerdo, en junio de 1904, con el último reducto revolucionario jimenista que estaba activo en la región noroeste, con el cual se daba por concluida la guerra de la Desunión iniciada por éstos a mediados de enero de ese mismo año, el Presidente Morales Languasco tomó las medidas necesarias para extender las redes telefónicas que comunicaran las regiones y ciudades más importantes de la República.

Merece la pena leer lo que, sobre esta actividad, expresara el Presidente Morales Languasco en su discurso relativo a la presentación de las Memorias del Gobierno ante el Congreso Nacional el 27 febrero de 1905, respecto a la importancia que a su juicio tenían las telecomunicaciones para el progreso de la República.

(El discurso se incluye íntegro en este blog).

A continuación, transcribimos parcialmente el contenido de lo que publica en su página web el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL) sobre la historia de las comunicaciones en la República Dominicana, que permite apreciar el gran aporte que en esta materia logró realizar el Gobierno de Morales Languasco en tan solo un año y medio que duró su gestión constitucional, luego de terminar la guerra de la Desunión a mediados de junio de 1904 que se había extendido durante cinco meses.

Citamos:

Teléfono Urbano de la Ciudad de Santo Domingo y otras Ciudades.

En 1904 se realizó la interconexión entre la Capital del País con el Cibao partiendo la línea de la citada ciudad y prolongándose hasta Puerto Plata con estaciones en la Vega, Moca y Santiago. Más tarde se extendieron otras líneas, Santiago-Montecristi, Santiago-San Francisco de Macorís, El Seybo-Higüey.

El 14 de junio de 1904 aconteció un hito importante cuando Carlos F. Morales Languasco, a la sazón Presidente Provisional de la República, mediante Resolución 442 declaró “Obra de Utilidad Pública” la del teléfono urbano de la Capital del País.

El 29 de junio de 1904 se une San Pedro de Macorís con La Romana. El Presidente Morales Languasco, mediante resolución Núm. 4446 del 30 de septiembre de 1904 declara de Utilidad Pública la obra del Teléfono Urbano de San Pedro de Macorís.

El 10 de febrero de 1905 el Presidente de la República decretaba mediante Resolución Núm. 4522 continuar la línea telefónica desde la común de Guerra hasta el Distrito de San Francisco de Macorís, cruzando por Bayaguana, Monte Plata, Cevicos y Cotuí.

Primeras Escuelas de Telefonía.

El Presidente Morales Languasco, viendo la necesidad de aumentar el personal técnico requerido y que el Gobierno debía atender a esa exigencia de servicio público decidió crear el 6 de mayo de 1905 una Escuela Telefónica en Azua y otra en Santiago de los Caballeros. Posteriormente, en el año 1911, dado el avance técnico que iba experimentando el sistema telefónico surgió la necesidad de preparar un personal idóneo, por lo que se planteó la conveniencia de crear una escuela telegráfica y telefónica.

Interconexión de las Principales Ciudades.

El 4 de abril de 1905 el Presidente de la República, mediante Resolución Núm. 4549, dispuso “unir por medio de líneas telefónicas las cabeceras de las provincias-comunes: Azua-San José de Ocoa, Santiago-Valverde, El Seybo-Hato Mayor y La Vega-Bonao respectivamente, y la cabecera del Distrito de Barahona con la común de Neyba.

El 19 de abril de 1905 se inaugura la línea telefónica de Bayaguana a Monte Plata y se unen las líneas del Sur de la República con las del Cibao.

El 1 de mayo de 1905 se informa la inauguración de línea telefónica de Cantón Pimentel a Cotuí.

El 5 de mayo de 1905 el Presidente de la República dispone, mediante Resolución Núm. 4559, “unir la población de Bayaguana con la de Sabana de la Mar” por medio de una línea telefónica.

El 21 de junio de 1905 el Poder Ejecutivo resolvió unir la población de las Matas de Farfán con las del Comendador por medio de una línea telefónica.

El 1 de julio de 1905, mediante Resolución Núm. 4587 decidió unir Montecristi, Guayubín, Sabaneta y San José de las Matas.

El 26 de septiembre mediante Resolución Núm. 4616 se dispuso tender una línea telefónica entre las poblaciones de Villa Riva y Cantón Pimentel permitiendo unir las ciudades de Samaná, Sánchez y Matanzas.

Referencia: Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL).

Enlace: https://indotel.gob.do/sobre-nosotros/cronologia-historica/

Un Mundo Seguro para el Capitalismo.

Comentario de la Administración del Blog:

En este espacio exponemos algunos párrafos extraídos del libro “Un Mundo Seguro para el Capitalismo” traducidos al castellano del original en inglés “A World Safe for Capitalism”, del historiógrafo norteamericano Cyrus Veeser, que me facilitó el entrañable amigo Ramón I. Jiménez Canela.

En los párrafos presentados a continuación el autor hace una exposición, dirigida principalmente a lectores estadounidenses, sobre los acontecimientos relativos a las turbias operaciones que la compañía norteamericana San Domingo Improvement Co. realizó en la República Dominicana en contubernio con el dictador Ulises Heureaux, al amparo de la hegemonía militar de los Estados Unidos y de sus intereses geopolíticos en América Latina y el Caribe, que tuvieron lugar en la última década del Siglo XIX y en la primera parte del Siglo XX, hasta culminar con la intervención norteamericana de 1916.

      Carlos Danilo Morales Miller  (Email: carlosdanilomorales@gmail.com)

 

Del libro: “Un Mundo Seguro para el Capitalismo” (A World Safe for Capitalism).

El 22 de enero de 1905, los estadounidenses abrieron su periódico dominical para enterarse que Theodore Roosevelt, su incontenible presidente, se había hecho cargo de otro país caribeño. Informes por cable de Santo Domingo, la capital de la República Dominicana, anunciaron que los Estados Unidos habían firmado un acuerdo que le otorgaba «control virtual» sobre ese país caribeño «para ajustar las reclamaciones, preservar el orden y aumentar la eficiencia de la administración», informó el New York Times. Estados Unidos no estaba integrando a su territorio la república caribeña; de hecho, Washington «garantiza la integridad completa del territorio dominicano», aclaró el Times. Pero Estados Unidos controlaría las finanzas dominicanas (*) y se aseguraría de que todos los acreedores de la nación fuertemente endeudada fueran reembolsados.

*Las finanzas relativas a las recaudaciones aduaneras. (CDMM)

Los estadounidenses podrían haberse sorprendido esa mañana de enero, pero no tenían motivos para sorprenderse. La intervención dominicana de 1905 se produjo al final de una docena de años en que los Estados Unidos habían surgido, en cierta medida, como una gran potencia. Desde principios de la década de 1890 hasta 1905, el país superó a Gran Bretaña para convertirse en el principal productor industrial del mundo, desarrolló las corporaciones multinacionales más ricas del mundo, entre ellas U.S. Steel (1900) y la Cosechadora Internacional (1902), y construyó una armada de aguas profundas que ocupó el segundo lugar después de la marina británica con los principales acorazados en 1906. Ya en 1902, El Editor británico, en sus publicaciones, declaró que «el advenimiento de los Estados Unidos de América como la mayor de las potencias mundiales es el mayor fenómeno político, social y comercial de nuestros tiempos.

Aunque se había unido al exclusivo club de las grandes potencias, Estados Unidos jugaba un papel menor en asuntos mundiales que Gran Bretaña, Francia, Alemania o Rusia. De hecho, la primera región en sentir el impacto del poder estadounidense fue el gran Caribe, que consistía en pequeñas, débiles, pobres repúblicas y las pocas colonias europeas restantes en el Nuevo Mundo. La influencia estadounidense en el área se remonta al siglo XIX, cuando los capitalistas estadounidenses invirtieron en ferrocarriles, plantaciones y servicios públicos, mientras que los comerciantes construyeron un activo comercio tanto de productos manufacturados como de calzado. La presencia política de los EE. UU. comenzó en 1898, cuando el país entró en guerra con España (*), obtuvo una rápida victoria y tomó posesión de Puerto Rico. La otra colonia caribeña de España, Cuba, se independizó formalmente, pero la Enmienda Platt a su constitución de 1902 convirtió a la nueva nación en un protectorado de Estados Unidos. Luego, en 1903, el presidente Theodore Roosevelt envió al USS Nashville para evitar que la armada colombiana aplastara una rebelión en la provincia nororiental de esa nación, Panamá. La provincia renegada proclamó su independencia y rápidamente firmó un tratado que garantizaba a los Estados Unidos el derecho de construir un canal istmeño en una zona controlada por los estadounidenses. En menos de una década, Puerto Rico, Cuba y Panamá pasaron bajo alguna forma de control estadounidense.

*España estaba virtualmente derrotada por el ejército Mambí cuando un buque de guerra norteamericano (USS Maine), surto en el puerto de la Habana, explotó misteriosamente y los Estados Unidos acusaron a los españoles de ser los responsables para intervenir en Cuba y en Puerto Rico. (CDMM)

Ahora, en enero de 1905, los estadounidenses se enteraron de que los funcionarios estadounidenses tomarían posesión de las aduanas dominicanas, la fuente de casi todos los ingresos del gobierno en esa nación. Los funcionarios entregarían más del 45 por ciento de los ingresos al gobierno dominicano para sus gastos. El otro 55 por ciento se destinaría a pagar a los muchos acreedores del país, principalmente estadounidenses y europeos, así sería como los acreedores estadounidenses demostrarían ser grandes potencias y que era digno unirse a las filas de Estados Unidos.

Incluso en la época de San Juan Hill y la rebelión de Panamá, la intervención dominicana de Roosevelt no tenía precedentes. La toma de control de las finanzas dominicanas (*) fue «uno de los pasos trascendentales en la historia de las relaciones internacionales estadounidenses», declaró la revista Collier. «Es obvio que este es el comienzo de una política nueva y profundamente importante que lógicamente no puede detenerse con Santo Domingo”. (*) De las aduanas dominicanas.

Harper señaló que República Dominicana sería ocupada sustancialmente más por Estados Unidos que la posición que ahora ocupa Egipto con relación a Gran Bretaña. La historia actual coincide con estas evaluaciones contemporáneas. La intervención dominicana, según Emily Rosenberg, «representó un intento por parte de los hacedores de políticas de encontrar una alternativa al colonialismo que instituiría la supervisión que consideraban necesaria para la reforma fiscal y social.”

Mientras digerían las noticias de Santo Domingo, pocos estadounidenses sospechaban que la nueva administración de aduanas fuera la culminación de un proceso que había comenzado años antes, durante la Edad Dorada. En su extenso mensaje al Senado solicitando la aprobación de la administración fiscal, Roosevelt mencionó, pero no dijo nada concreto, de los intereses de la Compañía San Domingo Improvement (SDIC), una compañía con sede en Nueva York, que se había hecho cargo de la deuda de la administración pública de República Dominicana en 1893. Solo los expertos del más alto nivel del gobierno y los funcionarios de la propia SDIC podrían reconocer que la poco conocida corporación de New York había jugado un papel clave en desencadenar la toma del control de las finanzas dominicanas por los Estados Unidos. Ni los contemporáneos ni los historiadores han prestado mucha atención a la Improvement Company. Sin embargo, desde su creación, la SDIC se alineó con los objetivos estratégicos de Washington en el Caribe. El presidente de la SDIC, Smith M. Weed, fue un prominente demócrata de Nueva York y amigo cercano de Grover Cleveland. Cuando se formó la compañía en 1892, Weed informó sobre las garantías personales del presidente Benjamin Harrison y del Secretario de Estado James G. Blaine de que Washington respaldaba su plan para tomar el control de las finanzas de la República Dominicana que estaban en poder una la firma europea. «El capital estadounidense es bienvenido en casa», señaló en una carta al New York Times la SDIC, «y cuando viaja a través del mar busca un gran premio o está seguro de que será protegido por el poder de los Estados Unidos”.

Desde 1893 a 1899, Weed y la Improvement Company controlaron las finanzas dominicanas y trabajaron estrechamente con el presidente dominicano Ulises Heureaux. La compañía intentó, y no logró, inclinar a los campesinos del país hacia los cultivos comerciales, para la agricultura de exportación. La SDIC tuvo más éxito en los mercados financieros, tomando prestados unos $ 30 millones vendiendo bonos dominicanos en Europa. Pero esos préstamos y la impresión de papel moneda empujaron a la República a la ruina financiera, poniendo a los dominicanos contra Heureaux y su aliada, la Improvement Company. Cuando un grupo de asesinos terminó con la vida de Heureaux, en julio de 1899, la SDIC se convirtió en un completo paria, y fue repudiada por el pueblo dominicano.

La compañía no fue, sin embargo, abandonada por Washington. Después de que un nuevo gobierno dominicano expulsó a la SDIC de la isla en 1901, Washington se convirtió en un enérgico defensor de los derechos de la compañía. Desde 1901 hasta 1904, tanto el Departamento de Estado como la Marina de los EE. UU. se unieron para apoyar los reclamos de la compañía contra el gobierno dominicano. Los buenos oficios de Washington se intensificaron debido al despacho ocasional de buques de guerra con fines de «efecto moral» sobre los dominicanos, a la retención del reconocimiento de un nuevo presidente que se negó a reconocer la deuda de la SDIC (*), al despliegue continuo del escuadrón caribeño de la Armada de EE. UU. en aguas dominicanas para sofocar la agitación política que impedía que el gobierno pagara a la compañía. La fusión de los intereses privados de SDIC y la política caribeña de Washington se completó en 1904, cuando el Presidente Roosevelt nombró funcionarios estadounidenses para recaudar los ingresos aduaneros dominicanos exclusivamente en nombre de la SDIC (**). Para disipar cualquier duda sobre el apoyo de Washington a la SDIC, los colectores estadounidenses llegaron a la República a bordo de un buque de guerra de los EE. UU (***)

* Se refiere a Alejandro Woss y Gil, que se negó a reconocer los términos del Protocolo de 1903 (que no cita), no la deuda. (CDMM)
** Eso ocurrió en marzo de 1905 con el inicio del Modus Vivendi. (CDMM)
*** Thomas Dawson fue designado el 23 de julio de 1904; llegó en el USS Newark junto al Almirante Charles Sigsbee, designado jefe de la Flota del Atlántico Sur (Flota del Caribe). Fueron recibidos en un “doble acto”. (Historia Patria-Bernardo Pichardo, Pág.283). (CDMM)

Durante años, los encargados de formular políticas estadounidenses asumieron que el control de la SDIC sobre las finanzas dominicanas servía a los intereses geopolíticos de los EE. UU. en el Caribe (*). Sin embargo, para 1904, estaba quedando claro para los funcionarios de los EE. UU. en República Dominicana que la compañía había creado tantos problemas como había resuelto. El país estaba en quiebra y en estado de revolución casi constante. Como resultado, varios ministerios de relaciones exteriores europeos insinuaron que podrían intervenir para obligar al gobierno dominicano a pagar el dinero adeudado a sus ciudadanos (**). En las últimas semanas de 1904, Roosevelt y el Secretario de Estado John Hay decidieron restaurar la estabilidad política y financiera en la República Dominicana y silenciar el clamor de los europeos, el gobierno de EE. UU. tendría que hacer algo más que simplemente tratar de cobrar las deudas de SDIC.

(*) El Gobierno de EUA (no la SDIC) ejercía el control parcial de las finanzas (las aduanas) en nombre de ésta, no de la totalidad. (CDMM)
(**) Intervenir las aduanas para cobrarse. En la época había 10 buques de guerra europeos en aguas dominicanas para esos fines. (CDMM) 

Pocos estadounidenses en 1905 entendieron, por supuesto, que los resultados desastrosos del control privado de la SDIC sobre las finanzas dominicanas habían empujado a Roosevelt hacia un nuevo orden superior de lógica intervencionista. Esa lógica tomó la forma de una nueva política aplicable a toda América Latina, el Corolario Roosevelt de la Doctrina Monroe. El corolario arrogaba a los EE. UU. El derecho, de hecho, la obligación, de intervenir en cualquier parte de América Latina donde el «malestar o la impotencia» amenazara a la «sociedad civilizada», en palabras de Roosevelt. Los estadounidenses naturalmente asumieron que el «malestar» se refería a los dominicanos y al incumplimiento de sus obligaciones internacionales, es decir, a pagar sus deudas. Pero las administraciones de las aduanas eludieron tácitamente otra «maldad», la propia SDIC al sustituir la supervisión del gobierno de EE. UU. en las aduanas dominicanas por el del control privado de la SDIC, la administración fiscal también fue un paso hacia la extensión del poder federal sobre las empresas, un sello distintivo de la política interna durante la Era Progresista. Naturalmente, la política exterior de los EE. UU. nunca se liberó del amiguismo típico de la relación de la SDIC con los funcionarios de Washington en los doce años anteriores a 1905. Sin embargo, la política extranjera estadounidense evolucionó desde la incertidumbre y la improvisación de comienzos de la década de 1890 hacia la autodeterminación, estrategias intervencionistas conscientes, dirigidas por los ejecutivos, de principios del siglo XX.

Powell manipuló los temores de las subsecuentes administraciones dominicanas sobre las consecuencias de abrir la investigación de la deuda, y las conversaciones que habían comenzado bajo el mandato de Jimenes llegaron finalmente a un acuerdo con Horacio Vásquez. El 31 de enero de 1903, el gobierno dominicano firmó un Protocolo en el que acordó pagar a la SDIC $ 4.5 millones por sus tenencias (*). El acuerdo también requería que el gobierno dominicano permitiera a un tribunal de arbitraje internacional fijar el monto de los pagos mensuales que le haría a la SDIC (*) y establecer las garantías que la empresa recibiría por el precio de compra de sus utilidades por $ 4.5 millones.

(*) Acordó pagar al Gobierno de los Estados Unidos la deuda de la SDIC (Art. 1 del Protocolo de enero de 1903).

La República Dominicana ya no era un deudor renegado. Por otro lado, Powell había logrado una señal de victoria para la SDIC al evitar una investigación de la deuda dominicana. Los sucesos subsiguientes desafiaron, pero no cambiaron, el protocolo de enero de 1903. El gobierno de Vásquez fue derrocado en abril de 1903, y el nuevo régimen de Alejandro Woss y Gil al principio se negó a reconocer el Protocolo. Cuando Estados Unidos amenazó con romper las relaciones diplomáticas, Woss y Gil aceptó y nombró al único representante dominicano ante el tribunal de arbitraje (*). Cuando Woss y Gil, a su vez, fue derrocado por Carlos Morales Languasco, Powell hizo que la aceptación del Protocolo y el arbitraje fueran una condición para el reconocimiento oficial de ese líder. Morales cedió (**). Cualesquiera que fuesen las pretensiones nacionalistas de los regímenes dominicanos, todo cambió bajo una presión estadounidense inquebrantable. A principios de 1904, la SDIC había logrado unir a los gobiernos británico y estadounidense en su causa. La presión diplomática estadounidense había desgastado la resistencia de los sucesivos regímenes dominicanos, sofocó una investigación sobre el origen del reclamo de la SDIC contra el gobierno dominicano y persuadió a los dominicanos a aceptar la demanda de la compañía de $ 4.5 millones. Por primera vez desde el derrocamiento de Heureaux, la SDIC tenía motivos para ser optimista. El inquebrantable apoyo de Washington a la SDIC había confirmado la convicción de sus fundadores de que el éxito de la empresa privada dependía de un fuerte respaldo oficial, que su insistente persecución de los intereses de la compañía pronto alejaría a los políticos, incluido el propio Theodore Roosevelt, y conducir a un cambio radical en la dirección de la política de Estados Unidos.

(*) Nombró dos de los tres árbitros del Tribunal, uno dominicano y otro norteamericano, ya que el Protocolo de enero establecía que el tercer Árbitro sería escogido de mutuo acuerdo en los siguientes 60 días posteriores a su firma, pasado este tiempo correspondería al Gobierno dominicano escogerlo de entre los jueces de las Cortes de Apelación de los Estados Unidos.
(**) Para ser reconocido, por el gobierno de Estados Unidos, a Morales Languasco se le hizo la misma exigencia que anteriormente se hiciera a Woss y Gil, pero haciendo lo mismo uno aceptó y el otro cedió.

La San Domingo Improvement Co.-

La San Domingo Improvement Co. fue una empresa creada en los Estados Unidos el 8 de abril de 1892, de conformidad con las leyes del Estado de New Jersey, que luego tendría una incidencia capital en los asuntos financieros de la República Dominicana.

Esta compañía fue creada acorde con los propósitos de hegemonía geopolítica que, en la época, los Estados Unidos pretendían establecer en el Caribe. El presidente de la San Domingo Improvement Co., Smith M. Weed, era un demócrata importante de Nueva York muy amigo de Grover Cleveland, (Presidente de Estados Unidos en los períodos 1885-89 y 1893-97). Cuando se creó la compañía en 1892, Smith M. Weed obtuvo las garantías personales del presidente Benjamin Harrison y del Secretario de Estado James G. Blaine de que Washington respaldaba su plan para intervenir en las finanzas relativas a las recaudaciones aduaneras de la República Dominicana que entonces estaba en poder de la firma holandesa Westendorp.

Así fue como, desde el inicio de sus operaciones en la República Dominicana, la San Domingo Improvement Co. adquirió todos los derechos y obligaciones de la Westendorp Co., generados por los empréstitos de 1888 y 1890. También adquirió los derechos del contratista original para la construcción del ferrocarril Puerto Plata-Santiago, Dr. C. J. Den Tex Bont.

La transacción entre ambas compañías, San Domingo Improvement y Westendorp, fue notificada al Gobierno dominicano el 2 de agosto de 1892 y, en principio, el traspaso fue rechazado por el gobierno dominicano, pero luego de una entrevista entre directivos de la San Domingo Improvement Co. con el Presidente Heureaux, se pusieron de acuerdo. Entonces se acordó un nuevo empréstito por valor de US$1,250,000 y se firmó el contrato el 28 de enero de 1893. Se crearon, además, dos compañías filiales de la San Domingo Improvement Co. con la finalidad de separar las operaciones financieras (a cargo de la “San Domingo Fínance Co.”), de las operaciones del ferrocarril (con la “San Domingo Railways Co.”).

Desde 1893 a 1899, la Improvement Company y su presidente Smith M. Weed controlaron las recaudaciones de las aduanas dominicanas mediante un organismo creado anteriormente para esos fines por la compañía Westendorp, conocido como la Caja de Recaudación “La Regie”. Durante esos seis años la Improvement, representada en la República Dominicana por su principal ejecutivo, John T. Abbot, realizo sus operaciones en contubernio con el presidente Heureaux tomando prestados unos $ 30 millones mediante la venta de bonos dominicanos en Europa llevando a la República a la ruina financiera.

La Ley de Conversión de 1897.-

En el año de 1897 el Gobierno no encontraba quién le prestara, mientras que la economía nacional seguía en franco deterioro y se hacían muchas emisiones monetarias por medio del Banco Nacional que había sido creado mediante un tratado con la Sociedad de Crédito Mobiliar de París en 1889, pero que luego funcionó como una agencia particular del Gobierno realizando operaciones a su conveniencia.

Mediante esta Ley se consolidaba toda la deuda pública y se capitalizaban los intereses adeudados; se autorizaba una nueva emisión de bonos ascendente a 4,236,750 libras esterlinas y se designaba a la San Domingo Finance Co. (filial de la San Domingo Improvement) para manejar el empréstito. Así quedaron afectadas todas las rentas aduaneras y otros fondos especializados, siempre bajo el control de la Caja de Recaudación “La Regie”. A la muerte del Presidente Heureaux la deuda pública del Estado dominicano ascendía a un monto de $34,083,706; de los cuales $23,957,078 correspondían a la deuda exterior; y $10,126,628, a la deuda pública interna.

Período posterior a Heureaux.

Luego de la muerte del Presidente Heureaux, el 26 de julio de 1899, las finanzas dominicanas, que habían sido objeto de todo tipo de manejo inescrupuloso, venían de mal en peor y no podían presentar un panorama más desesperante.

Gobierno Constitucional de Juan Isidro Jimenes.

El Gobierno del Presidente Jimenes comenzó sus ejecutorias en medio de las mayores precariedades económicas y, en una ocasión, hubo un bloqueo de los puertos dominicanos decretado por dos buques de guerra franceses, como reclamo compulsivo de una deuda que la República tenía pendiente con dos súbditos de esa nación, que tuvo que ser pagada mediante recolecta entre los ciudadanos de la Capital.

Posteriormente, el incumplimiento de los compromisos contraídos por la República fue generando presiones por parte de las potencias que representaban a los acreedores extranjeros de la deuda y, en 1901, el Presidente Juan Isidro Jimenes envió al Ministro de Relaciones Exteriores, doctor Francisco Henríquez y Carvajal, a los Estados Unidos y a Europa, a los fines de negociar un arreglo financiero sobre la deuda pública, logrando un acuerdo de pago que reducía y consolidaba toda la deuda en más o menos la mitad de lo que se había establecido. Este acuerdo, considerado como el mejor que pudo haber logrado el Gobierno, fue rechazado en el Congreso Nacional como consecuencia del revanchismo político existente entre los partidarios del General Horacio Vásquez y del Presidente Juan Isidro Jimenes, aunque el primero era el Vicepresidente de la República y Delegado del Gobierno en el Cibao. Las pugnas entre el Vicepresidente y el Presidente se irían profundizando por los rumores de que el Presidente tenía preferencias por otras personas, y no por el Vicepresidente Vásquez, para la candidatura presidencial en las siguientes elecciones que debían celebrarse a fines de 1904. Además de que el Vicepresidente trataba de imponer su criterio al Presidente sobre cuáles medidas debía tomar y cómo las debía implementar en el ejercicio de su gestión administrativa.

Segundo Gobierno Provisional de Horacio Vásquez. Firma del Protocolo de 1903 con el Gobierno de los Estados Unidos.

Las divergencias entre ambos mandatarios llegaron a tal extremo que el 26 de abril de 1902 el General Horacio Vásquez, Vicepresidente y Delegado del Gobierno en el Cibao, se levantó en armas y derrocó el Gobierno Constitucional del Presidente Juan Isidro Jimenes.

Luego del derrocamiento del Presidente Jimenes, el Presidente Provisional Horacio Vásquez trató de negociar con la San Domingo Improvement para que esta compañía norteamericana se retirara del país, concertando un acuerdo de pago por concepto de sus propiedades, para lo cual, dicha compañía debía presentar una relación de sus cuentas para su aprobación en el Congreso Nacional. Pero el desorden financiero con que había operado esta compañía, en contubernio con el dictador Ulises Heureaux, hacía imposible concretar ese pedido y la San Domingo Improvement Co., creada bajo las leyes del Estado de Nueva Jersey, apeló al Gobierno de los Estados Unidos para que interviniera a su favor. A tal efecto, William F. Powell, Encargado de Negocios de los Estados Unidos, se puso en contacto con el Gobierno Provisional del General Horacio Vásquez y logró que éste suscribiera un Protocolo, o acuerdo diplomático, con los Estados Unidos, que sentaba las bases para la compra de las propiedades que tenía la San Domingo Improvement en la República Dominicana, lo que sería determinado por un Tribunal Arbitral compuesto por tres árbitros (uno dominicano y dos norteamericanos), pero el pago debía hacerse directamente al Gobierno de los Estados Unidos en lugar de hacerse a la propia compañía, lo que se conoce como el “Protocolo del 31 de enero de 1903”.

En este Protocolo se aceptaba y reconocía al Gobierno de los Estados Unidos como representante de los acreedores de la deuda que tenía el Estado dominicano con la compañía norteamericana San Domingo Improvement, ya que planteaba de manera precisa (Art. 1) que “El Gobierno dominicano pagará al Gobierno de los Estados Unidos”, quedando así establecidas las bases legales que permitían a esa poderosa nación intervenir en los asuntos internos de la República Dominicana. De modo que, de ahí en adelante, los asuntos relativos a la deuda con esa compañía comercial serían tratados directamente con el Gobierno de los Estados Unidos de América y no con la San Domingo Improvement Co.

El Protocolo de enero de 1903, también establecía de manera precisa, en su Artículo I, que se conformaría un Tribunal Arbitral que operaría en la ciudad de Washington, que estaría compuesto por tres jueces, dos norteamericanos y uno dominicano. O sea, una elección mayoritaria de los jueces de manera ventajosa para los acreedores, representados por Estados Unidos, que serían quienes determinarían la forma de pago, y las garantías, que como en todos los empréstitos tomados por la República a través de la historia, serían las fuentes primordiales de recaudación impositiva de la Nación, las aduanas dominicanas, las que estuvieran establecidas y las que se establecieran con posterioridad en las geo referencias correspondientes al territorio de la República, así como que las decisiones que tomaran los jueces en ese Tribunal Arbitral serían concluyentes y finales, o inapelables. Algunos autores refieren, de manera errónea, que el Protocolo de enero de 1903 fue suscrito entre el Gobierno dominicano y la San Domingo Improvement. Como puede verse en el texto del citado Protocolo, éste fue suscrito por los gobiernos de la República Dominicana con el de los Estados Unidos para el pago de las acreencias de esa compañía norteamericana, la cual no estaba facultada a participar en la elección de los árbitros como tampoco en las deliberaciones. (Ver texto íntegro del «Protocolo de 1903» en otro espacio de este blog).

Gobierno de Alejandro Woss y Gil.

A fines de abril de ese mismo año, casi tres meses después de suscribirse el Protocolo del 31 de enero, fue derrocado el Presidente Horacio Vásquez y asumió la Presidencia el General Alejandro Woss y Gil. Acto seguido el Encargado de Negocios Powell se hizo presente ante el Gobierno y reclamó al nuevo Presidente el reconocimiento del referido Protocolo. El Presidente trató de desconocerlo planteando al Encargado de Negocios norteamericano que ese instrumento había sido firmado por un gobierno de facto y que carecía de validez porque, además, no había sido sancionado por el Congreso Nacional. En la ocasión William F. Powell exigió al Presidente Woss y Gil el reconocimiento del referido Protocolo so pena de que los Estados Unidos rompieran relaciones con la República Dominicana y pasaran a vías de hecho, lo que significaba que procederían a intervenir el país militarmente.  Ante tal “sugerencia” el Presidente Woss y Gil se apresuró a aceptar el reconocimiento del acuerdo firmado el 31 de enero y, para cumplir con el mandato de dicho Protocolo que establecía la designación de un árbitro para representar a la República Dominicana en aquel Tribunal Arbitral, nombró para esos fines al entonces Canciller de la República, el escritor y abogado Manuel de Jesús Galván (autor de la celebrada novela dominicana “Enriquillo”).

Como el Protocolo establecía que cada gobierno designaría un árbitro y un tercero sería elegido de mutuo acuerdo, a más tardar dos meses después de su firma, luego de ese plazo el tercer árbitro debería ser escogido por el Gobierno dominicano entre los jueces de la Corte de Apelación de los Estados Unidos, por lo que también correspondió a Woss y Gil la elección de ese otro árbitro, ya que habían transcurrido más de ocho meses desde la firma del citado Protocolo.

El 24 de octubre de 1903 surgió en Puerto Plata un movimiento revolucionario encabezado por Carlos F. Morales Languasco, conocido como “La Unión” por integrarlo partidarios de Juan Isidro Jimenes (jimenistas) y de Horacio Vásquez (horacistas), asumiendo Morales Languasco la Presidencia Provisional de manera oficial el 25 de noviembre del mismo año. Aunque hay quienes dicen que los norteamericanos ayudaron a Morales Languasco a llegar al Poder, lo cierto es que el Gobierno Provisional presidido por éste no fue reconocido por el de los Estados Unidos hasta el 19 de enero de 1904 (dos meses después de ascender a la Presidencia). Otros dicen que fue reconocido después de aceptar algunas «exigencias financieras», que no fueron otras que las mismas exigidas al Gobierno de Woss y Gil cuando nombró los árbitros del Tribunal Arbitral, la aceptación de los términos del Protocolo de enero de 1903 suscrito por el Presidente Vásquez con los Estados Unidos.

El 14 de julio de 1904 fue dictado, por el Tribunal Arbitral, el Laudo que se venía gestando en Washington como consecuencia y mandato del Protocolo del 31 de enero de 1903 que, como su apéndice, establecía las normativas para el pago de la deuda que tenía pendiente el Estado dominicano con la San Domingo Improvement Co., entonces representada por el Gobierno de los Estados Unidos, cuyas garantías, según establecía el Protocolo y cada uno de los empréstitos que habían originado la deuda, eran las aduanas dominicanas.

Aunque al referirse al Laudo Arbitral de 1904 algunos escritores lo señalan maliciosamente como un acuerdo firmado por el Presidente Morales con los Estados Unidos, es preciso señalar que dicho Laudo no fue suscrito por los gobiernos; pues como una consecuencia directa del Protocolo de enero de 1903, dicho Laudo no requería más firmas que las de los jueces designados para dirimir el conflicto de la deuda externa, como se había acordado en el citado Protocolo. Es más, el Gobierno de Morales Languasco se manifestó en desacuerdo con los términos del Laudo, cuando fue emitido, su desdicha fue que dicho instrumento fue concluido, por el Tribunal Arbitral, cuando él ejercía la Presidencia de la República.

Es necesario señalar que los compromisos contraídos por la República Dominicana con los Estados Unidos de América, en el Protocolo de enero de 1903 y, en consecuencia, en el Laudo Arbitral, se referían exclusivamente a la deuda pendiente con la Santo Domingo Improvement Co. aunque, además, la República también tenía pendiente una deuda con los tenedores de bonos europeos, que era superior a la contraída con la compañía norteamericana. Como consecuencia del retraso en el cumplimiento de los compromisos financieros, por parte del Estado dominicano, y de la inestabilidad política existente, los tenedores de bonos europeos apelaron a sus respectivas naciones con el fin de que intercedieran para el cobro de sus acreencias. Llegó un momento, a finales de 1904 y principios de 1905, en que la República Dominicana fue objeto del más formidable asedio naval que en esos tiempos hubiera sufrido algún país pequeño en el caribe o en América Latina, por parte de fuerzas extranjeras, ocasión en la que estuvo rodeada por 15 barcos de guerra de las cinco potencias más poderosas del mundo, las que estaban dispuestas a ocupar militarmente las aduanas dominicanas con la finalidad de cobrarse por cuenta propia las acreencias de sus súbditos.  Hay que destacar que, para la época, las fuerzas militares organizadas de la República Dominicana consistían en dos buques de guerra medianamente armados, los cañoneros Independencia y Presidente, ambos tripulados por no más de cincuenta hombres, cada uno. Mientras que la fuerza militar de tierra estaba conformada por unos setecientos (700) miembros de la recién creada Guardia Rural, que estaban distribuidos en toda la geografía Nacional. Algunos de los buques de guerra europeos que habían llegado para sumarse al asedio de la República Dominicana, en la segunda mitad del año 1904 y en la primera de 1905, venían de participar un año y medio antes (diciembre de 1902) en el bloqueo de los puertos venezolanos por un conflicto muy similar al dominicano. Esos buques de guerra del Imperio Alemán exigían el pago inmediato de las deudas contraídas por Venezuela con algunas compañías alemanas, que involucraban la construcción de un ferrocarril (el ferrocarril alemán).

El Modus Vivendi.-.

Algunos autores se refieren al Modus Vivendi como una medida administrativa aislada, o como una decisión caprichosa del Presidente Morales para satisfacer su deseo de poner en manos de los Estados Unidos el control de las aduanas dominicanas (¿?), como si los efectos del Protocolo de 1903 y de su apéndice, el Laudo Arbitral de 1904, hubieran quedado suspendidos en el tiempo o se hubieran olvidado. Con la firma del Protocolo de enero de 1903 a los Estados Unidos se le otorgó el derecho de intervenir en los asuntos internos de la República Dominicana, lo que hicieron con rigor en los años subsiguientes.

Ese Protocolo produjo el Laudo Arbitral de julio de 1904 y éste, a su vez, generó la Convención de 1905, la cual fue puesta en vigor de manera administrativa por el Presidente Morales como solución para evitar un desorden de proporciones insospechadas, como el que suponía que los buques de guerra de las potencias extranjeras, que entonces asediaban a la República, tomaran las aduanas dominicanas por la fuerza, de manera desordenada y sin la participación del Gobierno en los beneficios impositivos que éstas generaban. Todos estos instrumentos estuvieron vinculados en un proceso que devino en el Modus Vivendi, en la Convención de febrero de 1907 y, posteriormente, en la intervención militar norteamericana de 1916.

Carlos Danilo Morales Miller      (Email: carlosdanilomorales@gmail.com)

Beneficios Obtenidos por el Modus Vivendi en el Primer Año de su Aplicación en la República Dominicana. (1 de abril de 1905 al 31 de marzo de 1906).

Introducción de la administración del blog.-

El informe que ofrecemos en este espacio, fue elaborado por el Coronel de los Estados Unidos George R. Colton, quien se desempeñó como Contralor y Receptor General de las aduanas dominicanas en virtud del acuerdo financiero provisional conocido como “Modus Vivendi”, puesto en vigor mediante Decreto por el Presidente Carlos F. Morales Languasco, acorde con los términos de la Convención Dominico – Americana de febrero de 1905, que no había sido sancionada por el Congreso de los Estados Unidos y, ante la presión que ejercían varias potencias europeas sobre la República Dominicana, para el pago de las acreencias de sus connacionales ($16.8 MM), en momentos en que el territorio nacional estaba rodeado por diez (10) buques de guerra europeos que amenazaban con ocupar las aduanas para cobrarse por cuenta propia los valores adeudados por la República a los tenedores de bonos de sus respectivas naciones.

En la época había, además, cinco (5) cruceros norteamericanos que, alternándose, estaban presentes de manera permanente en los puertos dominicanos desde la firma del Protocolo del 31 de enero de 1903, entre el gobierno Provisional de Horacio Vásquez y el de los Estados Unidos para el pago de las propiedades e intereses que la compañía norteamericana San Domingo Improvement tenía en la República Dominicana por un valor estimado de 4,5 MM. Pero dicho Protocolo establecía, en su Artículo 1, que el Gobierno dominicano pagaría la referida suma al Gobierno de los Estados Unidos (no a la San Domingo Improvement Co.), a la vez que acordaba la creación de un Tribunal Arbitral, que haría sus deliberaciones y fallaría en Washington, para fijar la forma de pago y las garantías hasta saldar la deuda. google-site-verification: google484dba8e3e1cf805.html

Poco tiempo después de la firma del Protocolo, el 23 de marzo de 1903, fue derrocado el Presidente Vásquez por la Revolución de los Presos y correspondió al nuevo Presidente, Alejandro Woss y Gil, designar a dos de los tres jueces del referido Tribunal.

El 25 de noviembre de 1903 la Revolución de La Unión, encabezada por Carlos F. Morales Languasco, derrocó al Presidente Woss y Gil y el fallo del Tribunal Arbitral fue dictado en Washington el 14 de julio de 1904, el cual es conocido como el “Laudo Arbitral de 1904”. Para poner en ejecución los términos de ese Laudo (que se refería de manera exclusiva a las acreencias de la San Domingo Improvement Co.) era necesario suscribir una Convención que fuera sancionada por los congresos de las naciones involucradas y firmada por sus respectivos presidentes. Pero para ello hubo varios inconvenientes; en enero de 1905 se preparó una Convención, que fue enviada al Congreso de los Estados Unidos siendo rechazada por considerar que se trataba de un protectorado para la República Dominicana, por otra parte, las potencias europeas aumentaban presión a sus demandas en razón de que esa Convención excluía a sus acreedores y el Ministro Residente de los Estados Unidos en la República Dominicana informó a su Presidente que los términos de esa Convención no eran aplicables, en la práctica, por la falta de control que el Gobierno dominicano mantenía sobre las aduanas, las cuales operaban en un completo desorden como expone el que fuera Contralor y Receptor George R. Colton en el informe que nos ocupa.

El 7 de febrero se preparó otra Convención en términos diferentes, que fue enviada al Congreso norteamericano, pero éste cerró su período legislativo sin conocer la pieza. Mientras tanto aumentaba la presión de los europeos, especialmente por parte de los alemanes, quienes estaban presentes con cuatro cruceros que habían participado en el bloqueo de los puertos de Venezuela, a fines de 1902, por un asunto similar al de República Dominicana, “La deuda del Ferrocarril Alemán”, que fue subsanado con un Protocolo firmado en Washington en febrero de 1903 por las partes beligerantes, mientras Estados Unidos actuaba como mediador. Esos cruceros alemanes mantenían la amenaza de ocupar militarmente las aduanas dominicanas y no aceptaban prórrogas ni otra fórmula que no fuera la administración de las aduanas por una persona designada por el Presidente de los Estados Unidos. Sin embargo, no obstante esta cadena de acuerdos y litigios internacionales que tienen origen en el Protocolo del 31 de enero de 1903 y su apéndice inmediato, el Laudo Arbitral, en adición a la incesante y creciente presión de los acreedores europeos que dejaban al Presidente Morales sin alternativas que le permitieran maniobrar de alguna manera diferente, que fuera favorable para evitar que las aduanas fueran ocupadas de manera desordenada, fue la razón por lo que se vio en la necesidad de poner en vigor, por Decreto, los términos de la Convención del 7 de febrero de 1905, que es lo que se conoce como el “Modus Vivendi, aunque algunos dicen simplemente, de manera axiomática y mendaz, que el Presidente Morales “se decidió por un arreglo financiero que enajenaba las aduanas dominicanas”, así como otros dicen que esas medidas estaban en sus planes desde que llegó a la Presidencia de la República, como si se hubiera tratado de un capricho suyo y hubiera sido posible evadir las obligaciones relativas al proceso que comenzó con el Protocolo de enero de 1903 y sus consecuencias, que otorgaron base legal a los Estados Unidos para intervenir en los asuntos internos de la República Dominicana, aunque al final los resultados del Modus Vivendi fueron positivos.

             Carlos Danilo Morales Miller     (Email: carlosdanilomorales@gmail.com) 

Informe de George R. Colton, Contralor y Receptor General de las aduanas dominicanas con el título:

«Examen de la Organización y Transacciones de la Recepción de las Aduanas de Santo Domingo Durante el Primer Año de su Funcionamiento (abril 1, al 31 de marzo de 1906), Con Exposiciones y Observaciones Colaterales».

(Traducción libre al castellano de su versión original en inglés.)

 

Oficina del Controlador y Receptor General,

Santo Domingo, D.R., marzo de 1906.

La administración de Aduana de Santo Domingo se organizó a petición de la República Dominicana con el propósito combinado de asegurar el mantenimiento de la Independencia Nacional, suprimir los incentivos a la revolución interna y proteger a los acreedores, recaudar ingresos y segregar fondos para el pago de las deudas. El hecho de que haya logrado su compromiso financiero durante el primer año de sus operaciones se demuestra por el hecho de que se recaudaron en efectivo más ingresos de los que se ha informado que habían sido recaudados durante cualquiera de los años anteriores en la historia del país, sólo se recibieron en efectivo billetes y otras evidencias de endeudamiento en pago de derechos aduaneros, y cuando las importaciones fueron estimuladas por el hecho de que los acreedores sólo podían recaudar en aduanas mediante órdenes que vendían con descuento, reduciendo así el derecho al comprador y al Importador, aunque las declaraciones aduaneras no lo indicaban. Se recibieron dos millones y medio de ingresos aduaneros, de los cuales se pagaron los gastos del Gobierno y aproximadamente un millón y un cuarto se depositaron en fideicomiso para la seguridad de los acreedores y la amortización de la deuda pública, lo que contrasta notablemente con los resultados de las operaciones aduaneras cuando, teniendo el control de la totalidad de los ingresos de la República, el Gobierno no sólo ha sido incapaz de pagar sus gastos corrientes.

La deuda se incrementó a una tasa promedio de casi un millón de dólares al año desde que se obtuvo la independencia (*) en 1865. Las transacciones de los últimos doce meses han resultado por lo tanto en la primera parada en el camino a la insolvencia, y comenzar en la dirección contraria, lo que ha sido experimentado por la República. En lugar de un millón detrás, es un millón y más por delante – una diferencia de dos millones de los débitos al lado del crédito. (*) La Restauración. (CDM)

Efecto Político del Modus Vivendi.

El efecto que el presente sistema de gestión de los ingresos aduaneros ha ejercido sobre las condiciones del País se explica con bastante amplitud en los informes anuales del Hon. Emiliano Tejera, Ministro de Relaciones Exteriores, y el Excmo. Federico Velásquez, Ministro de Hacienda y Comercio. El primero dice, en parte:

“El resultado beneficioso de esta disposición, tanto política como económicamente, se demuestra por el fracaso de la última revolución, etc. El día vendrá cuando se apreciará el valor completo de la convención del 7 de febrero y el modus vivendi, ambos acuerdos son los resultados deliberados del más puro y más concienzudo patriotismo”.

Y el segundo:

“Gracias a esta oportuna medida, el país entró de inmediato en un período de relativa facilidad, mientras que la fuente que siempre alimentaba las perturbaciones se volvía estéril por el hecho de que las aduanas estaban fuera del alcance de los partidos revolucionarios, demostrado por el fracaso de la última revolución poderosa, que sin duda se habría extendido por todo el país, llenándola de sangre, de luto y de lágrimas, y desolando de nuevo sus aldeas y campos si no hubiera sido por la única y principal circunstancia que la Fuente que había proporcionado prosélitos y recursos habían fracasado, y por la que ellos (los revolucionarios) están ahora suspirando desesperación”.

Estos informes son de interés general y están tan claramente señaladas las condiciones que se dan en la República, así como la actitud del Gobierno y del pueblo sustancial del país, que se invita a prestar especial atención a los extractos ampliados de los mismos, adjuntos como Anexos R y S.

Nadie que conozca los hechos puede dudar de que los puertos de Santo Domingo habrían sido ocupados antes por las potencias extranjeras, y que la disolución de la nación como Estado independiente habría sido cumplida, o inminente, por la violencia interna y la injerencia extranjera, si los Estados Unidos no hubieran tenido en cuenta la solicitud del gobierno dominicano al que prestó la asistencia oportuna requerida. Para apreciar lo desesperado de la crisis de los asuntos nacionales, en el momento de su solicitud, hay que tener en cuenta los tormentosos acontecimientos que se habían combinado para lograrlo, la estrechez financiera y política a la que se había visto reducida la República, lo que resultaba deplorable para la moral de su gente. Que los ciudadanos patriotas del país tuvieran justa causa de alarma puede verse en la tendencia de los acontecimientos, como lo demuestra el memorándum histórico adjunto que prueba que tiene un interés adicional por el hecho de que se extrae de las obras del Distinguido autor dominicano, José Gabriel García.

Organización.

La sentencia fue establecida en cumplimiento del decreto del Gobierno Dominicano (Anexo A) del 31 de marzo de 1905; El Presidente de los Estados Unidos habiendo cumplido la solicitud del Gobierno dominicano nombrando a un banco de Nueva York como depositario de los fondos a ser segregados, y sugiriendo el nombre de una persona para actuar como Receptor. El Decreto del 31 de marzo de 1905 (el Modus Vivendi) entró en vigencia al día siguiente y, aunque el receptor y su personal no llegaron a Santo Domingo hasta el 20 de abril, los ingresos habían sido manejados desde principios del mes de abril de tal manera que fue posible iniciar los registros de la administración fiscal a dicha fecha. Se tomó posesión formal y control de las diversas aduanas en los puertos de entrada por mar tan pronto como los medios de transporte lo permitieron. Los avisos correspondientes (Anexo B) se publicaron en consecuencia, y se enviaron por correo a los representantes extranjeros residentes. De acuerdo con el Gobierno dominicano, el jefe de los funcionarios dominicanos de aduanas en cada puerto de entrada fue nombrado Receptor Delegado, en la forma que se muestra en el Anexo C, y proporcionó el respaldo personal necesario para el fiel cumplimiento de los deberes y la contabilidad de todos los ingresos recibidos; teniendo, al mismo tiempo, un aumento del 20 por ciento en su salario como compensación por la responsabilidad adicional y los deberes requeridos. Los funcionarios dominicanos que así se convirtieron en parte de la administración fiscal son, por regla general, hombres brillantes y activos, ansiosos por la reforma del servicio, y han cooperado con sistematizar el trabajo. Los extractos de sus informes anuales se adjuntan como Anexo O y muestran las condiciones locales en los diferentes puertos, así como la actitud de estos funcionarios dominicanos a favor de la situación actual. La Oficina Administrativa Central, en la que se realizan todos los informes y en la que se auditan todas las cuentas, se organizó en la ciudad de Santo Domingo, Capital de la República, con un personal de trabajo, al principio, además del receptor, de dos norteamericanos, tres dominicanos y un británico, siendo éste residente de Santo Domingo y empleado como traductor. Además de este personal, le fue asignada a un estadounidense la función de Contralor Adjunto, a otro como auditor itinerante, y a otro como contralor encargado de las aduanas en la frontera terrestre. Desde que se realizó la primera organización, el personal de la oficina se ha incrementado, a medida que el trabajo se ha ido desarrollando, con la adición de dos estadounidenses y un dominicano y, el personal exterior, por tres estadounidenses asignados a la frontera haitiana. Por orden del honorable Secretario de Guerra de los Estados Unidos, a través del cual se puso en vigor la orden del Presidente del 28 de marzo de 1905, los empleados estadounidenses fueron seleccionados por el Receptor con referencia sólo a su integridad y aptitud para realizar las tareas requeridas. Aquellos que estaban comprometidos eran, en el momento en que llegaron a Santo Domingo, miembros de la sociedad civil estadounidense de servicio en Filipinas con licencia o permiso concedido por la cortesía del Coronel C. R. Edwards, de la Oficina de Asuntos Insulares para ese fin; Y es debido al hecho de que eran hombres capaces y experimentados que no tardarían mucho en captar el complicado trabajo que les esperaba. El personal y la organización actual de la administración fiscal se muestran por las pruebas documentales E, F y G.

Condición Anterior del Servicio.

Si bien había algunas cosas que debían encomendarse a la administración de aduanas de la República -principalmente el pago anticipado, la manipulación y la entrega de las cargas- estaba muy lejos de proporcionar un medio eficaz para asegurar los ingresos. El servicio no tenía cabeza; cada colector evaluaba los aranceles bajo un arancel más intrincado, según su propia interpretación, sin referencia a ninguna autoridad superior u otro puerto, e incluso los tipos de aranceles cobrados diferían en los distintos puertos. Las leyes arancelarias se difundían a través de boletines oficiales publicados a intervalos desde 1867, unos cincuenta en número, y nunca habían sido unificados. Por lo tanto, existía un estado de confusión que apenas se puede describir, pero que aparentemente fue aceptado como sin remedio. El Gobierno Central había sido tan frecuentemente derrocado en el pasado que nadie permanecía el tiempo suficiente para familiarizarse con las leyes o necesidades del servicio; No se habían emitido reglamentos para llevar a cabo las leyes de ingresos y, por lo tanto, los colectores locales, incapaces de obtener las resoluciones o instrucciones, se vieron obligados a actuar enteramente según su propio criterio. No había prácticamente ningún sistema de contabilidad. Los colectores debían mostrar la cantidad de derechos «producidos» por cada carga entrante, pero el sistema parece ser obsoleto; Y como los importadores tenían derecho de diez a sesenta días, según la cantidad, para pagar sus obligaciones, era muy difícil determinar si eran o no pagados y el dinero entregado. Sólo se mantuvieron registros vagos de los dineros reales recibidos por el Gobierno Central, y todos los informes hasta ahora realizados sobre los ingresos aduaneros representan los importes que deberían haber sido percibidos en el caso de que los derechos fuesen evaluados honestamente, pero en ningún caso las transacciones reales en efectivo.

A la confusión producida por estos métodos se suma el sistema de manejo de los dineros recibidos, que no fueron cobrados por los funcionarios de aduanas, sino por los «administradores de finanzas» de los diversos distritos, que también recibieron otros ingresos del Gobierno y, en lugar de remitirlos  al Tesoro Central, los pagaron en los distritos donde fueron recogidos bajo confusas instrucciones del Gobierno Central y de los gobernadores locales; de modo que, en realidad, prácticamente ninguno de los ingresos aduaneros llegó al Tesoro de la República.

Otro medio por el cual se habían disminuido los ingresos en efectivo fue el sistema de crédito en boga. Los importadores, permitiéndoles de diez a sesenta días después de haber recibido su mercancía para pagar las correspondientes obligaciones, se aprovecharon de las dificultades financieras del Gobierno para descontar sus propias obligaciones y, mediante pequeñas sumas de dinero, se liberaron del pago futuro de cantidades mucho más grandes que representaban sus deberes legales. Estas transacciones fueron tan numerosas que se organizó una asociación de comerciantes bajo el nombre de «Junta de Crédito», y durante años se dedicó a comprar las obligaciones de los importadores del Gobierno, incluso las suyas, a tasas que oscilaban entre el 3 y el 10 por ciento al mes, compuesto cada sesenta días, más una comisión, o adelanto, en pequeñas cantidades de efectivo a cambio de grandes pedidos por cobrar en las aduanas como efectivo en la liquidación de los derechos. Aunque la ley prevé inspecciones de aduanas por parte de representantes del Gobierno Central, no se hacía.

Los gobernadores locales reclamaron el control exclusivo de todos los oficiales de distritos. En conjunto, habría sido difícil haber adoptado un sistema o prácticas a seguir mejor calculadas para invitar al fraude o promover transacciones deshonestas.

En vista de estas condiciones, no es especialmente sorprendente que no quedara nada por mostrar de los cuarenta y tantos millones de ingresos (Anexo K) desde 1867, o que, con un sistema similar, o falta de sistema, al tratar las finanzas generales del país, debería haber contraído una deuda pública que se aproximara a treinta y cinco millones durante el mismo período. Ineficiencia, en esta materia, producto de promover revoluciones, las cuales, a su vez, destruyeron por su frecuencia cualquier posibilidad de mejorar las condiciones, y ayudaron a disipar los ingresos y los dineros prestados. La deuda y el resultado de las operaciones financieras de la República al 1 ° de abril de 1905, se muestran en el Anexo M y en el cuadro complementario con el Anexo O.

Nuevo Sistema Inaugurado.

Al esforzarse por remediar las condiciones expuestas, se convirtió en el primer deber de la administración fiscal establecer un sistema que asegurara la recaudación de acuerdo a las funciones previstas por la Ley y la entrega en la Oficina Central de los fondos recibidos en los ocho puertos de mar y los tres de entrada por tierra. Afortunadamente, la legislación aduanera exige que los manifiestos consulares y las facturas que se hicieron (aunque nunca antes se habían utilizado para ese fin) se basaran en las cuentas de ingresos, siendo cada representante adjunto responsable de los derechos legales sobre todas las mercancías importadas o que se demostrara haber sido importadas con esos documentos. Las normas aduaneras necesarias fueron adaptadas, impresas en español y puestas en uso. Estas normas se hicieron tan simples como fue posible, y aunque no eran absolutamente necesarias para hacer el trabajo, sesenta y ocho estaban en uso al final del año.

Los reglamentos para la administración de las aduanas y la clasificación de las mercancías se hicieron multilingües, en español e inglés, en forma de documentos administrativos, circulares y cartas circulares, de las cuales treinta y ocho de las primeras, y veinticinco de las últimas, habían sido emitidas durante el año. Las leyes de ingresos aduaneros y las listas de aranceles se unificaron y fueron publicadas en un volumen por la administración fiscal, en inglés, que fue seguida de una publicación similar en español, que sirvió para facilitar la clasificación apropiada y más uniforme de las importaciones de mercancías.

Revisión de Cuentas.

Además del trabajo administrativo ordinario que recae naturalmente en la Oficina Central de la Administración fiscal, se comprometió y ha trabajado, por lo general, realizado por un departamento separado, auditando todos los ingresos, así como otras cuentas relacionadas con el servicio, requiriendo de los receptores adjuntos, en los diversos puertos, informes mensuales, cuentas y muestras de mercancías importadas. Además de esto, las cuentas de los diferentes puertos de entrada por mar se verifican sobre el terreno al menos una vez al mes por un inspector itinerante.

Estadística.

Se han establecido registros estadísticos permanentes del comercio de la República, y todos los trabajos relacionados con su formación se han realizado en la Oficina Central. Dos resúmenes del comercio han sido publicados en forma de panfleto y otros en los periódicos locales.

En adelante se propone la publicación de resúmenes semestrales, con el siguiente informe que abarcará todo el período comprendido entre el 1 de abril de 1905 al 1 de julio de 1906. Los informes relativos al comercio de la República, publicados por la administración fiscal, contienen los primeros datos comprensivos y confiables del tipo recopilado, y desde que se han distribuido el Gobierno dominicano ha establecido una Oficina de Estadística, cuyas compilaciones, en lo que respecta a las estadísticas comerciales, se basan en informaciones reunidas bajo la dirección de la administración fiscal.

Concentración de Ingresos Recaudados.

Se encontró una seria dificultad en el manejo y en la concentración de los fondos recaudados en los once puertos de entrada por separado. Al no existir un banco de la República, era necesario crear algún medio para recibir y enviar los fondos a la Central en la Capital. El señor Santiago Michelena, un hombre de negocios importante que tenía cierta experiencia vinculada a firmas prominentes de todo el país, se interesó y prestó las facilidades bancarias necesarias por las cuales los receptores delegados pudieron depositar sus fondos con sus agentes en los varios puertos de entrada y recibieron borradores en su oficina en Santo Domingo, que remitieron al receptor general. Estos proyectos se depositaron entonces en la oficina principal del señor Michelena en la capital.

Cada dólar recaudado en cada puerto de entrada ha sido remitido de esta manera, y todos los desembolsos, incluso de los salarios de los empleados de aduanas más bajos en las estaciones remotas, se hacen con vales y pagados mediante cheques separados emitidos desde la Oficina Central para enviar al destinatario. Así, por primera vez, los ingresos aduaneros de la República llegaron a un depositario central y se distribuyeron de tal manera que permitiera al Gobierno conocer con exactitud sus transacciones en efectivo y que todos los fondos gastados hubieran llegado a su destino. Cuentas detalladas de todos los recibos y desembolsos han sido proporcionados al Gobierno de la República Dominicana al cierre de las operaciones de cada mes.

Lucha en la Recaudación por Tierra.

Una de las cuestiones más serias a tratar es el contrabando a través de la frontera terrestre de Haití. La frontera entre las dos repúblicas se extiende a través de una región montañosa y desértica salvaje, desde la bahía de Manzanillo, al norte, hasta Perdenales, en la costa sur, con una distancia de unos 150 kilómetros; Y mientras que las aduanas habían sido establecidas a lo largo de la línea en las ciudades de Dajabón, Comendador y Tierra Nueva, las leyes de ingresos no se aplicaron, y no se hicieron informes de éstas a la oficina del Gobierno Central. El Comité de Finanzas del Congreso se quejó de esto en su informe anual presentado en julio de 1905, diciendo, en parte:

“Estas aduanas en la frontera nunca han seguido la ley establecida para la evaluación y recaudación de los derechos. Por esta razón, la reorganización de estas oficinas se hace imprescindible, ya que todos los habitantes deben ser gravados por igual”.

La aplicación más rígida de las leyes aduaneras en la costa, que siguió a la organización de la administración fiscal, dio lugar a un aumento del contrabando en la frontera hasta tal punto que era evidente que los ingresos se verían seriamente afectados a menos que se aplicara algún remedio. La cuestión de la frontera era antigua para el Gobierno, que prácticamente había abandonado desesperado por todos los intentos para suprimir el contrabando.

Aduanas y Protección de Fronteras.

Sin embargo, se prometió apoyo a cualquier intento de la administración fiscal en esa dirección, y finalmente se dispuso organizar un cuerpo de hombres compuesto de (120) ciudadanos dominicanos, que sería conocido como » la guardia de la aduana fronteriza», que debía estar bajo el control de la administración fiscal y al mando inmediato de un americano encargado de las actividades en la frontera. Estos hombres actuarían en la doble capacidad de policías y de oficiales en las aduanas fronterizas. Por tanto, los salarios serían pagados con cargo a los ingresos aduaneros antes de la división. Los guardias, la mitad de los cuales estaban montados, estaban estacionados a lo largo de la frontera en septiembre y, a petición del gobierno dominicano, los delegados norteamericanos fueron nombrados para las tres aduanas fronterizas con el deber de inspeccionar la guardia. El intento de hacer cumplir la ley en esa región salvaje fue una innovación, y causó un considerable antagonismo. Un representante americano de la administración fiscal fue herido y robado por proscritos antes de llegar a su puesto, y varios ataques fueron hechos contra los miembros dominicanos de la guardia; Pero se organizaron para quedarse, y los resultados, desde el punto de vista de los ingresos, han sido más satisfactorios, como lo demuestra el hecho de que los ingresos de las actividades costeras, al ser reducido el contrabando fronterizo, han aumentado en gran medida, especialmente en las aduanas de Azua, Puerto Plata y Monte Christi. Se estima conservadoramente que al menos $ 200,000 se ha incrementado a los ingresos por este medio durante los últimos nueve meses.

El mérito en la medida de éxito que se ha alcanzado en el trabajo fronterizo se debe en gran manera a los esfuerzos intrépidos y persistentes de los americanos que la tuvieron directamente a cargo y que han trabajado incesantemente, en medio de los peligros y las molestias de una región salvaje, para obtener resultados que no habían sido esperados.

La organización y gastos del personal de las aduanas y de la guardia fronteriza son mostradas en los Anexos F, G, H y Tabla 7 del Anexo D.,

 Equipo.

Por el sistema empleado, el servicio aduanero y los puertos de entrada de la República están bastante bien equipados, salvo en materia de transporte por agua, para la cual no se ha hecho ninguna provisión; y ello se debe a que se efectúa un considerable contrabando a lo largo de la costa por medio de pequeños buques que comercian con islas adyacentes. Este comercio produce grandes ganancias a los contrabandistas, que compran los cargamentos en el grupo de libre comercio turco británico, en St. Thomas, o en la isla holandesa de Curazao, donde los derechos son sólo 2 por ciento ad valorem, y los venden en Santo Domingo, donde los derechos son más del 70 por ciento del valor.

Para detener este comercio ilícito, así como para impedir la introducción no autorizada de armas y municiones, se requieren tres pequeños cortadores de ingresos. El Gobierno posee sus propios edificios de oficinas en cada puerto, y la fuerza de trabajo, que comprende la organización aduanera, que es conocida como «la guardia de la aduana fronteriza», que debía estar bajo el control de la administración fiscal y al mando inmediato de un americano encargado de las operaciones en la frontera.

 Gastos.

Los gastos totales del año, debidamente cargados como costo de recaudación de los ingresos aduaneros, sobre la base de los elementos incluidos en la determinación del costo de recaudación en los Estados Unidos, ascendieron a $ 97,405.99, o sea el 3,09% de los ingresos brutos. Otros gastos, incluidos los gastos de viaje a los Estados Unidos y desde los Estados Unidos, tras transferencias de fondos a Nueva York después de la recaudación, etc., ascendieron a 12.915,63 dólares, con lo que el total de todos los gastos se pagó del 55% según los términos del decreto de 31 de marzo de 1905, 110.331,99 dólares, o digamos, el 4,4 por ciento de los ingresos, un porcentaje todavía considerablemente inferior al del costo promedio de recaudación en los Estados Unidos.

Para comparación, los siguientes porcentajes se citan a partir de 1903: San Francisco, 6 %; Baltimore, 5,2 %; Hawai, 8,9 %; Puerto Rico, 6,7 %; Y Alaska, 9,9 %. En vista de los pequeños ingresos de la República, y la necesidad de mantener algunos puertos en los cuales los ingresos no son suficientes para pagar el costo de mantenimiento, el costo promedio general de la recaudación ha sido notablemente bajo, de hecho, para cubrir los gastos legales de un servicio bien organizado y totalmente equipado. Entre los gastos adicionales que deberán afrontarse en el futuro se encuentran los de un transporte adecuado por agua, incluyendo lanchas portuarias y botes de embarque, que son muy necesarios. El gasto de la guardia fronteriza, organizada bajo la supervisión de la administración fiscal, se trata como el gasto de tales guardias (Inspectores) como en los Estados Unidos, totalmente separado de cualquier puerto, y no está incluido como un elemento en la determinación del costo de recaudación. El gasto de esta organización se paga a partir de los ingresos brutos antes de la distribución, y de esa manera dividido entre el Gobierno y el fondo fiduciario. Los detalles de todos los ingresos aduaneros recibidos por esta oficina, y gastos pagados por los mismos, se exponen en los Cuadros 1 al 10 del Anexo D.

Total de Recibos y Gastos de la República.

El total de entradas en efectivo de la República, de todas las fuentes durante el año calendario 1905 fue de $ 2,427,802.20, de los cuales $ 2,163,997.15 representaron las recaudaciones de aduanas y $ 263,804.75 de ingresos internos, detallados junto con los gastos del año.

En el Anexo L., como ingresos internos recaudados eran, en gran medida, los impuestos que se imponían a los alcoholes y a las estampillas que debían colocarse en ciertos artículos importados, por leyes promulgadas a fines de 1904, que no entraron en vigor hasta el 1 de enero de 1905, El mecanismo necesario para llevarlas a cabo no fue, y todavía no ha sido provisto, los montos mostrados no representan los resultados esperados ni los que deberían haberse obtenido si las leyes hubieran sido debidamente aplicadas. El Gobierno estima que con la mejora en el sistema de recaudación establecido recientemente estos impuestos rendirán $400,000 durante el presente año. Si se aplican correctamente y los recibos son contabilizados, probablemente exceda de medio millón.

Resumen del Comercio.

El valor agregado del comercio exterior de la República durante el año fiscal de 1905 ascendió a aproximadamente diez millones de dólares, siendo la suma exacta, como se muestra en los documentos de aduanas, $ 9,992,361. El valor de las importaciones, sin incluir la moneda, fue de $ 2.736.828 dólares, frente a las exportaciones valoradas en $ 6.880.890 dólares, lo que demuestra que el valor de los productos nativos vendidos a países extranjeros ha sido más del doble que el de la mercancía adquirida en el extranjero y las operaciones del año se habían traducido relativamente en un equilibrio con relación al comercio a favor de la República de $ 4.144.062 dólares. En el valor total del comercio, pero no en el valor de las importaciones y exportaciones, se incluyen $359.435 dólares de oro, plata y papel moneda importados de los Estados Unidos y $15.208 dólares exportados al mismo país. Las deducciones de estos hechos, con respecto a los negocios del año, parece más satisfactorio, lo que indica que, si bien prácticamente un millón de dólares había sido depositado en el exterior durante el año, para su uso en la amortización de la deuda pública, el monto había sido el intercambio resultante de las ventas de productos excedentes del país; No se había requerido ningún envío de divisas por esa cuenta y se había mantenido un crédito extranjero superior a dos millones y medio. Sin embargo, esta última inferencia debe calificarse hasta cierto punto en consideración del hecho de que la industria azucarera de la República, que ya representa aproximadamente la mitad del valor de las exportaciones, es en gran parte propiedad y financiada del exterior. El comercio exterior se llevó a cabo principalmente con los Estados Unidos, Alemania, Francia y Gran Bretaña, en el orden de importancia relativa. El comercio con los Estados Unidos ascendió a $ 6,445,346, o el 65% del total, representando las importaciones recibidas de ese país por valor de $ 1,961,075 y las exportaciones facturadas a $ 4,484,271. Así, los Estados Unidos compraron el 65% de todos los productos nativos exportados y suministraron el 59% de la mercancía importada durante el año.

El 17% del comercio se destinó a Alemania. El 2% a Francia y el 4,5% a Gran Bretaña, siendo este último el único país mencionado, cuyas ventas a la República fueron mayores que las que le compró. El resto del comercio, en proporciones menores, se dividió entre Italia, España, Bélgica, Cuba, Puerto Rico y «todos los demás países», como lo demuestran las estadísticas.

El 80% de los valores de importación fueron proporcionados, en el orden indicado, por manufacturas de algodón, manufacturas de hierro y acero, arroz, aceites, provisiones, conservas de pescado, manufacturas de madera, fábricas de cuero, manufacturas de fibras vegetales, sombreros y gorras, productos químicos y drogas, licores de malta e implementos agrícolas, mientras que el resto se componía de productos muy diversos, según se desglosan, o figuran, bajo el epígrafe de «todos los demás artículos».

Las manufacturas de algodón facturadas en $ 218,000 también fueron recibidas de los Estados Unidos y $ 190,074 de Gran Bretaña, mientras que Alemania, Francia, España e Italia proporcionaron $ 69,450, $ 36,707, $ 19,742, y $ 14.591, respectivamente. El 71% del hierro y del acero, valorados en $ 287.381 dólares, provino de los Estados Unidos, y el resto se suministró principalmente, en el orden indicado, por Gran Bretaña, Alemania, Francia y Bélgica. De los productos de pan importados por un valor de $ 232.049, el 99.9 % provenía de los Estados Unidos y consistía principalmente en harina de trigo, de los cuales 41.413 barriles fueron recibidos, facturados por $ 209.823. Se recibieron diez millones de libras de arroz, valoradas en $ 201.329, 5.913.424 libras provenientes de Alemania, 2.203,707 libras de Gran Bretaña, 1.532.319 libras de los Estados Unidos y 271.517 libras de Francia. Se importaron aceites por valor de $ 155.934, de los cuales los Estados Unidos suministraron el 95%; Mientras que las provisiones, incluidas las carnes y los productos lácteos, se dividieron igualmente entre ese país y Alemania, el primero suministró las carnes y el segundo los productos lácteos. Prácticamente todos los pescados secos ordinarios, consistentes principalmente en bacalao, valorados en $ 109.455, fueron importados de los Estados Unidos; países europeos suministraron pequeñas cantidades de clases de delicatessen, por un valor total de $ 4,679. Los Estados Unidos también suministraron la mayor proporción de productos químicos y drogas, jabón, azúcar refinada y confecciones, verduras, vehículos, manufacturas de madera, cuero y papel; mientras que los utensilios agrícolas eran suministrados en proporciones casi iguales por ese país y Alemania, Francia aportó una proporción considerable de los productos químicos y medicamentos, y todo lo demás, incluido el valor de los vinos, licores y aguardientes suministrados. Gran Bretaña proporcionó los mayores valores en manufacturas de fibras vegetales, e Italia en sombreros y gorras.

 Las principales exportaciones, de valor relativo en el orden mencionado, eran azúcar, granos de cacao, hojas de tabaco, bananos, café, maderas duras, cueros y pieles y cera de abejas. Los envíos de azúcar de 105.972.400 libras, valorados en $ 3.292.470, representan sustancialmente la cosecha de 1905, y, con excepción de 1.359.799 libras, que se distribuyeron principalmente entre Alemania y Gran Bretaña, fueron enteramente a los Estados Unidos. Este producto, que fue vendido con un buen beneficio al productor, fue casi la mitad del valor total de las exportaciones del año. Los envíos totales de granos de cacao, que también fue una cosecha rentable, ascendieron a 28.836.364 libras, facturadas en $ 2,211,873, siendo consignados como sigue: A Alemania, 11,840,612 libras; A Francia, 8,981,591 libras; A los Estados Unidos, 7.816.441 libras; Y al Reino Unido, 197.720 libras. La hoja del tabaco que sumaba 11.510.762 libras, valorada en $ 480.487, fue exportada a Alemania que tomaba 5.890.665 libras, los Estados Unidos 3.719.458 libras, y Francia 1.900.639 libras. La cera producida en la República ascendía a 470.922 libras, valorada en $ 94.669, de la cual Alemania compró 182.785 libras, Francia 152.550 libras y 111.462 libras fueron enviadas a los Estados Unidos. El valor agregado de pieles de vacuno y de cabra exportadas se situó en $ 111.075; los envíos a los Estados Unidos se facturaron en $ 63.714; a Alemania $ 24.278; y a Francia $ 21.591. Los bananos, de los cuales 514.000 racimos, valorados en $ 257.000, fueron enviados a los Estados Unidos; café, en la cantidad de 2.149.188 libras, con un valor de $ 156.963, enviado principalmente a Alemania, Francia y los Estados Unidos; y varios tipos de maderas duras tropicales, incluyendo caoba, lignum-vitae (1), y satinwood (2), con un valor total de $ 135.154, están entre las otras exportaciones importantes. Cocos, copra, colorantes, miel, gomas, resinas y fibras vegetales son también productos naturales del país, pero debido a la falta de demanda actualmente sólo se exportan en pequeñas cantidades. Obs.: (1) guayacán. (2) ébano. (CDM)

 El tonelaje total agregado de los ocho puertos de entrada de la República fue de 1.751.172 (toneladas registradas), lo que representa 1.544 entradas y permisos a buques extranjeros. De las importaciones totales, las cargas valoradas en $ 1,952,352, o el 63 % del valor de todas las importaciones, fueron traídas con fondos americanos; mientras que los valores de importación de $ 700.382 fueron entregados por alemanes, $ 208.990 por franceses, $ 93.945 por británicos, $ 88.621 por noruegos, y $ 51.975 por «todos los otros» shipsugs, y excedido.

En el comercio de exportación, los buques noruegos encabezan la lista de transportistas, habiendo recibido cargas valoradas en 1.827.426 dólares, o el 26,5 por ciento. Los buques estadounidenses fueron los siguientes, con mercancías facturadas en 1.692.741 dólares, o 24,5 %; Seguido por buques alemanes, con $ 1.574.134, o 22.8 %; Buques británicos, con 1.123.838 dólares, o el 16,3 %; Y buques franceses, con cargas valoradas en 367.072 dólares. Se contrataron buques italianos, dominicanos, holandeses, cubanos y otros, en el orden en que se designó el valor relativo de los cargamentos transportados al comercio exterior de la República. Los detalles del comercio exterior del país durante el año fiscal de 1905 se muestran en el Anexo I, adjunto.

Principales Productos.

Como se observa en el resumen anterior del comercio, los principales productos de la República son actualmente el azúcar, el cacao, el café y madera dura. El azúcar se ha producido en la isla desde el Siglo XV, con ganancias variables y pérdidas ocasionales, de acuerdo con los precios del mercado mundial (*), adaptándose especialmente el clima y el suelo a su producción. Actualmente se dedican 183,000 hectáreas de tierra, repartidas entre catorce fincas, a la producción de caña de azúcar y, probablemente, diez veces más hectáreas están disponibles en la República para usos similares. La producción anual desde 1885 ha variado de veinte a cincuenta mil toneladas. (*) Por la facilidad con que se puede fomentar o sustituir una plantación de caña, por su ciclo biológico, esas variables en los precios del mercado mundial, que generan ocasionales pérdidas o beneficios, son una constante todavía vigente. (CDM)

El azúcar producido se envía en estado crudo, ya que no hay refinería en la República y las calidades según la norma holandesa n° 16. El ochenta por ciento de la producción polariza 95 ° a 96 °; 12 por ciento, 81 ° a 83 °; Y el residuo (*) produce melaza de 42 °, que se utiliza en el país para la fabricación de ron. La cultura del cacao es de introducción más reciente y está siendo gradualmente extendido. El grano de cacao crece sobre un pequeño árbol que comienza a dar fruto cuatro años después de la siembra y alcanza su plena productividad en su octavo año, después de lo cual no se ha observado ningún límite en cuanto a la duración del tiempo que seguirá aportando la cantidad máxima de fruta. El árbol requiere una tierra profunda y rica, de la cual hay en abundancia en la República, por la extensión indefinida de su cultura las arboledas son pequeñas y son propiedad principalmente de dominicanos, aunque algunas grandes plantaciones iniciadas por extranjeros están empezando a producir. (*) Azúcares no cristalizables. (CDM)

El cacao fue producido para consumo local hasta 1888, y luego se inició la exportación incrementándose cada año. El primer registro fiable muestra que la exportación de 1891 fue de 1.000 toneladas, mientras que la exportación de 1905 ascendió a 12.873 toneladas, con un aumento de doce veces en quince años, además del gran número de árboles plantados, pero que aún no están en producción, junto con la atención que ahora se presta a la extensión de esta industria, garantiza la creencia de que el cacao se convertirá en el principal producto y el más rentable del país. Cada árbol de cacao se dice que produce una ganancia neta de 50 centavos por año a su dueño. Probablemente el único beneficio que el país ha recibido a bajo costo es el desarrollo de esta industria. Hasta que se puso en circulación la actual moneda degradada, hacia 1888, los habitantes estaban acostumbrados a recibir, por sus ganados y otros animales, el oro español que guardaban y enterraban, pero con el advenimiento del dólar de estaño barato y fluctuante que acompañaron las dificultades financieras de la época, que sacó el oro hasta entonces en circulación, cesó su acaparamiento y, siguiendo los consejos del presidente Heureaux, utilizaron los nuevos pesos para comprar la mano de obra necesaria para ampliar esta industria.

Otra condición que contribuyó a aumentar las plantaciones de cacao fue la caída general del precio del café, antes importante y rentable. Esta caída del precio fue tan desastrosa que por un tiempo los propietarios de las plantaciones de café se vieron obligados a abandonar sus arboledas y centraron su atención en otros productos. La exportación de café de este año asciende a 959 toneladas, lo que sin embargo producirá un buen beneficio, debido a la falta de cultivo en otros lugares. Las maderas duras, de las cuales hay una gran variedad y abundancia, incluyendo caoba, satinwood, y lignum-vitae, todavía se sacan para la exportación solamente de la manera más primitiva y se envían los troncos, no habiendo aserraderos adecuados en el país. El clima y el suelo de la República están especialmente adaptados a la agricultura y casi cualquier producto de las zonas tórrida o templada puede ser cultivado con éxito, aunque las papas, frijoles, cebollas y otras verduras, así como los cereales se obtienen en el extranjero y se venden a precios exorbitantes en los mercados locales. El precio local de las cebollas ordinarias es, por ejemplo, 15 centavos por libra, o digamos, $ 8 por bushel.

El Gobierno dominicano está deseoso de promover la agricultura y de acoger a los inmigrantes con suficiente capital para establecerse en la industria.

Ley de Tierras.

Para alentar los asentamientos reales, todas las tierras del Estado, sin reservas, fueron incluidas en un proyecto realizado por el Congreso, aprobado el 9 de junio de 1905, para el libre asentamiento. Esta ley establece que el colonizador deberá presentar una fianza de $ 2 por acre, condicionada a que mejore la tierra tomada, y se le devolverá un bono después que se hayan hecho ciertas mejoras sencillas especificadas. El colonizador recibe gratuitamente el uso de la tierra durante diez años y, posteriormente, se cobra un alquiler o un impuesto igual a 5 centavos por acre.

Historia del Arancel.

Los ingresos aduaneros, que han proporcionado el principal, y prácticamente el único medio de apoyo de la República, así como el principal incentivo a la revolución, han sido objeto de más legislación que cualquier otro interés nacional. Cientos de leyes han sido aprobadas, aumentando, disminuyendo y cambiando las tasas, proporcionando los tipos de dinero y documentos que se reciben en el pago de los derechos, y para la disposición de los ingresos, pero no hay regulaciones para la aplicación uniforme de la ley o decisiones arancelarias. Ha sido emitido el arancel original, según el cual todos los artículos importados mencionados debían pagar el 16 por ciento sobre los valores arbitrarios establecidos por el mismo y artículos no mencionados el 20 por ciento sobre sus valores estimados, fue publicado y promulgado en los días de la primera República por el General Santana, 29 de mayo de 1845. Este arancel, con muchas adiciones y cambios en cuanto a las tasas, ha continuado en vigor a través de la segunda ocupación española hasta el presente, cuando se comprueba que incluye cuatro tipos diferentes de funciones, a saber: «Aforo» (73,8% sobre los valores fijos); «Derechos fijos» (derechos específicos más 30 por ciento de sobretasa); «Ad valuo» (73,8 por ciento ad valorem); Y las tasas especiales ad valorem sobre joyas, piedras preciosas y los instrumentos musicales. Durante el segundo régimen español, se otorgó a los importadores la opción de pagar aranceles de acuerdo con la tarifa dominicana o los vigentes en Cuba o en Puerto Rico. Las leyes, decretos e incidentes más importantes que afectan la tarifa y las aduanas han mejorado la condición del servicio, resultante del trabajo del año, se debe en gran parte al hecho de que cada empleado norteamericano de la administración fiscal no sólo se ha entusiasmado en el desempeño de sus funciones, sino por su personal, que por su conducta se ha ganado el respeto y la confianza de aquellos por los que han sido llamados para ayudar y dirigir. La supervisión general del trabajo realizado por dicho personal ha sido una fuente de gran satisfacción para el suscrito y las dificultades encontradas ocasionalmente en el desempeño de las funciones de la administración fiscal han sido un interés añadido a los derechos impuestos.

Geoge R. Colton,

Controlador y Receptor General.

 

Biografía de Carlos F. Morales Languasco.

Versión: Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano, 1821-1930.                                            Autor: Rufino Martínez. (Pág. 332). Editora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

(Se incluyen nuestras observaciones y comentarios puntuales).

Morales Languasco, Carlos Felipe.

De Puerto Plata. Hermano de Agustín Francisco Morales Languasco. Espíritu vigoroso, de acción, no exento de la efervescencia dada por la levadura del talento. Obedeciendo a la disposición de sus padres, abrazó la carrera eclesiástica, para la cual no tenía vocación. Pero la sotana le sirvió de embozo para vivir bajo las garras de Heureaux, a quien necesariamente debía combatir, como quien había crecido bajo el influjo de la juventud que comenzó el 84 a dar razón de su calidad de fuerza nueva, luchadora y constructiva, y para el 88 tomaba camino del destierro. Un día al salir de la sacristía de la iglesia donde oficiaba, un individuo le cayó a tiros en plena calle de Puerto Plata. Salvó la vida refugiándose en la casa del Comandante de Armas Yopere. En el caso no parece que tuvo intervención el Presidente Heureaux. Se trataba de un asunto personal.

Pudo irse al exterior. Conspiró, y como los demás, luchó inútilmente. Desde Saint Thomas había ido a Cabo Haitiano, atendiendo al llamamiento para la Revolución de los Bimbines. Se vio en el caso de regresar antes de que pasara la trágica oleada de la tiranía. Muerto Heureaux, se entregó abiertamente a la política, la actividad a que lo llamaba su temperamento y la aspiración, desde que tuviera discernimiento, de ser Presidente de la República. (1)

Siendo Diputado al Congreso Nacional el año 1901 ahorcó los hábitos. En lo adelante no desaprovecha ocasión de preparar el logro de sus fines personales, desplegando dentro del partido jimenista, al cual pertenecía, una amplia actividad de política criolla, en extremo de irse a la manigua, cuando la insurrección de los siete meses en la Línea Noroeste (2). Se había fugado de la cárcel de Puerto Plata, logrando, vestido de marino, tomar una embarcación despachada para Islas Turcas.

Pasado el 23 de marzo, que dio al traste con el Gobierno Provisional de Horacio Vásquez el año 1903, ocupó Morales la Gobernación de Puerto Plata. Magnífica posición para tomar de un salto el solio presidencial. Caídos los adeptos de Horacio Vásquez y disgustada gran parte de los jimenistas, por estar el poder en manos de los supervivientes del régimen lilisiano, aunque entre ellos no faltaba un buen número de amigos de Juan Isidro Jimenes, el Gobernador Morales hábilmente laboraba para servir de factor principal en la conciliación de intereses jimenistas y horacistas. Se comunicó con quienes estaban fuera del país, y logrado su propósito de avenimiento le tocó presidir la coalición de los dos partidos llamada La Unión, contra el Gobierno de Alejandro Woss y Gil.

Estalló así en Puerto Plata el 24 de octubre de 1903 la revolución que derrocó aquel Gobierno un mes después. Ya en el Gobierno Provisional que se había formado, presidido por Morales, se notaba su preferencia por los horacistas, y al trasladarse a la Capital, procedió descaradamente repartiendo entre sus nuevos adictos las posiciones dominantes. Fue como un reto a los ex compañeros, que cerraron filas y alzaron el pendón de la revuelta. (3)

La mayor parte de la República se adhirió a la revolución, y el Gobierno en un principio parecía un pigmeo frente a un coloso. Sus principales puntos de acción eran: la Capital, sitiada; Sosúa, con Jesús María Céspedes enfrentado a la plaza de Puerto Plata; y por las lomas de Moca, Ramón Cáceres, perseguido. Morales no flaqueó un solo momento, estando en situación de tan improbable triunfo. Contaba con los vapores de guerra de la Marina Nacional, lo que le permitió reforzar con hombres y pertrechos a Sosúa, hasta que se consiguió rendir la plaza. Se vencía uno de los principales obstáculos. Luego era dominada la península de Samaná, tras cruda refriegas en Sánchez. En todo ello había estado presente Morales, impulsando el desarrollo de las operaciones. (4)

En la Capital, el bombardeo de un crucero norteamericano del campo revolucionario de Villa Duarte, quitaba a la ciudad la molestia del asedio (5). Santiago era tomada; en San Pedro de Macorís se peleaba duramente contra Demetrio Rodríguez, que, agotado de recursos, se abría paso al través de la Hilera Central hasta su zona de la Línea Noroeste, y para mayo de 1904 se libraban allí las últimas grandes peleas.

Para no tener que agotarse en debelar enteramente la revolución, celebraba un acuerdo con los últimos rebeldes, aceptando de ellos un Gobernador y un Delegado en el Distrito de Monte Cristy. Fue el 10 de junio; y siete días después iniciaba con carácter constitucional el período de su mando. Todo le había salido bien en apariencia, y comenzaba a gobernar según lo deseaba. Frente al problema de la deuda pública, que databa de años atrás, pero agravado entonces por las exigencias de acreedores extranjeros, apoyados por el Gobierno Norteamericano, se decidió por un acuerdo financiero que comprometía parte de la soberanía nacional. (6)

Dentro de su moral política, que perseguía el mando de cualquier manera, para organizar la nación dominicana y no para beneficio y placer de su persona, familia o amigos, nada mejor que las rentas aduaneras fuesen percibidas por un Agente que escogiera el Presidente de los Estados Unidos, el cual Agente sería una garantía cierta de la distribución de fondos entre los acreedores, así como de la parte que recibiría el Gobierno dominicano. Consiguientemente el poder exótico que haría respetar esa recaudación, apoyaría al Gobierno, lo que vendría a poner término a los asaltos del poder con los recursos de las aduanas (6 bis). No otro medio tuvo el mismo Morales para derrocar a Woss y Gil.

En febrero de 1905 se firmó la convención por representantes de nuestro Gobierno y el de los Estados Unidos. El acuerdo debía ser sancionado posteriormente por el Congreso Dominicano y el Senado Norteamericano. Luego dio el Presidente Morales el Decreto del Modus Vivendi, que entró en vigor a partir del primero de abril. Estipuló éste la distribución de las rentas aduaneras y la manera como se debía retener, en calidad de depósito, la parte correspondiente a los acreedores, y creó para ello la Receptoría General de Aduana, bajo la dirección de empleados norteamericanos.

Los individuos de temperamento e índole personal definidos, vigorosos hasta el punto de marcar un tono distintivo en el escenario de sus actividades, pueden prestarse a expresar o simbolizar el grado sumo de pasiones, virtudes o vicios. Carlos Morales en la política representó la inconsecuencia. Al partido suyo lo abandona para empinarse en las alturas del poder, y entregado al sostén que le da el bando contrario, que le sigue por conveniencia momentánea, acaba por verse solo, convertido en instrumento de los tenidos por nuevos compañeros. (7)

Casi es un prisionero de palacio, y se ve forzado a poner su firma en decretos y resoluciones repudiados por su conciencia. Le parece, sin embargo, aunque reconoce estar cayéndose por un precipicio en el cual debe finalizar su carrera de político, que es posible torcer el curso de los sucesos, siquiera sea valiéndose de otro asidero donde él mismo lo había hecho imposible.

Al simple tirador de tiros, al oficial, al guerrillero, y también al individuo puramente civil que le prestó algún servicio en trance de peligro; a todos, cuando se le acercan en demanda de alguna paga o merced, no es raro que lo despida con desfachatado gesto, en nombre de los “intereses sociales”, tan perjudicados por el desorden de la política. A los más, los manda a trabajar, ofreciéndoles implementos de agricultura. Manifiesta paladinamente un profundo desprecio por el guerrillero (general), “esa plaga social que es necesario extinguir a toda costa”. Con ellos y por ellos ha escalado la Presidencia, y por esa razón se sienten sumamente resentidos, ávidos de venganza. Pero él no lo ignora, y en vez de disimular, se aferra más a ella, y declara que no necesita más que el apoyo del Presidente de los Estados Unidos, Teodoro Roosevelt (8).

En el desprecio que hace de las ineludibles relaciones que crea al personaje en la vida pública, forma y levanta contra sí mismo la dolorosa reacción que es su mayor castigo. Los horacistas, que nunca fueron amigos de quien no perteneciese a su bando, no importaba el nexo formal de la alianza, le estrecharon gradualmente el círculo de acción, y cuando se vio en el punto asfixiante de ser cohibido para todo, desesperado, se decidió por buscar un refugio desde el cual reaccionar, acaso en forma de revolución, absurdo y ridículo recurso para él. Presidente de la República, despreciador de los tiradores de tiros, con la circunstancia de apelar ahora a los ex correligionarios. Determinó irse a Monte Cristy para reorganizar y dirigir desde allí la administración Pública. Contaba con la adhesión del Gobernador de Azua Justaquino Díaz, quien no llegó a decidirse. (9)

El vapor Independencia, de la Armada Nacional, cargado de pertrechos y prevenido para la empresa, ante el fracaso de los planes, fue llevado por su Comandante Francisco Catrain a Monte Cristy, donde lo recibió el Delegado del Gobierno Demetrio Rodríguez, que ya estaba de acuerdo con el Presidente. La noche del 24 de diciembre, año 1905, abandona Morales la ciudad de Santo Domingo, y se refugia en los bosques, inquieto con la oportunidad de embarcarse. Tras corta malandanza se fractura una pierna, pide garantía por mediación del Ministro Norteamericano, entra en la ciudad, recibido con un gesto irrisorio de la multitud, se asila en la Legación de los Estados Unidos, y a poco firma emocionado y con ojos arrasados, la dimisión como Presidente de la República. En coche, entablillada la pierna lesionada, con el acompañamiento de altos funcionarios y entre dos filas de la llamada Guardia Rural, instituida por él, desfila por una calle hasta ser puesto a bordo de un buque de guerra yanqui. La tripulación le hizo los honores de General. Momentos después le conducían a San Juan de Puerto Rico, Sucedió el mes de enero de 1906.

La cooperación indirecta de fuerzas navales norteamericanas donde quiera que las necesitó Morales no había faltado. Estuvieron presentes en Puerto Plata, enero de 1904, al atacar y ocupar Jesús María Céspedes la plaza; en la Capital, sitiada el mes siguiente; en Monte Cristy el mes de junio, cuando se firmó a bordo de un buque el pacto que puso término a la revolución; otra vez en 1905, días en que los horacistas no le permitían usar de su autoridad de Presidente. Y antes de salir para Puerto Rico, por mediación del Comandante de un buque surto en Puerto Plata, comunicaba cablegráficamente a Guelito Pichardo en Monte Cristy, que depusiera toda actitud de rebelión. (10)

El gran inconsecuente de la política criolla, no era, con todo, uno de tantos que van al poder a darse importancia, a disponerlo todo según su capricho y conveniencia personal, y a cabalgar orondos sobre los hombros del pueblo. Era un efectivo servidor de la sociedad. Concibe un programa de gobierno y le lleva a la práctica con el firme propósito de crearle a la colectividad una nueva faz de progreso material y cultural. Para los empleos públicos buscaba los hombres idóneos; a una caterva de guerrilleros sin empleos pero prendidos del presupuesto nacional, los fue llamando uno a uno para declararles que el “Estado no podía seguir manteniéndolos,,,” Todo empleado convicto de malversación de fondos o manejos inescrupulosos era inmediatamente destituido. (11)

Le preocupa el funcionamiento de la escuela, no de mentirillas, sino como quien tenía conciencia de lo que ese factor representaba para la evolución social. Tenía elevado concepto del maestro; gustaba de asistir a exámenes como oyente activo, y a los estudiantes sobresalientes les brindaba facilidades y ayuda económica, en forma de estímulo para seguir adelante. La administración de justicia, origen de tantos males y tan a menudo puesta al servicio de bajos intereses por la mayoría de los Presidentes, se desenvolvió con independencia. Las iniciativas de bien público las prohijaba. Los fondos del erario iban a su destino y la parte dedicada a obras públicas no se envolvía en los manejos particulares del Presidente y sus amigos. Le bastaba su sueldo, no por no necesitar más, sino por entender que honradamente no le tocaba un centavo más. (12)

En general, actuaba dentro de una diáfana moral administrativa. Le agradaba echarle en cara personalmente a un empleado su falta de honradez. Quería la cosa pública en manos de los mejores, no por políticos sino por aptos, en tanto que el pueblo trabajara, olvidado de los empleos, y sin dejar de leer. Por otra parte, no se le alteraron las maneras personales. Salía a la calle sin aparato oficial, y por donde quiera asomaba su silueta erguida, y en tono franco y jovial cambiaba saludos y palabras con todo el mundo. (13)

Desterrado, luego de arrojado de la Presidencia, carente de medios para regularizar la manutención de la familia, no tiene empacho en dedicarse a la ocupación de repartir billetes de la lotería entre determinado número de personas de Saint Thomas (14). Pasa el tiempo, no ve posibilidad de reintegrarse al país, y busca otros medios de subsistencia. El Presidente Cáceres, dio un decreto de amnistía que comprendió a todos los políticos desterrados. Un día del mes de agosto de 1908, desembarca Morales en Puerto Plata, con su habitual desparpajo. Visitó a Cáceres en su casa particular de Estancia Nueva, Moca. No pasó allí más de un día. La falta de asidero no le deja quedarse en el país y retorna al extranjero, declarando haber venido a una cuestión de familia.

Mientras tanto conspira, y como hay otros disgustados con el régimen imperante en la República, no le falta la oportunidad de una expedición revolucionaria. El año 1909, cuando precisamente ocurrió el gran temporal llamado de San Severo, el barco en el que venían los expedicionarios fue arrojado a las costas haitianas. Las autoridades expulsaron a los náufragos. Pretendían engrosar la Insurrección de esos días, nombrada de los recortados, por encabezarla rabudos descontentos del Presidente Cáceres, y en cuyas filas entraban principalmente bolos linieros. El temporal anegó todo el Valle del Cibao y en especial al suelo de Guayubín, donde estaba el cantón general, y, a la vez que ocasionó la pérdida de miles de ganados y también de vidas humanas, deshizo las partidas revolucionarias, las cuales empezaban ya a operar en campos de Santiago. Esa vez parece que la naturaleza quiso mediar en favor de la sociedad, que tenía paz y disfrutaba de los beneficios del trabajo.

A la muerte del Presidente Cáceres, organizó en Puerto Rico una expedición que desembarcó en las costas del Seybo a principio del año 1912. No tuvo tiempo de desarrollar campaña, pues a poco cayó prisionero. Conducido a Santo Domingo, a su llegada recibió en la Fortaleza Ozama la visita del Presidente Eladio Victoria, hombre sencillo y alma generosa, con presidencia y sin ella, que le fue a saludar como ex Presidente. A la vez reclamó consideración para el prisionero, y mientras duró el encarcelamiento, unos diez meses, le hizo llegar diariamente, y en forma obsequiosa, de lo servido en su mesa de Primer Magistrado, tal como si se tratara de un huésped de distinción. Victoria había sido uno de los únicos Ministros que en el año 1905 respetaron la autoridad del Presidente Morales.

En libertad quiso derivar algún partido de la confusión reinante por aquellos días, pero la desconfianza de los otros le dejaba solo. Finalmente aceptó el cargo de Enviado Extraordinario de la República ante las principales naciones europeas. No estaban extinguidos todavía sus propósitos de realizar un amplio y civilizado programa de reforma social desde la Presidencia de la República. Le sorprendió la muerte en París.

Los hermanos Agustín y Carlos Morales eran hijos de Agustín Morales e Isabel Languasco. Aunque de Saint Thomas aquel, y ésta puertoplateña, ambos apellidos, oriundos de la isla, fueron de los asimilados por el núcleo social Puertoplateño. (1868-1914).

 

Nuestras observaciones sobre la biografía de Carlos F. Morales Languasco, escrita por Rufino Martínez:

 (1) Es posible que al lector pueda parecerle un poco exagerado el señalamiento de que a un muchacho que ingresara muy joven a un seminario y luego hiciera vida sacerdotal hasta los 34 años, se le pudiera atribuir aspiraciones de ser Presidente de la República desde que tuviera discernimiento.

(2) El motivo de Morales Languasco, para participar en política, era el de mejorar las condiciones sociales de su pueblo como bien expresa el autor en los párrafos que señalamos con los números 11, 12, 13 y 14. Los logros de su Gobierno así lo confirman. Por demás, su interés personal debe considerarse que es el mismo al que tiene derecho todo el que participa en actividades políticas.

(3) De siete ministros designados por Morales en el Gabinete había tres jimenistas, más él (que era el Presidente) que provenía de esas mismas filas, los otros cuatro ministros eran horacistas. Otros jimenistas fueron designados como gobernadores en diferentes provincias, hasta que se levantaron en armas al conocer que Morales L., que no había sido tomado en cuenta por Juan Isidro Jimenes para la candidatura vicepresidencial de su partido, había aceptado la candidatura presidencial ofrecida por los horacistas. Luego de la insurrección fueron destituidos dos ministros, Miguel Andrés Pichardo (Interior y Policía), que ya había sido elegido por Jimenes para la candidatura vicepresidencial, y Manuel Arturo Machado (Relaciones Exteriores). Decir que al inicio de la revolución “se notaba la preferencia de Morales por los horacistas y que, al trasladarse a la Capital, procedió descaradamente repartiendo entre sus nuevos adictos las posiciones dominantes” puede parecer injusto. Precisamente, tomando como ejemplo estas dos posiciones, de los ministros destituidos luego de estallar La Desunión, Machado (Relaciones Exteriores) y Pichardo (Interior y Policía), puede apreciarse que eran de las de mayor importancia. Las otras eran las de Obras Públicas, Hacienda y Comercio, Justicia e instrucción Pública, Correos y Telégrafos y Guerra y Marina.

(4) En este párrafo, el autor, describe lo ardua y precaria que fue la lucha del Gobierno para mantenerse en el poder. Señala que el Presidente estuvo presente en todos los frentes con los barcos de la Armada Dominicana y que no flaqueó un solo momento. Aunque se entiende que, de haber sido ciertos los rumores de sus adversarios, hubiera sido mucho más fácil con el apoyo de alguna unidad naval o terrestre de los Estados Unidos, como sugiere el autor más adelante.

(5) Una verdad a medias también es una mentira a medias. Si bien esa acción favorecía de manera casual a los del Gobierno, lo cierto es que el motivo del bombardeo a Pajarito (Villa Duarte), que se explica detalladamente en otro espacio de este blog, obedeció a que los sitiadores habían herido de muerte al maquinista de un buque de guerra norteamericano y tirotearon otro barco mercante de esa nación mientras era escoltado hacia el muelle por un crucero, lo que originó el ataque a los rebeldes, pero el motivo no era favorecer al Gobierno. Los documentos del Departamento de Estado define ese incidente como un litigio internacional entre los Estados Unidos y República Dominicana. (ver en internet: The Santo Domingo Affair)

(6 y 6 bis.) Aunque el autor destaca que “perseguía el mando de cualquier manera, para organizar la nación dominicana y no para beneficio y placer de su persona, familia o amigos” así como resalta la “moral política del Presidente”, se refiere al asunto de las aduanas como un acuerdo que Morales Languasco decidió de manera casual o caprichosa, como que nada tuvo que ver el Protocolo de enero de 1903, ni el Laudo Arbitral de 1904, ni el asedio que mantenían sobre la República 15 buques de guerra de las cinco potencias más grandes del mundo con la finalidad de ocupar las aduanas. Luego se refiere a la Convención y al Modus Vivendi como si nada tuvieran que ver con todo lo anterior.

(7) La inconsecuencia que el autor le atribuye fue explicada en el comentario No. 3., además, la oposición tajante de Ramón Cáceres para que a Juan Isidro Jimenes se le entregara la Presidencia suponía una ruptura violenta de ambos bandos.

(8) El apoyo, que cita, de los norteamericanos, que nunca tuvo para sostenerse en el Gobierno, o para contrarrestar a sus adversarios. Es preciso señalar que, en esa época, luego de caer la dictadura de Ulises Heureaux, la prensa gozaba de mucha libertad, los medios estaban muy inclinados hacia las dos principales corrientes políticas y se echaban a correr muchos rumores. Los señalamientos que el autor presenta como defectos de inconsecuencia, de Morales Languasco, son presentados luego como virtudes en el párrafo que señalamos con el No. 11.

(9) Dice que “se decidió por buscar un refugio desde el cual reaccionar” y “Presidente despreciador de los tiradores de tiros, con la circunstancia de apelar ahora a los ex correligionarios”. El Presidente no gestionó el apoyo de los “tiradores de tiros”, Demetrio Rodríguez le había ofrecido su respaldo desde antes de la crisis del 6 de diciembre de 1905, mediante una nota escrita, respaldo al que Morales no había respondido. Llegaron las cosas a un extremo de acoso, por parte de sus enemigos dentro del mismo Gobierno, que decidió aceptar el apoyo ofrecido como refiere el mismo Rufino Martínez en el Diccionario Biográfico Histórico, en la biografía que escribe sobre Demetrio (Pág.429), que dice:

“Finalizaba el año 1905. El Presidente Morales acorralado en palacio, en peores condiciones que un preso de confianza, recibió la oferta del Delegado Demetrio Rodríguez de apoyarle contra sus opresores, si le enviaba refuerzos de armas. El crucero Presidente cargado de pertrechos debía arribar con el Presidente de la República a la jurisdicción del Delegado, pero llegó sin el mandatario, y en posesión Rodríguez de tales recursos, organizó seguido un movimiento revolucionario, destacando fuerzas sobre la plaza de Santiago, mientras él paso a operar sobre Puerto Plata”

(10) Este planteamiento, que nadie ha podido sostener, citando las unidades militares norteamericanas que lucharon en apoyo al Gobierno, y que es contradictorio al párrafo señalado con el número 4, no tiene asidero real.

 (11) En este sentido dice el puertoplateño Sebastián Rodríguez Lora, refiriéndose a Morales Languasco, en su libro “Estampas de mi Pueblo”, lo siguiente. Citamos:

“Su fórmula ideal era sencilla: trabajo, apoliticidad de fines, pulcra honradez administrativa. Estas tres cosas funcionaron con Morales Languasco como un engranaje biológico”. (Pág. 107)

(11) (12) (13) y (14) En estos cuatro párrafos se reconocen las virtudes más significativas que pueden atribuirse a un Presidente que sirve a su patria en las circunstancias más adversas, con acrisolada honestidad y con deseos de lograr las mejores condiciones de bienestar para su pueblo. Si la ambición que le atribuyen sus detractores era para hacer esas cosas…. ¡¡¡Qué bueno!!!

Carlos Danilo Morales Miller

(Email: carlosdanilomorales@gmail.com)